POV de AlejandroLa invitación de Luvita a la fiesta de su amiga llegó justo cuando estaba tratando de mantener mi distancia de ella. Había decidido que lo mejor era enfocarme en Carmen y en nuestra relación, pero Luvita siempre encontraba la manera de arrastrarme de nuevo a su órbita. No sabía qué me hacía ceder cada vez que ella proponía algo, como si hubiera una fuerza invisible que me empujaba a seguirle el juego.—Alejandro, sé que has estado estresado con todo lo del trabajo y con la situación en la manada, —dijo Luvita, con una sonrisa tranquilizadora mientras me entregaba la invitación—. Esta fiesta será perfecta para que te relajes un poco. Es solo una reunión entre amigos, nada formal. Además, es cerca de aquí, no te llevará mucho tiempo.**Sentí una punzada de incomodidad en el estómago.** Mi instinto me decía que debería negarme, que debería quedarme en casa con Carmen. Pero, sorprendentemente, mi bestia interior no parecía alarmada. Incluso sentía una extraña calma, como
La lluvia caía con una furia inesperada, como si el cielo hubiera decidido descargar todo su peso sobre nosotros en un solo instante. **Luvita y yo estábamos atrapados en medio de la tormenta, sin poder ver más allá de unos metros por el parabrisas.** Las gotas golpeaban el techo del coche con una intensidad ensordecedora, y el viento azotaba con tal fuerza que parecía querer arrancar el vehículo del suelo. **Miré mi reloj: las manecillas marcaban las once de la noche.** Ya deberíamos haber estado de regreso, a salvo, en casa.—Alejandro, esto no es seguro, —dijo Luvita, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta—. **Conozco un lugar cercano donde podemos pasar la noche.** Es la casa de un amigo, no está lejos de aquí.**Fruncí el ceño, incomodado por la idea.** —No, prefiero seguir adelante, —respondí, sintiendo que lo mejor sería llegar a casa cuanto antes. **Carmen debía estar preocupada por mí, y la idea de pasar la noche en algún lugar extraño no me gustaba para nada.**
POV de CarmenMe quedé parada frente a la ventana, mirando la carretera que llevaba a la entrada de nuestra casa. La noche se había hecho interminable, y con cada minuto que pasaba sin ver las luces del coche de Alejandro, el nudo en mi estómago crecía. No había dormido, ni siquiera por un momento. Mis ojos ardían de cansancio, pero no podía apartarme de mi lugar.Mi loba, Lala, estaba inquieta, paseando en mi mente. *Necesitas descansar, Carmen*, me instó, su voz teñida de preocupación. *Tu energía se está debilitando. No puedes seguir así.*Pero la ignoré. ¿Cómo podía descansar cuando Alejandro estaba ahí fuera, en algún lugar, con Luvita? Sólo pensar en ello hacía que la sangre me hirviera. Sabía que tenía que confiar en él—Alejandro era mi compañero, mi rey—pero la presencia de Luvita en nuestras vidas siempre había sido una espina en mi costado. Era manipuladora, astuta, siempre con algún objetivo oculto. Y ahora, con Alejandro ahí fuera solo con ella... No podía evitar sentir lo
POV de CarmenAlejandro apretaba el volante con fuerza mientras conducíamos por el sinuoso camino del bosque. Tenía la mandíbula apretada y la mirada fija en la carretera, pero había algo distante en su expresión, como si su mente estuviera a kilómetros de distancia. El silencio entre nosotros era denso, casi opresivo, y solo se volvía más pesado cuanto más nos acercábamos a nuestro destino.No pude soportarlo más. Necesitaba saber qué estaba pasando por su mente, especialmente después de todo lo que había ocurrido la noche anterior. Me giré hacia él, rompiendo el silencio en el coche. “Alejandro, ¿qué pasa? Has estado callado desde que salimos de casa.”No respondió de inmediato. Sus ojos se dirigieron brevemente hacia mí antes de volver a la carretera. Finalmente, suspiró, con una voz baja y preocupada. “Es Luvita. No puedo quitarme de la cabeza la sensación de que he sido engañado. Que ella ha estado manipulándome todo este tiempo.”Su confesión me golpeó como un puñetazo en el est
POV de Alejandro“No estás bajo la influencia de Luvita, Alejandro,” la voz de Tetua Herzova resonó clara en la quietud del bosque, sus palabras colgando en el aire como un juicio.Parpadeé, sorprendido por su declaración. “¿Qué quieres decir?” pregunté, intentando mantener la sorpresa fuera de mi voz. “¿Cómo puedes estar tan seguro?”Sus ojos, tan profundos e insondables como el cielo nocturno, se encontraron con los míos sin vacilar. “Luvita es astuta, pero su poder no se extiende hacia ti de la manera que crees. Las dudas, los miedos que llevas contigo, son tuyos. Debes mirar hacia adentro para entenderlos.”Sacudí la cabeza, reacio a aceptar sus palabras. “No, eso no puede ser correcto. Lo siento, siento que ella está tratando de controlarme, de inclinar mi voluntad hacia la suya. No estaría dudando de mí mismo de esta manera si no fuera así.”Tetua Herzova suspiró, un sonido lleno del peso de las edades. “Alejandro, la mente es un laberinto de sombras y luz. A veces, creamos nues
POV de CarmenMe senté en el asiento del copiloto, con los dedos apretando el borde del asiento tan fuerte que los nudillos se me pusieron blancos. El silencio entre Alejandro y yo era espeso, casi sofocante. No podía hablar, el peso de todo lo que acababa de suceder me oprimía como una pesada manta. Mi corazón todavía latía con fuerza por la transformación, la bestia dentro de mí asentándose en su nuevo hogar, y la incertidumbre de lo que estaba por venir me corroía en la mente.Las miradas ocasionales de Alejandro en mi dirección no calmaban mis nervios. Podía sentir su preocupación, verla reflejada en las líneas tensas alrededor de su boca y en el ceño fruncido de su frente. Estaba tratando de ser fuerte por mí, pero yo lo conocía demasiado bien. Debajo de ese exterior calmado, él estaba tan asustado como yo.“Carmen”, dijo finalmente, rompiendo el silencio que se había vuelto más pesado con cada milla que pasaba. Su voz era suave, cuidadosa. “Va a estar bien. La bestia… ahora es p
POV de AlejandroEl silencio era lo único que llenaba el coche mientras conducía hacia el complejo de la manada. El motor murmuraba suavemente, pero el peso de la situación hacía que cada segundo pareciera una eternidad. A mi lado, Carmen estaba inquieta, su mirada fija en la carretera como si pudiera ver más allá de la oscuridad que nos rodeaba. En el asiento trasero, Elías seguía tendido, apenas consciente, y cada pequeño gemido que salía de su boca me hacía apretar más fuerte el volante.Mi mente estaba en un torbellino. Elías, mi hermano en todo menos en sangre, el hombre que había desaparecido años atrás y a quien todos habíamos dado por muerto, ahora estaba aquí, en mi coche, herido y apenas vivo. No podía entenderlo, no podía procesar lo que esto significaba. Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, pero ninguna tenía respuesta.“¿Qué le han hecho?” murmuré, más para mí mismo que para Carmen.Ella no respondió, pero sentí su mano cálida sobre mi brazo, un gesto silencioso de ap
POV de CarmenEl sonido del fuego crepitando en la chimenea era lo único que rompía el silencio en la pequeña cabaña. Sentada junto a la cama de Elías, observaba cómo su pecho subía y bajaba lentamente, cada respiración un recordatorio de la lucha que libraba para mantenerse con vida. Alejandro se había ido hacía apenas unas horas, confiándome el cuidado de su viejo amigo mientras él atendía asuntos urgentes de la manada. Su partida había dejado un vacío palpable en la habitación, pero también una responsabilidad que me pesaba más de lo que había imaginado.Elías se removió ligeramente bajo las mantas, sus párpados se movieron como si estuviera soñando. Herzova, la sanadora, había hecho todo lo posible para estabilizarlo, pero su condición aún era delicada. La anciana había salido hace un rato para atender a otros miembros de la manada que necesitaban su ayuda, dejándome sola con él. Era extraño, estar aquí con un hombre que conocía solo de las historias que Alejandro me había contado