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POV de Carmen

Me senté en el asiento del copiloto, con los dedos apretando el borde del asiento tan fuerte que los nudillos se me pusieron blancos. El silencio entre Alejandro y yo era espeso, casi sofocante. No podía hablar, el peso de todo lo que acababa de suceder me oprimía como una pesada manta. Mi corazón todavía latía con fuerza por la transformación, la bestia dentro de mí asentándose en su nuevo hogar, y la incertidumbre de lo que estaba por venir me corroía en la mente.

Las miradas ocasionales de Alejandro en mi dirección no calmaban mis nervios. Podía sentir su preocupación, verla reflejada en las líneas tensas alrededor de su boca y en el ceño fruncido de su frente. Estaba tratando de ser fuerte por mí, pero yo lo conocía demasiado bien. Debajo de ese exterior calmado, él estaba tan asustado como yo.

“Carmen”, dijo finalmente, rompiendo el silencio que se había vuelto más pesado con cada milla que pasaba. Su voz era suave, cuidadosa. “Va a estar bien. La bestia… ahora es p
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