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POV de Alejandro

El silencio era lo único que llenaba el coche mientras conducía hacia el complejo de la manada. El motor murmuraba suavemente, pero el peso de la situación hacía que cada segundo pareciera una eternidad. A mi lado, Carmen estaba inquieta, su mirada fija en la carretera como si pudiera ver más allá de la oscuridad que nos rodeaba. En el asiento trasero, Elías seguía tendido, apenas consciente, y cada pequeño gemido que salía de su boca me hacía apretar más fuerte el volante.

Mi mente estaba en un torbellino. Elías, mi hermano en todo menos en sangre, el hombre que había desaparecido años atrás y a quien todos habíamos dado por muerto, ahora estaba aquí, en mi coche, herido y apenas vivo. No podía entenderlo, no podía procesar lo que esto significaba. Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, pero ninguna tenía respuesta.

“¿Qué le han hecho?” murmuré, más para mí mismo que para Carmen.

Ella no respondió, pero sentí su mano cálida sobre mi brazo, un gesto silencioso de ap
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