—Ella me pertenece. — musitó Artem casi en silencio, y aquella frase fue comprendida por Niccolo.El rubio sonrió, y negando a ese hombre que parecía tener una fijación mal sana con su prometida, decidió ser prudente y no caer en una provocación. Ya tendrían la oportunidad de hablar claro y de hombre a hombre. Notando aquello, Génesis sintió que su sangre hirvió. Artem no arruinaría su vida. No de nuevo.Cuando aquella junta había terminado, Génesis recogió sus cosas sin prestar atención a Artem. Por un momento, se habían quedado nuevamente solos.—Es un simple humano. — dijo Artem rompiendo el silencio.Génesis sonrió.—No es tu asunto, Alfa Artem. Si me disculpas. — respondió la loba caminando hacia la salida, pero la mano de Artem la detuvo.—Tu sangre es diferente, eres una loba de sangre pura, ni siquiera eres una mestiza como tal, tu legado es único, tu sangre es poderosa, sabes que no puedes engendrar con un humano, es antinatural, tu legado se perderá para siempre si unes tu v
El sol de un nuevo día iluminaba la mañana, el canto de las aves se escuchaba y llenaba los jardines, y el aroma del desayuno alentaba los apetitos. Génesis se maquillaba ligeramente frente al espejo, coloreando sus labios de un rojo granate que resaltaba como la sangre sobre la nieve. Sus pensamientos volaban sin descanso y había dormido en realidad muy poco. Se sentía observada; vigilada en cada uno de sus pasos por aquel Alfa miserable que no parecía satisfecho de haberla herido una vez, y parecía querer herirla nuevamente.Aquella noche en que fue expulsada de la manada London, había renunciado a la vida del lobo, y durante esos años había logrado crear una buena vida en el mundo humano. Era la heredera de un hombre influyente y poderoso, se había comprometido con un hombre bueno y gentil, ¿Por qué justamente en aquel momento cúspide para ella, tenía que aparecer el Alfa que la rechazó? Negando, terminó de maquillarse, y decidió dejar de pensar en Artem. Su llegada no cambiaba nad
—Aléjate de Génesis, hombrecito. —Artem salió de la oscuridad, acompañado de sus lobos esbirros. Mirando a Niccolo Salvatore, vio que este se quedó inmóvil, pero firme.—Interesantes mascotas señor Kingsley. — respondió Niccolo manteniéndose firme a pesar de sentirse intimidado por la presencia de aquellos lobos de gran tamaño.Artem reconoció que la postura de aquel hombrecito humano lo impresionaba, pues cualquier otro habría intentado salir corriendo.—Son mis lobos, huargos de raza pura, le aseguro Salvatore, que no existe criatura mas fiel. Una orden mía y usted terminaría hecho pedazos en este lugar. — amenazó.Niccolo sintió el aliento de aquellos fieros animales casi encima de él, pero, aun así, no se movió. Mirando a Artem Kingsley a los ojos, pudo notar un deje de enfado y desesperación en ellos. —Usted no va a matarme señor Kingsley, si así lo quisiera, sus lobos me habrían hecho pedazos desde el momento en que puse un pie fuera de mi auto. Pero en vez de eso, está aquí f
El amor humano. Artem miraba una vieja película de amor de nombre lo que el viento se llevó. Mirando a la apasionada, pero muy estúpida protagonista, no podía evitar preguntarse ¿Qué estaba haciendo? Durante siglos y siglos de tradición de su raza, jamás se interesaban en algo tan difuso y complejo como era el amor humano. Aquellos seres insignificantes, desperdiciaban sus cortas vidas en sufrimientos gratuitos, que casi siempre padecían en nombre del amor. Los lobos eran diferentes; solo a través del más puro instinto escogían a sus parejas y aquel vinculo eterno que los unía, era mucho más poderoso que el patético romanticismo humano, meditó. La luna servía a su Alfa y le daría a sus herederos, sin derecho a reclamar nada más que eso. A cambio, recibían la fidelidad y protección de su Alfa para el resto de sus largas y longevas vidas, eso era lo que, para él, tenía sentido.Apagando el televisor, se vio a sí mismo en el reflejo oscuro de la pantalla. Él era el poderoso Alfa Artem, d
A la luz de un nuevo día, el timbre de la mansión anunciaba a un visitante. Completamente vestida a tan tempranas horas, y habiéndose maquillado el rostro para cubrir sus ojeras, Génesis leía una revista. Era sábado; los asuntos en la oficina esperarían al lunes, y se sentía tan decaída de ánimo después de su terrible noche con Artem, que esperaba desaparecer. Escuchando pasos sobre el mármol, la loba albina reconoció aquel sonido, y entonces una gran sonrisa se dibujó en su rostro.Un enorme ramo de rosas blancas y rosas le tapó la vista durante un momento, y entonces la sonrisa de Génesis se dibujó con más fuerzas. —Buenos días, princesa Montefeltro, esperaba que aceptarás salir este día con este humilde servidor tuyo. — dijo Niccolo Salvatore. Levantándose, Génesis se abrazó a su prometido y sintió el aroma de su inconfundible perfume. Aquel hombre era su mejor amigo, su confidente y lo amaba por ello. —Me gustará mucho salir, creo que me hace mucha falta…estos últimos días ha
— ¡Ella es mía! — Artem golpeó abruptamente a Niccolo en el rostro, derribándolo con facilidad. Horrorizada y sorprendida, Génesis corrió hacia su prometido para ayudarle a levantarse, sin embargo, ante el poderoso golpe el rubio había perdido el conocimiento. — ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Estás loco? ¡Es solo un humano! — gritó Génesis realmente furiosa. Tomándola por el brazo, Artem forzó a Génesis a mirarlo a los ojos. — Exactamente es un humano, y aún así estás dispuesta a mandar todo a la m****a por esta criatura insignificante. Tienes sangre pura corriendo por tus venas, eres una mujer lobo, ¿Crees que el solo va a aceptarlo? Eres una ingenua, ¿Ya olvidaste lo que los humanos le hicieron a tus padres? Ellos son seres irracionales que destruyen todo aquello que no entienden y tú deseas unir tu sangre con la de ellos. No voy a permitirlo. Debes volver a mi lado y darme un heredero, ese es tu deber como mi Luna. — dijo Artem con seriedad. Empujando al Alfa lejos de ella, Géne
El día daba comienzo, y Génesis admiraba el hermoso río que atravesaba los territorios de los Montefeltro. Sus pensamientos, sin embargo, se centraban en el Alfa Artem y todo lo que había acontecido en tan pocos días. Sabía que aquel Alfa no la dejaría tranquila, y Niccolo se encontraba en peligro. Mirando el agua corriendo, se sintió vulnerable ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando por el momento, estaba medianamente segura en aquel lugar, y sus amados conocían bien su secreto, no deseaba vivir en cautiverio, ni temerosa de lo que Artem seria capaz de hacer…ningún lugar serviría de refugio permanente si aquel lobo de piel canela se había propuesto forzarla a volver. Los lobos que se consideraban sangre pura, se volvían realmente crueles con los que eran con los humanos, a quienes consideraban nada más que criaturas con poca o nula habilidad y tan frágiles para ser consideradas parejas potenciales. Los lobos que habían unido sus vidas a la de un ser humano,
Una lluvia repentina y estruendosa caía sobre la ciudad. Las pesadas gotas golpeaban los cristales de sus ventanas, y Niccolo Salvatore miraba el fuego danzando en la chimenea, mientras escuchaba a su padre hablar. —Pronto habrá una revelación, estoy seguro, y tenemos que estar listos para asumir nuestro deber. — decía el hombre de cabellos canos. —Yo asumiré tu legado tal y como es mi destino. No podemos permitir que sigan avanzando, ya han ganado bastante territorio en los últimos años. — decía un hombre de cabellos rubios y mirada feroz.Repasando con sus dedos el emblema de su ancestral casa que se hallaba labrado en la chimenea, Niccolo pensaba en Génesis y lo que ella le había dicho sobre Artem Kingsley. Sus sospechas le fueron confirmadas, y mientras su padre y hermano mayor seguían hablando, el comenzaba a debatirse sobre lo que debía de hacer. —¿Y tú no piensas decir nada Nick? — cuestionó el hermano mayor. Niccolo negó. —No es mi deber asumir responsabilidad en esto