Una lluvia ligera caía sobre Italia, y Génesis Levana observaba sus manos ennegrecidas completamente. Estaba recostada, mirando las gotas de lluvia caer y golpearse contra los altos ventanales de su alcoba, pues sus débiles fuerzas ya no le permitían mantenerse en pie. Sentía frio, un frio tan atroz como nunca antes había sentido, diferente de todos los que alguna vez en su vida había experimentado…aquel que sentía, era un frio que le mantenía helado el cuerpo y desconsolada el alma.¿Iba a morir por aquella maldición?, ¿Iba a morir junto a su hijo no nacido sin jamás lograr sostenerlo entre sus brazos, y sin volver a besar los labios de su amado Artem Kingsley nunca más?Génesis se sentía sola, tan rota por el dolor sufrido, y tan triste que las lágrimas no paraban de brotar…y tan solo deseaba ver a su Artem una vez más y le permitieran morir entre sus brazos…aquello era todo lo único que deseaba en ese instante.—Artem… — musitó la hermosa loba blanca, antes de quedarse nuevamente d
Aquella noche, Giles Levana miraba la luna llena…aquella luna azul que debía de ser bajo la cual tomara a Génesis por vez primera…nada ni nadie lo había preparado para todo lo que en el camino había surgido. Se sentía vacío, impotente; su único deseo no se había vuelto una realidad, y todo parecía haber puesto por el maldito destino como si este hubiese estado en su contra desde el comienzo. Toda su niñez, encerrado en aquella casa, toda su temprana juventud en soledad, había permitido que su mente volara en sus agitadas imaginaciones en donde él se reunía de nuevo con su hermana gemela, y juntos reconstruían el imperio que su familia alguna vez había sido…juntos…juntos…los hijos que ahora otra llevaba en su vientre, los soñó en el vientre de Génesis, mientras juntos enfrentaban al mundo y a su crueldad estando el uno para el otro incondicionalmente, amándose como hermanos, amándose como compañeros…amándose…tan solo amándose.El lobo blanco se sentía un completo perdedor; nada más que
La mansión Montefeltro lucia tal y como había lucido siempre. Solemne y antigua, su hogar ancestral hablaba de tiempos gloriosos en los que el cazador era una importante parte de la sociedad en aquellos siglos remotos cuando las personas aun creían en las leyendas de los hombres lobos y los vampiros. Entrando caminando a sus jardines, Leopoldo echó de menos a sus padres, amables y orgullosos cazadores que habían sido parte de aquella leyenda ya poco conocida, y que le habían enseñado el respeto hacia otros sin importar sus orígenes o su raza…aquella mansión lucia tal cual había sido siempre…pero el, ya no era el mismo.Observando los campamentos de los lobos rezagados que habían logrado huir o sobrevivir a las crueles masacres hechas por los Salvatore, sintió un gran pesar por todos ellos, pues todo lo único que había podido ofrecer, fueron sus tierras como un refugio.—¿Crees que todos se sorprendan al mirarte? — cuestionó Renaud Leroy, quien se había quedado junto a él en el castill
—Finalmente llegó la hora de nuestro encuentro, Artem Kingsley…es momento de saber quién de nosotros será digno de ser el hombre de Génesis…y puedo jurarte, que morirás en mis manos, Alfa. — dijo Niccolo mirando con desprecio a aquel que se lo había arrebatado todo.Artem le devolvió aquel desprecio al cazador de cabellos rubios, y mirándolo con odio, alzó los puños.—Génesis es libre de escoger su propio camino…y ya lo ha hecho. Yo, miserable cazador, te haré pagar con sangre lo que a ella le has hecho. — respondió Artem sin darse cuenta de aquella gema que rebosaba sobre la chimenea de aquel gran salón.Niccolo se mofó de aquello dicho por Artem Kingsley.—Amas a Génesis, Artem Kingsley…pero no tienes derecho a ella como yo tampoco lo tengo. Tú la traicionaste y rechazaste, y mis manos están manchadas de sangre inocente…ninguno de nosotros es digno de ella y sé que lo sabes, aun así, dejas a ella la decisión de elegir a uno de nosotros…y es claro que es a ti a quien ha elegido. Si m
El sonido de aquella arma enterrándose en la carne, fue seguido de la sangre que brotaba. Los ojos violetas de Génesis, derramaron lágrimas en el silencio.De los labios de Niccolo Salvatore, su sangre derramaba en hilillos, y mirando de soslayo, el cazador de cabellos rubios pudo ver a Génesis derramando lágrimas de dolor, mientras sus pálidas manos sostenían con firmeza aquella daga que él le había obsequiado una vez. Aquella daga, la tenía clavada en la espalda…a la altura de su corazón.—¿Por qué? Génesis… ¿Por qué no has podido amarme?... ¿Por qué no has podido elegirme? — musitó Niccolo cayendo con aquella daga enterrada en su cuerpo.Artem enmudeció al mirar a su amada Génesis apuñalando por la espalda a Niccolo Salvatore.Las manos de Génesis se habían machado con la sangre de aquel hombre que fue su primer amigo…de aquel que fue como su hermano. Derramando lágrimas, Génesis se acercó a Niccolo, y recargo su cabeza en sus piernas, y mirándolo a los ojos de cielo nublado, sollo
La Luna destinada para un Alfa, compartía un vínculo irrompible y eterno con él. Eso era lo que le dijeron a Génesis Kale durante toda su vida, mientras era criada para ser la única Luna del Alfa Artem, quien ahora la miraba con asco y desprecio mientras abrazaba a la loba Ayla por la cintura.— Exijo una explicación, ¿Por qué has decidido abandonarme por mi propia hermanastra? ¡Dime qué fue lo que hice mal para merecer tu rechazo, Alfa Artem! —Aquella loba albina de cabellos de plata y ojos violeta que a ratos se notaban carmín y casi tan rojos como la sangre, gritó por una explicación que sabía que no le sería dada. Su alfa acababa de rechazarla.Artem se acercó hacia Génesis para mirarla a los ojos; aquella loba tan pálida como la luna y frágil como el cristal, no era lo que él había deseado como su compañera para la eternidad, y mirando de soslayo a la loba Ayla de piel morena como el fuego y ojos salvajes tan verdes como el bosque, sintió asco de aquella loba albina que ya había
Siete años después.—Bien caballeros, como pueden ver, las estadísticas de este mes son bastante buenas. Nuestro margen de venta incremento en un cincuenta por ciento, así que el proyecto Artemisa podrá realizarse sin mayor inconveniente. Esperemos que todo siga marchando igual. La junta ha concluido. —Los hombres salían de aquella sala de juntas en el elegante rascacielos de la familia Montefeltro, la más poderosa de toda Italia, cuyas principales empresas se dedicaban a la innovación de nuevas tecnologías médicas y farmacéuticas.—Disculpe, señorita Montefeltro, ¿Puedo robarle unos minutos? — cuestionaba un viejo hombre que se apoyaba de un bastón de oro.Aquella joven de cabellos blancos que brillaban como plata, y hermosos ojos violeta, le sonrió al hombre que le dio un futuro y una vida maravillosa: su padre adoptivo, el señor Leopoldo Montefeltro.—Papá, no creí que pasarías hasta aquí por mí, ¿Viene Niccolo contigo? — cuestionó la alegre muchacha albina abrazando a su padre.L
En la mansión de los bosques de Muniellos, los vientos comenzaban a soplar en dirección contraria. Ayla observaba frustrada como los lobos de la manada London, parecían inquietos ante el soplar de aquel viento que arrastraba malos augurios. Habían pasado ya siete años desde que tomó el lugar de la Luna Génesis para ser la nueva Luna del Alfa Artem, sin embargo, no había podido darle un solo heredero. De su vientre muerto, nada había nacido. Escuchando entrar a su nana loba, la miró con frustración. Artem nuevamente había faltado a su palabra. —¿Ya ha regresado el Alfa Artem? — cuestionó la loba de piel morena y ojos verdes. La Nana negó. —El Alfa Artem no va a regresar pronto, no hasta que encuentre a su verdadera Luna. — respondió. Furiosa, la luna infértil arrojó la polvera que se hallaba sobre su tocador. —¡Yo soy la verdadera Luna del Alfa Artem! — gritó. Aquella vieja loba no se inmutó. —Eso no es verdad, después de todo…no le has dado un heredero al Alfa. — respondi