Capítulo 6: La sangre de sus venas.

La ciudad era fría. Sus largos caminos de concretos y altos edificios de piedra, estaban despojados del calor de los bosques nublados. Las luces de colores que le robaban protagonismo a la luna y las estrellas, no eran del agrado de un lobo. Los humanos no amaban a la naturaleza y la sacrificaban en nombre de un falso progreso que el aborrecía más que ninguna otra cosa. Artem estaba furioso por la decisión de Génesis y su firme rechazo hacia él, y tenía que encontrar la manera de conseguir su perdón y llevarla de regreso con los suyos para que no se perdiera más en el mundo de los humanos.

—Señor, hemos encontrado algo que debería saber. La Luna Génesis, se casará dentro de seis meses, justo la noche de la Luna azul. — dijo uno de sus lobos que interrumpió repentinamente.

Las palabras de aquel beta alarmaron al Alfa Artem.

— ¿Qué es lo que has dicho Lowell? — cuestionó Artem al borde de la ira.

— Lo que ha escuchado Alfa Artem. La Luna Génesis ha decidido unir su vida a la de un humano la noche de la Luna azul. — respondió el beta.

Caminando a la ventana, Artem sintió temor. Sabía bien lo que aquella luna milenaria podria conceder, pero se negaba a creerlo. Tenía tan solo seis meses para lograr el perdón de su Luna verdadera.

— Puedes irte. — ordenó.

En el silencio y oscuridad de su habitación, Artem se recostó. Debía recuperar a su Luna perdida, o la perdería para siempre.

En los bosques de Muniellos, Ayla esperaba tener noticias de Artem. Mirando a su padre comer casi como un cerdo, se sintió asqueada.

— ¿Has sabido algo del Alfa Artem? — cuestionó el lobo de barba blanca y modales toscos.

— No padre, no he tenido noticia alguna de él. — respondió Ayla.

Aquel hombre lobo de piel morena y barba blanca, miró fijamente a su única hija.

— En los siete años que llevas calentando la cama del Alfa Artem, no has podido darle un heredero. No me importa si no eres su Luna verdadera, debes de cumplir con tu deber. Tu inútil madre no pudo darme un hijo varón y tuve con conformarme contigo, y siendo un simple Beta jamás podría aspirar a pelear el lugar del Alfa. Dale un hijo varón a tu Alfa Artem para que yo pueda hacerme con el poder de esta manada y finalmente realizar todos los grandes planes que tengo. Los Alfas son demasiado ingenuos, y hay cosas que deben de hacerse por el bienestar de nuestra raza, tú lo sabes bien. Así que no me decepciones. — ordeno el Beta Adolphus.

— ¿Pero qué puedo hacer yo? Si robo un cachorro de otra loba sabrá de inmediato que no es su heredero por el aroma. — dijo la loba.

Adolphus sonrió.

— Toma esto durante tres días y luego de un mes irás a buscar al Alfa Artem, ya verás como conseguiré todo lo que deseo. — respondió el resentido Beta dejando una botella con un líquido negruzco frente a su hija.

Ayla tomó aquella botella. Había seducido al Alfa Artem para sus propósitos, y tomando ventaja de la debilidad de la Luna Génesis. Bebiendo de aquella botella, con malicia, sonrió.

En el edificio Montefeltro, Génesis se preparaba para la junta con los socios para informar sobre el nuevo integrante que se unía como un importante inversionista. Mirando las propuestas que tenía Artem, se sintió genuinamente sorprendida al ver que era en realidad un hombre brillante. Nunca había cuestionado nada dentro de la manada London cuando aún era parte de ella, sin embargo, sabía que la familia de Artem, los Kingsley, tenían vínculos poderosos con el mundo humano aun y a pesar de desdén que siempre mostraron contra la raza humana. El imperio Kingsley era poderoso y consolidado de manera firme en el mercado internacional, realmente era una gran oportunidad para su padre adoptivo, y solo por él era que haría un gran esfuerzo por tolerar al maldito Alfa cerca de ella.

Mirando la fotografía de Artem, sintió nostalgia hacia ella misma. En aquellos primeros años de su vida había sido una completa ingenua que realmente creyó en el poder del vínculo, pero eso jamás volvería a pasarle. Jamás perdonaría al Alfa Artem ni a su humillación.

—Así que te casas durante la luna azul…tengo que decir que estoy francamente decepcionado. —

La ronca y cavernosa voz de Artem, interrumpió los pensamientos de Génesis. Mirando a aquel imponente Alfa, noto que sus ojos de ámbar parecían destellar fuego furioso igual que aquella noche en que la expulsó de su manada.

—Me tiene sin cuidado decepcionarte Alfa Artem, y solo mi prometido y yo sabremos cual es la mejor fecha para celebrar nuestro matrimonio. Ese asunto no es tu incumbencia como no lo es ninguna de mis decisiones. — respondió con ironía la loba albina.

Furioso, y a pesar de ser lastimado por el poder de aquel collar maldito, el Alfa Artem tomó por el cuello a aquella hermosa loba de cabellos de plata.

—Eres mi asunto, Génesis, aun cuando me rechaces siempre serás mi asunto, y no voy a permitir que unas tu vida a la de un miserable y débil humano. Eres una loba, la sangre caliente de nuestra raza corre por tus venas, y sé que tu sangre responde a mí y solo a mi porque tú eres mía. — dijo Artem tomando con fiereza a la loba por la cintura. — Dime algo, ¿Él te ha tocado?, ¿Él ha probado de las mieles de tu intimidad?, ¿Ha besado tus labios?, ¿Ha tomado tu cuerpo desnudo bajo el manto de la noche?, ¡Respóndeme! — cuestionó sintiendo la sangre en sus venas ardiendo de celos y rabia al tiempo en que recordaba a Genesis siendo besada por ese hombre humano.

Intentando zafarse de su feroz agarre, Génesis podía ver que la piel de Artem ardía debido a la protección del collar, y mirándolo directamente a los ojos completamente enfurecida de que aquel maldito Alfa que la traicionó con crueldad y la humillo, le exigiera apartarse de Niccolo.

—Ese no es asunto tuyo, Alfa Artem. — respondió Genesis sin agachar la mirada.

Furioso y sintiendo que los celos dominaban sus sentidos, aquel Alfa besó con fiereza los labios de aquella Luna que solo a él le pertenecía, aun cuando la maldición de la Luna le hacía daño.

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