La luna en lo alto brillaba como la plata, dejando ver su esplendor divino. Las copas de los árboles se agitaban en el viento furioso que parecía gritar de rabia. Génesis lucho inútilmente con todas sus fuerzas; su cuerpo desnudo estaba atrapado entre la pared de aquella regadera y el imponente cuerpo del miserable Alfa que la había despreciado.
— Te he encontrado mi Luna perdida…y aún cuando me rechazas, nadie más que yo volverá a tocarte. — dijo Artem con voz cavernosa gruñendo en el oído de Génesis. Artem sentía que su piel se estaba quemando ante el rechazo inminente que aquella loba albina mostraba hacia el y por la hechicería m*****a de aquel collar ancestral, y entonces, incapaz de soportar por más tiempo aquel dolor, finalmente soltaba de su feroz agarre a aquella hermosa loba que lo miró con odio y desdén. — ¿Cómo te atreves a entrar en la privacidad de mi alcoba Alfa Artem?, la Luna que buscas pereció esa noche de tu desprecio, deje de ser aquella pobre y miserable Luna hace años, ahora soy Genesis Montefeltro. — respondió con orgullo la loba albina mientras cubría su cuerpo ante la mirada de Artem. Artem gruñó al ser despojado de aquella vista que hacía demasiado tiempo no apreciaba, y los recuerdos de la primera vez que tomo a su Luna llegaron casi como un susurro hacia el. Sin embargo, debía de hablar con aquella Luna que se le estaba negando. — ¿Qué es lo que haces entre los humanos? Pareces haber encontrado un refugio entre ellos. Sabes mejor que nadie que los humanos no son de fiar, pues en sus manos llevan la sangre de muchos de los nuestros. — dijo Artem arrastrando odio en su voz. Génesis salió de la ducha, y caminando fuera de ella con Artem detrás, rápidamente entró en su armario para vestirse con su pijama. — ¿Los humanos no son de fiar? ¿Eso dices?, ¿Y porque creería que los lobos lo son? Fuiste tu, el Alfa Artem destinado para mí, quien me ha rechazado y arrojado como un perro con rabia fuera de la manada London para favorecer a mi hermanastra. Los humanos me han recibido entre ellos, me han acogido, protegido y dado un nuevo sentido a mi vida, uno diferente de solo ser la Luna de un Alfa cuyo único propósito es tener hijos. — respondió Génesis. Artem gruñó. — Aún y con mi rechazo siempre has de pertenecerme, y tu deber de Luna es darme a mi heredero. ¡No tienes derecho alguno a oponerte a mi y a mis deseos porque tú eres mía! — dijo casi como un rugido el Alfa Artem. Génesis se burló. — Una vez que un Alfa ha rechazado a su Luna no puede recuperarla a menos que la Luna rechazada te perdone, y eso jamás va a pasar Alfa Artem. — dijo Génesis caminando hacia aquel Alfa. — Y yo aún siento el sabor del barro en mi boca, no olvidaré aquella humillación y jamás voy a perdonarte, así que puedes regresar con tu Luna Ayla, ella deberá ser quien cumpla con el deber de darte a tu heredero. — respondió Génesis empujando a Artem a su balcón. Mirando a los ojos violetas de aquella loba albina, Artem sintió cada vello en su piel erizándose. Sus instintos le gritaban que la tomara en ese instante y la forzara. Tomándola de los hombros, Artem siguió sosteniendo su mirada. Aquella loba era suya, tan solo suya. — Tu me perteneces, Génesis, y nadie más que yo puede tocarte, ese humano que presume ser tu prometido, no puede probar de tu intimidad como solo yo lo he hecho, o de lo contrario…no sabes lo que soy capaz de hacer… — musitó Artem en un gruñido bajo justo en el oído de la hermosa loba. Génesis sonrió, y cerrando los ojos, el poder de su collar expulso lejos de ella s aquel Alfa que dolorido se quejó. — No puedes amenazarme, Alfa Artem, yo acepté tu rechazo aquella noche, y ya no existe ningún vínculo que me una a ti. Niccolo es mi prometido, y tú no puedes hacer nada. Aún percibo el aroma de mi hermanastra en ti, no tienes un derecho legítimo de reclamarme como tuya. — dijo Génesis con altivez. Cerrando los ventanales de su alcoba, la loba albina dejó fuera a aquel Alfa miserable. Furioso, Artem sintió sus manos arder. Aquella quemadura se estaba desvaneciendo. Génesis lo había rechazado, y la desesperación comenzaba a apoderarse de el. De un salto, el temible Alfa salió de los terrenos Montefeltro. A como de lugar, iba a recuperar a su Luna. Recargándose en el muro de su habitación, Génesis sintió como aquella marca casi desvanecida ardía y recordando aquellos años de dolor que tuvo que sufrir ante el rechazo de su Alfa destinado, la repasó con sus dedos. Negándose a llorar, se dejó caer sobre el suelo; había sufrido tanto después de ser expulsada de la manada London, y apenas lograba construir una vida completa entre los humanos. No iba a perder aquello tan solo por el capricho de un Alfa cruel y despiadado que la humilló de la peor manera ante su Luna amante. El odio que sintió aquella noche, brotaba dolorosamente dentro de ella, y negándose a sentir nada más, apretó aquel collar de su familia que la mantendría a salvó del cruel Alfa Artem. — Jamás voy a perdonarte. — musitó para si misma. Entrando en su elegante pent-house, Artem arrojó con furia todo objeto que se le atravesaba después de ser rechazado por su Luna verdadera. Tomando su licor, bebió directamente de la botella intentando apaciguar la ira que lo estaba consumiendo. ¿Qué se suponía que debía hacer para que Génesis lo perdonará? ¿Qué debía decirle? Casi tan pronto como Génesis se marchó de la manada London, el se había dado cuenta del gran error que había cometido. Ayla no le podía dar un heredero pues no era su Luna verdadera, y aquel dolor infernal que comenzó a sufrir cuando la marca del vínculo entre el y Génesis comenzó a desaparecer, convirtió su longeva existencia en un calvario. Recordando las manos del humano Niccolo sobre Génesis, nuevamente sintió su sangre hirviendo de rabia. Nadie más podía tenerla, nadie más podía tocarla, Génesis Levana era suya, y lo sería para siempre. — Señor, hemos encontrado algo que debería saber. La Luna Génesis, se casará dentro de seis meses, justo la noche de la Luna azul. — dijo uno de sus lobos que interrumpió repentinamente.La ciudad era fría. Sus largos caminos de concretos y altos edificios de piedra, estaban despojados del calor de los bosques nublados. Las luces de colores que le robaban protagonismo a la luna y las estrellas, no eran del agrado de un lobo. Los humanos no amaban a la naturaleza y la sacrificaban en nombre de un falso progreso que el aborrecía más que ninguna otra cosa. Artem estaba furioso por la decisión de Génesis y su firme rechazo hacia él, y tenía que encontrar la manera de conseguir su perdón y llevarla de regreso con los suyos para que no se perdiera más en el mundo de los humanos.—Señor, hemos encontrado algo que debería saber. La Luna Génesis, se casará dentro de seis meses, justo la noche de la Luna azul. — dijo uno de sus lobos que interrumpió repentinamente.Las palabras de aquel beta alarmaron al Alfa Artem.— ¿Qué es lo que has dicho Lowell? — cuestionó Artem al borde de la ira.— Lo que ha escuchado Alfa Artem. La Luna Génesis ha decidido unir su vida a la de un human
—Ese no es asunto tuyo, Alfa Artem. — respondió Genesis sin agachar la mirada.Furioso, Artem tomó el hermoso rostro de aquella Luna una vez despreciada, y besándola por la fuerza, probaba por primera vez aquel sabor dulce de los labios que se había negado a probar, sin embargo, tan pronto como la besó, Génesis lo empujo lejos de ella al tiempo en que la maldición de la joya lunar le quemaba sus propios labios. Los ojos violetas de aquella loba, brillaron casi rojos debido a la ira que en su corazón estaba sintiendo.—¿Cómo te atreves a besarme? Tú me has despreciado y has escogido a otra Luna en lugar de a mí, ¡No tienes derecho alguno de reclamarme como tuya Alfa Artem! — gritó Génesis abofeteando el rostro del Alfa, para luego salir furiosa de aquella sala de juntas.Sin decir palabra alguna, el Alfa Artem caminó tras de Génesis, pero entre las oficinas de aquel último piso la perdió de vista. Furioso y sintiendo que su sangre ardía en celos, el lobo se tocó la mejilla dolorida y p
—Ella me pertenece. — musitó Artem casi en silencio, y aquella frase fue comprendida por Niccolo.El rubio sonrió, y negando a ese hombre que parecía tener una fijación mal sana con su prometida, decidió ser prudente y no caer en una provocación. Ya tendrían la oportunidad de hablar claro y de hombre a hombre. Notando aquello, Génesis sintió que su sangre hirvió. Artem no arruinaría su vida. No de nuevo.Cuando aquella junta había terminado, Génesis recogió sus cosas sin prestar atención a Artem. Por un momento, se habían quedado nuevamente solos.—Es un simple humano. — dijo Artem rompiendo el silencio.Génesis sonrió.—No es tu asunto, Alfa Artem. Si me disculpas. — respondió la loba caminando hacia la salida, pero la mano de Artem la detuvo.—Tu sangre es diferente, eres una loba de sangre pura, ni siquiera eres una mestiza como tal, tu legado es único, tu sangre es poderosa, sabes que no puedes engendrar con un humano, es antinatural, tu legado se perderá para siempre si unes tu v
El sol de un nuevo día iluminaba la mañana, el canto de las aves se escuchaba y llenaba los jardines, y el aroma del desayuno alentaba los apetitos. Génesis se maquillaba ligeramente frente al espejo, coloreando sus labios de un rojo granate que resaltaba como la sangre sobre la nieve. Sus pensamientos volaban sin descanso y había dormido en realidad muy poco. Se sentía observada; vigilada en cada uno de sus pasos por aquel Alfa miserable que no parecía satisfecho de haberla herido una vez, y parecía querer herirla nuevamente.Aquella noche en que fue expulsada de la manada London, había renunciado a la vida del lobo, y durante esos años había logrado crear una buena vida en el mundo humano. Era la heredera de un hombre influyente y poderoso, se había comprometido con un hombre bueno y gentil, ¿Por qué justamente en aquel momento cúspide para ella, tenía que aparecer el Alfa que la rechazó? Negando, terminó de maquillarse, y decidió dejar de pensar en Artem. Su llegada no cambiaba nad
—Aléjate de Génesis, hombrecito. —Artem salió de la oscuridad, acompañado de sus lobos esbirros. Mirando a Niccolo Salvatore, vio que este se quedó inmóvil, pero firme.—Interesantes mascotas señor Kingsley. — respondió Niccolo manteniéndose firme a pesar de sentirse intimidado por la presencia de aquellos lobos de gran tamaño.Artem reconoció que la postura de aquel hombrecito humano lo impresionaba, pues cualquier otro habría intentado salir corriendo.—Son mis lobos, huargos de raza pura, le aseguro Salvatore, que no existe criatura mas fiel. Una orden mía y usted terminaría hecho pedazos en este lugar. — amenazó.Niccolo sintió el aliento de aquellos fieros animales casi encima de él, pero, aun así, no se movió. Mirando a Artem Kingsley a los ojos, pudo notar un deje de enfado y desesperación en ellos. —Usted no va a matarme señor Kingsley, si así lo quisiera, sus lobos me habrían hecho pedazos desde el momento en que puse un pie fuera de mi auto. Pero en vez de eso, está aquí f
El amor humano. Artem miraba una vieja película de amor de nombre lo que el viento se llevó. Mirando a la apasionada, pero muy estúpida protagonista, no podía evitar preguntarse ¿Qué estaba haciendo? Durante siglos y siglos de tradición de su raza, jamás se interesaban en algo tan difuso y complejo como era el amor humano. Aquellos seres insignificantes, desperdiciaban sus cortas vidas en sufrimientos gratuitos, que casi siempre padecían en nombre del amor. Los lobos eran diferentes; solo a través del más puro instinto escogían a sus parejas y aquel vinculo eterno que los unía, era mucho más poderoso que el patético romanticismo humano, meditó. La luna servía a su Alfa y le daría a sus herederos, sin derecho a reclamar nada más que eso. A cambio, recibían la fidelidad y protección de su Alfa para el resto de sus largas y longevas vidas, eso era lo que, para él, tenía sentido.Apagando el televisor, se vio a sí mismo en el reflejo oscuro de la pantalla. Él era el poderoso Alfa Artem, d
A la luz de un nuevo día, el timbre de la mansión anunciaba a un visitante. Completamente vestida a tan tempranas horas, y habiéndose maquillado el rostro para cubrir sus ojeras, Génesis leía una revista. Era sábado; los asuntos en la oficina esperarían al lunes, y se sentía tan decaída de ánimo después de su terrible noche con Artem, que esperaba desaparecer. Escuchando pasos sobre el mármol, la loba albina reconoció aquel sonido, y entonces una gran sonrisa se dibujó en su rostro.Un enorme ramo de rosas blancas y rosas le tapó la vista durante un momento, y entonces la sonrisa de Génesis se dibujó con más fuerzas. —Buenos días, princesa Montefeltro, esperaba que aceptarás salir este día con este humilde servidor tuyo. — dijo Niccolo Salvatore. Levantándose, Génesis se abrazó a su prometido y sintió el aroma de su inconfundible perfume. Aquel hombre era su mejor amigo, su confidente y lo amaba por ello. —Me gustará mucho salir, creo que me hace mucha falta…estos últimos días ha
— ¡Ella es mía! — Artem golpeó abruptamente a Niccolo en el rostro, derribándolo con facilidad. Horrorizada y sorprendida, Génesis corrió hacia su prometido para ayudarle a levantarse, sin embargo, ante el poderoso golpe el rubio había perdido el conocimiento. — ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Estás loco? ¡Es solo un humano! — gritó Génesis realmente furiosa. Tomándola por el brazo, Artem forzó a Génesis a mirarlo a los ojos. — Exactamente es un humano, y aún así estás dispuesta a mandar todo a la m****a por esta criatura insignificante. Tienes sangre pura corriendo por tus venas, eres una mujer lobo, ¿Crees que el solo va a aceptarlo? Eres una ingenua, ¿Ya olvidaste lo que los humanos le hicieron a tus padres? Ellos son seres irracionales que destruyen todo aquello que no entienden y tú deseas unir tu sangre con la de ellos. No voy a permitirlo. Debes volver a mi lado y darme un heredero, ese es tu deber como mi Luna. — dijo Artem con seriedad. Empujando al Alfa lejos de ella, Géne