El sol se había asomado ya por detrás de las montañas, y los vampiros se encontraban encerrados en sus oscuros aposentos. Aquellos que reinaban en la penumbra de la noche, la luz del sol jamás tocaría, pues en cenizas sus despojos terminarían. El dios de los cielos eternamente les había negado el día, así como el paraíso, y su eterna existía, los condenados la pasarían huyendo al sol…ese era su destino.Niccolo Salvatore sabía muy bien hecho, y aprovechando la luz del nuevo amanecer, armado con agua solar y sus balas de plata consagrada y junto al joven sacerdote Meuric, se internaba en el oscurecido recinto dispuesto a todo para recuperar a Génesis Levana…aquella mujer de su insana obsesión, finalmente, iba a pertenecerle.—Esto es peligroso, aun cuando la luz del sol nos respalda fuera de estos muros, no es así en el interior de este castillo, es tan oscuro que los vampiros podrán moverse a libertad y acabarán con nosotros. — aseguraba murmurando el joven sacerdote Meuric, notando l
Aquel alto edificio de departamentos, yacía completamente iluminado, tal y como aquellas ruidosas calles de New York lo estaban. Giles Levana caminaba hacia el lugar en donde, finalmente, encontraría a aquella miserable mujer loba, que lo había seducido intencionadamente, por razones que le eran completamente desconocidas. Escuchando los murmullos sobre él, que aludían a su gran belleza, el lobo blanco se sintió asqueado. Odiaba a la mayoría de los humanos, odiaba su retorcido sentido de bondad, y la gran perversión de sus almas…eran seres realmente despreciables, y por ello necesitaba a Génesis a su lado. Solo la manada Levana podría llevar al mundo entero por el camino correcto, extinguiendo a la mayoría de humanos y volviéndolos una minoría fácil de dominar…ese era uno de sus principales objetivos.Las ciudades grandes como New York, eran nefastas; un monumento al egoísmo y la crueldad del humano. Deseando que aquel ruido se desvaneciera, Giles Levana caminó a toda prisa, logrando
La Luna destinada para un Alfa, compartía un vínculo irrompible y eterno con él. Eso era lo que le dijeron a Génesis Kale durante toda su vida, mientras era criada para ser la única Luna del Alfa Artem, quien ahora la miraba con asco y desprecio mientras abrazaba a la loba Ayla por la cintura.— Exijo una explicación, ¿Por qué has decidido abandonarme por mi propia hermanastra? ¡Dime qué fue lo que hice mal para merecer tu rechazo, Alfa Artem! —Aquella loba albina de cabellos de plata y ojos violeta que a ratos se notaban carmín y casi tan rojos como la sangre, gritó por una explicación que sabía que no le sería dada. Su alfa acababa de rechazarla.Artem se acercó hacia Génesis para mirarla a los ojos; aquella loba tan pálida como la luna y frágil como el cristal, no era lo que él había deseado como su compañera para la eternidad, y mirando de soslayo a la loba Ayla de piel morena como el fuego y ojos salvajes tan verdes como el bosque, sintió asco de aquella loba albina que ya había
Siete años después.—Bien caballeros, como pueden ver, las estadísticas de este mes son bastante buenas. Nuestro margen de venta incremento en un cincuenta por ciento, así que el proyecto Artemisa podrá realizarse sin mayor inconveniente. Esperemos que todo siga marchando igual. La junta ha concluido. —Los hombres salían de aquella sala de juntas en el elegante rascacielos de la familia Montefeltro, la más poderosa de toda Italia, cuyas principales empresas se dedicaban a la innovación de nuevas tecnologías médicas y farmacéuticas.—Disculpe, señorita Montefeltro, ¿Puedo robarle unos minutos? — cuestionaba un viejo hombre que se apoyaba de un bastón de oro.Aquella joven de cabellos blancos que brillaban como plata, y hermosos ojos violeta, le sonrió al hombre que le dio un futuro y una vida maravillosa: su padre adoptivo, el señor Leopoldo Montefeltro.—Papá, no creí que pasarías hasta aquí por mí, ¿Viene Niccolo contigo? — cuestionó la alegre muchacha albina abrazando a su padre.L
En la mansión de los bosques de Muniellos, los vientos comenzaban a soplar en dirección contraria. Ayla observaba frustrada como los lobos de la manada London, parecían inquietos ante el soplar de aquel viento que arrastraba malos augurios. Habían pasado ya siete años desde que tomó el lugar de la Luna Génesis para ser la nueva Luna del Alfa Artem, sin embargo, no había podido darle un solo heredero. De su vientre muerto, nada había nacido. Escuchando entrar a su nana loba, la miró con frustración. Artem nuevamente había faltado a su palabra. —¿Ya ha regresado el Alfa Artem? — cuestionó la loba de piel morena y ojos verdes. La Nana negó. —El Alfa Artem no va a regresar pronto, no hasta que encuentre a su verdadera Luna. — respondió. Furiosa, la luna infértil arrojó la polvera que se hallaba sobre su tocador. —¡Yo soy la verdadera Luna del Alfa Artem! — gritó. Aquella vieja loba no se inmutó. —Eso no es verdad, después de todo…no le has dado un heredero al Alfa. — respondi
—Bienvenido sea, señor Kingsley. — El viento soplo furioso durante un instante, y las miradas violeta y ámbar no se agacharon ante el otro. Aquella Luna rechazada, no se dejó intimidar por el Alfa que la desprecio, y aquella fiereza mostrada por la loba albina, calentaba la sangre de aquel macho de piel morena. —Por favor, pasemos al comedor, esperamos que la cena sea de su agrado señor Kingsley, le aseguro que tenemos a los mejores chefs de la ciudad. — dijo Leopoldo invitando a todos a seguirlo. Génesis apretó aquel dije de media luna entre sus dedos; la Diosa Luna la había escuchado, y Artem no había logrado tocarla a libertad. No sabía que era lo que aquel maldito Alfa quería de ella después de tantos años, no sabía si aquel reencuentro había sido solo una casualidad, pero no permitiría que la manada London y su Alfa, volvieran a tomar el control de su vida. Sabiendo que aquel Alfa le miraba las espaldas, Génesis caminó hasta alcanzar a su prometido, Niccolo, y caminando ju
La luna en lo alto brillaba como la plata, dejando ver su esplendor divino. Las copas de los árboles se agitaban en el viento furioso que parecía gritar de rabia. Génesis lucho inútilmente con todas sus fuerzas; su cuerpo desnudo estaba atrapado entre la pared de aquella regadera y el imponente cuerpo del miserable Alfa que la había despreciado.—Te he encontrado mi Luna perdida…y aún cuando me rechazas, nadie más que yo volverá a tocarte. — dijo Artem con voz cavernosa gruñendo en el oído de Génesis.Artem sentía que su piel se estaba quemando ante el rechazo inminente que aquella loba albina mostraba hacia el y por la hechicería maldita de aquel collar ancestral, y entonces, incapaz de soportar por más tiempo aquel dolor, finalmente soltaba de su feroz agarre a aquella hermosa loba que lo miró con odio y desdén. —¿Cómo te atreves a entrar en la privacidad de mi alcoba Alfa Artem?, la Luna que buscas pereció esa noche de tu desprecio, deje de ser aquella pobre y miserable Luna hac
La ciudad era fría. Sus largos caminos de concretos y altos edificios de piedra, estaban despojados del calor de los bosques nublados. Las luces de colores que le robaban protagonismo a la luna y las estrellas, no eran del agrado de un lobo. Los humanos no amaban a la naturaleza y la sacrificaban en nombre de un falso progreso que el aborrecía más que ninguna otra cosa. Artem estaba furioso por la decisión de Génesis y su firme rechazo hacia él, y tenía que encontrar la manera de conseguir su perdón y llevarla de regreso con los suyos para que no se perdiera más en el mundo de los humanos.—Señor, hemos encontrado algo que debería saber. La Luna Génesis, se casará dentro de seis meses, justo la noche de la Luna azul. — dijo uno de sus lobos que interrumpió repentinamente.Las palabras de aquel beta alarmaron al Alfa Artem.— ¿Qué es lo que has dicho Lowell? — cuestionó Artem al borde de la ira.— Lo que ha escuchado Alfa Artem. La Luna Génesis ha decidido unir su vida a la de un human