En la mansión Salvatore, Niccolo rápidamente tomaba sus maletas, cargadas hasta los dientes de armamento de cazador. Ahora que había convertido a Génesis en su mujer, debía de marcharse lejos para que nadie se atreviera a quitársela.—¿A dónde iremos ahora? Niccolo. — cuestionó el joven sacerdote Meuric.Niccolo cerró con brusquedad su maleta.—Debo alejarme lo mejor que pueda con Génesis…ese miserable de Artem Kingsley no debe de encontrarnos, así que debes de prepararte para salir de inmediato.Mirando con desconfianza a aquel hombre, el sacerdote sacó de entre sus ropas su arma, apuntándole directamente al cazador de cabellos rubios. Niccolo, mirándolo con indiferencia, sonrió.—¿Qué es lo que estás haciendo? Padre Meuric. — cuestionó Niccolo con arrogancia y maldad.—Tu no sufriste daño alguno después de caer desde esa altura en el castillo de los Cárpatos, y sé que abusaste de esa mujer lobo; te escuche haciéndolo. Eres un cazador, un hombre que consagró su vida a la ley de Dios
El poderoso estruendo de un rayo, rompía el silencio de la madrugada en aquella mansión sumergida en penumbras. Génesis, se abrazaba a si misma mientras escuchaba el golpeteo de las gotas de lluvia en los cristales de la ventana en aquella habitación solitaria. Niccolo Salvatore había dejado de ser aquel noble hombre del que ella creyó poder enamorarse, y mirando las altas copas de los árboles mecerse con violencia ante aquella tormenta, se negó a derramar una sola lagrima más desde sus ojos violáceos.El sonido de los truenos retumbaba en los cristales, cimbrándolos con cierta violencia y haciendo que temblaran levemente. Afuera caía un aguacero tal, que parecía que la furia de Dios había caído sobre la tierra y el buscaba fusionarse con la tierra ya muy humedecida del suelo.El sonido de la puerta de aquellas habitaciones se había abierto, dejando ver a una joven sirvienta que no debía de pasar de los veinte años.Habían llegado a una mansión en medio del bosque, una, quizás, más pe
Las lluvias no habían parado desde su llegada junto a Génesis, y el agua que caía desde el cielo ya había hecho mella en las muchas goteras de aquella descuidada mansión perteneciente a su familia desde hacía siglos. La vieja gloria de los Salvatore parecía eternamente perdida, y mirando aquel retrato al óleo de su madre en el estudio privado, sentía que su cabeza le daba vueltas. Niccolo se sentía devastado; completamente agotado y agobiado, lo que había hecho con Génesis era una atrocidad, y aquellos de su madre en el retrato, parecían mirarlo y condenarlo por sus pecados.Mirándose las manos, el cazador de cabellos rubios caminó hacia el baño, y se lavó ansiosamente las manos una vez más, mirando la sangre de esos niños y esas madres que había asesinado en su búsqueda de exterminar a los licántropos.—Tú tienes sangre de hombre lobo corriendo en tus venas, y has asesinado a inocentes…has violado a Génesis y la has golpeado con crueldad tan solo porque ella no pudo corresponder a tu
La libertad se sentía diferente cuando habías sido un prisionero, meditaba la loba blanca mirando el cielo del amanecer en aquel pueblo al que habían llegado de paso para descansar, y ahora mismo ya se hallaba sobre el tren para llegar a Paris. La brisa otoñal acariciaba el rostro de Génesis con gentileza. El canto de las aves que ya emigraban en grandes grupos ante la llegada inminente del invierno, era como una música sueve y gentil para sus oídos. El cielo celeste se miraba tan limpio como era de esperarse después de una noche de tormenta, y le transmitía una paz que no había sentido durante aquellos días en que fue cautiva de Niccolo Salvatore. Acariciándose el vientre, y aun herida física y emocionalmente por todo lo que en manos de ese cruel hombre le había ocurrido, Génesis suspiró con un deje de cierto alivio. La albina había logrado escapar de lo que parecía ser un cruel destino.Su estancia en aquella mansión antigua y oscura donde sufrió horrores, le había parecido una eter
Finalmente, había llegado a Paris. El esplendor de las bellas colinas era simplemente sublime. La inigualable belleza de los valles y las praderas que alcanzaba a apreciar desde dentro del vehículo, la habían hecho olvidar momentáneamente todas sus penas. Francia era sin duda un país hermoso, y le había abierto las puertas como un refugio después de haber pasado por tantos tormentos.Génesis había llegado a tierras francesas, específicamente se dirigían al centro de Paris, en donde finalmente se reuniría con Artem, su amado Alfa, y se sentía realmente emocionada y conmovida por ello. Estaban viajando en una vieja camioneta, y ya alcanzaba a apreciarse la vista del hermoso poblado al que estaban a nada de llegar. La torre Eiffel lucia solemne y fascinante.La albina se quedó sorprendida del esplendor del sitio apenas bajó de la camioneta. Reinas, piratas, música tradicional, paseos fluviales en zonas frondosas, y la gentil elegancia del siglo XVIII hacían de esta localidad uno de los p
—Eres tan hermosa Génesis…aun cuando lloras, pero por favor, no llores más, he venido por ti para llevarte a casa. Perdóname por no protegerte…perdóname por fallarte…perdóname por no cumplir mi promesa de que nadie te pondría un dedo encima…mi amor. Perdóname. —Aquella voz hizo que cada pelo de la piel de la albina se erizara de sorpresa, y girándose para ver al dueño de la voz, lloro aún más al mirar a Artem de pie frente a ella.—Artem… — dijo Génesis con la voz entre cortada, y corriendo a los brazos del hombre buscando consuelo, se abrazó a él sin desear dejarlo irse…con él, estaba completamente a salvo.Entre los brazos de Artem, Génesis se sintió protegida y aquello que no había podido llorar, finalmente, pudo llorarlo. Temblorosa y con voz trémula, la loba blanca repetía una y otra vez el nombre de su amado. Artem la apretó contra su cuerpo, sintiendo como temblaba de dolor y sufrimiento. Sabía bien los horrores que había pasado en las manos de ese miserable cazador, y en sile
Nicanor Salvatore caminaba completamente cubierto de pies a cabeza por la vieja calzada que conducía a su mansión. Sosteniendo los despojos de su hijo mayor en sus manos. Su corazón se había llenado de odio, después de perder a su hijo mayor, y llevando en su bolsillo aquella gema que le había sido confiada por los sacerdotes que aún se mantenían fieles a la causa del señor, sabía que con ello tendría una victoria asegurada. Había perdido a la mayoría de sus hombres ante el cuarto príncipe, y completamente solo tendría que enfrentar a Artem Kingsley…pero su mente estaba en otro lugar en ese momento.Había escuchado a ese miserable vampiro decir el nombre de Génesis Levana. Génesis era el nombre de la ex prometida de su hijo, y la mujer por la cual había comenzado aquella guerra sin cuartel. Su odio hacia su hijo menor se atenuaba más y más con cada paso que daba, ya que lo consideraba el culpable y directo responsable de la muerte de Niklaus, su heredero. Aquel niño debilucho al que s
—Se bienvenida a la mansión Levana, una hermosa propiedad moderna en donde tendrás todas las comodidades. — decía Giles a Gabriel, quien le lanzaba una mirada de desprecio.—Tú me has traído aquí por la fuerza, ¿En serio crees que no intentaré escapar y me quedare tranquilamente disfrutando tus absurdas comodidades? — cuestionó Gabriel.—Si, harás exactamente lo que yo te diga…y si intentas escapar, te haré pagar el precio, eso lo juro. — Respondió Giles.Aquella mansión que había sido comprada recientemente, era de la propiedad del lobo blanco. Todo lo que había allí, le pertenecía genuinamente, y en su mente eso incluía a la loba y a los humanos que había rescatado. Mirándolo con desprecio, Gabriel escupió a sus pies.—Yo no se que es lo que crees que estas haciendo, pero puedo asegurarte que yo no fui quien voluntariamente te sedujo como afirmas que hice. Las brujas de Muniellos me dieron algo para meterme en tu cama, y toda la vida me criaron para ser el posible reemplazo de tu he