La libertad se sentía diferente cuando habías sido un prisionero, meditaba la loba blanca mirando el cielo del amanecer en aquel pueblo al que habían llegado de paso para descansar, y ahora mismo ya se hallaba sobre el tren para llegar a Paris. La brisa otoñal acariciaba el rostro de Génesis con gentileza. El canto de las aves que ya emigraban en grandes grupos ante la llegada inminente del invierno, era como una música sueve y gentil para sus oídos. El cielo celeste se miraba tan limpio como era de esperarse después de una noche de tormenta, y le transmitía una paz que no había sentido durante aquellos días en que fue cautiva de Niccolo Salvatore. Acariciándose el vientre, y aun herida física y emocionalmente por todo lo que en manos de ese cruel hombre le había ocurrido, Génesis suspiró con un deje de cierto alivio. La albina había logrado escapar de lo que parecía ser un cruel destino.Su estancia en aquella mansión antigua y oscura donde sufrió horrores, le había parecido una eter
Finalmente, había llegado a Paris. El esplendor de las bellas colinas era simplemente sublime. La inigualable belleza de los valles y las praderas que alcanzaba a apreciar desde dentro del vehículo, la habían hecho olvidar momentáneamente todas sus penas. Francia era sin duda un país hermoso, y le había abierto las puertas como un refugio después de haber pasado por tantos tormentos.Génesis había llegado a tierras francesas, específicamente se dirigían al centro de Paris, en donde finalmente se reuniría con Artem, su amado Alfa, y se sentía realmente emocionada y conmovida por ello. Estaban viajando en una vieja camioneta, y ya alcanzaba a apreciarse la vista del hermoso poblado al que estaban a nada de llegar. La torre Eiffel lucia solemne y fascinante.La albina se quedó sorprendida del esplendor del sitio apenas bajó de la camioneta. Reinas, piratas, música tradicional, paseos fluviales en zonas frondosas, y la gentil elegancia del siglo XVIII hacían de esta localidad uno de los p
—Eres tan hermosa Génesis…aun cuando lloras, pero por favor, no llores más, he venido por ti para llevarte a casa. Perdóname por no protegerte…perdóname por fallarte…perdóname por no cumplir mi promesa de que nadie te pondría un dedo encima…mi amor. Perdóname. —Aquella voz hizo que cada pelo de la piel de la albina se erizara de sorpresa, y girándose para ver al dueño de la voz, lloro aún más al mirar a Artem de pie frente a ella.—Artem… — dijo Génesis con la voz entre cortada, y corriendo a los brazos del hombre buscando consuelo, se abrazó a él sin desear dejarlo irse…con él, estaba completamente a salvo.Entre los brazos de Artem, Génesis se sintió protegida y aquello que no había podido llorar, finalmente, pudo llorarlo. Temblorosa y con voz trémula, la loba blanca repetía una y otra vez el nombre de su amado. Artem la apretó contra su cuerpo, sintiendo como temblaba de dolor y sufrimiento. Sabía bien los horrores que había pasado en las manos de ese miserable cazador, y en sile
Nicanor Salvatore caminaba completamente cubierto de pies a cabeza por la vieja calzada que conducía a su mansión. Sosteniendo los despojos de su hijo mayor en sus manos. Su corazón se había llenado de odio, después de perder a su hijo mayor, y llevando en su bolsillo aquella gema que le había sido confiada por los sacerdotes que aún se mantenían fieles a la causa del señor, sabía que con ello tendría una victoria asegurada. Había perdido a la mayoría de sus hombres ante el cuarto príncipe, y completamente solo tendría que enfrentar a Artem Kingsley…pero su mente estaba en otro lugar en ese momento.Había escuchado a ese miserable vampiro decir el nombre de Génesis Levana. Génesis era el nombre de la ex prometida de su hijo, y la mujer por la cual había comenzado aquella guerra sin cuartel. Su odio hacia su hijo menor se atenuaba más y más con cada paso que daba, ya que lo consideraba el culpable y directo responsable de la muerte de Niklaus, su heredero. Aquel niño debilucho al que s
—Se bienvenida a la mansión Levana, una hermosa propiedad moderna en donde tendrás todas las comodidades. — decía Giles a Gabriel, quien le lanzaba una mirada de desprecio.—Tú me has traído aquí por la fuerza, ¿En serio crees que no intentaré escapar y me quedare tranquilamente disfrutando tus absurdas comodidades? — cuestionó Gabriel.—Si, harás exactamente lo que yo te diga…y si intentas escapar, te haré pagar el precio, eso lo juro. — Respondió Giles.Aquella mansión que había sido comprada recientemente, era de la propiedad del lobo blanco. Todo lo que había allí, le pertenecía genuinamente, y en su mente eso incluía a la loba y a los humanos que había rescatado. Mirándolo con desprecio, Gabriel escupió a sus pies.—Yo no se que es lo que crees que estas haciendo, pero puedo asegurarte que yo no fui quien voluntariamente te sedujo como afirmas que hice. Las brujas de Muniellos me dieron algo para meterme en tu cama, y toda la vida me criaron para ser el posible reemplazo de tu he
—Tienes que elegir, príncipe licántropo, ¿Regresaras por Génesis Levana quien ya ha cumplido su destino junto a Artem Sorelia?, ¿O defenderás a quien ahora es tu consorte y a tus hijos? Las brujas vendrán por ti y por ellos, y usara su sangre para despertar a su señor. Decide ahora mismo. — dijo la vampiresa Sallow mirando fijamente al príncipe licántropo a sus ojos violáceos.Giles apretó los puños. Se sentía frustrado consigo mismo por ser tan estúpido, y por creer en esas malditas brujas ciegamente. Su elección era Génesis, siempre seria Génesis por encima de quien sea y lo que sea…pero mirando el miedo en los ojos de sus protegidos humanos, y sintiendo a sus cachorros en el vientre de aquella mujer de cabellos blancos, se sintió vulnerable e indefenso.¿Las brujas realmente irían a por él y sus hijos?Gabriel Levana no le importaba en lo más mínimo, y para él, aquella mujer jamás seria su consorte…pero los niños en su vientre, si eran sus hijos, sus primogénitos, y los primero Lev
La luz de la luna llena lo golpeaba directamente a los ojos. La creciente ansiedad lo estaba consumiendo poco a poco, como si de un monstruo invisible lo devorara sin piedad se tratará. Su mente, cada vez más inestable, vagaba entre la realidad y la fantasía, así como en los recuerdos de un pasado que habría querido olvidar por siempre. Las luces de la ciudad lo confundían, moviéndose como rayones veloces que viajaban a la misma velocidad de aquella camioneta que era conducida por sus hombres. De la mente de Niccolo Salvatore poco estaba quedando, pues su descenso hacia la inevitable y completa demencia había ya comenzado.¿Cómo era que un hombre que parecía tenerlo todo había terminado así?Cualquiera se haría aquella pregunta al ver aquellas ojeras tan oscuras como la noche, y aquellos cabellos rubios que toda la vida habían permanecido pulcramente peinados, ahora estaban en completo desorden. Las ropas no combinaban, y casi cualquiera podría dar por hecho de que ni siquiera estaba
Nicanor Salvatore observaba como el menor de sus hijos, descendía de aquella oscura camioneta blindada y caminaba hacia el con aspecto desgarbado y demencial. Niccolo miró a los ojos de su padre, quien lucía tan desgastado como un vagabundo, y apestaba a muerte.—Cuanto tiempo sin verte, Niccolo, dime, ¿Encontraste ya a tu ramera licántropa? — cuestionó Nicanor con enojo e indignación.Niccolo sonrió.—Así que ya lo sabes…dime, ¿Fue mi entrometido hermano quien te lo dijo? — cuestionó el cazador de cabellos rubios.Nicanor escupió a los pies de su hijo menor, y lanzándole una mirada de odio, lagrimas se resbalaron desde sus ojos.—Tu hermano está muerto, fue asesinado por culpa tuya por el cuarto príncipe de los vampiros…y hoy tú vas a pagar el precio de la muerte de Niklaus. — respondió Nicanor con rencor y dolor.Niccolo no se sorprendió al escuchar de la muerte de Niklaus, y tampoco se sintió mal por ello.—Niklaus era un hijo de puta que tan solo hablaba por hablar y actuaba sin p