Capítulo2
El aroma de Angie estaba pegado por todo el cuerpo de Carlos, y mi lobo se veía bastante molesto. Miré de reojo y efectivamente Angie, con apariencia débil, estaba recostada detrás de él.

Ambos llevaban bolsas de regalos elegantes y una gran bolsa de cosas para el hogar, además de una agradable torta.

Parecían ser una pareja joven celebrando juntos.

Mi tía justo bajaba en ese momento para recibirme y vio semejante escena. Quiso hablar, pero la interrumpí.

— Lo que mi mamá te compró ya llegó, recuerda usarlo, no lo dejes por favor por ahí simplemente guardando polvo en la casa.

No miré a Carlos ni una sola vez, pero él, por alguna razón, empezó a hablar:

— Natalia, no vayas a pensar en nada raro. La zona donde vivía Angie está llena de manadas de lobos perdidos que vinieron de la frontera, y por lo tanto no es segura. Solo le conseguí un mejor lugar para vivir, más, sin embargo, lo siento mucho, no sabía que mi tía también vivía aquí.

Me miró y vio todas las bolsas que llevaba y, preguntó:

— Pero ¿para qué carajos compraste tantas cosas?

Mientras le indicaba al conductor que subiera los paquetes, respondí como si nada pasara:

— No te preocupes por mi trabajo, es lo que compró mi mamá. No sé cuándo regresará, así que estoy comprando un par de cosillas más.

Al ver que no me molesté en lo absoluto, Carlos suspiró aliviado.

— De hecho, no estamos tan lejos de aquí. Cuando quieras pasar, solo dímelo por favor.

Carlos no sabía que yo no iba a volver más, ni mucho menos que me iba a casar. Tampoco pensaba decirle nada.

Mi tía quería decir algo, pero al ver cómo Carlos se pegaba como chicle a Angie, su expresión se ensombreció.

Los cuatro nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que Angie dijo que se sentía muy cansada y lo interrumpió.

Carlos, al escucharla, le dijo al conductor que dejara de llevar mis paquetes.

Y le mandó que llevara primero sus cosas por el ascensor.

Al ver las bolsas con los productos que cualquier pareja joven llevaría, me di cuenta de que en una de las bolsas había un paquete de condones. Sin decir nada al respeto le cedí el paso.

Carlos me miró con sorpresa, pero entró al ascensor con prisa.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron, me pareció ver en ese momento en Angie el reflejo de mi propio pasado.

Cuando mi tía recién se mudó, Carlos también hizo todo por mí, corrió desesperado de un lado a otro, se encargó de mis maletas y las metió en su casa, sonriendo y diciendo que me recibiría como la futura dueña de la casa.

Mi tía, al ver todo eso, suspiró con cierta tristeza y dijo:

— ¿En serio no quieres preguntar nada? Después de tanto tiempo, sería una pena si por un malentendido de pronto todo se fuese al traste.

Sacudí despreocupada la cabeza.

— No hace falta, entre nosotros no hay nada. Él nunca ha mencionado nada acerca de nuestra relación, y si no ha dicho nada, esa es la respuesta.

A decir verdad, las cosas que Carlos y Angie compraron no eran muchas, podía llevarlas perfectamente en un solo viaje.

Cuando terminé de entregar los paquetes y despedirme de mi tía, no vi a Carlos por ninguna parte.

Por cortesía, saqué mi celular y le envié un breve mensaje preguntándole cuándo regresaría.

En cuanto lo envié, me contestó con un mensaje de voz.

Al abrirlo, escuché la voz de Angie.

— Natalia mi hermanita, Carlos está ayudándome a arreglar el cableado de la casa, este lugar ha estado abandonado por años y tiene muchas cosas que arreglar, mejor ve a casa, no te quiero hacer perder el tiempo.

Justo cuando pensaba apagar el celular y tomar un taxi, Angie me envió otro mensaje.

— Natalia hermana, no pienses mal, Carlos solo me está ayudando como buen samaritano con un par de cosas. Después de todo, vengo de una manada de frontera, no sé nada de estas cosas, por lo tanto, necesito que alguien me ayude...

Al escuchar esto, contuve mi ira, recordando que desde pequeña, mis padres siempre vivieron lejos y hace solo un par de días, para asegurar que Carlos pudiera ser el alfa, habían viajado a la frontera para hacer negocios.

Y ahora, el gran hombre que todos los días se la pasaba diciendo que estaba enfocado en ser alfa, estaba ayudando con gran esmero a su empleada a arreglar la electricidad de su casa.

Bastante ridículo sí que era.

Cuando me subí al carro, no pasó mucho tiempo antes de que el teléfono de Carlos sonara.

— Natalia, ¿qué te pasa? —dijo con tono bajo y algo molesto.

— Angie es solo una lobita que llegó de la frontera, ¿qué tiene de malo ayudarla con un par de cosas? La tribu aún no le ha asignado un lugar fijo, como futuro alfa, ¿no se supone que debo cuidar a los más débiles?

— Y sobre tu actitud el día de tu cumpleaños, ¿qué fue eso? De repente te pusiste fría y dijiste que te sentías mal, te fuiste y ni siquiera te he reclamado nada por eso. ¿Qué pasa ahora?

Al otro lado del auricular, escuché el sollozo de Angie, un llanto lleno de falsa inocencia. Finalmente entendí su intención.

Ella estaba actuando como una víctima frente a Carlos, provocándome. Era como si fuera otra persona, muy distinta a su usual espectáculo de mosquita muerta.

Suspiré profundo, ahora entendía lo que intentaba hacer, pero ya no tenía ganas de defenderme.

— No pasa nada, tranquilo, tienes razón, soy yo la que no debería haberte dado tantos problemas. Ya llegué a casa, no te preocupes.
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