Dolores no pudo dormir aquella noche. Daba vueltas alrededor de su cama, con el teléfono en una mano y el trozo de papel que le entregó Mara en la otra. Pensó en llamar a la policía, en contarlo todo intentando encontrar una solución menos drástica a la situación; pero seguía viendo el dolor y el miedo en el rostro de la chica. —Buenos días. — Eran apenas las seis de la mañana cuando se decidió a llamar. — Buenos días. — Respondió una voz somnolienta del otro lado del teléfono. — Me disculpo por la hora y el atrevimiento. Usted no me conoce pero yo... — Dolores intentaba encontrar las palabras adecuadas para describir la terrible situación sin mencionar a Mara, pero le resultaba casi imposible. Dairon se sentó en la cama, alarmado por la extrañeza de la llamada. — Verá, tenemos una amiga en común que necesita ayuda y me ha pedido desesperada que lo contacte. — ¿ Amiga? — Por favor, déjeme terminar. La situación es delicada y ella me ha pedido que le haga entrega de lo má
— ¿ Sabes que te amo? — Mara abrazaba a su hijo, aprentándolo con todas sus fuerzas contra su pecho. Félix la miraba confundido. Ella sollozaba— ¡ Vamos, muevánse! Llegaremos tarde. — La voz tiránica de Vásquez la hizo saltar. Le puso la chaqueta a su pequeño sacudiendo algunas pelusas de su hombro y lo volvió a abrazar. — Eres un niño hermoso y muy intelgente, recuerda siempre que estás aquí para hacer grandes cosas y no olvides que no importa lo que los demás digan, sus malas acciones son un reflejo de sí mismos, no de lo que tú eres. Siempre estré contigo, recuerda bien esto. — Dai... — Balbuceó el niño, que desde que convivían con el monstruo había retrocedido en su aprendizaje y su vocabulario se había vuelto a reducir solo a esa sílaba. — Sí, amor, Dai... Dai — Mara lo besó en la frente y bajó con él de la mano. Dolores no sabía que decir, en secreto esperaba durante todo aquel tiempo que Mara hubiese cambiado de parecer, pero cuando la vio con el niño de la mano y la mis
Enmudeció de golpe al verlo entrar. Otras tantas veces deseó tenerlo de frete, sin embargo ahora su presencia le producía pavor. — ¿ Qué haces aquí? — Se levantó de su escritorio, y lo empujó hacia la puerta por la que había entrado. — He venido a ayudarte. — No necesito tu ayuda. — Mírate, estás temblando. — Dairon la tomó por os hombros dejando de lado todos los renocores, conmovido por verla tan delgada y pálida. — Me han entregado a tu hijo,¿ vas a intentar decirme de nuevo que estás bien?— Estoy bien, solo necesito que lo cuides por un tiempo. Contigo estará mejor. Él te quiere, y sé que aunque me odies tú también lo quieres. — Yo no te odio. Tomó su mano en las suyas. — Ven conmigo por favor. No sé que está pasando pero no es nada bueno. — No puedo. — Mara bajó la vista, intentando ocultar las lágrimas. — ¿ Este hombre es algo para ti? ¿ Tiens alguna relación con que te ate a él? — No. Le temo. — sollozaba— Entonces sí puedes, solo depende de ti. El coche está afuer
—¿ Te importaría ahora que está plácidamente dormido explicarme cómo es posible que hayas metido a este niño bajo mi techo? ——¿Tu techo?— — Perdona no me percaté de que habían distinciones de repente entre tus propiedades o las mías. Hasta donde yo sabía íbamos a casarnos en apenas dos semanas y todo entre nosotros estaba solucionado. — Alice cruzó los brazos al pecho. — Ahora de repente desapareces por varias horas, nadie en tu oficina se atreve a decirme a dónde has ido y tú vuelves a casa con este mocoso entre los brazos. — ¿Cómo puedes hablar así ? — Dairon la miraba asqueado. — Nunca pensé que fueses tan despiadada, es solo un niño.— Si fuese la perra despiadada que describes no te hubiese permitido meterlo a esta casa. Me hubiese marchado al verlo o te hubiese dado escoger entre él o nuestro matrimonio; pero precisamente porque es un niño he callado y le sonreí. Le di leche caliente antes de dormir y lo rompe en la cama. ¿O qué te piensas ? ¿Qué fue solo y se metió bajo
— ¿ Sabes lo que pasa ? — Mara no conseguía verle la cara.Estaba sentado en su sillón, perfectamente cubierto por la oscuridad del rincón. — Pasa que las acciones tienen consecuencias. — Dejó el teléfono por el que estuvo hablando algunos minutos antes, sobre la mesilla. Las manos de Mara comenzaron a temblar, haciendo tintinear los platos que llevaba sobre la bandeja de madera. — ¿ Te crees muy lista? — se puso de pie. Ella caminó hacia atrás, pero pronto la alcanzó. — Estarás contenta… me acaba de llamar el sargento de policía, no hay nada más que puedan hacer en el caso de desaparición de nuestro hijo. Le asestó un manotazo a los platos lanzando la bandeja al suelo. La loza se hizo añicos y los guisantes rodaron por el suelo entre trozos de papas y carne. — No tienen idea de dónde encontrarlo. — Mara no pudo evitarlo y sonrió. — ¡Ah pero tú sí! — la agarró apretándola por la barbilla. — Jamás te lo diré.— balbuceó ella con dificultad. — Lo sé. Eres una perra testaruda,
El gran día era inminente. Ya no había lugar para más ruegos ni retrasos. Los familiares cercanos de Dairon comenzaron a descender sobre la mansión. Lo colmaron de besos, abrazos y felicitaciones por su nueva boda. No faltó quien añadiera. — Te mereces una buena mujer, luego de la última arpía. Él solo sonreía, dándole la bienvenida a todos en la puerta. Creía que estaban todos cuando un coche azul descolorido se dibujó en la distancia. De el bajó una señora bajita y canosa. Con un vestido rosado y un ramo de lirios entre los brazos. Dairon corrió hacia ella. — ¡Tía Lily!— La abrazó con fuerza.— Querido sobrino. Ha pasado demasiado tiempo. Siento no haber podido asistir a tu primera boda, pero aquí estoy ahora. — Es tan bueno verte. Me has hecho mucha falta. — Dime, ¿ soy la última en llegar? Dairon asintió. — ¡Demonios! Eso significa que ya está toda la familia de tu padre allá adentro. — Si. — Dairon sonrió, consciente de que su querida tía materna no tenía mucho que ver
Las damas de honor revoloteaban por toda la casa como locas. Dairon fue desterrado al hotel del pueblo mientras la novia era acicalada con minuciosidad. Pocas horas lo separaban del gran momento, pero en el rostro de Dairon no se adivinaba ni el menor rastro de alegría. —¿ Estás bien amigo? —Leo puso la mano en su hombro. Dairon no contestó. — Como padrino de bodas te he preparado una gloriosa despedida de soltero. Adivino que está esposa será la definitiva y que es mucho más estricta que la anterior así que he arreglado un viaje a un Gogo de una ciudad cercana, dónde todas las chicas estarán a tu completa disposición. Dairon continuaba con la vista fija en la alfombra, ausente por completo. — Te dejaré solo. Estate listo… a las seis paso por ti Don Juan. — Leo salió de la habitación. En la mente de Dairon se repetían una y otra vez las palabras de su tía. — Dios me perdone. — Dibujó la señal de la cruz en su pecho con los dedos. — Le prometí a tu madre que jamás contaría a
— ¡No puedo decirle eso! — Gritaba Lisa al teléfono. — No lo sé, invéntate algo entonces. Nada más te aviso que desde ayer no consigo encontrarlo. — Leo, ¿ Estás seguro de que no se fue por ahí con ninguna chica ? — No lo sé. Llegado a este punto ya no sé nada.La preocupación se volvió silencio.— Solo creo que debe estar preparada —. Agregó Leo— Yo no diré nada—. Sentenció ella, decidida. — Confío en mi primo. — Muy bien. Yo seguiré buscándolo. — Yo me iré a despertar a la novia. Estoy segura de que te estás inventando historias. El muchacho hizo una mueca infantil al teléfono y colgó sin decir nada más. Mientras tanto la chica miraba el reloj en la mesilla de noche. Eran las seis de la mañana. Tenían un gran día por delante y decidió no tomar en serio las advertencias de Leo.« No es momento para hacer caso a las bromas de mal gusto de un borracho». Alice no había conseguido pegar ojo en toda la noche. Fueron muchas las llamadas perdidas que dejó en el teléfono de su futu