Mara lo pensó una y otra vez. Cargó la silla y la volvió a dejar en el suelo, pero las campanadas del viejo reloj le recordaron que el tiempo no estaba de su lado. Con toda su fuerza lanzó la silla de madera contra el cristal que se fracturó en cientos de trozos. No quedaba nada más q pensar. Saltó por la ventana rota y echó a correr. Pasó varios minutos corriendo a toda velocidad hasta que se vio obligada a detenerse. Tenía el aliento entrecortado. Estaba sudorosa y las piernas le temblaban, pero sonreía.Sintió pasos y voces acercándose. El miedo tomó el control de su cuerpo y corrió de nuevo con la vista fija en la carretera que la llevaría a las afueras del pueblo. Solo sintió un golpe, un dolor agudo en la espalda y la carretera en el horizonte se desvaneció en la oscuridad. « ¡ Estás hermosa! ¡Felicitaciones! ¡Felicidades a la pareja! ! ¡Serán muy felices! » Eran alguno de los deseos que las personas murmuraban a Alice según iba caminando a la entrada del recinto. Todo es
— Así que aquí estás… — dejó caer las llaves sobre la mesilla ante el sofá. — No puedes desaparecer así. Dairon se encogió de hombros entre las mantas que lo envolvían. — ¡ Ay niño mío! El abrazo cálido de su tía lo hizo desmoronarse. Los trozos de sí mismo que se empeñó en mantener juntos enterrado en la oscuridad y el silencio de aquella cabaña se convirtieron en lágrimas que no fue capaz de contener. — Déjalo salir… está bien llorar, sentirse incapaz de enfrentar al mundo, querer huir y dejarlo todo.— Lo siento tanto —. Sollozaba. — Alice… estuvo para mí en mis momentos más difíciles, me ayudó a salir del agujero oscuro donde me dejó mi divorcio, ¿ Y cómo le pago? — Se puso de pie, dejando caer las mantas al suelo. — Arrojándola al mismo foso purulento del que me ayudó a escapar. Debe estar abochornada, debe odiarme. Tiene todas las razones para hacerlo. — Eso es decisión suya y desde luego, tiene derecho a repudiarte pero te diré algo. Todo lo que tú querida Alice hizo lo
— Definitivamente el estado mental de su esposa no es el mejor. Tengo que realizar aún algunos exámenes más profundos para tener total seguridad, pero según lo poco que he podido apreciar puede que haya desarrollado algún tipo de esquizofrenia. ¿ Sabe si hay en su familia algún antecedente de enfermedad mental?— No conozco mucho de su pasado —. Contesto Vásquez dejándose caer en una silla de la sala de espera. — La conocí apenas hace unos meses y la tomé bajo mi cuidado, a ella y a su hijo. Quería ayudarla, vivían en condiciones deplorables. Luego el chico huyó de casa y ella... ella jamás volvió a ser la misma.— Comprendo, tal vez ese fue el detonante.— Pero doctor, me preocupa su estabilidad, su capacidad para cuidar a nuestro propio hijo.— El embarazo en sí pue
— No creo que sea buena idea que se la lleve a casa —. Aconsejó el psiquiatra. — Yo opino lo contrario. Creo que estar en su hogar, rodeada de atenciones y cariño le hará bien. Tal vez así pueda recuperar su carácter benévolo y desprenderse de la locura. — No es así como funciona —. Rebatió el profesional preocupado en extremo. — Sé que es difícil de digerir, pero Mara supone un peligro para usted, para sí misma y sobretodo para el feto que crece en su interior. Recomiendo confinarla a una institución psiquiátrica para comenzar un tratamiento que pueda, eventualmente, devolverle a esa mujer amorosa y tranquila que describe. — No hay más que hablar. En cuanto los médicos dictaminen la llevaré a casa. No se preocupe, aún así asistiremos cada una de las citas que usted señale, no estoy en contra de la terapia. — Está usted cometiendo un error — Sentenció el hombre. — ¡ Hola! — vociferaba Dairon ante la puerta cerrada de la empresa en la que la vio por última vez. — ¡ Holaa! —
— Más te vale comértelo y guardar silencio. Estoy harta de escuchar lloros estúpidos —. Alice empujó el plato hacia Félix que la miraba con los ojos llenos de lágrimas.Tomó el teléfono y lo lanzó con furia al sofá ante la ausencia de cualquier mensaje de Dairon. —¿ Qué quieres decir con que no la pueden encontrar ? —No sabemos como ha podido pasar. Solo... no está —. Se justificaba el médico, nervioso.— ¡Revisen las cámaras! ¡Encuéntrenla! — Gritaba Vásquez colérico. — Lleva mi hijo dentro ! Pediré la cabeza de todos ustedes si algo le pasa al embarazo! ¡Encuentrenlaaa! Mara llegaba a duras penas a la frontera del pueblo. Estaba mareada, casi desfallecida y a punto de desmayarse, pero solo pensaba en continuar. Ver a su hijo y al amor de su vida, era lo único que la mantenía en pie.Reposó la cabeza en un destartalado banco en una parada de autobús a la orilla de la carretera. Lo que debía ser un pestañazo se convirtió en varias horas. Cuando despertó de nuevo estaba anocheciendo. Las personas a su alrededor la miraban con desprecio, asco, e incluso algunos con miedo. Solo uno se atrevió a acercarse a ella. — ¿Está usted bien? — Era un chico que no podía tener más de diecinueve años, moreno y regordete. Llevaba una mochila, una maleMalos presentimientos
En cada esquina del pueblo la saludaban los fantasmas de la vida anterior. Llevaba horas andando y nadie parecía reconocerla en los rostros que una vez encontró vecinos y conocidos Ahora solo había extraños que la miraban con temor y recelo. Era evidente que su apariencia desgarbada no ayudaba y era lo que los orillaba a pensar en que se trataba de una nueva vagabunda que había escogido la ciudad como nuevo hogar pero para Mara todo aquello era solo un desfile de dolorosas imágenes que les recordaba todo lo que había perdido. Llegó hasta su casa y se detuvo con los ojos llenos de lágrimas frente a una pancarta gigantesca que detallaba el ambicioso proyecto que tendría lugar en aquel terreno donde antes solía vivir con su madre ahora había un salón de fiestas, iluminado y activo del que entraba y salía gente entre risas y conversaciones vivaces. — ¿Qué es esto?— se atrevió a preguntar a uno de los que pasaron junto a ella. — Es un centro de eventos el nuevo negocio estrella de nue
El calor alrededor de su cintura la despertó. Abrió los ojos despacio y miró hacia abajo. Las lágrimas cayeron sobre la pequeña cabeza rubia. — Mamá — El niño la apretó con más fuerza. — Félix —. Mara lloriqueó alzábdolo y apoyando su tierna cabeza en sus hombros. — Te amo…te amo… te he extrañado tanto, jamás volveré a dejarte. El niño lloraba, mirando a aAlice que, de pie detrás de ellos se llevaba el dedo índice a los labios con una expresión amenazante. — ¿ Dónde estoy? — Dairon intentaba levantarse de la cama, pero pronto descubrió que sus muñecas estaban atadas con correas de cuero. Observó a su alrededor y s ehizo obvio dónde estaba. — ¡ Ayuda! ¡Enfermera! Enseguida el policía que aguardaba afuera de su puerta entró. Lo miraba incrédulo. — ¿ Quien es usted? ¿Qué hago yo aquí? El oficial no dijo nada y salió de nuevo. Con premura informó a su superior del milagroso despertar de aquel sospechoso al que con tanto misterio le había ordenado vigilar. Las enfermeras lle