—¿ Te importaría ahora que está plácidamente dormido explicarme cómo es posible que hayas metido a este niño bajo mi techo? ——¿Tu techo?— — Perdona no me percaté de que habían distinciones de repente entre tus propiedades o las mías. Hasta donde yo sabía íbamos a casarnos en apenas dos semanas y todo entre nosotros estaba solucionado. — Alice cruzó los brazos al pecho. — Ahora de repente desapareces por varias horas, nadie en tu oficina se atreve a decirme a dónde has ido y tú vuelves a casa con este mocoso entre los brazos. — ¿Cómo puedes hablar así ? — Dairon la miraba asqueado. — Nunca pensé que fueses tan despiadada, es solo un niño.— Si fuese la perra despiadada que describes no te hubiese permitido meterlo a esta casa. Me hubiese marchado al verlo o te hubiese dado escoger entre él o nuestro matrimonio; pero precisamente porque es un niño he callado y le sonreí. Le di leche caliente antes de dormir y lo rompe en la cama. ¿O qué te piensas ? ¿Qué fue solo y se metió bajo
— ¿ Sabes lo que pasa ? — Mara no conseguía verle la cara.Estaba sentado en su sillón, perfectamente cubierto por la oscuridad del rincón. — Pasa que las acciones tienen consecuencias. — Dejó el teléfono por el que estuvo hablando algunos minutos antes, sobre la mesilla. Las manos de Mara comenzaron a temblar, haciendo tintinear los platos que llevaba sobre la bandeja de madera. — ¿ Te crees muy lista? — se puso de pie. Ella caminó hacia atrás, pero pronto la alcanzó. — Estarás contenta… me acaba de llamar el sargento de policía, no hay nada más que puedan hacer en el caso de desaparición de nuestro hijo. Le asestó un manotazo a los platos lanzando la bandeja al suelo. La loza se hizo añicos y los guisantes rodaron por el suelo entre trozos de papas y carne. — No tienen idea de dónde encontrarlo. — Mara no pudo evitarlo y sonrió. — ¡Ah pero tú sí! — la agarró apretándola por la barbilla. — Jamás te lo diré.— balbuceó ella con dificultad. — Lo sé. Eres una perra testaruda,
El gran día era inminente. Ya no había lugar para más ruegos ni retrasos. Los familiares cercanos de Dairon comenzaron a descender sobre la mansión. Lo colmaron de besos, abrazos y felicitaciones por su nueva boda. No faltó quien añadiera. — Te mereces una buena mujer, luego de la última arpía. Él solo sonreía, dándole la bienvenida a todos en la puerta. Creía que estaban todos cuando un coche azul descolorido se dibujó en la distancia. De el bajó una señora bajita y canosa. Con un vestido rosado y un ramo de lirios entre los brazos. Dairon corrió hacia ella. — ¡Tía Lily!— La abrazó con fuerza.— Querido sobrino. Ha pasado demasiado tiempo. Siento no haber podido asistir a tu primera boda, pero aquí estoy ahora. — Es tan bueno verte. Me has hecho mucha falta. — Dime, ¿ soy la última en llegar? Dairon asintió. — ¡Demonios! Eso significa que ya está toda la familia de tu padre allá adentro. — Si. — Dairon sonrió, consciente de que su querida tía materna no tenía mucho que ver
Las damas de honor revoloteaban por toda la casa como locas. Dairon fue desterrado al hotel del pueblo mientras la novia era acicalada con minuciosidad. Pocas horas lo separaban del gran momento, pero en el rostro de Dairon no se adivinaba ni el menor rastro de alegría. —¿ Estás bien amigo? —Leo puso la mano en su hombro. Dairon no contestó. — Como padrino de bodas te he preparado una gloriosa despedida de soltero. Adivino que está esposa será la definitiva y que es mucho más estricta que la anterior así que he arreglado un viaje a un Gogo de una ciudad cercana, dónde todas las chicas estarán a tu completa disposición. Dairon continuaba con la vista fija en la alfombra, ausente por completo. — Te dejaré solo. Estate listo… a las seis paso por ti Don Juan. — Leo salió de la habitación. En la mente de Dairon se repetían una y otra vez las palabras de su tía. — Dios me perdone. — Dibujó la señal de la cruz en su pecho con los dedos. — Le prometí a tu madre que jamás contaría a
— ¡No puedo decirle eso! — Gritaba Lisa al teléfono. — No lo sé, invéntate algo entonces. Nada más te aviso que desde ayer no consigo encontrarlo. — Leo, ¿ Estás seguro de que no se fue por ahí con ninguna chica ? — No lo sé. Llegado a este punto ya no sé nada.La preocupación se volvió silencio.— Solo creo que debe estar preparada —. Agregó Leo— Yo no diré nada—. Sentenció ella, decidida. — Confío en mi primo. — Muy bien. Yo seguiré buscándolo. — Yo me iré a despertar a la novia. Estoy segura de que te estás inventando historias. El muchacho hizo una mueca infantil al teléfono y colgó sin decir nada más. Mientras tanto la chica miraba el reloj en la mesilla de noche. Eran las seis de la mañana. Tenían un gran día por delante y decidió no tomar en serio las advertencias de Leo.« No es momento para hacer caso a las bromas de mal gusto de un borracho». Alice no había conseguido pegar ojo en toda la noche. Fueron muchas las llamadas perdidas que dejó en el teléfono de su futu
Mara lo pensó una y otra vez. Cargó la silla y la volvió a dejar en el suelo, pero las campanadas del viejo reloj le recordaron que el tiempo no estaba de su lado. Con toda su fuerza lanzó la silla de madera contra el cristal que se fracturó en cientos de trozos. No quedaba nada más q pensar. Saltó por la ventana rota y echó a correr. Pasó varios minutos corriendo a toda velocidad hasta que se vio obligada a detenerse. Tenía el aliento entrecortado. Estaba sudorosa y las piernas le temblaban, pero sonreía.Sintió pasos y voces acercándose. El miedo tomó el control de su cuerpo y corrió de nuevo con la vista fija en la carretera que la llevaría a las afueras del pueblo. Solo sintió un golpe, un dolor agudo en la espalda y la carretera en el horizonte se desvaneció en la oscuridad. « ¡ Estás hermosa! ¡Felicitaciones! ¡Felicidades a la pareja! ! ¡Serán muy felices! » Eran alguno de los deseos que las personas murmuraban a Alice según iba caminando a la entrada del recinto. Todo es
— Así que aquí estás… — dejó caer las llaves sobre la mesilla ante el sofá. — No puedes desaparecer así. Dairon se encogió de hombros entre las mantas que lo envolvían. — ¡ Ay niño mío! El abrazo cálido de su tía lo hizo desmoronarse. Los trozos de sí mismo que se empeñó en mantener juntos enterrado en la oscuridad y el silencio de aquella cabaña se convirtieron en lágrimas que no fue capaz de contener. — Déjalo salir… está bien llorar, sentirse incapaz de enfrentar al mundo, querer huir y dejarlo todo.— Lo siento tanto —. Sollozaba. — Alice… estuvo para mí en mis momentos más difíciles, me ayudó a salir del agujero oscuro donde me dejó mi divorcio, ¿ Y cómo le pago? — Se puso de pie, dejando caer las mantas al suelo. — Arrojándola al mismo foso purulento del que me ayudó a escapar. Debe estar abochornada, debe odiarme. Tiene todas las razones para hacerlo. — Eso es decisión suya y desde luego, tiene derecho a repudiarte pero te diré algo. Todo lo que tú querida Alice hizo lo
— Definitivamente el estado mental de su esposa no es el mejor. Tengo que realizar aún algunos exámenes más profundos para tener total seguridad, pero según lo poco que he podido apreciar puede que haya desarrollado algún tipo de esquizofrenia. ¿ Sabe si hay en su familia algún antecedente de enfermedad mental?— No conozco mucho de su pasado —. Contesto Vásquez dejándose caer en una silla de la sala de espera. — La conocí apenas hace unos meses y la tomé bajo mi cuidado, a ella y a su hijo. Quería ayudarla, vivían en condiciones deplorables. Luego el chico huyó de casa y ella... ella jamás volvió a ser la misma.— Comprendo, tal vez ese fue el detonante.— Pero doctor, me preocupa su estabilidad, su capacidad para cuidar a nuestro propio hijo.— El embarazo en sí pue