Muchos años después…
Una mañana como cualquiera, el Rey Doménico se encontraba en una habitación,
tirado en el suelo; despertándose, con los ojos hinchados y su ropa del día anterior.
Luego, sale con parsimonia de la extraña habitación rodeada de libros, para alistarse y
bajar al desayuno; era de estatura alta, ojos verde claro, barba, cabello negro largo,
con cuerpo trabajado y sonrisa radiante. Doménico Esteban D’Luca Bacon, recibe su
baño caliente en su tina por una sirvienta; con su mirada perdida, se viste y baja las
escaleras cuatro pisos hasta el Gran Comedor. Los mayordomos lo reciben con los
buenos días y una reverencia-como siempre-; pero con una especie de intranquilidad
en sus miradas. Se notan algo nerviosos y tensos, como preparados a que acontezca
algo.
El gran comedor es un espacio amplio, con grandes ventanales y cortinas colgando
de sus extremos, enormes candelabros cayendo del techo, decoraciones y pinturas
renacentistas, dando a parecer un museo de arte. Las pinturas estaban todasdesnudas-como un placer personal del Rey- que era movido por sus gustos por el
movimiento renacentista; y del que Giorgina, por ser más conservadora, odiaba. Había
una mesa larga con 20 sillas a sus laterales y dos más grandes en las puntas; servida
con todas sus lozas y copas, lista para que la servidumbre sirviera el desayuno. En la
mesa estaba Giorgina Bacon-la Reina madre- en el lateral derecho de la cabecera, con
un elegante vestido armado color verde oscuro, con su corona brillante, con sus
guantes y joyería de plata fina; su cabello ya se tornaba con algunas canas, era de piel
trigueña, estatura media y ojos azules hermosos, era refinada y muy coqueta. La
princesa Angella Marino, estaba en el lado izquierdo, con un vestido color crema,
guantes, una pequeña tiara y pocos accesorios; era más sencilla, su piel era blanca
como la leche, sus ojos color marrones claros como la miel, una larga cabellera del
color del trigo, de estatura media, delicada y frágil como un jarrón de porcelana. El
pequeño Lord Evan D’Luca, hijo de la Reina Giorgina y el difunto Rey Esteban, estaba
situado al lado de su madre; tenía a penas doce años, era de piel trigueña, ojos marrón
claro como la miel y cabello negro y alborotado. Juntos rectamente preparados y
esperando al Rey para poder desayunar. El Rey las mira, toma su asiento en la
cabecera y casi balbuceando dice: “Buenos días”, mientras hace señas a la
servidumbre para que sirvieran.
Buenos días Responden todos al unísono un tanto serios.
La servidumbre sirve la comida en los platos, sirven té a la Reina, a la princesa y al
pequeño Lord Evan le sirven leche caliente; y al Rey le sirven cerveza.
Majestad ¿Cómo amaneces hoy? Le pregunta la Reina madre al Rey mientras le
sonríe y toma un sorbo de su taza de té.
…Bien, madreResponde el Rey sin expresión alguna y sin mirarla a los ojos.
Un gran silencio.
Me parece, mi señor, que hoy no has saludado a tu futura esposa… Le dice la
Reina incitándolo a que salude a la princesa Angella, quien sentada en su puesto,
observa de reojos al Rey Doménico y cabizbaja para no subir la cara; siente vergüenza
y tristeza.
Sí, es cierto, madre responde Doménico tajante y respirando hondo. El Rey para
de comer, levanta su mirada lentamente, voltea hacia su izquierda para ver a Angella,
se le queda mirando unos segundos sin expresión alguna y le pregunta:
¿Cómo amaneces, Lady Angella? Traga saliva, le mira el rostro otros segundos y
luego baja la mirada de nuevo para seguir desayunando. Angella, quien también
respira hondo, le responde titubeante:
Ho-hola Majestad. Yo… muy bien, espero que usted… también. Sin levantar la
mirada del plato, sonrojada de que su futuro esposo y su suegra deban verle el rostro
con un ojo morado.
Mi Rey, no quisiera importunar tu desayuno; pero… Han estado llegando más cartas
de quejas de los pobladores sobre los altos impuestos… Comenta Giorgina
No me importa; que se atengan. Los impuestos seguirán así Respondió Doménico
tajante
Un gran silencio incómodo.
Majestad, y cuéntanos ¿Cómo van los planes con los nuevos inversionistas?
¿Quieren comprar la madera? Pregunta de pronto la Reina Giorgina para cambiar el
tema.
Para nada bien; dicen que las maderas se ven buenas, pero que no quieren tener
contrato alguno con nosotros Responde el Rey con brusquedad.
La Reina lo mira, luego para tratar de animarlo le dice:
Bueno, mi señor, tranquilo, eso es normal; ya vendrán más compradores a querer
invertir como… La interrumpe Doménico colocando bruscamente los cubiertos sobre
la mesa y le dice:
No madre, ambos sabemos que no es así, ya cuatro empresarios y reyes de otros
poblados han venido y han dicho lo mismo; es nuestro reino que tiene la maldición del
mismo demonio sobre nosotros
La Reina Giorgina, el pequeño Evan y Angella se miran sobresaltados.
¡Mi señor, por los Cielos! ¡No digas eso! Exclama la Reina Giorgina mientras se
hace la cruz…todo es cuestión de seguir esperando y confiando nuestras oraciones a
Dios para que nos escuche prosigue la Reina ¿No es así, princesa? Le pregunta a Angella buscando apoyo.
Eh… si, alteza, es así Contesta ella dulcemente.
A Dios, claro, a Dios… el mismo que nos abandonó hace dos años ¿No?Interroga el
Rey a ambas con un tono de sarcasmo.
Por favor, no empieces; no delante de EvanLe advierte la Reina con seriedad
sabes muy bien que no fue así
En ese instante, uno de los sirvientes comienza a retirar los platos, y por la
brusquedad del Rey, sin querer le hace caer un poco de cerveza en su ropa.
¡¿Pero qué has hecho, bastardo?! Le grita el Rey mientras se levanta histérico.
Discúlpeme, mi señor, por favor, fue sin querer; se lo pido, tenga clemencia de
mí…Suplicaba el sirviente de rodillas al Rey implorándole perdón.
¡Ya cállate! ¡Mira lo que has hecho con tu ineficiencia! Seguía el Rey gritando con
ira al sirviente, quien seguía de rodillas rogándole perdón.
Mi señor, por favor, todo fue sin querer Le decía la reina tomándolo del brazo
para tratar de calmarlo. La princesa Angella y el pequeño Lord, asustados, veían todo
desde lejos; Angella, cabizbaja, se tocaba el rostro. La Reina intentaba sujetarlo por el
brazo para tratar de apartarlo; pero el insistía en seguir gritando.
El sirviente seguía suplicando clemencia:
Por favor señor, clemencia, fue sin querer, clemencia. Tengo una esposa y dos niños
que dar de comer, se lo pido…
Pero el Rey, harto de todo, decide darle una bofetada al sirviente quien caía al suelo
del dolor.
¡Doménico! Gritó la Reina desesperada. Angella seguía viendo todo desde lejos,
esta vez, con una lágrima corriendo por sus mejillas. La Reina tomaba a su hijo
fuertemente por el brazo, suplicándole ella esta vez para que cesara todo.
¡Guardias, llévenselo a las mazmorras! ¡Que lo decapiten! Ordenó el Rey para que
se llevaran al sirviente a las mazmorras y fuese decapitado, a su parecer, justamente.
A lo lejos se escuchaba la voz desgarradora del sirviente mientras era llevado sin
voluntad. El Rey estaba allí, como un león acabado de devorar a su presa; su madre, la
Reina Giorgina, lo calmaba desde atrás, preocupada; y la princesa Angella, quien veía
con tristeza todo desde lejos, decidía dejar el gran comedor junto a Lord Evan, e irse
corriendo a su alcoba. Aquellas escenas eran las mismas cada día, y todas originadas
por un hombre con frustraciones y heridas mal sanadas. En ese instante, el Rey
también se retira del gran comedor aún molesto, mientras la Reina ordena a los
sirvientes arreglar todo y corre detrás del Rey para alcanzarlo y poder hablar.
El Rey se encontraba bajando decidido a las mazmorras, quería pagar su ira de
alguna manera. Las mazmorras quedaban en el sótano del castillo, había celdas para
encerrar a prisioneros y tenerlos como esclavos o esperando pagar una deuda; muchos
se veían tristes y asustados cada vez que el Rey decidía bajar. Era un lugar frio, oscuro,
ténebre. Tenía un sitio donde hacía torturar a los prisioneros amarrándolos y
azotándolos. En ese momento, el sirviente que sin querer le había derramado la
cerveza en el gran comedor, lo tenían amarrado esperando la orden del Rey paradecapitarlo. El sirviente estaba muy asustado, lloraba y suplicaba sin parar que le
tuvieran clemencia; pero el Rey, quien desde hace un tiempo dejaba de sentir
compasión en su alma, lo miraba con odio y desprecio.
¿Crees que debo tenerte clemencia después de lo que hiciste arriba, bastardo? Le
interroga el Rey mientras lo toma por el cuello con ira. Los guardias, quienes a su vez
ayudaban al Rey con sus órdenes de maltrato, se gozaban y reían de las indolencias del
Rey Doménico. El ambiente se cubrió de tensión aquella mañana. Los guardias con
órdenes del Rey tomaron al sirviente y le quitaron sus ropas, para luego acostarlo
sobre la guillotina. Uno de los guardias, se cubrió el rostro con una capucha negra, y
tomó la palanca de la guillotina esperando la orden de su majestad para ejecutarlo. Y
en cuanto Doménico alzó su mano para gritar ‘Ahora’, entró la Reina madre
aterrorizada.
¡Basta! ¡Majestad, por favor, basta!
Todos pararon, el ambiente se volvió tenso de nuevo. El Rey Doménico estaba muy
molesto.
¡No te metas madre, este asunto lo arreglo yo! Así que por favor, pido que te
retires Respondía el Rey desafiante. Pero la Reina, insistía:
¡No! Sabes que ese hombre no hizo nada; no merece la pena de muerte, por Dios.
No me iré de aquí sin ver que no lo ejecutarán
El Rey, quien le tenía aprecio y respeto a su madre por respeto también a la
memoria de su Padre Esteban, ordenó cabizbajo que lo soltaran.
Azótenlo Ordenó luego Doménico
Los guardias enseguida, tomaron al hombre y lo amarraron a unas argollas situadas
en una pared ya manchada de sangre vieja. El sirviente insistía en sus súplicas; pero
eran nada para el Rey y sus guardias. El Rey dio órdenes de empezar y los guardias
dieron inicio a una sinfonía de azotes que fueron desgarrando lentamente la dignidad y
la piel de aquel pobre hombre. Los gritos que daba el sirviente resonaban en las
paredes; lloraba, pedía clemencia, pedía a Dios ayuda y que tuviera él clemencia por
ellos. La oración que oficiaba el hombre entre sollozos le causó más ira al Rey, quien
tomando él mismo el látigo, comenzaba a azotar sin parar y con mucha fuerza al pobre
hombre gritándole: “Para que veas que ese Dios no vendrá a salvarte”; y en ese
instante, la Reina aterrorizada, se retiró harta de aquella horrible escena. “¡Ten
compasión de él, Dios mío, ten compasión de él!” se decía así misma Giorgina,
mientras se tocaba con dolor el pecho.
El pobre hombre se encontraba sangrando en el suelo, casi desmayado, temblando
del dolor; y el Rey satisfecho, soltó el látigo y salió de las mazmorras sinm remordimiento alguno.
El Rey se hallaba en una habitación, iluminada solo por la luz solar de una ventana,llena de polvo y telarañas por todos lados; estaba llorando sin parar, histérico ylanzando cualquier cosa que encontrase a su paso. Se sentía mal, harto por la escenadel sirviente, harto con su madre y sus deseos absurdos de querer hacer que las cosasestén bien, impasible con su futura esposa que se pone en contra de sus decisiones,molesto consigo mismo porque siente que, aunque quiere hacer las cosas distintas, noes el mismo de antes cuando estaba su padre; y molesto con Dios, porque quisieraexplicaciones exactas de por qué su padre tuvo que marcharse tan pronto. El ReyDoménico lucha con sus demonios internos, esos que lo atormentan y no dejan quepiense con mente clara. Su madre, la Reina Giorgina, lo veía a escondidas por lapuerta; ella sabe del escondite que utiliza su hijo para desahogar sus tristezas y penas,y él no sabe que su madre siempre lo ve desde lejos, sintiendo calladamente tam
Las semanas fueron pasando, y en el castillo, seguían llegando cartas de quejassobre los altos impuestos a los pobladores; además de otro lejano reino, rechazandolos negocios con el reino de Fabrizzia. La Reina Giorgina, seguía confiando en que algúnreino pudiera negociar; a pesar de volver a recaer unos días, extrañamente enferma,insistía en seguir confiando en Dios. Cuando cayó enferma esos dos días, a nadie quisocontarle para que no se preocuparan por ella. Ni Ausven, el pequeño reino vecino, de donde provenía la Reina Giorgina, queríahacer pactos con el reino de Fabrizzia. Giorgina, era hija de nobles: Lord Francis Bacon,Conde y tercer hermano del Rey Felipe II; y Minerva De Bacon, hija de un Marqués dela corte real de Ausven. Fue un acuerdo del Rey Felipe, en que Giorgina, se pudieraunir en matrimonio con el difunto Rey Esteban -Príncipe heredero de Fabrizzia enaquél entonces- para mantener la descendencia de nobles entre los dos reinos. LadyMinerva, la madre de Giorg
Estando en el bosque, se bajó, amarró a Centauro a un árbol y se acercó al río que estaba a unos metros. Tomó un momento para respirar y ver el paisaje, lanzó piedras al río, se quitó su capa y la lanzó al suelo mientras veía al cielo, esperando que su padre estuviera allí para aconsejarle qué hacer. Se sentía muy vulnerable de nuevo y el cielo contemplaba su fragilidad, lo quebrantable y débil que podía ser; se dejaba ver desnudo por lo divino que existía en algún lugar de aquel grisáceo cielo ¿A quién podría gritarle sus penas si insistía en no creer en algún Dios? ¿Cómo reclamar algo si no tenía a quien? Solo veía su propio reflejo meneándose sobre el agua, y podía distinguir que, ése que contemplaba en el agua era el verdadero Doménico. En ese segundo, volvió a levantar su mirada al cielo y entre súplicas exclamaba:¡Oh, Dios, que de mi memoria he decidido borrar, que de mi vida he decidido apartar, dame una señal y dime por qué te llevaste a mi padre! ¡Dime
La noche iba avanzando, eran casi las diez y la Reina Giorgina se encontraba aún en la sala con Angella, preocupadas, esperando el hallazgo de Doménico sano y salvo. El pequeño Evan ya estaba en su recámara descansando. La Reina Giorgina estaba consciente que desde que Doménico comenzó a actuar diferente, la gente del reino, e incluso de fuera, le habían tomado disgusto; muchos han intentado matarlo desde hace meses, y ella no quería que ésta fuera una de esas venganzas. En ese segundo, llega Norberto, uno de los mayordomos, y la Reina se le acelera el corazón.Permiso, alteza. El Duque Lorenzo D´Luca con su esposa esperan afuera Dice Norberto.¿A ésta hora? Se pregunta Está bien. Hazlos pasar Afirma la Reina con cara de no esperarlos. El mayordomo Norberto hace una reverencia y se retira.¡Buenas noches, alteza! Saluda el Duque Lorenzo D´Luca a la Reina Giorgina con una leve reverencia. Su esposa, la Duquesa Cecilia, repite el mismo gesto.¡Buenas noch
Al día siguiente, la mañana estaba soleada. En el castillo, la Reina firmaba las cartas para ser entregadas a la corte real, avisando sobre la reunión de negocios con la Reina Romina Winchester al día próximo por la mañana. Se encontraba en la sala de reuniones con el Marqués Gerónimo Vascot, Canciller Real y amigo de Doménico.¿Y cómo se encuentra la señorita Anabella? Pregunta la Reina Giorgina tomando un sorbo de té y mirándolo de reojo.Ya mejor, alteza, gracias. Ahorita está en el reino de Ausven visitando a sus padresResponde el Marqués GerónimoEntiendo. ¿Y… aún tienen controversia con usted por el casamiento? Prosigue la Reina con desdén No, alteza, creo que ya han aceptado que su hija, se haya enamorado de un Marquesado al que odian… Contesta tomando un sorbo de vino y echando un vistazo por la ventana al cielo azul.…Si, eso, y que detestan también que su hija sea esposa de un hombre que trabaja para el Rey que también tanto odian, como muchos
¡Oh; pero miren quiénes llegaron! ¡Rubio y Gruñón! Exclama Ralph, el posadero y dueño de La Madera ¡Vamos, pasen adelante! ¿Lo mismo de siempre, no?Si Barba larga, lo mismo de siempre, gracias Contesta el Marqués Gerónimo mientras se sientan con disimulo junto a la barra. Ralph, apodado ‘Barba larga’, era obeso, tenía una gran barba negra, calvo y un diente de oro. ¡Saida, dos cervezas para la barra! ¡Y trae galletas de almendras! ¡Tenemos invitados! Le grita Ralph a su esposa. Luego agrega animado: Tiempo sin venir ¿Desean algo más? La casa pagaNo Barba larga, no hay problema. Solo venimos a conversar un poco; ya sabes cómo es todo con esto del… Ve a los lados y dice sigiloso: ReinoBueno, sí, es cierto. ¿Y tú, gruñón, estás bien? Ayer todo el pueblo hablaba sobre tu secuestro; incluso decían que ya hasta habías muerto… Comenta Ralph; luego es silenciado por el Marqués Gerónimo.Disculpen Baja la voz Yo no creí nada de eso, porque muchas vece
Se acercaba la noche, y la Reina Giorgina esperaba con Doménico y Evan en el vestíbulo, junto a los sirvientes y los guardias. El vestíbulo era un espacio amplio, lleno de pinturas, esculturas, candelabros por todos lados, una alfombra roja, ventanales gigantes con cortinas y un gran candelabro central que guindaba del techo; habían colocado flores para decorar y música para deleitar la bienvenida. Además, al fondo, resaltaba en la pared el escudo real de Fabrizzia. Su interior era azul con rojo, y había dos espadas entrecruzadas; arriba una ‘F’ grande, y abajo, un árbol. Así mismo, el escudo era adornado con arabescos en sus puntas y una corona dorada; en lo alto llevaba escrito: “Regnum Fabrizzia” y en la parte inferior su lema: “Bene Semper Vincit”.Mi señor ¿Sabes por qué la princesa Angella aún no baja? Pregunta la Reina a su hijoNo tengo idea, madre Responde a secasEvan, hijo; te he dicho que te acomodes el cabello Le comenta la Reina al pequeño L
Ya eran cerca de las diez de la noche, todos estaban en sus recámaras, el castillo estaba a oscuras, iluminado sólo con la luz de la luna que brillaba en lo alto del cielo.De pronto, se abre una de las puertas de las recámaras, una sombra se veía caminar por uno de los pasillos que daban hacia la torre este; era Romina, que se dirigía sospechosa a la habitación del Rey Doménico. Una sombra extra, aguardaba detrás de ella siguiendo sus pasos.¡Maldición, los guardias! Se exclama Romina al ver que un guardia vigilaba el pasillo. Piensa un momento y sigue caminando hasta él.Buenas noches Saluda Romina al guardia con gentilezaBuenas noches, alteza ¿A dónde se dirige? ¿Necesita algo? Pregunta con amabilidad el guardia.Eh… si. Venía a entregarle un recado muy importante al Rey Doménico; pero me da vergüenza entrar a estas horas de la noche. Además, no sé si estará ya descansando… Explica ellaSi, el Rey Doménico ya ha de estar durmiendo, si quiere me deja e