4. La carta de Agris

Las semanas fueron pasando, y en el castillo, seguían llegando cartas de quejas

sobre los altos impuestos a los pobladores; además de otro lejano reino, rechazando

los negocios con el reino de Fabrizzia. La Reina Giorgina, seguía confiando en que algún

reino pudiera negociar; a pesar de volver a recaer unos días, extrañamente enferma,

insistía en seguir confiando en Dios. Cuando cayó enferma esos dos días, a nadie quiso

contarle para que no se preocuparan por ella.

Ni Ausven, el pequeño reino vecino, de donde provenía la Reina Giorgina, quería

hacer pactos con el reino de Fabrizzia. Giorgina, era hija de nobles: Lord Francis Bacon,

Conde y tercer hermano del Rey Felipe II; y Minerva De Bacon, hija de un Marqués de

la corte real de Ausven. Fue un acuerdo del Rey Felipe, en que Giorgina, se pudiera

unir en matrimonio con el difunto Rey Esteban -Príncipe heredero de Fabrizzia en

aquél entonces- para mantener la descendencia de nobles entre los dos reinos. Lady

Minerva, la madre de Giorgina, falleció -repentinamente- tiempo después de haberse mudado Giorgina a Fabrizzia; y suponían que era causa de un extraño bulto que tenía

en uno de sus senos.

La princesa Angella, pasaba sus días bordando, tejiendo, entre los rosales del jardín

trasero del castillo; además de pasar bastante tiempo en el gran salón haciendo algo

que le apasionaba muchísimo, pero que tenía muy oculto. La princesa Angella, era hija

de los reyes: Dovico Marino y Ariana De Marino, gobernantes del reino de Gavis;

quienes antes de la muerte del difunto Esteban, habían acordado unir en matrimonio

al entonces príncipe Doménico con la princesa Angella, después de visitarles en Gavis y

exportarles madera de Fabrizzia.

El pequeño Lord Evan, pasaba sus días entretenido con su nodriza, jugando por

todas partes, aprendiendo a montar a caballo y a usar las espadas como próximo

candidato heredero al trono; igual que sus intensas clases de música, idioma, letras,

filosofía, cortesía, religión y matemáticas… Ardua labor le tocaba al pequeño Lord cada

semana. El Rey Doménico, pasaba sus días casi siempre encerrado, algunas veces

enseñaba al Lord con las espadas, otras veces salía con su amigo cercano a escondidas

para distraerse; y otras, amanecía con su sangre llena de ira y queriendo drenar su

molestia con cualquier cosa o persona. Muchas veces eran los sirvientes a quienes les

tocaba tolerar o soportar los tratos sin compasión de Doménico; y había otras veces,

en que su propia familia pagaba consecuencias, como Angella.

Un día por la noche, la Reina Giorgina, la princesa Angella y Lord Evan, cenaban en

el gran comedor; y el Rey Doménico, llegaba algo histérico y pasado de copas.

¿Qué se supone que hacen? Preguntaba Doménico medio tambaleándose

Mi Rey, empezamos a comer sin ti porque no sabíamos a qué hora podrías llegar

Explicó su madre

No me importa ¿Acaso son ustedes más importantes que yo? Hablaba Doménico

La Reina Giorgina miraba a Angella.

Mi señor, nadie ha dicho que seamos o no más importante que tú Respondió con

tranquilidad Giorgina Mejor tranquilízate y ven a comer con nosotros Agregó

¡Claro que me voy a sentar a comer! Exclamaba sin sentido ¿Dónde está la

servidumbre que no me viene a servir? ¡Vamos, hagan algo! Proseguía gritando

La servidumbre rápidamente, y con algo de temor, le servían la comida y la bebida.

Lord Evan lo miraba; Angella, en cambio, no.

Majestad, tranquilízate; come con calma Le sugería su madre

¡Ya, ya, calla mujer! Tampoco es que debes decirme todo lo que debo hacer

Profería Doménico Ni que fueras mi padre para hacerte caso Agregaba riendo

¡Cerveza, más cerveza! Gritaba a la servidumbre

Giorgina respiraba para tratar de no exasperarse. Angella la miraba de reojo; y Lord

Evan, las miraba a ambas.

Todos terminaron de comer, esperaron a que Doménico-entre las palabras que

balbuceaba- terminara también de comer, y poder levantarse. Luego, Angella pide

permiso y se retira a su recámara; y Giorgina, le pide a Doménico con tranquilidad, que

se dejara dar un baño para luego descansar. El Rey Doménico, aún medio ebrio, decidió ir detrás de Angella para hablar. Angella lo miró extrañada cuando se le

apareció afuera de su recámara; quería insistentemente pasar para conversar.

Mi señor, sabes que no es prudente que visites mi alcoba; no nos hemos si quiera

unido en matrimonio aún… Argumentaba Angella casi sin mirarlo

¿Qué importa eso, mi Lady? Vamos, déjame entrar Insistía Doménico

Majestad, he dicho que no es prudente Repetía Angella colocándose nerviosa

Doménico la miraba mientras se tambaleaba un poco, le tomaba las manos y las

besaba.

Mi Lady, no sabes las ganas que poseo de tenerte; vamos, déjame entrar y

acabemos con esto de una vez por todas Expresaba Doménico tratando de entrar

Mi señor, perdóname; pero ya te he dicho que eso no puede ser. Yo más que nadie

anhela ese momento; pero debe ser al casarnos, como Dios manda Objetaba Angella

Dios ¿Cuál Dios? Dios no existe, mi Lady Inquiría sin pensar el Rey Yo si existo,

déjame pasar

¡Majestad! ¿Cómo osas blasfemar? Suficiente todo lo que nuestros pecados le

hacen a Dios; no digas esas cosas ¿Quieres tener un castigo divino, acaso? ¿Quieres

convertirte en un leproso repudiado? ¿De nada te ha servido leer las obras filosóficas y

teológicas? Interrogaba la princesa con preocupación

¡Basura, solo basura! Exclamaba Doménico; y en un arrebato, logró tomar a

Angella en sus brazos y entrar con ella en su recámara. Había rosas por doquier.

¡Majestad, por favor; de esta manera no! Yo te amo; pero nuestro amor debe

consumarse estando conscientes, no en ese estado Le gritaba Angella apartando a

Doménico con fuerza

¿Qué? ¿A caso también quieres dejarme como mi padre? ¡Vamos, dímelo! ¿Quieres

irte sin explicación alguna y dejarme sufriendo? ¿Es eso? ¡Bastante tengo con el dolor

que debo soportar con la muerte de mi padre! Objetaba Doménico medio delirante.

Sus ojos se llenaban de lágrimas, su respiración se aceleraba

No, mi señor, yo te amo; yo no pienso dejarte Respondía Angella para tratar de

calmarlo

Doménico, en un arrebato, miró a Angella con furia; y con fuerza, la golpeó en el

rostro. Ella caía en el suelo, tomándose la cara con dolor. Doménico la miraba

espantado, se miraba las manos; no creía que lo había hecho de nuevo.

¡Perdóname, mi Lady; perdóname! Exclamó Doménico mirando a Angella, y se

retiró sin más

Angella sollozaba en el suelo, sentía el dolor nuevamente en su rostro; pero algo le

dolía más: el alma. Sentía inmensamente que perdía todo lo que había construido con

amor; sentía que como mujer, ya no era amada, valorada ni respetada. Pero debía

esperar, debía seguir en pie; tomaba fuerzas del amor que siente por Doménico, y lo

utilizaba para levantarse. Esperaba que lo que tanto oraba a Dios pudiese cumplirse, y

era que Doménico, pudiera reencontrarse a sí mismo; si no, le tocaría marcharse por

un tiempo a casa de sus padres.

A la mañana siguiente, el ambiente estaba muy tenso de nuevo; el desayuno fue

silencioso, con miradas furtivas. Doménico seguía con su mismo carácter; pareciera

que no hubiese pasado nada antes. El pequeño Lord, sentía el ambiente pesado; pero

no hablaba ni emitía comentarios, por respeto a la norma. Y la Reina Giorgina, comía

un tanto angustiada, sabía –al ver el rostro de Angella- lo que había pasado; pero

actuaba con tranquilidad. Luego, Doménico para, deja de comer, se levanta de la mesa

sin decir nada; y se retira con toda normalidad. Todos lo miraron confusos; pero

siguieron desayunando, hasta que Norberto entró.

Con su permiso, alteza; afuera espera el mensajero real Anunció

Está bien; que pase Ordenó Giorgina

Norberto obedeció, e hizo pasar a Máximo; quien traía un recado para los reyes de

Fabrizzia.

¿Quién se supone que lo envía? Pregunta la Reina

Lo dejó un extraño en el puerto, alteza. Dice que viene del reino de…Lee la carta

 Agris

Un momento de tensión, ambas se miran fijamente.

¿Agris? Pregunta la Reina sorprendida frunciendo el ceño y tomando la carta

Gracias, máximo; ya se puede retirar Ordenó La Reina al mensajero; él obedeció,

le hizo una reverencia y se retiró del gran comedor

¿No es de donde…? Quiso preguntar la princesa hasta que fue interrumpida por la

Reina Giorgina. Ella le dice silenciosamente mirándola a los ojos:

Sí, sí, lo que ambas sabemos querida; pero no lo vuelvas a repetir, mucho menos en

presencia del Rey Doménico…

Evan las miraba confuso. Luego Giorgina, abre la carta con premura y lee:

“Saludos cordiales de parte de su majesta: la Reina Romina Winchester, del reino Sur

de Agris.

La presente es para informarles que, su majestad, la Reina Romina, ha tenido el

interés de invertir en la madera del reino de Fabrizzia, para comprar y producir; y así,

construir una mejor alianza para nuestros reinos. Si sus majestades confirman, la Reina

Romina los estará visitando en los próximos días, con su hermano y mano derecha, el

Marqués Alejandro Winchester; esperando ser bien atendidos y crear lazos laborales en

conjunto.

Se despide, la Reina Romina Winchester”.

La Reina Giorgina se queda enmudecida mirando aún sorprendida la carta, luego

levanta la mirada hacia un lado y dice:

No entiendo. ¿Después de todo lo acontecido… quiere venir a tratar de hacer ‘lazos’

con nuestro reino? Angella la mira también con molestia, pero disimulada. A su majestad no le va a agradar para nada la idea; pero… creo que, a la vez, es una buena

oportunidad para que nuestra economía crezca...

Angella mira con desacierto a la Reina Giorgina, que aún sabiendo de la

incomodidad de la princesa Angella y los acontecimientos pasados, piensa seriamente

dejar que la Reina Romina visite el castillo de nuevo. Quiere emitir su opinión, pero

decide reservársela.

…Sé que quizás no parece una buena idea; pero creo que nuestra economía también

importa. De igual forma, creo que lo pasado es eso ¿no? Pasado… Prosigue la Reina

de modo reflexiva.

La princesa Angella respira profundo.

…Sí, claro… ‘pasado’ Responde la princesa girando sus ojos hacia arriba en señal

de no estar de acuerdo. La princesa Angella guarda las cosas y prefiere callar, siempre

hace lo mismo.

Bueno, me toca hablar con el Rey, yo misma le avisaré Agrega la Reina

levantándose y retirándose con paso vacilante.

Angella también se levanta, camina hasta la ventana; y vuelve a respirar hondo

mientras rechinan sus dientes con la mirada puesta en el soleado día.

Al cabo de unas horas, la Reina Giorgina, sale de la sala de reuniones, y ordena

llamar a Máximo con premura.

Aquí estoy, mi señora Responde Máximo con una reverencia apersonándose

Ve al puerto, lleva este recado, y que lo envíen al Reino sur de Agris cuanto antes

Ordena la Reina dándole la carta a Máximo

Como ordene, alteza Responde el mensajero; toma la carta y se retira a realizar la

orden.

La Reina Giorgina, miraba por la ventana a Doménico, que enseñaba al pequeño

Lord Evan a manejar las espadas; analizaba en qué momento oportuno conversar con

él sobre la venida de la Reina Romina al castillo. Debía estar preparada para hablar con

él.

***

Un día después.

Eran las tres de la tarde, y la Reina Giorgina, iba al hermoso jardín trasero del

castillo para disfrutar de su té de la tarde bajo el techo de la glorieta, que evitaba le

pegara el sol. El sirviente le trae las tazas con el té, azúcar, y algunas galletas de

chocolate para acompañar. La Reina, que sabía y amaba el protocolo, tomó la servilleta

de tela con bordes dorados, la extendió sobre sus piernas, tomó el té que le habían

servido, le agregó dos cucharadas de azúcar-como siempre-, le colocó tres gotas de un

extraño medicamento-como acostumbraba-, meneó el contenido delicadamente con

una pequeña cucharilla, la devolvió a la mesa, y se dispuso a tomar finamente su taza

de té de las tres de la tarde. El día estaba un poco soleado, y el verde de la grama y de

los arbustos del hermoso jardín hacían juego con su vestido; de igual forma que el azul

del cielo contrastaba con sus bellísimos ojos. El Rey Doménico se acercaba con paso lento, se sentó en el otro puesto sobrante junto a su madre y le preguntó con

indiferencia:

¿Qué pasa ahora? Aquí estoy…

La Reina, tomando la jarra, le sirve té al Rey Doménico, le agrega una cucharada de

azúcar, se lo revuelve con delicadeza, se lo coloca en el plato y le exclama sonriente:

¡Como a ti te gusta! Mientras que el Rey, dando una tenue sonrisa irónica, le

responde:

Sí, sé que me conoces muy bien, madre Y espera a que ella lo interrogue.

Mi Rey, sabes que he estado pensando un poco en el negocio y la economía de

nuestro reino… Sé que tú estás haciendo hasta la imposible; pero… siento que también

hay que ir más allá, tomar en cuenta otros que quieran invertir, y sobretodo… olvidar

el pasado…

El Rey Doménico frunce el ceño sin comprender muy bien a dónde quiere llegar su

madre.

…Porque hay que pensar en la gente del pueblo, en sus hijos, en las importaciones y

exportaciones… Nosotros siempre hemos sido una familia de buenos valores, y eso tú

lo sabes muy bien, mi señor. Siempre hemos… La Reina Giorgina es interrumpida por

su hijo, quien ya hartándose de la habladuría de su madre, le dice tajante:

Al grano, madre ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué quieres decirme? Sabes que no me

gusta que me vengas con rodeos y cuentos absurdos…

Majestad, es que no me dejas terminar… Dice la Reina de cuartada, y luego

prosigue mientras toma un sorbo de té: Bueno, ayer llegó una carta de un reino;

quieren invertir y hacer negocios con nosotros, y pues me pareció una estupenda

idea

Doménico se acomoda en su silla, se le acerca fijamente a su madre y le pregunta

bajo y lentamente:

¿Qué reino, madre?

La reina vuelve a tomar otro sorbo de té y respira hondo.

Eh… es un reino que ambos conocemos hijo, y… me pareció una iniciativa buena

para el negocio; es más, creo que… Es interrumpida de nuevo. Doménico, que ya

sabía por dónde venía todo, frunciendo más el ceño y tomando por el brazo a su

madre le dice serio y delicadamente a los ojos:

¡Madre! ¿Qué-reino-es?

La reina, lo mira decidida a los ojos, preparada para el nuevo berrinche de su hijo le

responde sin temor:

Agris

¡Lo sabía! Responde el Rey Doménico mientras golpea la mesa y se levanta

irascible

La Reina, que ya estaba preparada psicológicamente para ese momento, se levanta

y trata de explicar:

Mi señor, por favor te calmas, sé que quizás no parece una buena idea; pero créeme

que lo hago por el bien del reino y de nuestro castillo…

Si, madre, por el bien del reino, del castillo, de los lujos… Pero ¿Se te ha olvidado lo

que esa mujer hizo a nuestra familia? Comienza a interrogar Doménico.

Claro que no me he olvidado de eso, lo tengo muy en claro; pero insisto, es por el

bien del reino. Necesitamos estabilizar la economía de Fabrizzia, mi señor. Sabes muy

bien que ya muchos han renunciado al negocio y muchos ya no quieren nada con

nosotros… Tienes que pensar en eso también Explica la reina comenzando a

levantar su voz.

¡Me vale un corcho la economía! ¡Ya yo estoy harto de todo esto! Estoy harto del

reino, de los comerciantes, de que Lady Angella y tú estén en contra de mis decisiones

y no me entiendan… Además de que siempre quieras hacer lo que te plazca con el

reino Responde muy molesto  ¿Sabes qué? Está bien, hagan lo que quieran, que

venga Romina de nuevo a este castillo; pero absténganse a las consecuencias Agrega

mientras voltea para retirarse.

¡Doménico! Exclama la Reina tomando a Doménico por el brazo. Él la suelta con

rabia y le contesta sarcásticamente:

¿Qué, madre? ¿O quizás deba llamarte, Majestad?

No me hables así. Mi Rey, sabes muy bien que mi regencia aquí tiene sus días

contados Agrega la Reina con un tono de melancolía.

Pero no pareciera madre. Desde hace ya casi dos años que soy oficialmente el Rey

de Fabrizzia, pero que sólo hace lo que su madre le pide… ¿Acaso crees que no puedo

gobernar bien, madre? ¿Es eso? ¿Crees que no soy capaz de llevar adelante por mi

cuenta a Fabrizzia? Cuestiona Doménico a su madre. El ambiente se torna tenso. El

sol comienza a ocultarse lentamente.

La Reina lo mira fijamente, piensa bien lo que quiere responderle. Doménico es el

Rey de Fabrizzia; pero al ser muy joven aún para gobernar solo -debido al estatuto- le

toca gobernar apoyado de los consejos de su madre.

Mi Rey, es que… después de la muerte de tu padre, todo ha sido diferente ahora,

¿No lo notas? No eres el mismo Doménico de hace casi dos años, a veces no te

reconozco hijo… Agrega la Reina con tristeza y sus ojos tornándose aguados. El clima

se empezaba a tornar un tanto nublado; en el cielo se veían acercándose algunas

nubes grises amenazando con llover.

Claro… ¿Ya ves? Tú y todo el mundo dice lo mismo, que soy ‘diferente ahora’; quizás

era necesario entonces Hace una pausa, respira Y creo que las cosas seguirán

cambiando, madre, porque ‘yo soy el Rey ahora’ Concluye Doménico con rudeza

mientras se retira sin mirar atrás.

¡Majestad! ¡Espera, por favor! ¡Doménico! Exclama la Reina Giorgina mientras ve

a su hijo alejarse hacia el castillo. Ella estaba preparada para ese momento; pero ver a

su hijo sufrir nunca tendrá remedio. Siente espinas atravesando su garganta mientrastraga saliva para intentar no llorar del dolor; sus hijos son la joya más valiosa que tiene,

y perderlos tan pronto, sería el castigo perpetuo que sufriría su alma.

Mientras tanto, la princesa Angella, veía toda la escena del jardín desde su

habitación en una de las torres; se sentía un tanto melancólica y triste. Angella se

dirige hacia el espejo de su habitación, se ve frente a frente y siente por un momento

no querer vivir. En su mente comienzan a rondarle pensamientos suicidas, locos; cree

que tanto amor reservado dentro de sí no sirve para nada si no es valorado. Tuvo que

irse de su hogar, dejar su familia por amor, y ahora, sentirse una inútil con el mismo

hombre que antes le prometió todo en la vida. Angella comienza a quitarse sus

prendas y a desvestirse lentamente frente al espejo hasta quedar totalmente desnuda;

porque así se siente, desnuda, sin nada. Luego se recoge su cabellera y va hacia su

bañera, se mete con parsimonia en ella para echarse un baño caliente; se queda allí,

quieta, reflexiva, acostada y casi hundida en el agua, viendo el techo de la habitación

imaginando que flota como una de las burbujas que salen de la bañera.

***

Majestad ¿Hoy si me enseñarás a montar a caballo? Le pregunta el pequeño Lord

Evan a Doménico, mientras entraba al castillo con premura y con cara enojada

No, Evan; para hoy tampoco será Responde Doménico indiferente esquivándolo

para subir las escaleras

Pero dijiste que hoy… Balbuceó Evan mientras Doménico se retiraba y lo dejaba

hablando solo.

Doménico subió de nuevo a la habitación donde le gustaba drenar su rabia y

molestia; se encontraba de nuevo lanzando cosas por doquier para tratar de

tranquilizarse. Quería gobernar a su modo; pero los deseos absurdos de su madre se lo

impedían. Sabía que ella aún tenía la corona y que le tocaba compartir el reinando de

Fabrizzia; pero no soportaba que quisiera hacer todo sólo a su manera. Después de

estar un rato observando el retrato en la pared de su padre junto a sus padres, decidió

bajar decidido.

¡Vamos Centauro! Es hora de dar una vuelta al bosque Le habla Doménico a su

caballo negro dándole una palmada.

Se encontraba en la caballeriza, tomando a Centauro para montarlo e ir a cabalgar

al bosque cercano del castillo para terminar de drenar su molestia.

Mi señor, creo que se avecina una lluvia ¿Saldrá así? Pregunta Clemente, el

sirviente encargado de la caballeriza.

Creo que puedo hacer con mi caballo lo que se me plazca ¿No crees? Le contesta

Doménico atorrante. El sirviente le hizo una reverencia y se apartó. Al parecer la

terquedad del Rey Doménico es más grande que el clima lluvioso. Doménico montó su

caballo y se alzó a trote fuerte hasta el bosque con otra tormenta estallando dentro de sí.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo