Las semanas fueron pasando, y en el castillo, seguían llegando cartas de quejas
sobre los altos impuestos a los pobladores; además de otro lejano reino, rechazando los negocios con el reino de Fabrizzia. La Reina Giorgina, seguía confiando en que algún reino pudiera negociar; a pesar de volver a recaer unos días, extrañamente enferma, insistía en seguir confiando en Dios. Cuando cayó enferma esos dos días, a nadie quiso contarle para que no se preocuparan por ella. Ni Ausven, el pequeño reino vecino, de donde provenía la Reina Giorgina, quería hacer pactos con el reino de Fabrizzia. Giorgina, era hija de nobles: Lord Francis Bacon, Conde y tercer hermano del Rey Felipe II; y Minerva De Bacon, hija de un Marqués de la corte real de Ausven. Fue un acuerdo del Rey Felipe, en que Giorgina, se pudiera unir en matrimonio con el difunto Rey Esteban -Príncipe heredero de Fabrizzia en aquél entonces- para mantener la descendencia de nobles entre los dos reinos. Lady Minerva, la madre de Giorgina, falleció -repentinamente- tiempo después de haberse mudado Giorgina a Fabrizzia; y suponían que era causa de un extraño bulto que tenía en uno de sus senos. La princesa Angella, pasaba sus días bordando, tejiendo, entre los rosales del jardín trasero del castillo; además de pasar bastante tiempo en el gran salón haciendo algo que le apasionaba muchísimo, pero que tenía muy oculto. La princesa Angella, era hija de los reyes: Dovico Marino y Ariana De Marino, gobernantes del reino de Gavis; quienes antes de la muerte del difunto Esteban, habían acordado unir en matrimonio al entonces príncipe Doménico con la princesa Angella, después de visitarles en Gavis y exportarles madera de Fabrizzia. El pequeño Lord Evan, pasaba sus días entretenido con su nodriza, jugando por todas partes, aprendiendo a montar a caballo y a usar las espadas como próximo candidato heredero al trono; igual que sus intensas clases de música, idioma, letras, filosofía, cortesía, religión y matemáticas… Ardua labor le tocaba al pequeño Lord cada semana. El Rey Doménico, pasaba sus días casi siempre encerrado, algunas veces enseñaba al Lord con las espadas, otras veces salía con su amigo cercano a escondidas para distraerse; y otras, amanecía con su sangre llena de ira y queriendo drenar su molestia con cualquier cosa o persona. Muchas veces eran los sirvientes a quienes les tocaba tolerar o soportar los tratos sin compasión de Doménico; y había otras veces, en que su propia familia pagaba consecuencias, como Angella. Un día por la noche, la Reina Giorgina, la princesa Angella y Lord Evan, cenaban en el gran comedor; y el Rey Doménico, llegaba algo histérico y pasado de copas. ¿Qué se supone que hacen? Preguntaba Doménico medio tambaleándose Mi Rey, empezamos a comer sin ti porque no sabíamos a qué hora podrías llegar Explicó su madre No me importa ¿Acaso son ustedes más importantes que yo? Hablaba Doménico La Reina Giorgina miraba a Angella. Mi señor, nadie ha dicho que seamos o no más importante que tú Respondió con tranquilidad Giorgina Mejor tranquilízate y ven a comer con nosotros Agregó ¡Claro que me voy a sentar a comer! Exclamaba sin sentido ¿Dónde está la servidumbre que no me viene a servir? ¡Vamos, hagan algo! Proseguía gritando La servidumbre rápidamente, y con algo de temor, le servían la comida y la bebida. Lord Evan lo miraba; Angella, en cambio, no. Majestad, tranquilízate; come con calma Le sugería su madre ¡Ya, ya, calla mujer! Tampoco es que debes decirme todo lo que debo hacer Profería Doménico Ni que fueras mi padre para hacerte caso Agregaba riendo ¡Cerveza, más cerveza! Gritaba a la servidumbre Giorgina respiraba para tratar de no exasperarse. Angella la miraba de reojo; y Lord Evan, las miraba a ambas. Todos terminaron de comer, esperaron a que Doménico-entre las palabras que balbuceaba- terminara también de comer, y poder levantarse. Luego, Angella pide permiso y se retira a su recámara; y Giorgina, le pide a Doménico con tranquilidad, que se dejara dar un baño para luego descansar. El Rey Doménico, aún medio ebrio, decidió ir detrás de Angella para hablar. Angella lo miró extrañada cuando se le apareció afuera de su recámara; quería insistentemente pasar para conversar. Mi señor, sabes que no es prudente que visites mi alcoba; no nos hemos si quiera unido en matrimonio aún… Argumentaba Angella casi sin mirarlo ¿Qué importa eso, mi Lady? Vamos, déjame entrar Insistía Doménico Majestad, he dicho que no es prudente Repetía Angella colocándose nerviosa Doménico la miraba mientras se tambaleaba un poco, le tomaba las manos y las besaba. Mi Lady, no sabes las ganas que poseo de tenerte; vamos, déjame entrar y acabemos con esto de una vez por todas Expresaba Doménico tratando de entrar Mi señor, perdóname; pero ya te he dicho que eso no puede ser. Yo más que nadie anhela ese momento; pero debe ser al casarnos, como Dios manda Objetaba Angella Dios ¿Cuál Dios? Dios no existe, mi Lady Inquiría sin pensar el Rey Yo si existo, déjame pasar ¡Majestad! ¿Cómo osas blasfemar? Suficiente todo lo que nuestros pecados le hacen a Dios; no digas esas cosas ¿Quieres tener un castigo divino, acaso? ¿Quieres convertirte en un leproso repudiado? ¿De nada te ha servido leer las obras filosóficas y teológicas? Interrogaba la princesa con preocupación ¡Basura, solo basura! Exclamaba Doménico; y en un arrebato, logró tomar a Angella en sus brazos y entrar con ella en su recámara. Había rosas por doquier. ¡Majestad, por favor; de esta manera no! Yo te amo; pero nuestro amor debe consumarse estando conscientes, no en ese estado Le gritaba Angella apartando a Doménico con fuerza ¿Qué? ¿A caso también quieres dejarme como mi padre? ¡Vamos, dímelo! ¿Quieres irte sin explicación alguna y dejarme sufriendo? ¿Es eso? ¡Bastante tengo con el dolor que debo soportar con la muerte de mi padre! Objetaba Doménico medio delirante. Sus ojos se llenaban de lágrimas, su respiración se aceleraba No, mi señor, yo te amo; yo no pienso dejarte Respondía Angella para tratar de calmarlo Doménico, en un arrebato, miró a Angella con furia; y con fuerza, la golpeó en el rostro. Ella caía en el suelo, tomándose la cara con dolor. Doménico la miraba espantado, se miraba las manos; no creía que lo había hecho de nuevo. ¡Perdóname, mi Lady; perdóname! Exclamó Doménico mirando a Angella, y se retiró sin más Angella sollozaba en el suelo, sentía el dolor nuevamente en su rostro; pero algo le dolía más: el alma. Sentía inmensamente que perdía todo lo que había construido con amor; sentía que como mujer, ya no era amada, valorada ni respetada. Pero debía esperar, debía seguir en pie; tomaba fuerzas del amor que siente por Doménico, y lo utilizaba para levantarse. Esperaba que lo que tanto oraba a Dios pudiese cumplirse, y era que Doménico, pudiera reencontrarse a sí mismo; si no, le tocaría marcharse por un tiempo a casa de sus padres. A la mañana siguiente, el ambiente estaba muy tenso de nuevo; el desayuno fue silencioso, con miradas furtivas. Doménico seguía con su mismo carácter; pareciera que no hubiese pasado nada antes. El pequeño Lord, sentía el ambiente pesado; pero no hablaba ni emitía comentarios, por respeto a la norma. Y la Reina Giorgina, comía un tanto angustiada, sabía –al ver el rostro de Angella- lo que había pasado; pero actuaba con tranquilidad. Luego, Doménico para, deja de comer, se levanta de la mesa sin decir nada; y se retira con toda normalidad. Todos lo miraron confusos; pero siguieron desayunando, hasta que Norberto entró. Con su permiso, alteza; afuera espera el mensajero real Anunció Está bien; que pase Ordenó Giorgina Norberto obedeció, e hizo pasar a Máximo; quien traía un recado para los reyes de Fabrizzia. ¿Quién se supone que lo envía? Pregunta la Reina Lo dejó un extraño en el puerto, alteza. Dice que viene del reino de…Lee la carta Agris Un momento de tensión, ambas se miran fijamente. ¿Agris? Pregunta la Reina sorprendida frunciendo el ceño y tomando la carta Gracias, máximo; ya se puede retirar Ordenó La Reina al mensajero; él obedeció, le hizo una reverencia y se retiró del gran comedor ¿No es de donde…? Quiso preguntar la princesa hasta que fue interrumpida por la Reina Giorgina. Ella le dice silenciosamente mirándola a los ojos: Sí, sí, lo que ambas sabemos querida; pero no lo vuelvas a repetir, mucho menos en presencia del Rey Doménico… Evan las miraba confuso. Luego Giorgina, abre la carta con premura y lee: “Saludos cordiales de parte de su majesta: la Reina Romina Winchester, del reino Sur de Agris. La presente es para informarles que, su majestad, la Reina Romina, ha tenido el interés de invertir en la madera del reino de Fabrizzia, para comprar y producir; y así, construir una mejor alianza para nuestros reinos. Si sus majestades confirman, la Reina Romina los estará visitando en los próximos días, con su hermano y mano derecha, el Marqués Alejandro Winchester; esperando ser bien atendidos y crear lazos laborales en conjunto. Se despide, la Reina Romina Winchester”. La Reina Giorgina se queda enmudecida mirando aún sorprendida la carta, luego levanta la mirada hacia un lado y dice: No entiendo. ¿Después de todo lo acontecido… quiere venir a tratar de hacer ‘lazos’ con nuestro reino? Angella la mira también con molestia, pero disimulada. A su majestad no le va a agradar para nada la idea; pero… creo que, a la vez, es una buena oportunidad para que nuestra economía crezca... Angella mira con desacierto a la Reina Giorgina, que aún sabiendo de la incomodidad de la princesa Angella y los acontecimientos pasados, piensa seriamente dejar que la Reina Romina visite el castillo de nuevo. Quiere emitir su opinión, pero decide reservársela. …Sé que quizás no parece una buena idea; pero creo que nuestra economía también importa. De igual forma, creo que lo pasado es eso ¿no? Pasado… Prosigue la Reina de modo reflexiva. La princesa Angella respira profundo. …Sí, claro… ‘pasado’ Responde la princesa girando sus ojos hacia arriba en señal de no estar de acuerdo. La princesa Angella guarda las cosas y prefiere callar, siempre hace lo mismo. Bueno, me toca hablar con el Rey, yo misma le avisaré Agrega la Reina levantándose y retirándose con paso vacilante. Angella también se levanta, camina hasta la ventana; y vuelve a respirar hondo mientras rechinan sus dientes con la mirada puesta en el soleado día. Al cabo de unas horas, la Reina Giorgina, sale de la sala de reuniones, y ordena llamar a Máximo con premura. Aquí estoy, mi señora Responde Máximo con una reverencia apersonándose Ve al puerto, lleva este recado, y que lo envíen al Reino sur de Agris cuanto antes Ordena la Reina dándole la carta a Máximo Como ordene, alteza Responde el mensajero; toma la carta y se retira a realizar la orden. La Reina Giorgina, miraba por la ventana a Doménico, que enseñaba al pequeño Lord Evan a manejar las espadas; analizaba en qué momento oportuno conversar con él sobre la venida de la Reina Romina al castillo. Debía estar preparada para hablar con él. *** Un día después. Eran las tres de la tarde, y la Reina Giorgina, iba al hermoso jardín trasero del castillo para disfrutar de su té de la tarde bajo el techo de la glorieta, que evitaba le pegara el sol. El sirviente le trae las tazas con el té, azúcar, y algunas galletas de chocolate para acompañar. La Reina, que sabía y amaba el protocolo, tomó la servilleta de tela con bordes dorados, la extendió sobre sus piernas, tomó el té que le habían servido, le agregó dos cucharadas de azúcar-como siempre-, le colocó tres gotas de un extraño medicamento-como acostumbraba-, meneó el contenido delicadamente con una pequeña cucharilla, la devolvió a la mesa, y se dispuso a tomar finamente su taza de té de las tres de la tarde. El día estaba un poco soleado, y el verde de la grama y de los arbustos del hermoso jardín hacían juego con su vestido; de igual forma que el azul del cielo contrastaba con sus bellísimos ojos. El Rey Doménico se acercaba con paso lento, se sentó en el otro puesto sobrante junto a su madre y le preguntó con indiferencia: ¿Qué pasa ahora? Aquí estoy… La Reina, tomando la jarra, le sirve té al Rey Doménico, le agrega una cucharada de azúcar, se lo revuelve con delicadeza, se lo coloca en el plato y le exclama sonriente: ¡Como a ti te gusta! Mientras que el Rey, dando una tenue sonrisa irónica, le responde: Sí, sé que me conoces muy bien, madre Y espera a que ella lo interrogue. Mi Rey, sabes que he estado pensando un poco en el negocio y la economía de nuestro reino… Sé que tú estás haciendo hasta la imposible; pero… siento que también hay que ir más allá, tomar en cuenta otros que quieran invertir, y sobretodo… olvidar el pasado… El Rey Doménico frunce el ceño sin comprender muy bien a dónde quiere llegar su madre. …Porque hay que pensar en la gente del pueblo, en sus hijos, en las importaciones y exportaciones… Nosotros siempre hemos sido una familia de buenos valores, y eso tú lo sabes muy bien, mi señor. Siempre hemos… La Reina Giorgina es interrumpida por su hijo, quien ya hartándose de la habladuría de su madre, le dice tajante: Al grano, madre ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué quieres decirme? Sabes que no me gusta que me vengas con rodeos y cuentos absurdos… Majestad, es que no me dejas terminar… Dice la Reina de cuartada, y luego prosigue mientras toma un sorbo de té: Bueno, ayer llegó una carta de un reino; quieren invertir y hacer negocios con nosotros, y pues me pareció una estupenda idea Doménico se acomoda en su silla, se le acerca fijamente a su madre y le pregunta bajo y lentamente: ¿Qué reino, madre? La reina vuelve a tomar otro sorbo de té y respira hondo. Eh… es un reino que ambos conocemos hijo, y… me pareció una iniciativa buena para el negocio; es más, creo que… Es interrumpida de nuevo. Doménico, que ya sabía por dónde venía todo, frunciendo más el ceño y tomando por el brazo a su madre le dice serio y delicadamente a los ojos: ¡Madre! ¿Qué-reino-es? La reina, lo mira decidida a los ojos, preparada para el nuevo berrinche de su hijo le responde sin temor: Agris ¡Lo sabía! Responde el Rey Doménico mientras golpea la mesa y se levanta irascible La Reina, que ya estaba preparada psicológicamente para ese momento, se levanta y trata de explicar: Mi señor, por favor te calmas, sé que quizás no parece una buena idea; pero créeme que lo hago por el bien del reino y de nuestro castillo… Si, madre, por el bien del reino, del castillo, de los lujos… Pero ¿Se te ha olvidado lo que esa mujer hizo a nuestra familia? Comienza a interrogar Doménico. Claro que no me he olvidado de eso, lo tengo muy en claro; pero insisto, es por el bien del reino. Necesitamos estabilizar la economía de Fabrizzia, mi señor. Sabes muy bien que ya muchos han renunciado al negocio y muchos ya no quieren nada con nosotros… Tienes que pensar en eso también Explica la reina comenzando a levantar su voz. ¡Me vale un corcho la economía! ¡Ya yo estoy harto de todo esto! Estoy harto del reino, de los comerciantes, de que Lady Angella y tú estén en contra de mis decisiones y no me entiendan… Además de que siempre quieras hacer lo que te plazca con el reino Responde muy molesto ¿Sabes qué? Está bien, hagan lo que quieran, que venga Romina de nuevo a este castillo; pero absténganse a las consecuencias Agrega mientras voltea para retirarse. ¡Doménico! Exclama la Reina tomando a Doménico por el brazo. Él la suelta con rabia y le contesta sarcásticamente: ¿Qué, madre? ¿O quizás deba llamarte, Majestad? No me hables así. Mi Rey, sabes muy bien que mi regencia aquí tiene sus días contados Agrega la Reina con un tono de melancolía. Pero no pareciera madre. Desde hace ya casi dos años que soy oficialmente el Rey de Fabrizzia, pero que sólo hace lo que su madre le pide… ¿Acaso crees que no puedo gobernar bien, madre? ¿Es eso? ¿Crees que no soy capaz de llevar adelante por mi cuenta a Fabrizzia? Cuestiona Doménico a su madre. El ambiente se torna tenso. El sol comienza a ocultarse lentamente. La Reina lo mira fijamente, piensa bien lo que quiere responderle. Doménico es el Rey de Fabrizzia; pero al ser muy joven aún para gobernar solo -debido al estatuto- le toca gobernar apoyado de los consejos de su madre. Mi Rey, es que… después de la muerte de tu padre, todo ha sido diferente ahora, ¿No lo notas? No eres el mismo Doménico de hace casi dos años, a veces no te reconozco hijo… Agrega la Reina con tristeza y sus ojos tornándose aguados. El clima se empezaba a tornar un tanto nublado; en el cielo se veían acercándose algunas nubes grises amenazando con llover. Claro… ¿Ya ves? Tú y todo el mundo dice lo mismo, que soy ‘diferente ahora’; quizás era necesario entonces Hace una pausa, respira Y creo que las cosas seguirán cambiando, madre, porque ‘yo soy el Rey ahora’ Concluye Doménico con rudeza mientras se retira sin mirar atrás. ¡Majestad! ¡Espera, por favor! ¡Doménico! Exclama la Reina Giorgina mientras ve a su hijo alejarse hacia el castillo. Ella estaba preparada para ese momento; pero ver a su hijo sufrir nunca tendrá remedio. Siente espinas atravesando su garganta mientrastraga saliva para intentar no llorar del dolor; sus hijos son la joya más valiosa que tiene, y perderlos tan pronto, sería el castigo perpetuo que sufriría su alma. Mientras tanto, la princesa Angella, veía toda la escena del jardín desde su habitación en una de las torres; se sentía un tanto melancólica y triste. Angella se dirige hacia el espejo de su habitación, se ve frente a frente y siente por un momento no querer vivir. En su mente comienzan a rondarle pensamientos suicidas, locos; cree que tanto amor reservado dentro de sí no sirve para nada si no es valorado. Tuvo que irse de su hogar, dejar su familia por amor, y ahora, sentirse una inútil con el mismo hombre que antes le prometió todo en la vida. Angella comienza a quitarse sus prendas y a desvestirse lentamente frente al espejo hasta quedar totalmente desnuda; porque así se siente, desnuda, sin nada. Luego se recoge su cabellera y va hacia su bañera, se mete con parsimonia en ella para echarse un baño caliente; se queda allí, quieta, reflexiva, acostada y casi hundida en el agua, viendo el techo de la habitación imaginando que flota como una de las burbujas que salen de la bañera. *** Majestad ¿Hoy si me enseñarás a montar a caballo? Le pregunta el pequeño Lord Evan a Doménico, mientras entraba al castillo con premura y con cara enojada No, Evan; para hoy tampoco será Responde Doménico indiferente esquivándolo para subir las escaleras Pero dijiste que hoy… Balbuceó Evan mientras Doménico se retiraba y lo dejaba hablando solo. Doménico subió de nuevo a la habitación donde le gustaba drenar su rabia y molestia; se encontraba de nuevo lanzando cosas por doquier para tratar de tranquilizarse. Quería gobernar a su modo; pero los deseos absurdos de su madre se lo impedían. Sabía que ella aún tenía la corona y que le tocaba compartir el reinando de Fabrizzia; pero no soportaba que quisiera hacer todo sólo a su manera. Después de estar un rato observando el retrato en la pared de su padre junto a sus padres, decidió bajar decidido. ¡Vamos Centauro! Es hora de dar una vuelta al bosque Le habla Doménico a su caballo negro dándole una palmada. Se encontraba en la caballeriza, tomando a Centauro para montarlo e ir a cabalgar al bosque cercano del castillo para terminar de drenar su molestia. Mi señor, creo que se avecina una lluvia ¿Saldrá así? Pregunta Clemente, el sirviente encargado de la caballeriza. Creo que puedo hacer con mi caballo lo que se me plazca ¿No crees? Le contesta Doménico atorrante. El sirviente le hizo una reverencia y se apartó. Al parecer la terquedad del Rey Doménico es más grande que el clima lluvioso. Doménico montó su caballo y se alzó a trote fuerte hasta el bosque con otra tormenta estallando dentro de sí.Estando en el bosque, se bajó, amarró a Centauro a un árbol y se acercó al río que estaba a unos metros. Tomó un momento para respirar y ver el paisaje, lanzó piedras al río, se quitó su capa y la lanzó al suelo mientras veía al cielo, esperando que su padre estuviera allí para aconsejarle qué hacer. Se sentía muy vulnerable de nuevo y el cielo contemplaba su fragilidad, lo quebrantable y débil que podía ser; se dejaba ver desnudo por lo divino que existía en algún lugar de aquel grisáceo cielo ¿A quién podría gritarle sus penas si insistía en no creer en algún Dios? ¿Cómo reclamar algo si no tenía a quien? Solo veía su propio reflejo meneándose sobre el agua, y podía distinguir que, ése que contemplaba en el agua era el verdadero Doménico. En ese segundo, volvió a levantar su mirada al cielo y entre súplicas exclamaba:¡Oh, Dios, que de mi memoria he decidido borrar, que de mi vida he decidido apartar, dame una señal y dime por qué te llevaste a mi padre! ¡Dime
La noche iba avanzando, eran casi las diez y la Reina Giorgina se encontraba aún en la sala con Angella, preocupadas, esperando el hallazgo de Doménico sano y salvo. El pequeño Evan ya estaba en su recámara descansando. La Reina Giorgina estaba consciente que desde que Doménico comenzó a actuar diferente, la gente del reino, e incluso de fuera, le habían tomado disgusto; muchos han intentado matarlo desde hace meses, y ella no quería que ésta fuera una de esas venganzas. En ese segundo, llega Norberto, uno de los mayordomos, y la Reina se le acelera el corazón.Permiso, alteza. El Duque Lorenzo D´Luca con su esposa esperan afuera Dice Norberto.¿A ésta hora? Se pregunta Está bien. Hazlos pasar Afirma la Reina con cara de no esperarlos. El mayordomo Norberto hace una reverencia y se retira.¡Buenas noches, alteza! Saluda el Duque Lorenzo D´Luca a la Reina Giorgina con una leve reverencia. Su esposa, la Duquesa Cecilia, repite el mismo gesto.¡Buenas noch
Al día siguiente, la mañana estaba soleada. En el castillo, la Reina firmaba las cartas para ser entregadas a la corte real, avisando sobre la reunión de negocios con la Reina Romina Winchester al día próximo por la mañana. Se encontraba en la sala de reuniones con el Marqués Gerónimo Vascot, Canciller Real y amigo de Doménico.¿Y cómo se encuentra la señorita Anabella? Pregunta la Reina Giorgina tomando un sorbo de té y mirándolo de reojo.Ya mejor, alteza, gracias. Ahorita está en el reino de Ausven visitando a sus padresResponde el Marqués GerónimoEntiendo. ¿Y… aún tienen controversia con usted por el casamiento? Prosigue la Reina con desdén No, alteza, creo que ya han aceptado que su hija, se haya enamorado de un Marquesado al que odian… Contesta tomando un sorbo de vino y echando un vistazo por la ventana al cielo azul.…Si, eso, y que detestan también que su hija sea esposa de un hombre que trabaja para el Rey que también tanto odian, como muchos
¡Oh; pero miren quiénes llegaron! ¡Rubio y Gruñón! Exclama Ralph, el posadero y dueño de La Madera ¡Vamos, pasen adelante! ¿Lo mismo de siempre, no?Si Barba larga, lo mismo de siempre, gracias Contesta el Marqués Gerónimo mientras se sientan con disimulo junto a la barra. Ralph, apodado ‘Barba larga’, era obeso, tenía una gran barba negra, calvo y un diente de oro. ¡Saida, dos cervezas para la barra! ¡Y trae galletas de almendras! ¡Tenemos invitados! Le grita Ralph a su esposa. Luego agrega animado: Tiempo sin venir ¿Desean algo más? La casa pagaNo Barba larga, no hay problema. Solo venimos a conversar un poco; ya sabes cómo es todo con esto del… Ve a los lados y dice sigiloso: ReinoBueno, sí, es cierto. ¿Y tú, gruñón, estás bien? Ayer todo el pueblo hablaba sobre tu secuestro; incluso decían que ya hasta habías muerto… Comenta Ralph; luego es silenciado por el Marqués Gerónimo.Disculpen Baja la voz Yo no creí nada de eso, porque muchas vece
Se acercaba la noche, y la Reina Giorgina esperaba con Doménico y Evan en el vestíbulo, junto a los sirvientes y los guardias. El vestíbulo era un espacio amplio, lleno de pinturas, esculturas, candelabros por todos lados, una alfombra roja, ventanales gigantes con cortinas y un gran candelabro central que guindaba del techo; habían colocado flores para decorar y música para deleitar la bienvenida. Además, al fondo, resaltaba en la pared el escudo real de Fabrizzia. Su interior era azul con rojo, y había dos espadas entrecruzadas; arriba una ‘F’ grande, y abajo, un árbol. Así mismo, el escudo era adornado con arabescos en sus puntas y una corona dorada; en lo alto llevaba escrito: “Regnum Fabrizzia” y en la parte inferior su lema: “Bene Semper Vincit”.Mi señor ¿Sabes por qué la princesa Angella aún no baja? Pregunta la Reina a su hijoNo tengo idea, madre Responde a secasEvan, hijo; te he dicho que te acomodes el cabello Le comenta la Reina al pequeño L
Ya eran cerca de las diez de la noche, todos estaban en sus recámaras, el castillo estaba a oscuras, iluminado sólo con la luz de la luna que brillaba en lo alto del cielo.De pronto, se abre una de las puertas de las recámaras, una sombra se veía caminar por uno de los pasillos que daban hacia la torre este; era Romina, que se dirigía sospechosa a la habitación del Rey Doménico. Una sombra extra, aguardaba detrás de ella siguiendo sus pasos.¡Maldición, los guardias! Se exclama Romina al ver que un guardia vigilaba el pasillo. Piensa un momento y sigue caminando hasta él.Buenas noches Saluda Romina al guardia con gentilezaBuenas noches, alteza ¿A dónde se dirige? ¿Necesita algo? Pregunta con amabilidad el guardia.Eh… si. Venía a entregarle un recado muy importante al Rey Doménico; pero me da vergüenza entrar a estas horas de la noche. Además, no sé si estará ya descansando… Explica ellaSi, el Rey Doménico ya ha de estar durmiendo, si quiere me deja e
A la mañana siguiente, después del desayuno, estaban situados todos en la sala central tomando vino. La princesa Angella se pernoctaba muy tensa, el Rey Doménico más serio de lo común, y la Reina seguía con buen temple; mientras que Romina y Alejandro, se hallaban como si nada hubiese pasado antes. El pequeño Lord se encontraba con la nodriza en los jardines.-Gracias- Agradece Romina cuando le entregan el vino -Huele muy bien-comenta-¿Y cómo pasaron la noche?- Le pregunta la Reina Giorgina a los invitados-Yo la pasé de maravilla- Responde Romina con impudor mientras tomaba un sorbo de vino Angella mira molesta a otro lado recordando el episodio de la noche anterior. Doménico ve a Romina frunciendo el ceño.-Que gusto. Fue una noche estupenda. Nuestro castillo es agradable y siempre tratamos de que nuestros visitantes se sientan cómodos- Comenta la Reina Giorginacon cortesía-Para mí fue una noche incómoda; no pude conciliar bien el sueño- Responde de pronto Domén
Mientras tanto, en el vestíbulo, los nobles ministros reales llegaban para la reunión; el mayordomo Norberto los recibía y los conducía hacia la habitación de reuniones, donde los aguardaba la Reina Romina y el Marqués Alejandro, ubicados en unos asientos especiales. A la reunión asistían el Duque Lorenzo, su hijo, el Barón Fallius, el General Basilio y el Marqués Gerónimo.-Ante ustedes, su alteza, la Reina Giorgina- Anuncia Norberto mientras hace su entrada la reina hasta su asiento. Todos se levantan.-¡Buen día tengan todos!- Saluda la Reina Giorgina -Pido me disculpen por la tardanza, terminaba algunas cosas pendientes--¡Buen día, alteza!- Respondieron todos con una reverencia-Bueno; empecemos, Barón Fallius- Ordena la Reina sentándose en la silla principal junto a la gran mesa en U. Un sirviente sentado a parte, tomaba nota de todo, mientras otro le abanicaba.-Alteza; y su majestad Doménico, ¿Acaso no estará?m- Pregunta el Duque Lorenzo con intriga-Eh