3. Recuerdos en la extraña habitación

El Rey se hallaba en una habitación, iluminada solo por la luz solar de una ventana,

llena de polvo y telarañas por todos lados; estaba llorando sin parar, histérico y

lanzando cualquier cosa que encontrase a su paso. Se sentía mal, harto por la escena

del sirviente, harto con su madre y sus deseos absurdos de querer hacer que las cosas

estén bien, impasible con su futura esposa que se pone en contra de sus decisiones,

molesto consigo mismo porque siente que, aunque quiere hacer las cosas distintas, no

es el mismo de antes cuando estaba su padre; y molesto con Dios, porque quisiera

explicaciones exactas de por qué su padre tuvo que marcharse tan pronto. El Rey

Doménico lucha con sus demonios internos, esos que lo atormentan y no dejan que

piense con mente clara. Su madre, la Reina Giorgina, lo veía a escondidas por la

puerta; ella sabe del escondite que utiliza su hijo para desahogar sus tristezas y penas,

y él no sabe que su madre siempre lo ve desde lejos, sintiendo calladamente también

su dolor. La Reina dentro de sí sufre algunos tormentos y dolencias, porque no le gusta

ver a su hijo sufrir; y menos, que se haya convertido en un monstruo después de sufrir la muerte extraña del difunto Rey Esteban. Doménico, sentado en los muebles de la

habitación, comenzaba a recordar el episodio del día en que su padre murió, el

segundo en que sus días se convertían en noches eternas y la luz se opacaba en plena

oscuridad. Sentía ganas de regresar al pasado y construir una nueva historia; pero

ahora le tocaba enfrentar la realidad que le golpeaba y tiraba al suelo.

***

 Dos años antes…

 Era domingo por la mañana; Monseñor Lombardi oficiaba la misa, acompañado de

dos frailes capuchinos. Los reyes estaban ubicados en asientos apartados, mientras la

guardia real los custodiaba con recelo en las afuera de la iglesia; que hermosamente,

contrastaba con la arquitectura del castillo. La iglesia tenía una sola nave central, un

hermoso altar y un admirable retablo de oro, con una detallada pintura del juicio final

del célebre pintor, Miguel Ángel. Monseñor Lombardi se veía de espaldas, recitando

las oraciones propias en latín, mientras el pueblo permanecía orante y en silencio. El

obispo, terminando de recitar la oración del ‘Credo’, subió hasta el púlpito donde

dirigió su homilía con su acento italiano a la feligresía que lo acompañaba. Todos

escuchaban atentos y quedaban admirados de la sabiduría de aquél hombre.

“…Es por ello, queridos hermanos que, aunque exista la oscuridad en nuestro

mundo, la luz reinará siempre sobre las tinieblas Leía Monseñor con elocuencia

Aunque siempre existan dos reinos, nuestra libre voluntad elegirá a cual reino servir.

Uno te da vida y esperanza; y el otro te destruye. Así es el mal, cuando le das espacio en tu vida, se apodera de ti; y luego de conocer tu punto débil, es difícil apartarlo.

¡Tratemos siempre de vivir en el reino de la luz!...”

 La reflexión de Monseñor Lombardi lograba calar en el público, en especial en

Angella que, atenta, analizaba cada palabra. Ese día, el Rey Esteban D’Luca tenía una

reunión con premura con un importante Monarca que venía de visita del reino sur de

Agris. Al culminar la misa, los reyes saludaron a Monseñor Lombardi como cada

ocasión.

Monseñor, su bendición Saludó el Rey Esteban con respeto

¡Dio ti benedica, majestad! Le respondió el obispo mientras lo signaba y le hacía

una leve reverencia. Luego siguió saludando: Saludos, majestad Giorgina; príncipe

Doménico; Lord Evan. Espero esté tutto bene en el castillo

Gracias, Monseñor; todo estupendo en el castillo Respondió Giorgina con cortesía

Monseñor, le presento a la princesa Angella Marino; mi pretendiente Intervino

Doménico. Su rostro irradiaba dulzor y alegría.

Un gusto, Monseñor Expresó Angella con timidez

Princesa Angella, claro; de los Marino. Entonces eso quiere decir que pronto avremo

il matrimonio ¿No es así? Comentaba sonriente

 Doménico y Angella se miran sonrientes.

Es lo más probable, Monseñor Contestaba Doménico entusiasmado

Sí, mire que ya este pobre anciano necesita sus vacaciones, eh Agregaba el Rey

Esteban con tono de chiste

Bueno, es cierto. Que lo digo yo Añade el obispo riendo

Monseñor, dejamos nuestro aporte semanal para la caridad con los frailes

Comenta la Reina Giorgina

Está bien, grazie. Dio li paga Contestó el mitrado

 Luego de despedirse, se dirigieron al bosque dorado, donde el Rey Esteban tendría

su reunión en la cabaña; La Reina Giorgina, Doménico, el pequeño Evan y Angella,

recorrían los alrededores mientras tanto.

Gracias por aceptar mi visita, majestad Esteban Dijo el Rey Cornelio sentándose

No se preocupe; para mí es un placer tenerlos a usted y a su futura esposa aquí en

mi reino Contesta el Rey Esteban haciendo el mismo gesto

 Luego de los saludos protocolares, los reyes mantuvieron una conversación a mena

por dos largas horas, acompañada de tragos y comida. La cabaña, era utilizada por el

Rey para momentos especiales, para visitas extraordinarias, para pasar vacaciones en

verano; era un sitio distinto alejado de las labores del castillo. Al culminar, El Rey

Cornelio, invitó oficialmente al Rey Esteban y a su familia, a su boda próxima con la

princesa Romina Winchester en su reino; el Rey Esteban aceptó con cordialidad.

Después de un apretón de manos de despedida, el Rey Cornelio insistió en presentarlea su futura esposa; Esteban aceptó y mientras el Rey Cornelio salía de la cabaña, la

princesa Romina tenía unos minutos de conversación y saludo con el Rey Esteban.

Un placer, mi Lady; el Rey Cornelio me ha hablado muy bien de usted. Incluso, me

ha invitado a su boda Comenta el Rey Esteban saludando a Romina con un beso en

la muñeca

El placer es todo mío, majestad Esteban Saluda Romina con una breve reverencia

Me dará gusto verlo allá entonces Añadió con una cálida sonrisa

Así será, así será Contestó Esteban

 Sostuvieron unos minutos más de conversación, creando empatía entre el Rey

Esteban y la princesa Romina; quien se mostraba muy atenta al Rey Esteban.

Princesa, realmente me siento muy complacido de conocerle Comentó sonriente

el Rey

El placer es todo mío, Majestad Concuerda Romina con otra sonrisa; y mientras le

hacía una leve reverencia, notó algo sobre el escritorio del Rey Esteban, que le llamó

demasiado su atención

¿Es suyo, majestad? Preguntó Romina

Eh… Sí, es que estoy ordenando estas cosas que llevaré a la biblioteca del castillo

Explicó el Rey Más bien, disculpe tanto desorden Agregó, guardando con llave los

libros y algunos pergaminos que tenía sobre el escritorio en la gaveta.

No se preocupe Contestó Romina, mirando aún pensativa lo que había visto

Ambos permanecieron adentro de la cabaña un par de minutos, luego salieron y

Romina fue presentada a la familia D`Luca. Doménico estaba contento y entusiasmado

por asistir a la boda, tenía planes también de casarse con Angella, a quien ama con

todas sus entrañas.

 Al cabo de unos minutos, el Rey Esteban invitó cordialmente al Rey Cornelio y a la

princesa Romina, a un torneo en el campo de juegos de Fabrizzia, para celebrar su

visita al reino. Todos fueron llevados en el carruaje real. Al llegar, todos los vitoreaban

con alegría; el General Basilio los recibió con una reverencia y los condujo hasta el

palco real, donde fueron ubicados en sus asientos especiales. Las gradas estaban

totalmente llenas, ubicadas por clases sociales: desde la realeza y los nobles, hasta los

burgueses y desechados. El anfitrión daba las reglas de los juegos, y luego una

trompeta indicó el inicio de las jugadas; una banda marcial acompañaba los partidos,

que con gran alegría, grandes caballeros y armeros del reino, se oficiaban a realizar.

Los reyes admiraban entretenidos desde el palco real; abanicados por sirvientes,

servidos con mucha atención, y resguardados por la guardia real de Fabrizzia. Durante

algunas horas, el público pudo admirar de las destrezas y valentías de los jugadores;

quienes ofrecían sus jugadas y victorias por muchas damas que los aplaudían con

simpatía. Hubo torneo de flechas al aro, combate de espadachines; y un breve

entretenimiento de un bufón, dio la apertura a una justa.

 El ambiente estaba rebosante de alegría; uno de los caballeros que entraba para la

justa, ofreció la jugada por la Reina Giorgina y el Rey Esteban, con unas palabras:

¡Que sean felices, hasta que la muerte los separe!

Todos aplaudían; el Rey le daba un beso a su Reina como expresión de amor.

 Empezó la justa, el público ovacionaba y gritaba emocionado; los caballos

relinchaban, corriendo de un lado al otro con sus jinetes encima. De pronto, el Rey

Esteban, comenzaba a sentirse mal, comenzaba a delirar y a sudar. Doménico y la

Reina Giorgina, asustados, le preguntaban qué tenía mientras la guardia buscaban con

premura a un médico; pero el Rey Esteban, ya sin aire, caía en los brazos de Doménico,

desmayado y temblando. Todos veían sorprendidos y asustados, no entendían lo que

pasaba.

Fu-fue ella… fue ella… Balbuceaba el Rey Esteban temblando

¿Quién, mi señor? ¿Quién? Preguntaba intrigado Doménico tratando de levantar

a su padre

 El Rey Esteban, dejaba de respirar y moría sin explicación alguna. Todos miraban

consternados. Doménico lloraba y gritaba desconsolado, su padre había sido su mayor

admiración desde niño; y perderlo, convertía todas sus alegrías y esperanzas en duelo

y tristeza.

***

 En ese momento, mientras la Reina expiaba por la puerta al Rey Doménico, escuchó

que alguien venía, cerró la puerta para apartarse; y cuando salía, se topó con el

pequeño Lord Evan, quien la andaba buscando por todos lados.

¡Evan, me has dado un susto! Exclamó la Reina con susto

Perdóname madre, no sabía que podría encontrarte por aquí… Respondió el Lord

Sí, es que… quise recorrer un poco el castillo después de la escena fuerte del

desayuno Explicó la Reina para despistar al pequeño Lord Eh… ¿Querías decirme

algo, hijo? Le pregunta.

¿Qué veías, madre? Siguió interrogando Evan

Me… cercioraba de que estuviese muy bien cerrada la habitación Respondió ella

Ya te he dicho antes que… Comenzó

Sí, que es una habitación privada de la que nadie más debe de tener acceso

Continuó la frase Evan con mirada de desdén

¿Entonces, qué querías decirme? ¿Por qué no estás con la nodriza? Comenzó a

interrogar esta vez la Reina mientras se llevaba caminando al pequeño Lord

Ha de estar buscándome por todo el castillo; me escapé un segundo para decirte

algo… contestó Evan

¿Ah, sí? ¿Qué será? Le preguntó su madre

 En ese segundo, llegaba Máximo, el mensajero real, para entregarle otra de las

tantas cartas que recibían de los pobladores, para quejarse sobre los altos impuestos.

Desde la muerte del difunto Rey Esteban, las cosas comenzaron a desestabilizarse

mucho; por ello la necesidad de poder hacer negocios con otros reinos.

¡No puede ser, otra carta más! Exclamaba para sí Giorgina

Madre, lo que quería decirte, era que… Insistía el pequeño Lord en hablar; pero la

Reina tenía otras prioridades en ese instante que resolver

Ve mejor con la nodriza, Evan; luego hablamos

Pero madre… Se quejaba el Lord

Sin reproches, Evan. Tu madre tiene cosas que resolver Explicaba Giorgina

mientras abría las cartas

Que lo haga el Rey Doménico, madre Agregaba Evan tratando de encontrar

complacencia

Él… está ocupado en otros asuntos Respondía la Reina Ahora, ve a hacer lo que

te digo, antes de que merezcas un castigo Añadió con regaño

 El pequeño Lord, sin más qué hacer, se retiró de aquél lugar con muecas de

indiferencia; su edad entre los asuntos del reino, casi siempre le eran un gran ostáculo.

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