James realmente estaba disfrutando la velada, con la intensión de olvidar el hecho de que aún no conseguía a nadie que cuidara de su hijo, pero prefiera esperar por alguien que realmente valiera la espera a tener que lidiar con malas candidatas que no le brindarían a su hijo lo que él necesitaba, eso para él era inaceptable, bajo ninguna circunstancia lo aprobaría. Se metió en la sala de juegos de caballeros para evitar la mirada inquisidora de las madres casamenteras que revoloteaban por todo el salón en búsqueda de caballeros solteros para presentarles a su hijas, pues aunque era viudo, James seguía siendo un buen partido, seguía siendo el Conde de Blakewells y tenía la edad perfecta para volver al ruedo, incluso cuando él ya tenía un heredero las matronas decían que un caballero no podía estar sin esposa por mucho tiempo, y él ya tenía cuatro años de haberse casado y casi tres de haber enviudado, en regla ya había superado el año de luto que debía mantener para con su difunta espos
‒ No se altere tanto, Lady Amelia ‒ James disfrutó mucho de la reacción de la joven, un expresión facial era un poema ‒ ¿Acaso ha visto usted un fantasma? ‒ preguntó con sarcasmo, aunque sin dejar de mostrar una sonrisa en el rostro. ‒ Milord, simplemente me sorprendí, no esperaba verlo por aquí ‒ respondió la dama visiblemente nerviosa. Aunque como ya conocía a Lady Amelia, sabía que su recuperaría su carácter prontamente. ‒ ¿Por aquí? ¿En el baile organizado por mi familia? ¿En una de las mansiones de mis hermanos? ‒ lo estaba disfrutando mucho, no podía negarlo. Evangeline quería que se la tragara la tierra y la mantuviera en lo más profundo durante un año al menos, se supone que eso no tendría que pasar. Sus primos le habían dicho con mucha seguridad que era poco probable que se toparan con él ¿y en cambio que estaba sucediendo? Tenía al mismísimo Conde de Blakewells frente a ella, quien le estaba tomando el pelo a Amelia, la cual estaba tan nerviosa que no podía unir sus pensa
Era su turno de bailar con Lady Samantha, aunque aún estaba un poco afectado por la calurosa discusión que había mantenido con la señorita Evangeline Gateley y la desafortunada intromisión de Lord Thomas, seguramente sus hermanos habían avistado la escena y debido a eso Benedict se había acercado para detenerlos antes de que las cosas se salieran de control, de igual forma unos minutos antes había visto a Josephine pasar por allí, así que estaba seguro de que ella también se había encargado de comunicárselo a su familia. Se desprendió del sentimiento con una ligera sacudida y fue en búsqueda de la nueva integrante de la familia, después de todo los Liney eran tan amables y bien parecidos que era como si Andrew habitara en ellos, y por ende, los sentía como familia. Por otra parte, si sus sospechas y las de su madre eran ciertas, y esperaba fervientemente que así fuera, la dama en cuestión bien podría convertirse en la Vizcondesa Biraynolds más pronto que tarde.‒ Lady Samantha ‒ dijo
Durante la tarde, se fueron todos al salón a tomar el té, para cuando James llegó a la estancia solamente estaban sus hermanos menores y Josephine había entrado colgada de su brazo, puesto que se habían encontrado mientras bajaban las escaleras, y con un sonoro grito le había pedido que aguardara por ella.‒ Buenas tardes, caballeros ‒ saludó al igual que su hermanos y todos los presentes devolvieron el gesto a sus maneras.Unos segundos más tarde, cuando apenas James se estaba terminando de acomodar en el sofá, entró Lady Samantha del brazo de su hermano Maximiliano, no se despegó de él, se sentó en medio de Lord Knightmoore y Colin. Una vez más, incitados por James, todos insistieron en ser llamados por sus nombres de pila, al menos cuando no se encontrara Lord Biraynolds en la habitación. Y para su fortuna, estaban todos menos el mayor de los «Lores B».‒ ¿Estás feliz con tu baile de presentación, Samantha? ‒ preguntó James con una grata sonrisa, y mirándola fijamente con sus ojos
11 de Septiembre de 1815, Londres.Al día siguiente partieron hacia Cambridge, en horas de la mañana, los caballeros: Colin, Derek, Nathaniel y Maximiliano, como se había planificado, todos se despidieron luego del desayuno, mientras las maletas iban y venían por el vestíbulo. Los jóvenes lores decidieron hacer el viaje montados a caballo y llevaron un carruaje con ellos para trasladar todas sus pertenencias. Las vacaciones de verano habían culminado y volverían de nuevo para pasar la temporada navideña. La despedida fue breve y bastante animada, James abrazó a todos sus hermanos y le dio un apretón de manos a Maximiliano, a quien al final también abrazó, por otra parte podía sentir la mirada de Benedict quien observó la escena desde las escaleras con los brazos cruzados. Samantha no se veía afectada por la partida de su hermano, lo abrazó con fuerzas y mantuvo siempre una sonrisa en sus labios, le comentó algo al oído y le besó la mejilla, mientras que Josephine aunque se despidió c
15 de Septiembre de 1815, Londres.Era evidente que no podía simplemente aparecer en el umbral de la mansión de Lord Rauscher y demandar una reunión con la Señorita Evangeline Gateley, sería echado a patadas si se atrevía a ir sin ser invitado. Ni siquiera enviar una carta era factible, podría ser intersectada en el momento que vieran al Conde de Blakewells como remitente, no es que fuera una persona no grata para la familia Luddington, tan sólo no quería tentar a su suerte, además de que tendría que dar una muy buena explicación para lograr reunirse con la señorita en cuestión. Así que tomó el asunto por otro punto de vista, una nueva perspectiva, si él no podía ir hasta la dama pues, aguardaría a por ella.Hyde Park estaba definitivamente prohibido, era un lugar concurrido en el que demasiadas personas conocidas podrían verlos y de igual forma tendría que pedir una plaza a sus familiares, cosa que verían muy rara. Así que se le ocurrió otra idea, tenía días yendo a diario a la plaza
Evangeline le agradeció por haberle devuelto los guantes, así que él no estaba equivocado si era la dama misteriosa que había escapado despavorida ese día. La conversación continuó amenamente, hablaron de nimiedades, nada profundo pero fue una conversación muy agradable, incluso se rieron de vez en cuando. La señorita Evangeline era amable, cálida y sencilla, pero no una sencillez desaliñada, no se refería a eso, era como una brisa suave que te refresca en un día de calor, eso era ella. No obstante, llegó el momento de la despedida, la acompañó hasta la salida de la plaza mientras él sostenía a John en brazos, quien mostraba señales de estar dormitando en su pecho.‒ Que tengo un buen regreso, milord ‒ dijo ella con una sonrisa recatada, le sorprendía sobremanera verla tan calmada, sabiendo que de un momento a otro ella podría ser fuego ardiendo ‒. Recuerde no darle objetos pequeños al señorito John ‒ sonrió, asomándose para ver la carita de su hijo.‒ Usted también, señorita Evangeli
Sabía que Benedict no tomaría de buen agrado la noticia de que no sabían dónde estaba Samantha, así que cuando el mayor de los Lores B llegó a su encuentro, su humor empeoró cuando James se lo mencionó, la pieza musical ya había terminado y la banda se estaba tomando un descanso, las parejas retornaban con sus amigos y familiares, y aun así no había indicios de Samantha, ni de su tío.– ¿Cómo han podido perderla de vista? – preguntó Benedict entre susurros pero totalmente molesto, su ceño fruncido y su tono gélido daban a conocer sus emociones a todas luces.– Te digo que estaba bailando hace un momento, a Sebastian lo tomaron sus amigos del colegio, por mi parte, vi a la señorita Evangeline así que…– ¡No quiero escucharlo! No me interesa eso en estos momentos, debemos encontrar a Samantha ya mismo – sentenció con autoridad.– No está en el salón, ni en los baños, tampoco en el jardín – dijo Sebastian uniéndose de nuevo a ellos.‒ Me interesa saber cómo sabes que no se encuentra en l