11 de Septiembre de 1815, Londres.Al día siguiente partieron hacia Cambridge, en horas de la mañana, los caballeros: Colin, Derek, Nathaniel y Maximiliano, como se había planificado, todos se despidieron luego del desayuno, mientras las maletas iban y venían por el vestíbulo. Los jóvenes lores decidieron hacer el viaje montados a caballo y llevaron un carruaje con ellos para trasladar todas sus pertenencias. Las vacaciones de verano habían culminado y volverían de nuevo para pasar la temporada navideña. La despedida fue breve y bastante animada, James abrazó a todos sus hermanos y le dio un apretón de manos a Maximiliano, a quien al final también abrazó, por otra parte podía sentir la mirada de Benedict quien observó la escena desde las escaleras con los brazos cruzados. Samantha no se veía afectada por la partida de su hermano, lo abrazó con fuerzas y mantuvo siempre una sonrisa en sus labios, le comentó algo al oído y le besó la mejilla, mientras que Josephine aunque se despidió c
15 de Septiembre de 1815, Londres.Era evidente que no podía simplemente aparecer en el umbral de la mansión de Lord Rauscher y demandar una reunión con la Señorita Evangeline Gateley, sería echado a patadas si se atrevía a ir sin ser invitado. Ni siquiera enviar una carta era factible, podría ser intersectada en el momento que vieran al Conde de Blakewells como remitente, no es que fuera una persona no grata para la familia Luddington, tan sólo no quería tentar a su suerte, además de que tendría que dar una muy buena explicación para lograr reunirse con la señorita en cuestión. Así que tomó el asunto por otro punto de vista, una nueva perspectiva, si él no podía ir hasta la dama pues, aguardaría a por ella.Hyde Park estaba definitivamente prohibido, era un lugar concurrido en el que demasiadas personas conocidas podrían verlos y de igual forma tendría que pedir una plaza a sus familiares, cosa que verían muy rara. Así que se le ocurrió otra idea, tenía días yendo a diario a la plaza
Evangeline le agradeció por haberle devuelto los guantes, así que él no estaba equivocado si era la dama misteriosa que había escapado despavorida ese día. La conversación continuó amenamente, hablaron de nimiedades, nada profundo pero fue una conversación muy agradable, incluso se rieron de vez en cuando. La señorita Evangeline era amable, cálida y sencilla, pero no una sencillez desaliñada, no se refería a eso, era como una brisa suave que te refresca en un día de calor, eso era ella. No obstante, llegó el momento de la despedida, la acompañó hasta la salida de la plaza mientras él sostenía a John en brazos, quien mostraba señales de estar dormitando en su pecho.‒ Que tengo un buen regreso, milord ‒ dijo ella con una sonrisa recatada, le sorprendía sobremanera verla tan calmada, sabiendo que de un momento a otro ella podría ser fuego ardiendo ‒. Recuerde no darle objetos pequeños al señorito John ‒ sonrió, asomándose para ver la carita de su hijo.‒ Usted también, señorita Evangeli
Sabía que Benedict no tomaría de buen agrado la noticia de que no sabían dónde estaba Samantha, así que cuando el mayor de los Lores B llegó a su encuentro, su humor empeoró cuando James se lo mencionó, la pieza musical ya había terminado y la banda se estaba tomando un descanso, las parejas retornaban con sus amigos y familiares, y aun así no había indicios de Samantha, ni de su tío.– ¿Cómo han podido perderla de vista? – preguntó Benedict entre susurros pero totalmente molesto, su ceño fruncido y su tono gélido daban a conocer sus emociones a todas luces.– Te digo que estaba bailando hace un momento, a Sebastian lo tomaron sus amigos del colegio, por mi parte, vi a la señorita Evangeline así que…– ¡No quiero escucharlo! No me interesa eso en estos momentos, debemos encontrar a Samantha ya mismo – sentenció con autoridad.– No está en el salón, ni en los baños, tampoco en el jardín – dijo Sebastian uniéndose de nuevo a ellos.‒ Me interesa saber cómo sabes que no se encuentra en l
James y Sebastian se mantuvieron despiertos a la espera de Benedict, Samantha se había ido directo a su habitación y ninguno de los dos fue capaz de decirle palabra a la joven que se mostraba totalmente destruida. Cuando escucharon el traqueteo del carruaje sobre los adoquines de la entrada principal y el relinchar de los caballos, ambos se colocaron de pie y aguardaron en el vestíbulo, cuando Benedict entró tenía una expresión furiosa en el rostro y se dirigía directo a su despacho, sin embargo, James y Sebastian se pegaron a sus talones, lo siguieron al interior de la estancia mientras pronunciaban lo que parecían un millón de preguntas. No tenían sentido que Benedict los quisiera dejar en la ignorancia. Era totalmente injusto.‒ ¿Alguna vez se le has mencionado que son condenadamente irritantes? ‒ preguntó el mayor de los hermanos de mala gana con una buena dosis de sarcasmo, pero sin elevar el tono de su voz, tan sereno como siempre se presentaba. James podía entender su mal humor
Cuando el baile dio inicio estaba muy emocionada, le palpitaba el corazón aceleradamente y el entusiasmo le hacía cosquillas en el estómago, sabía que no podía conversar amenamente con el conde delante de tantas personas, como lo hicieron en la plaza o en Hyde Park, pero quería ver el comportamiento del caballero delante de la alta sociedad.¿Realmente tenía intenciones de cortejarla? No es como si ella esperase que así fuera, incluso podría conformarse con su amistad, después de todo ya estaba en edad de ser una solterona que estaba lista para vestir santos, así que no representaba ningún peligro si un caballero se acercaba a entablar una conversación con ella, nadie diría que la estaban cortejando.Alisaba su vestido y revisaba su peinado cada tanto, se había puesto los guantes que el conde había encontrado para ella, su reliquia familiar, no combinaba al cien por ciento con su atuendo pero era algo muy preciado para ella, y ahora habían adquirido un nuevo significado en su corazón.
23 de Septiembre de 1815, Londres.A la mañana siguiente se fue a su hogar con su retoño, no quería estar presente en la mansión por ahora, pues tenía el presentimiento de que la noticia que tenía Benedict para Samantha le caería como un balde de agua fría a la joven, incluso cuando ella lo quería, pues a nadie le gustaba tener que casarse a la fuerza por el sentido del deber y no por un amor honesto.Cuidar de John era su único objetivo en esos momentos, no más paseos por la plaza ni encuentros furtivos con ninguna dama. Además, debía continuar con la búsqueda de una niñera, así que volvió a redactar un anuncio para el periódico de la ciudad, dictaminando que ninguna de las candidatas anteriores podría volver a realizar la entrevista y que era mejor que se abstuvieran de participar, no necesitaba pasar malos ratos a causa de las mismas mujeres una vez más.No obstante, está vez pidió que redactaran cartas y que se las enviaran, con todos los detalles que él necesitaba saber, de allí
‒ Pues debiste decírmelo, no soy tan débil como piensas ‒ reclamaba Samantha‒ Nos vamos ya, no necesitas recoger nada de aquí ‒ pronunció el nuevo Conde de Knightmoore.‒ ¿Y aun sabiendo que ese… ese… individuo, mató a nuestros padres dejarás que se siga saliendo con la suya? ‒ preguntó Samantha, le costaba pronunciar las palabras, y a todos les dolía el corazón ver lo cerca que estaba de echarse a llorar frente a ellos. Lord Knightmoore, por otro lado, se tensó visiblemente, su espalda de puso recta y las manos se pegaron más sus costados.‒ Eso no tiene sentido ‒ balbuceó el joven.‒ Tiene mucho sentido, si le cedes el título, el cual te pertenece por derecho, primero ‒ comenzó Samantha a contar con los dedos ‒, lo habrá tomado ilegalmente, segundo, tendrá todas las comodidades, propiedades y fortuna de los Knightmoore y tercer… tercero, la muerte de nuestros padres habría sido en vano ‒ dijo con firmeza ‒. Estoy segura de que nuestros padres intentaron salvarte porque eres su hijo