Sabía que Benedict no tomaría de buen agrado la noticia de que no sabían dónde estaba Samantha, así que cuando el mayor de los Lores B llegó a su encuentro, su humor empeoró cuando James se lo mencionó, la pieza musical ya había terminado y la banda se estaba tomando un descanso, las parejas retornaban con sus amigos y familiares, y aun así no había indicios de Samantha, ni de su tío.– ¿Cómo han podido perderla de vista? – preguntó Benedict entre susurros pero totalmente molesto, su ceño fruncido y su tono gélido daban a conocer sus emociones a todas luces.– Te digo que estaba bailando hace un momento, a Sebastian lo tomaron sus amigos del colegio, por mi parte, vi a la señorita Evangeline así que…– ¡No quiero escucharlo! No me interesa eso en estos momentos, debemos encontrar a Samantha ya mismo – sentenció con autoridad.– No está en el salón, ni en los baños, tampoco en el jardín – dijo Sebastian uniéndose de nuevo a ellos.‒ Me interesa saber cómo sabes que no se encuentra en l
James y Sebastian se mantuvieron despiertos a la espera de Benedict, Samantha se había ido directo a su habitación y ninguno de los dos fue capaz de decirle palabra a la joven que se mostraba totalmente destruida. Cuando escucharon el traqueteo del carruaje sobre los adoquines de la entrada principal y el relinchar de los caballos, ambos se colocaron de pie y aguardaron en el vestíbulo, cuando Benedict entró tenía una expresión furiosa en el rostro y se dirigía directo a su despacho, sin embargo, James y Sebastian se pegaron a sus talones, lo siguieron al interior de la estancia mientras pronunciaban lo que parecían un millón de preguntas. No tenían sentido que Benedict los quisiera dejar en la ignorancia. Era totalmente injusto.‒ ¿Alguna vez se le has mencionado que son condenadamente irritantes? ‒ preguntó el mayor de los hermanos de mala gana con una buena dosis de sarcasmo, pero sin elevar el tono de su voz, tan sereno como siempre se presentaba. James podía entender su mal humor
Cuando el baile dio inicio estaba muy emocionada, le palpitaba el corazón aceleradamente y el entusiasmo le hacía cosquillas en el estómago, sabía que no podía conversar amenamente con el conde delante de tantas personas, como lo hicieron en la plaza o en Hyde Park, pero quería ver el comportamiento del caballero delante de la alta sociedad.¿Realmente tenía intenciones de cortejarla? No es como si ella esperase que así fuera, incluso podría conformarse con su amistad, después de todo ya estaba en edad de ser una solterona que estaba lista para vestir santos, así que no representaba ningún peligro si un caballero se acercaba a entablar una conversación con ella, nadie diría que la estaban cortejando.Alisaba su vestido y revisaba su peinado cada tanto, se había puesto los guantes que el conde había encontrado para ella, su reliquia familiar, no combinaba al cien por ciento con su atuendo pero era algo muy preciado para ella, y ahora habían adquirido un nuevo significado en su corazón.
23 de Septiembre de 1815, Londres.A la mañana siguiente se fue a su hogar con su retoño, no quería estar presente en la mansión por ahora, pues tenía el presentimiento de que la noticia que tenía Benedict para Samantha le caería como un balde de agua fría a la joven, incluso cuando ella lo quería, pues a nadie le gustaba tener que casarse a la fuerza por el sentido del deber y no por un amor honesto.Cuidar de John era su único objetivo en esos momentos, no más paseos por la plaza ni encuentros furtivos con ninguna dama. Además, debía continuar con la búsqueda de una niñera, así que volvió a redactar un anuncio para el periódico de la ciudad, dictaminando que ninguna de las candidatas anteriores podría volver a realizar la entrevista y que era mejor que se abstuvieran de participar, no necesitaba pasar malos ratos a causa de las mismas mujeres una vez más.No obstante, está vez pidió que redactaran cartas y que se las enviaran, con todos los detalles que él necesitaba saber, de allí
‒ Pues debiste decírmelo, no soy tan débil como piensas ‒ reclamaba Samantha‒ Nos vamos ya, no necesitas recoger nada de aquí ‒ pronunció el nuevo Conde de Knightmoore.‒ ¿Y aun sabiendo que ese… ese… individuo, mató a nuestros padres dejarás que se siga saliendo con la suya? ‒ preguntó Samantha, le costaba pronunciar las palabras, y a todos les dolía el corazón ver lo cerca que estaba de echarse a llorar frente a ellos. Lord Knightmoore, por otro lado, se tensó visiblemente, su espalda de puso recta y las manos se pegaron más sus costados.‒ Eso no tiene sentido ‒ balbuceó el joven.‒ Tiene mucho sentido, si le cedes el título, el cual te pertenece por derecho, primero ‒ comenzó Samantha a contar con los dedos ‒, lo habrá tomado ilegalmente, segundo, tendrá todas las comodidades, propiedades y fortuna de los Knightmoore y tercer… tercero, la muerte de nuestros padres habría sido en vano ‒ dijo con firmeza ‒. Estoy segura de que nuestros padres intentaron salvarte porque eres su hijo
Para las diez de la mañana la mansión se encontraba con un ambiente de angustia que se podía percibir en todos los rincones. Estaban desesperados por encontrar pruebas para el asunto que tenían entre manos, el médico que atendió tanto a Andrew como a su padre era de vital importancia para que testificara lo que sabía, Benedict les comentó que el hombre era sumamente cobarde pero tenían fe de que el sentimiento de culpa fuera tan fuerte que decidiera ayudarlos y que la suma de dinero que le estuviera ofreciendo Sebastian ayudara a flaquear sus miedos. De igual forma, le dio la idea a su hermano mayor de que enviara una misiva a la casa de Lord Hughes en Londres, porque tal vez el caballero aún no había dejado la ciudad y podría complementar el relato de Max en el juzgado.James vio con sorpresa el anillo de compromiso que brillaba en la mano de Lady Samantha y justo en ese momento entendió las razones por las cuales Maximiliano estaba muy malhumorado y ni se molestaba en ocultarlo, es
Una semana después…05 de Octubre de 1815, Londres.‒ Lord Paul Liney ha desaparecido oficialmente ‒ comentó Lord Thomas entrando al comedor esa mañana, donde se encontraba Evangeline en compañía de Amelia. El caballero se sentó en la cabecera de la mesa y los sirvientes comenzaron a colocar frente a ellos un festín de delicias para tomar el desayuno.‒ Ese hombre era demasiado estrafalario ‒ dijo Amelia con un desdén palpable ‒ el tío de Lord Andrew Liney y del actual conde de Knightmoore‒ le explicó a Evangeline, como siempre solía hacer, pero eso ella ya lo sabía.‒ Y de Lady Samantha Liney, pronta a convertirse en la Vizcondesa Biraynolds ‒ le sonrió a su prima, dándole a entender que estaba en sintonía con lo que conversaban. Ya no estaba perdida como la primera semana que pasó en compañía de muchas personas en eventos abarrotados de lores respingados y ladies con mentones elevados.Durante la última semana lo único que se comentaba era acerca de ese hecho, el hombre en cuestión
17 de Octubre de 1815, Londres. El día anterior pasó la noche con su familia, los humores ya se habían disipado gracias al exilio de Lord Paul Liney, todos se sentían más tranquilos y podían respirar algo de paz, sobre todo James podía notar el alivio en el rostro de su hermano mayor, quien pasó por tiempos difíciles tratando de encontrar a los Liney y haciendo que ocuparan el puesto que les correspondía en la sociedad en la que vivían y a la que pertenecían por nacimiento. No obstante, se podían percibir algunas tensiones en el aire debido al anuncio de compromiso entre Benedict y Samantha, al cual la única persona que se oponía era el hermano mayor de la señorita, Maximiliano.Esa mañana bajó a desayunar como de costumbre, la mayoría de sus familiares se encontraban en la mansión, el único que estaba ausente era Marcus, quien por sus viajes no estaba presente la gran parte del año con la promesa de pasar navidad juntos. Al llegar al gran comedor ya se encontraban allí Benedict y su