Una semana después…05 de Octubre de 1815, Londres.‒ Lord Paul Liney ha desaparecido oficialmente ‒ comentó Lord Thomas entrando al comedor esa mañana, donde se encontraba Evangeline en compañía de Amelia. El caballero se sentó en la cabecera de la mesa y los sirvientes comenzaron a colocar frente a ellos un festín de delicias para tomar el desayuno.‒ Ese hombre era demasiado estrafalario ‒ dijo Amelia con un desdén palpable ‒ el tío de Lord Andrew Liney y del actual conde de Knightmoore‒ le explicó a Evangeline, como siempre solía hacer, pero eso ella ya lo sabía.‒ Y de Lady Samantha Liney, pronta a convertirse en la Vizcondesa Biraynolds ‒ le sonrió a su prima, dándole a entender que estaba en sintonía con lo que conversaban. Ya no estaba perdida como la primera semana que pasó en compañía de muchas personas en eventos abarrotados de lores respingados y ladies con mentones elevados.Durante la última semana lo único que se comentaba era acerca de ese hecho, el hombre en cuestión
17 de Octubre de 1815, Londres. El día anterior pasó la noche con su familia, los humores ya se habían disipado gracias al exilio de Lord Paul Liney, todos se sentían más tranquilos y podían respirar algo de paz, sobre todo James podía notar el alivio en el rostro de su hermano mayor, quien pasó por tiempos difíciles tratando de encontrar a los Liney y haciendo que ocuparan el puesto que les correspondía en la sociedad en la que vivían y a la que pertenecían por nacimiento. No obstante, se podían percibir algunas tensiones en el aire debido al anuncio de compromiso entre Benedict y Samantha, al cual la única persona que se oponía era el hermano mayor de la señorita, Maximiliano.Esa mañana bajó a desayunar como de costumbre, la mayoría de sus familiares se encontraban en la mansión, el único que estaba ausente era Marcus, quien por sus viajes no estaba presente la gran parte del año con la promesa de pasar navidad juntos. Al llegar al gran comedor ya se encontraban allí Benedict y su
15 de Noviembre de 1815, Londres. La mansión de su familia era un hervidero constante debido a que su madre junto a Josephine y Samantha se estaban encargando de los preparativos de la boda entre su hermano mayor, Benedict, Vizconde Biraynolds y la dulce Lady Samantha Liney, así que James evitaba a toda costa ir para allá y se mantenía a raya encerrado en la mansión Blakewells, no quería verse envuelto en ese asunto bajo ninguna circunstancia. Sus hermanos menores habían partido una vez más para continuar sus estudios en la universidad y se llevaron con ellos a Maximiliano, quien aunque había aceptado la realidad de su hermana se mostraba reacio a estar feliz por ella al completo, así que por el bien colectivo era mejor mantenerlo alejado, de igual forma el joven conde debía permanecer en la universidad al menos un año, ya que esa era una de las condiciones de Benedict para cederle todas las responsabilidades de su título.En dos días sería el cumpleaños número treinta y uno de Bened
17 de Noviembre de 1815, Londres. Recibió una nota de su futura cuñada, Lady Samantha, en la que le anunciaba que debía estar en la mansión principal a una hora en específico para ir a pasar la velada en los jardines de Vauxhall, ese día era el cumpleaños de Benedict por lo que lo celebrarían en ese lugar y contemplarían los fuegos artificiales a media noche. Así pues, se fue en horas de la tarde a la mansión Bellingham con su hijo en brazos, de buen humor y disfrutando del cielo anaranjado del atardecer y de la suave brisa que los refrescaba y que movía sus cabellos dorados.‒ ¡James! Has llegado ‒ dijo Josephine al verlo entrar por la puerta principal, su hermana era una de las personas que siempre se alegraba de verlo llegar.‒ Buenas tardes, Jose ¿Cómo te encuentras hoy? ‒ preguntó dejando a su hijo en brazos de la benjamina, quien lo recibió con una sonrisa más amplia de la que le había dedicado a él.‒ Yo estoy muy bien, han sido días ocupados, pero eso me viene la mar de bien.
‒ Yo realmente esperaba que nos invitaran al cumpleaños de Lord Biraynolds ‒ dijo Amelia entrando a su habitación esa mañana sin siquiera tocar la puerta antes de pasar. Suspiró y se sentó sobre el colchón con gran aflicción, como si sintiera una gran decepción.‒ ¿Y cuándo es? ‒ preguntó Evangeline confundida desde el tocador, pues estaba en la tarea de peinar sus rizos rebeldes. No es como si quisiera realmente saber esa información, pero era consciente de que su prima lo sabía todo acerca de esa familia, hasta las fechas importantes como los cumpleaños. ‒ ¡Es hoy! ‒ chilló desconsolada y se lanzó de espaldas sobre la cama ‒ espero que no tomen esto como una nueva rutina ‒ mencionó apoyándose sobre los codos ‒, primero el cumpleaños de los gemelos, Lord Bellingham y Lady Josephine, y ahora el de Lord Biraynolds ¡esto no puede estar pasando!Evangeline sentía que su prima estaba exagerando, no sabía si era porque esa era la personalidad de Amelia o porque ella no había tenido ese es
‒ Mis más sinceras felicitaciones para su hermano, Lord Biraynolds, milord ‒ dijo Evangeline porque realmente no sabía qué decir, estaba pisando el camino con la punta del zapato, quería echar a correr antes de que se topara con el Conde de Blakewells.‒ Se las puede dar usted misma en persona, no están muy lejos de aquí ‒ mencionó el Barón de Beckmoore girando la cabeza a los alrededores en busca de su familia ‒ ¿vamos? ‒ preguntó ofreciéndole el brazo.‒ ¿A dónde? ‒ preguntó confundida, esa era una dirección que definitivamente no quería tomar.‒ A que le de sus felicitaciones a mi hermano en persona, acaba de decir que…‒ No se preocupe Lord Beckmoore, no soy tan cercana como para hacer tal cosa ‒ necesitaba cualquier excusa que la pudiera salvar ‒. Mi intención no es importunar al conde… digo al vizconde o a su familia ‒ corrigió rápidamente mientras negaba con la cabeza, estaba comenzando a sentirse un poco ansiosa.‒ Tonterías, señorita, será tan sólo un momento ‒ levantó su bra
Tenía algún tiempo sin ver a la señorita Evangeline, incluso de no ser por sus sueños alocados, podría decir que había olvidado su rostro y sus maneras… pero nada estaba más alejado de la realidad que esa afirmación, dado que recordaba su sonrisa, el tono de su voz, la manera en la que frunce el ceño cuando está enojada, el aroma a lavanda que no abandona sus cabellos, sencillamente todo. Se encontraba al otro lado de la estancia y aun así creía poder escuchar su voz y las palabras que le estaría diciendo a su prima. No obstante, ella no volteó a verlo ni una vez, algo que lo enfureció un poco y sin darse cuenta estaba achicando los ojos y mirándola fijamente ¿acaso su mirada no era lo suficientemente penetrante como para que Evangeline se diera cuenta de que alguien la estaba observando? ¡De que él, de entre todos los presentes, la estaba observando!‒ ¿A quién miras con esa expresión? ‒ preguntó Sebastian con una media sonrisa y se volteó para tratar de ver en la misma dirección a l
Evangeline estaba furiosa, su enojo no conocía límites, y prefería mantenerse así por el resto de la noche, o por el resto de su vida, antes de que llegara la tristeza y la desolación, porque sabía que ese momento llegaría, por ende sus sentimientos aflorarían y se volverían trizas, y definitivamente no podía echarse a llorar en ese lugar ni delante de otras personas.Así que optaba por mantener su disgusto, así era mucho más sencillo. ¿Quién se creía que era? ¿Qué porque era un Conde tenía el derecho de hacer con ella lo que le viniera en gana? ¿o simplemente por qué era un hombre? ¿por su rango y posición en la alta sociedad? ¿o acaso era por la influencia que ejercía su familia?Ella no era un juguete que el hombre en cuestión podía usar a su conveniencia o una dama de dudosa procedencia, nada de eso, aunque no era dada a alardear y su padre era un barón sin un penique, ella era una dama y la hija de un lord. Evangeline sabía que esos encuentros a solas tal vez habían cambiado su