James se levantó de su asiento, se pasó las manos por el cabello, pues aunque necesitaba un corte le gustaba la forma que tenían las ondas doradas de su cabellos, se acomodó la chaqueta y se encaminó directamente al salón de té amarillo, una estancia serena, amigable y muy tranquila que tenía una espectacular vista que daba en dirección al jardín trasero, donde se podía observar la plantación de rosas blancas, las favoritas de Penélope. Al ingresar al salón una dama joven se colocó de pie al instante, su aspecto concordaba con la descripción de su carta, era visible que sí tenía veinte y cinco años de edad, vestía un vestido verde opaco, un sobretodo beige, un sombrero del mismo tono con una pluma blanca como tocado, guantes satinados y en sus manos un pequeño bolso de mano de colores tierra que hacía juego con toda su vestimenta, era de piel pálida, cabellos marrones y ojos alargados de igual tono, sus labios rosados y mejillas coloreadas, era una mujer con belleza promedio, no era d
30 de Noviembre de 1815, Londres.Ese día se estaban preparando para un evento al que definitivamente Evangeline pensó que nunca asistiría, era algo inaudito, un nudo en el estómago se hacía cada vez más grande e insoportable a medida que la doncella de su prima le recogía los cabellos en un moño bajo, estaba algo nerviosa y no podía controlar el repiqueteo de su pierna, lo cual daba a conocer cómo se sentía. Su tío había dado expresas órdenes de que todos debían asistir junto a él y que debían utilizar sus mejores prendas, como de costumbre para ellos, por lo que su tía le mandó a hacer un vestido con la modista, para no decir que otro más, debido a que ya estaba encargado el vestido que usaría en la boda del Vizconde Biraynolds con Lady Samantha Liney.En fin, el hermoso vestido había llegado justo a tiempo esa misma mañana, era de color rosa vieja con ribetes de encaje y algunas piedras del mismo tono bordadas desde el busto hasta la cintura del corsé, en el tocador reposaban los g
Un mayordomo los recibió en la entrada, y antes de eso los lacayos se habían encargado de dirigir a los cocheros y ayudar a las damas a bajar de los carruajes. Al entrar a la mansión del Conde de Blakewells todo era de ensueño, el lugar estaba gloriosamente decorado, la luz entraba a raudales a través de las inmensas ventanas que iban desde el piso hasta el techo y los colores claros predominaban en la estancia, o al menos en las que ella había visitado. El azul pálido, el dorado y el blanco, eran los colores que más resaltaban, y a Evangeline se le vino a la mente que los alrededores no daban alusión a ser una mansión muy masculina, pero al ver al Conde de Blakewells al pasar a través de las puertas ventanas que daban al jardín trasero, reevaluó mejor su pensamiento anterior y llegó a la conclusión que la vivienda era exactamente como su dueño. El caballero estaba finamente vestido, zapatos de vestir, la típica sortija dorada y azul en su dedo y estaba usando un traje negro, así que
El susto que James se llevó al escuchar las botellas romperse contra el piso fue algo que no pudo prever, para su gran alivio y consuelo era la señorita Evangeline quien sostenía a John en brazos y a la joven parecía que no le importaba el estruendoso llanto que el niño había iniciado, se acercó a ellos lo más rápido que pudo, tras cerciorarse que su hijo estaba por completo sano y salvo, y que la señorita Penny Floyd lo tomó en brazos para llevarlo a cambiar de ropas, su preocupación cambió de persona y se mostró un poco alterado por el bienestar de Evangeline, algo que lo desequilibró momentáneamente, era una sensación que no se espera en lo absoluto. Pero al preguntarle sobre su estado ella le comunicó que estaba completamente bien, y al observarla a profundidad y con detenimiento, él mismo pudo percatarse de que era verdad y de que ella estaba siendo honesta. Su vestido estaba vuelto nada con manchas por doquier de diferentes cosas, pero James no quería que ella se marchara así ta
Luego de unos minutos de bajar al infierno, llorar desconsoladamente a moco suelto y sentirse por completo un idiota miserable, James se deshizo del sentimiento de culpabilidad que estaba experimentando y se enfocó que averiguar qué era lo que estaba realmente sucediendo con la nueva niñera y qué exactamente había presenciado la señorita Evangeline para desenmarañar ese asunto.Primero conversó con Benedict para que lo apoyara, puesto que debían dar la velada por terminada, era incapaz de continuar la celebración como si nada hubiera pasado, su hermano le comunicó que los marqueses de Rauscher no estaban al tanto de lo que estaba sucediendo gracias a que su madre se había quedado haciéndoles compañía a los Luddington, así que ella también ignoraba los recientes acontecimientos. Le pidió a su hermano mayor que inventara cualquier excusa plausible para finalizar la velada y que hiciera algo al respecto con la señorita Evangeline, con la intención de que ella no conversara de lo sucedido
Entre el ruido de sus sollozos escuchó como alguien tocaba la puerta del cuarto del que se había apoderado, no se atrevió a responder pero comenzó a limpiar las lágrimas de sus ojos y mejillas mientras aguardaba a que la persona entrara a la estancia, al fin y al cabo ella no podía demandar ningún tipo de privacidad en ese lugar, puesto que ella no pertenecía allí, ni era parte de la familia, incluso si así fuera se encontraba en una habitación ajena. Y así, sin más, se abrió la puerta dando paso a Derek, Barón de Beckmoore, sin darse cuenta se sintió un poco desilusionada al ver al caballero por el rabillo del ojo, y se tuvo que recordar que no estaba esperando al Conde de Blakewells ni nada por el estilo, él seguramente estaba enfocado en su hijo, y no era como si ellos dos tuvieran algo que ver. Se enderezó en el asiento, colocó la espalda recta y miró su reflejo en el espejo del tocador, lucía fatal, era una catástrofe, incluso abrió los ojos como platos debido al asombro, nunca a
‒ ¿Qué haces debajo de las cobijas, Amelia? ‒ preguntó elevando una ceja, era una situación extraña.‒ ¡Me has dado un susto de muerte, Eva! No hagas esas cosas, te lo pido, por favor ‒ se quejó exhalando un suspiro de alivio al tiempo que se colocaba la mano libre sobre el pecho, pues la otra se mantenía oculta en su espalda.‒ ¿Y por qué estás tan alarmada? ‒ preguntó curiosa.‒ ¿Y por qué irrumpes de esa manera en mi habitación sin pedir permiso? ‒ respondió su prima a su vez, muy inteligente la joven.‒ ¿Qué estás ocultando, Amelia? ‒ Evangeline no era fácil de persuadir ‒ Y yo toqué la puerta antes de entrar, que tú no hayas escuchado por andar haciendo quien sabe qué cosas, es otro asunto, querida ‒ respondió satisfecha, una excusa perfecta la que estaba dando.‒ Estaba leyendo un libro, eso es todo ‒ algo se removió detrás de ella, muy seguramente estaba ocultando dicho libro debajo de la almohada, y luego sacó la mano de su escondite elevando la barbilla con algo de petulancia
31 de Noviembre de 1815, LondresAl levantarse de su cama el día siguiente se sentía un poco somnolienta, no había podido dormir plácidamente durante la noche ya que su mente estaba llena de todas las cosas que debía hacer y tenía muy presente que su vida cambiaría una vez más, de nuevo su futuro era incierto y tenía puestas sus esperanzas en la conversación que se llevaría a cabo al día siguiente entre su prima y la Marquesa de Wrightwood. A la hora del desayuno se estaba dormitando, acto que su primo notó, pues cuando abrió los ojos se encontró con su mirada gris que la veía directamente a los ojos. Amelia no había bajado a desayunar pero eso no era de extrañar, no era algo tan habitual en su prima, no obstante, ella no solía faltar a las comidas, así que debía continuar con su rutina habitual al menos un día más.‒ ¿No dormiste bien, Evangeline? ‒ le preguntó Thomas entrecerrando los ojos ‒ luces como un cadáver ‒ tan sincero y directo como siempre.‒ Sí, es cierto que tuve problem