Cuando llego la veo sentada en una de las butacas frente a la encimera donde el viejo Antonio reparte sus bebidas a la clientela. Ella se encuentra conversando con él. Si es que al hecho de que solo hable ella y no deje ni al pobre hombre opinar se le puede llamar conversación. Se le nota eufórica y muy inquieta. Arrugo mi frente en confusión caminando con suma cautela hacia ella, quien, en cuanto me nota, se levanta y abre sus brazos dramáticamente, y luego corre a mi encuentro abrazándome con fuerza.
—Llegas tarde. Ya te necesitaba —susurra y apachurra mi cuerpo con mucha más fuerza.
—Oye, vas a dejarme sin aire… —le informo y enseguida me suelta.
—Lo siento —se aparta de mí y mira hacia todos lados antes de posar su mirada en mí y… Oh.
—¿Tan fuerte así fue la discusión? —Lágrimas caen de sus ojos mientras asiente. Esta vez soy yo quien estira sus brazos y la hago resguardarse en mí —. Hace dos semanas me decías que no estabas segura de si amabas a Darvin… ¿Crees que ya lo haces? —Me intereso en saber y ella niega con su cabeza.
—Apenas tenemos dos meses juntos y compartimos un gato y el gusto por la comida chatarra, la cual trago y trago y mágicamente no me hace engordar ni un poco.
Así es. Mi mejor amiga y yo somos polos opuestos en todos los aspectos posibles. Yo tengo que cuidar de mi alimentación porque subo kilos hasta con solo respirar, mientras que ella traga como loca y ni siquiera va al gimnasio para poder mantener la fenomenal figura que tiene.
—Por lo menos no engordas… —trato de ser positiva y eso la hace sollozar más.
Tomo su mano y la llevo conmigo hacia la barra de bebidas y allí pido una cerveza. Volteo a mirar a mi mejor amiga y ya la encuentro mirándome.
—Te quiero mucho, Tella —suelta y yo le sonrío.
—Y yo a ti, Relish —le aseguro. Ella asiente.
—Tengo miedo de que un día te canses de mis cosas y me dejes. Que ya no quieras ser más mi amiga.
—Miedos absurdos porque jamás pasará.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. Ahora dime… ¿Qué ocurrió?
—Me metí con su m*****a y tranquila forma de ser, y lo insulté tanto con eso que se cansó y me dijo que me fuera. Yo tomé su celular sin que se diera cuenta y me lo traje.
—¿No me habías dicho que él te había dejado tirada en medio de una carretera abandonada? —Mira hacia otro lado mientras enrolla parte de su cabello en su dedo índice —. ¿Y qué planeas hacer con el celular? —Cambio de tema.
—No te preocupes. Lo que te dije de saber dónde estaba la veterinaria es falso, no la busqué en ningún lado, y de haber querido matarla sé perfectamente donde trabaja así que ya me hubiese convertido en asesina. Solo quería enviarte la conversación y que vieras, no solo como ella le coqueteaba, sino como él no le decía nada. ¿Tan difícil es decir que deje de molestarlo porque tiene pareja? Es tan imbécil. Y me traje a Sasha conmigo —me informa, refiriéndose a su gata —. No me interesa si me quiere demandar, en este divorcio yo me quedo la custodia.
—Sabes que él te compro la gata a ti ¿no?, es decir, no le va a importar.
—En realidad nunca le importa nada, vive en una burbuja, un mundo bonito donde no le gusta ofender a nadie cuando se lo merece o aclarar las cosas que lo requieren por temor a ser tratado mal. ¡No me jodas!
—Te voy a preguntar esto solo una vez, y espero que seas completamente sincera conmigo —sentencio.
Es algo completamente en vano, porque solo se ha abierto conmigo una vez en estos tres años de amistad que llevamos y fue de manera accidental. Ella necesitaba desahogarse y habló conmigo. Yo era una completa desconocida, así que pensó estar segura, solo quería soltarlo todo y luego nunca más volvería a verme y ella habría obtenido esa liberación que tanto necesitaba. Las cosas no le salieron nada bien, puesto que ella trabajaba para una de las empresas donde yo me postulé y trabajé por un tiempo. No era nada formal, solo era llevarles información de temas específicos, pero para ello debía rendirle cuentas a ella, la secretaria de su propio padre.
—Sabes que no puedo…
—Pero es eso lo que realmente te tiene así ¿no?, y tomas a tu novio como excusa. Novio al que no amas, ni siquiera te interesa un poco. Estás pagando con él la frustración y enojo que cargas debido a otras cosas ¿me equivoco? —Cuestiono.
—Solo quiero beber, bailar y al final de la noche vomitar, de ser necesario. ¿Puedes estar conmigo o no? —Esquiva mi pregunta, como siempre lo hace. La miro fijamente, sus ojos rojizos, mirada cansada y ganas de derrumbarse, me hacen querer protegerla del mundo, pero más aún de sí misma. Ella no es esto. Y tengo miedo. Un día todo será demasiado para ella y temo por lo que pueda llegar a hacer.
Ella se escuda con coqueteo y sarcasmo, con temas banales e innecesarios, con dramas que sabe que le harán ser el centro de atención. Esa atención que nunca tuvo y que de grande implora por tener, pero por más que lo intenta no lo obtiene. Al menos no de las personas que verdaderamente le interesan.
—Siempre estaré contigo y te acompañaré en tus locuras.
Nada más me hizo falta decirle eso para que tomara mi mano y me llevara arrastras detrás de ella. Ni siquiera nos despedimos de Antonio, y eso es lo de menos porque el señor tiene la cuenta de mi amiga y se cobra lo que sea que consumamos allí. De hecho, podría cobrarle demás a mi amiga o incluso robarle y ella jamás se daría cuenta de que le hicieron tal cosa porque jamás revisa sus cuentas. Sabe que siempre tiene dinero y no se molesta en administrarlo bien. Qué bueno que Don Antonio es un señor de buen corazón.
Ella estira su mano y para al primer taxi que encuentra en el camino y yo me sorprendo por dos cosas: que me empuje a los coñazos dentro del auto y que ya afuera esté completamente oscuro. ¿En qué momento anocheció?
Sólo sé que Relish le dice al taxista que la lleve al mejor antro de la ciudad. El más elegante y caro que tengan en el país o mundo entero. Así mismo dijo, y eso fue justo lo que el taxista —quien casi se orina de la risa mientras escuchaba a mi mejor amiga cantar las canciones de la radio a todo pulmón y con gran pasión, sobre todo las de desamor— hizo.
Al llegar al lugar ella se lo quedó mirando y recordó que ya lo reconocía. Ese fue un indicio que me hizo saber que ya estaba medio borracha. Caminamos directamente hacia la entrada y muchas personas que hacían fila para entrar se quejaron, pero mi amiga movió con más agilidad sus caderas y les mostró el dedo medio sin nada de educación, lo que hizo que muchos se indignaran y que yo me disculpara con cada rostro que nos miraba acusatoriamente.
Relish solo necesitó dos minutos para coquetear con el vigilante, pagarle una pequeña cantidad de dinero e intercambiar números para que nos dejara entrar. Así era como ella conseguía todo en la vida, y aunque me daba un poco de vergüenza, no me podía hacer la digna y reprochárselo, porque al final del día yo también disfrutaba de las locuras que terminábamos cometiendo.
Adentro casi no se veía nada debido a lo bajo que se encontraba la iluminación del lugar, y eso, sumándole a que las luces eran de un color rojo y blanco deficiente, lo hacían ver interesante. Estaba lleno, las siluetas de las personas se movían de lado a lado con todo, bailando el ritmo de la canción que sonaba en este momento. Los únicos lugares con unas luces un poco más claras eran las barras. Había cuatro en total, y estaban lejos las unas de las otras, ya que se encontraban en cada esquina del antro, y éste es lo bastante grande.
—¿Vamos a la zona VIP? Está más iluminado, hace menos ruido y…
—¡Los del VIP me la sudan! ¡Yo quiero tragar alcohol y bailar aquí, que es donde está la diversión! —Sin más por aclarar, ni decirme, Jezabel camina hacia la barra y pide cuatro chupitos, se toma dos sin pensarlo mucho y me da uno, para luego ella agarrar su tercero y brindar conmigo antes de empinárselo también. Yo solo tomo la mitad del que me dio —¡A bailar! —Demanda, y es entonces cuando toma mi mano y me hace seguirla al centro de la pista donde se mueve como toda una profesional.
Tengo entendido que esta era su pasión. Desde pequeña estuvo en muchas academias de bailes. De hecho, ha bailado absolutamente todo tipo de danza, pero sus padres rompieron sus sueños, como tan acostumbrados estaban a hacer.
A su hermano le correspondía manejar las empresas familiares, pero la noticia sobre sus gustos sexuales salió a la luz y sus padres lo desterraron, haciendo que todo el peso del legado familiar quedara sobre una chica menor que yo por tres años, que no sabe cómo no ahogarse en tanta m****a que ha vivido y que sigue viviendo.
Sin darle mucha vuelta al asunto, comienzo a mover mis caderas y trato de que la pasemos bien. No bebo mucho y bailo con ella todo lo que quiere para que la pase bien, y al mismo tiempo pueda hacerlo sin que nada malo pueda llegar a pasarle. Conmigo es libre. Yo cuido de ella. Cuando esté sumamente borracha la llevaré a su casa, la escucharé vomitar, sujetaré su cabello, la dejaré llorar en mis brazos hasta que termine dormida.
Cualquiera me apuntará con un dedo, y me dirá: eres su mejor amiga, deberías ayudarla, buscar mejores soluciones en vez de darle lo que quiere. Pero créanme cuando les digo que no es fácil, nada fácil. Lo he intentado mucho, en ocasiones lo sigo intentando, pero llegué a un punto donde solo me encargo de cuidarla. Lamentablemente, en todo caso, la persona afectada debe reencontrarse consigo misma, darse cuenta de que necesita un cambio para bien, y que debe aceptar y, sobre todo, querer ser ayudado. Si no hay interés en querer ser ayudado, el cual es el caso de mi amiga, no hay mucho que se pueda hacer.
—¡Oh, Dios santísimo de todos los caros antros! ¡Tú sí que eres un tremendo manjar! —Escucho a Jezabel decir y con extrañeza miro hacia donde ella mira, para ver a quién le hablaba. Ella, más que entusiasmada, se acerca a un hombre de traje costoso y cabello un poco alborotado. Inclino mi cabeza, estudiándolo. Siento que lo he visto, o lo conozco, pero no recuerdo de donde, o quién es.—¿Me hablas a mí? —Con el ceño fruncido, se acerca un poco y mira detrás de él para comprobar que no se está equivocando de persona —. Disculpa, ¿Te conozco?—Oh, no, cariño. Es que de tu conocerme, o en todo caso, de yo conocerte, no tendría al novio inepto que tengo, porque definitivamente, estaría contigo. A ti si es verdad que no te dejaría escapar.El hombre la queda mirando con incredulidad y yo niego con mi cabeza, tapándome la cara, avergonzada.—De todas maneras, no tengo novio. Me terminó hoy, dejándome tirada en medio de una solitaria calle…—¡Relish! —Le reprocho, caminando hacia ella y mirá
08 de enero de 2021Aarón AbernathyDesabrocho los dos botones del saco de mi traje de tres piezas que traigo puesto. Decido sentarme en mi silla de escritorio, pero luego frunzo el ceño y me levanto. No, no, mejor la recibo en la entrada. Así que voy y camino hacia allá, esperando ansiosamente a que llegue mi entrevistadora.Niego con mi cabeza y retrocedo, tropezándome con el mueble detrás de mí. Mejor la espero aquí sentado, luego va a pensar que la estaba esperando, que no podía aguantar las ganas para volverla a ver. No es que no fuese algo cierto…Okey, mejor me voy al ventanal y espero por ella al estilo Christian Grey cuando recibe a Anastasia Steele, no crean que vi las películas porque quise, mi prima me obligó a hacerlo, y ahora que recuerdo eso entiendo por qué viene esa escena a mi mente. Aunque, eso no es tan factible ya que no quiero que ella luego tropiece y caiga al suelo como lo hace Anastasia.Dios mío, hace mucho que no divagaba tanto con una situación y decisión t
—Bueno… ¿comenzamos? —pregunto y ella aprieta un botón de la grabadora de voz antes de sentarse manera correcta en su asiento y mirarme.—Comenzamos. —Dice de manera firme y profesional —. Buenos días, mi nombre es Stella Gilabert, reportera de ICON. Esta vez la revista ICON cuenta con un nuevo bloque titulado Los Millonarios no se Enamoran y que forma parte del área de entretenimiento. El día de hoy nos encontramos con nuestra primera víctima, nuestro primer entrevistado, y me complace revelar que es nada más y nada menos que Aarón Abernathy. Buenos días Aarón, muchas gracias por haber aceptado a hablar sobre un tema que sabemos es privado y personal.Ella espera a que yo hable, pero no puedo dejar de mirarla, de halagarla. Mientras hablaba de una manera correcta y, como ya dije, profesional, noté que no podía mantener sus manos quietas y era como si explicara todo lo que decía con ellas. También miraba mucho la pared detrás de mí, lo cual asumo que es su manera de concentrarse para
—Pasa que en ese momento yo no estaba tan de lleno en este mundo. Con esa tercera decepción amorosa decidí dejar de buscar, me cerré. Me dije que dejara de hacer cosas que no quería solo por el bienestar de mis padres, por más que fuesen mis padres, estaba mal. Es mi vida y nadie puede decidir por mí. Pueden opinar, sí, darme consejos, fundamentos, pero al final del día la decisión la tengo yo. Se lo comuniqué a mis padres, y desde entonces nos vemos de vez en cuando, no me cedieron el control de sus empresas y no fue algo que me quitó el sueño, en realidad yo quería levantar las cosas por mí mismo, crearlo, ganármelos y no que me regalaran las cosas con facilidad y menos por hacer algo que no valía la pena. Me duele es lo que perdí, el cariño de mis padres.>>Gracias a Dios tengo unos amigos que son mi soporte. No imagino una vida sin ellos. Me han ayudado en muchas cosas, me han brindado su apoyo incondicional en todo momento. No estoy seguro de haber logrado tanto o haber llegado t
Aarón Abernathy—Primera vez que soy nada para una chica. —Es lo primero que dice mi mejor amigo al entrar y cerrar la puerta por la que se acaba de ir Stella Gilabert —. Hasta la maniática de Fari no puede alejar sus ojos de mi belleza al verme y eso que me odia, pero esta chica, fue como si fuese un mortal mal para ella.—Quisiera pedirte que no seas dramático, pero ese es tu papel en nuestra amistad: tú eres el prostituto dramático, Archer es el desgraciado infeliz y yo el insatisfecho sarcástico.—Mejor no nos pudiste describir —está de acuerdo conmigo.—Y deja de llamar maniática a mi secretaria.—Bien, la llamaré psicópata —él simplemente se tira en el mueble, se quita los zapatos de un pie con el otro pie y viceversa y luego va estirando sus piernas sobre la mesa, dejando sus pies cubiertos por medias sobre ella.—¡Deja de meterte con ella! —suspiro, pidiéndole paciencia al cielo —. Es una buena mujer, trabaja duro para mantener a su familia y tú lo único que haces es pensar ma
—Esa mujer será tu perdición —mi amigo suena escandalizado y truena sus dedos contra el metal del ascensor —. Ah, y estoy hablando de tu secretaria, no del bombón que te entrevistó, aunque ella también será tu perdición, pero de buena manera.—¿Se puede ser la perdición de alguien de buena manera? —cuestiono, realmente interesado en saberlo.—Lo averiguaremos. —es todo lo que dice, saliendo del ascensor en cuanto llega a planta baja. Yo lo sigo detrás. Él me saca literalmente una cabeza, y eso que soy alto. Mido 1.80.—Yo creo que Fari te gusta y estás celoso de que me haga ojitos a mí. —Decido meterme con él, pero ahora si se detiene y voltea, mirándome con horror.—Dime que no te escuché decir tal barbaridad. Mis oídos casi sangran —dramatiza. Como siempre.—No, no lo hago.—En mi vida me fijaría en una psicópata como ella. Amigo, te lo digo en serio porque me preocupo por ti, así como tú te preocupas por mí. Despídela antes de que sea demasiado tarde. Yo entiendo que es buena traba
09 de enero de 2021Stella GilabertMiro mi atuendo y sigo sin sentirme cómoda. No soy de usar vestidos, pero entiendo el grado de formalidad que una persona puede llegar a aparentar con ellos, y en esta ocasión la requiere. Esta vez llevo un vestido color rojo, el de ayer era azul, y aunque, como ya dije, me hacen sentir rara, también dan otras vibras. Creo que más que hacerme sentir incomoda, me hacen sentir insegura. Al ser vestidos ajustados resaltan mi figura y soy una persona con mucha más carne de lo normal en ciertos lugares, no es que sea gorda, pero sí rellenita, y no es que no me guste, para mí estoy bien. No quiero ser una modelo o parecerme a una, lo que me intimida son las miradas o comentarios que algunas personas me hacen.El último comentario que han hecho fue ayer, iba en el tren, de camino al trabajo. Justo había termina
—Buenos días, señorita Brownbear —digo educadamente al entrar. Ella me mira de arriba abajo y luego sigue viendo sus papeles. —Puedes sentarte. —Por supuesto. —Tomo asiento delante de ella, quedando la mesa de escritorio entre nosotras. Ella acomoda los papeles que estaba revisando dentro de una carpeta y la coloca en el lado derecho del escritorio. —Anoche estuve supervisando tu primer trabajo. Quise ver qué tal habías hecho la entrevista —me comenta y yo trago saliva con fuerza —. La verdad es que me gustó. Quedé tan encantada que envié la grabación a una estación de radio luego de hacer que peleara con otra por mi oferta. Obviamente vendí la grabación al mejor postor. Saldrá el día dieciséis, un día después de la salida de la revista. No puedo evitar sonreír. Escuchar a esta mujer decir estas cosas lo considero como un halago. Es muy raro viniendo de ella, aunque su tono al hablar sigue siendo igual de duro e intimidante, pero no me