Nos vemos mañana, por fis, déjenme sus impresiones. Me ayudan a mejorar y hacerlo bien para ustedes.
CAPÍTULO 64 Margaret se cruzó de brazos y miro de manera hostil a su padre. Había logrado engañarlo pidiéndole verse fuera de la mansión, el remordimiento del hombre lo hizo creer y aceptar la petición de su hija. ―¿No estás feliz, papa? Deberías haber considerado lo que te dije hace un momento, ¿verdad? Aunque el anciano había experimentado todo tipo de cosas en su vida y parecía tranquilo en la superficie, los latidos de su corazón se aceleraron involuntariamente y miro a su hija y las demás personas en trance. ―¿Cómo… como puedes ser capaz de todo esto? ―hizo todo lo posible por estabilizar su mente y mostró una expresión majestuosa ―Margaret, ¿no te das cuenta de que todo esto es contra la ley? ¿En qué momento te volviste una asesina? Ella curvó los labios en una sonrisa sarcástica. ―Papá, en un momento tan difícil, ¿todavía te pones así? ¡Más bien deberías pensar cuál es la mejor salida para ti! ―¿Qué quieres decir? ―el anciano sintió gradualmente un aura escalofriante. ―B
CAPÍTULO 65 Cuando bajo las escaleras, Juliette estaba siendo atendida por el médico del escuadrón. ―¡Juliette! ―camino hacia ella con prisa y le entrego las armas a uno de los hombres, luego la abrazo ―Mi amor… ―¡Connor! ―ella escondió el rostro en su pecho y lloro violentamente, había estado conteniéndose por mucho tiempo. ―¡Estoy bien, estoy bien! Él acarició su cabello y cerro los ojos, dándole gracias a Dios por el resultado. ―El abuelo… él… ―Juliette recordó de repente y se apartó para buscarlo con la mirada. ―Tranquila, mi amor. El abuelo estará bien, fue llevado a un hospital ―Connor la miro a los ojos y sonrió con complicación ―Tú también deberías ―su mano bajo lentamente y se detuvo en su vientre ―Tenemos que asegurarnos que esta personita esté bien, ¿de acuerdo? Y fue allí donde ella comenzó a llorar, había hecho todo lo posible por proteger al bebe, pero no estaba segura si lo había conseguido. ―Tengo miedo, Connor, tengo tanto miedo… ―No, amor. Yo estoy contigo y
CAPÍTULO 66 Dentro de la prisión de máxima seguridad de Seattle, el director de esta se detuvo frente a Margaret. ―Son órdenes de arriba, no sé a quién demonios ofendiste, pero este es tu destino. Arrodillada en el suelo, Margaret, cuyo cuerpo estaba cubierto de sangre por la golpiza, trato de arrastrarse hacia delante, buscando agarrar la pierna del director, pero ella recibió una patada en el estómago en ese momento y se derrumbó en el suelo. El hombre le hizo señas a uno de los oficiales y este saco su arma y disparo, finalmente Margaret había dejado de respirar. Después de que se aseguraron de que estuviera muerta, el director salió e hizo una llamada. ―Está muerta. ―Bien. ―del otro lado, Ricardo colgó la llamada y bebió su copa de vino, en este momento estaba en algún lugar de Latinoamérica, donde no pudiera ser encontrado, no obstante, no iba a permitir que la muerte de su hija quedara sin ser vengada. ……… Ocho meses después… ―¡Tengo una hermana! ―Madison dio pequeños s
EL SABOR DE LA VENGANZA SIPNOSIS: Salvatore Mancini se casó enamorado, pero, pronto, descubrió que su nueva esposa, no era más que una interesada y para colmo lo engañó con su socio, escapó con sus hijos y lo dejó sumido en el más profundo dolor. Él solo cuenta los días para descubrir su paradero y hacerle pagar por su traición. Sídney Prescott recobró el conocimiento después de un trágico accidente y por desgracia no recuerda nada. Y lo primero que vio fue a un hombre atractivo llamarla su esposa, pero la miró con desprecio y la acusó de haber hecho cosas que no podía recordar. No obstante, su marido despierta en ella sensaciones y sentimientos que no puede entender y Sídney comienza a cuestionarse si de verdad es esa mujer cruel que todos señalan. ¿Cómo podría ser capaz de escapar con otro hombre y secuestrar a sus propios hijos? ¿Cómo podía recuperar el amor de su marido y demostrar que no era la mujer que todos odiaban? Pero, Salvatore está decidido a hacerle pagar cada una d
CAPÍTULO 2 Su intento de protesta apenas si fue audible en el cuarto cargado de tensión. El estallido de una amarga carcajada de Salvatore le produjo una sacudida. —Tú planeaste encontrarte con él cuando te fuiste de aquí, ¿no es cierto, Sydney? Estuviste con él todo este tiempo, esperando, ¿verdad, pequeña golfa intrigante? —se inclinó hacia ella por encima de la cama. La furia que ardía en su mirada que resultaba impresionante por su intensidad. —¿En dónde está mi hijo, perra? ¿Por qué tipo de infierno planeas hacerme pasar esta vez? —el odio vibraba en su voz. Rick lo observaba, sin decir nada, pero su cuerpo permanecía en tensión. La muchacha tendida en la cama se limitó a mirarlo también, confusa y asustada. «¿Por qué estaba tan furioso aquel hombre? ¿Quién era Dominic Caruso? ¿En dónde había estado ella con él? ¿Y por qué le interesaba eso? ¿Cómo suponía que ella sabía dónde estaba su hijo?» Eran preguntas para las que no tenía respuestas. —Intento recuperar a mi hijo, Syd
CAPÍTULO 3Sydney se encogió ante la condena que había en el escrutinio amenazador de su esposo.—¡Qué absurdo! ¡Eres un tonto, Rick! Tú deberías conocerla mejor que la mayoría de los hombres con los que se ha acostado. Deberías comprender que mi dulce y pequeña esposa sabe con exactitud lo que hace, en todo momento. El destino que lleva puede ser un secreto absoluto para el resto del mundo, pero ella sabe siempre hacia dónde va.Rick se estremeció ante el desprecio que revelaba su voz, pero guardó silencio. La risa de Salvatore pareció desnudar al médico en alguna forma que Sydney no comprendió, y lo dejó indefenso. Lo vio meter los puños en los bolsillos de su chaqueta. Tenía los ojos fijos con expresión helada, en la cara desdeñosa de su amigo.Pero Salvatore Mancini no se fijó en él. Contempló a la mujer acostada sobre la cama con visible disgusto pintado en su rostro.—¿Cuándo esperas que pueda recordar quién es y lo que ha hecho? —su clara voz aguda cortaba el aire como si fuera
CAPÍTULO 4. En las siguientes dos semanas. Ella se adaptó a la rutina del hospital, los días iban y venían. Sus huesos comenzaron a soldar para la satisfacción de Rick. Las inflamaciones que produjeron los golpes cedieron poco a poco. Se curaron sus costillas rotas y los dolores de cabeza desaparecieron. —Serafina se va a casa hoy —anunció, la enfermera, asomando la cabeza dentro de la habitación. A ella le agradaba mucho Sydney, que comenzaba a considerarla como una amiga. Era ella la que le llevaba noticias diarias sobre el progreso de la niña. —La vestirán en una hora. Salvatore vendrá a recogerla. ¿Te gustaría verla antes de que se marche? Creo que podría hacer arreglos para ello. Serafina estaba en el área infantil del hospital. Sydney, hizo una ligera mueca de tristeza y movió la cabeza con un gesto negativo. —Es muy pequeña para entender, creo que será mejor que espere un poco y me vea cuando tenga otra vez aspecto de ser humano —murmuró, con la tristeza reflejada en sus o
CAPÍTULO 5El sábado siguiente le quitaron el yeso del brazo. Esa tarde, la enfermera llegó cargada de ropa femenina.—¡Qué suerte tienes! Te trajeron estas cosas para que te las pongas —dijo, al mismo tiempo que extendió sobre la cama delicadas prendas íntimas de seda y productos de uso personal. —¿Me han dado de alta? —preguntó Sydney. Rick no había hecho todavía su visita acostumbrada y el día anterior no le mencionó nada.—Sí. Todo ha sido arreglado ya, ese precioso ejemplar de hombre con él que estás casada te espera afuera—comentó la mujer sonriendo—. Y no con mucha paciencia, lamento decirte —la simpática enfermera lanzó un suspiro melodramático—. Algunas mujeres tienen toda la suerte del mundo. Debe ser maravilloso estar casada con un hombre así y ser adorada por él. ¿Qué te parece si te lo cambio por esto?Le ofreció una pluma que había suelta sobre la cama.—¿Una pluma? —Sydney se echó a reír.—Sí, así las dos nos divertimos. Yo con Salvatore y tú haciéndote cosquillas con