Capítulo 35

Cuando entro, el sonido de la campanilla hace que llame la atención de los comensales y de los meseros, uno de ellos, un chico pelirrojo con ojos azules, y sonrisa de guasón, se me acerca con una carta de menú en la mano.

—Buenos días, señorita, ¿gusta una mesa o la barra? —me dice con amabilidad.

Niego con la cabeza mostrando la carpeta que traigo.

—Ah, vienes por lo del empleo —me guiña un ojo—. Espera aquí, enseguida le llamo al gerente.

—Muchas gracias.

El chico desaparece y las meseras comienzan a cuchichearse, sus miradas son curiosas, una de ellas me sonríe, mientras que las otras tres solo me miran de pies a cabeza, como si quisieran leer mi mente. Me dirijo a la barra y luego de cinco minutos, el mismo chico vuelve, esta vez con el ceño fruncido.

—El gerente te recibirá ahora —espeta—. Sigue el pasillo, la puerta del final a la derecha.

—Te lo agradezco mucho.

Paso a su lado y tira de mi brazo.

—Pareces buena persona, así que te daré un consejo, no tengo idea de qué
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