Capítulo cinco. No volverás a tocarme Tanto para Athos como para Lily estaba siendo muy intenso el momento. Después de tanto tiempo sin verse era fácil reconocer que se deseaban como el primer día en el que se conocieron.Ella por su parte tenía una deuda que saldar con carácter inmediato. Louis, quien le había prestado el dinero para salir huyendo de Rusia tenía la intención de delatar su posición a quienes la buscaban desesperados si no le llegaba a dar el dinero ese mismo día. El plazo se había acabado y aunque la chica no sabía por qué era imprescindible para ellos, tenía que pagar para no perder su vida y la de su hijo.Athos por su parte se moría de ganas de saber qué había dentro de aquella apariencia tan azorada que nunca había visto en ella. El enigma iba en aumento y su excitación también. —Mi cuerpo no volverá a ser tuyo Athos —ella puntualizó —. Ni mucho menos mi alma.—¿Ni aunque me ruegues? —siseó el griego.—No es una broma —apostilló la chica —. Y no, no lo haré. No
Capítulo seis. Si me tocas me iré.Técnicamente Lily no había mentido. En su vida, en su casa y en ocasiones incluso en su cama había otra persona: su pequeño hijo.Y el de Athos. Si la situación no fuera lo suficientemente desesperada ella no haría algo así con él, todo aquello podía salir muy mal y como mínimo su corazón sufriría por los estragos que aquel arreglo le dejaría.El griego por su parte estaba más furioso aún. Aquella preciosa mujer que había sido tan suya, la única con la que no esperaba que la noche acabara para sacarla de su cama porque adoraba reír con ella, hacer planes y despertar a su lado lo había dejado una vez y ahora le pedía ayuda teniendo a un hombre en su vida. Aquel tipo debía ser un idiota incapaz de mantener a su propia mujer. Una mujer que ahora de repente él quería para si mismo la otra vez aunque fuese para ayudarla, nada más.—¿Por qué no te da el dinero él? —quiso el griego saber visiblemente celoso.—No es asunto tuyo.Sí lo era. Todo en ella volv
Capítulo siete. Operación Cenicienta Lily salía del edificio con dolor en sus pech0s. Su hijo debía estar clamando por comida y ella todavía demoraba un par de cuartos de hora en llegar hasta él. No podía creerse lo que acababa de firmar, después de tanto tiempo, de tanto kntento de olvidar de tantas noches pensando en Athos y ahora, justo cuando estaba por irse lejos para siempre del yugo de todos, iba y caía en sus garras otras vez.Ella era muy consciente de que aquellas mariposan habían anidado en su estómago...no estaban allí de paso, eran parte de si misma. Le amaba...por Dios como le amaba. ¿Cómo podía luchar contra el amor?El padre de su hijo estaría dominando sus días por dos semanas que se le harían eternas mientras el bebé esperaba por ser separado para siempre de la posibilidad de tener un padre.Aquello era una locura a la que no podía dejar atrás. No le quedaba otra que cumplir con frialdad su parte del trato y luego salir lo más lejos posible.Ella había reservado y
Capítulo ocho. Tú eres solo mía Lily se esforzó en no mirar a Athos, lo cual era muy difícil, ya que estaba muy atractivo con su traje gris oscuro, de exquisita confección, que resaltaba su poderoso físico a la perfección, una camisa blanca y una corbata de seda negra anudada a su cuello moreno. ‘Muy bien’, se dijo, ‘es guapísimo.' '¡Supéralo!’, y se lo repitió hasta que los espectaculares ojos masculinos bordeados de negras pestañas eliminaron ese sensato pensamiento de su mente. Ella también estaba insoportablemente exquisita. Athos apenas podía contener el aliento al verla. Aquel vestido que había elegido para ella era una locura. El rojo le sentaba de maravilla y ver como caía en cascada por sus curvas preciosas, marcando toda su figura se sintió explotar en sus pantalones a medida. —Entonces —Lily quiso romper el hielo para espantar sus pensamientos —, ¿Cómo será mi itinerario a partir de mañana? Sabía que el sarcasmo le sacaría de quicio y aprovechó para jugar con la pacie
Capítulo nueve. Los celos de un hermano A la mañana siguiente las lecciones comenzaron. Lily lanzó un suspiro por la mañana que había pasado; una clase nunca le había aburrido y hartado tanto como aquellas, porque todo lo que le enseñaban era muy árido y ella encima tenía que fingir que no sabía hacer nada. Sin embargo, Lily se estremeció ante la perspectiva de enfrentarse a dos semanas de semejantes enseñanzas. Pero, si eso era lo que se le exigía para salvar a su hijo, se pondría a trabajar en serio y escucharía lo que fuera necesario, se dijo de mala gana.Ante sí tenía un montón de apuntes para supuestamente ayudarla en la tarea, cuyos puntos importantes fue subrayando con rotuladores de colores, una práctica que utilizaba en la universidad para que le resultara menos difícil leer, a causa de la dislexia. Le sería más fácil pedir apuntes orales que pudiera escuchar, pero detestaba solicitar que la trataran de manera especial por su dificultad de aprendizaje, sobre todo cuando, en
Capítulo diez. De la furia al beso Lily se había calmado un poco cuando se enteró de que a Albert, el mayordomo de Athos, le habían encargado que le enseñara el uso correcto de los cubiertos, no modales en la mesa. De repente se vio frente a una mesa puesta formalmente, en la que había un asombroso surtido de cucharas, tenedores y cuchillos.Una vez acabada la clase, volvió a su habitación y se sentó en la cama, apoyada en el cabecero, a leer un libro que había tomado prestado de la biblioteca, cuando la puerta se abrió sin previo aviso.Era Athos y estaba más furioso de lo que nunca lo había visto. Tenía las mejillas sofocadas, lo cual acentuaba aún más los destellos dorados de sus espectaculares ojos.—¡Se lo has contado todo! ¿Es que no sabes lo que es la discreción? — preguntó con voz condenatoria y airada —. ¿No sabes guardar un secreto?Tensa y turbada, Lily se levantó de la cama a toda prisa.—Solo se me escapó una palabra y, después, no tenía mucho sentido no contárselo —reco
Capítulo once. ¿De quién es ese niño?A Lily se le hacía demasiado lento el tiempo en la casa de Athos. Este, luego de aquel arrebato que había tenido con ella y su boca pecaminosa que le hacía cometer delitos y pecados había desaparecido del todo.Cinco horas llevaba fuera de la casa y la chica encontró ese momento perfecto para salir y escabullirse a ver a su pequeño hijo.La pobre chica no sabía que desde que había decidido vivir aquella aventura con el griego él desconfiaba de ella. Motivo por el cual le había puesto un chófer sin transporte, prácticamente. El hombre en vez de manejar par la chica, se dedicaba a ir tras ella a todos sitos y vigilar sus pasos. Claro, que en caso de que estuviera amenazada o en apuros debía intervenir aunque se destapara su verdadera intención con ella."VIGILAR Y PROTEGER". Esas habían sido las palabras exactas del griego al hombre que entonces la seguía por la ciudad.Lily, ajena a todo aquello salió de la casa por la tarde, le dolían las mamas y
Capítulo 12. El padre del bebé Athos se había quedado con la mosca detrás de la oreja. Algo, o más bien y siendo sincero, varias cosas no le gustaban un pelo. Él sabía que aquella preciosa y tentadora mujer escondía algo pero lo que verdaderamente lo que le preocupaba era la magnitud de ese secreto. O secretos, en caso de que fuera un plural que era lo que más intuía.Miró uno y otra vez las fotos que le había mandado su hombre. En todas ellas era Lyli quien llevaba al bebé en brazos y la verdad se veía preciosa en esa tesitura.Esos pensamientos le asustaron sobremanera y se obligó a si mismo a sacar en enfado y la intriga por encima de la ternura y el deseo que aquella mujer provocaba en él. Durante los minutos que le tomó disolver la reunión a la que asistía antes de semejantes noticias, ni siquiera podía dejar de mirar la foto que tenia abierta en el teléfono. Sabía que era cuestión de minutos que le avisaran de donde estaba Lily y no tenía tiempo que perder.También ordenó a ot