Capítulo diecinueve. La última noche. El sol convertía el pelo de Britney en un halo de ámbar. Se dio la vuelta y sonrió al oír que alguien se acercaba, pero su sonrisa se desvaneció al ver quién era. —Señor Stratos… ¿qué pasa? ¿Hay algún problema? Por primera vez en su vida, Owen no sabía qué decir. Llenó el silencio mostrando la carta con la esperanza de que ella se abalanzara a quitársela de la mano. No lo hizo. Permaneció donde estaba. La preocupación en sus ojos era casi insoportable. Owen le tendió la carta. —He venido a entregarle esto — hizo una pausa —. Y para ver cuál es la causa de todo este jaleo. —Acaban de terminar de poner la carpa sobre el helipuerto y hay alguna discusión sobre quién está encargado de llevar allí las mesas y las sillas — suspiró la joven agradecida. —Ah, sí — Owen se unió a ella en la ventana. Desde allí podía ver a Cosmos. No necesitaba oír la conversación. Stefano hacía gestos lo bastante elocuentes —. Es para la fiesta del personal de es
Capítulo veinte. Los recuerdos de la ex. —¿Cree que hay algún problema con este vestido, señor Stratos? — se aventuró a preguntar Britney. Se había puesto demasiado nerviosa de repente. —No…no, en absoluto — su sonrisa la puso sobre aviso —. Simplemente me he quedado sin palabras porque me acabo de dar cuenta del tesoro que he tenido guardado en mi casa. Es usted una revelación para mí, Britney. Es inteligente, trabaja duro y además se transforma de este modo. Britney se echó a reír. Se había mentalizado para asistir a esa fiesta, pero no se había preparado para esa mirada penetrante. Si él no hubiera dicho que nunca repetiría su aproximación del Kilimaro… La manifiesta admiración hacia ella estaba escrita en todo su rostro, pero sabía que un hombre orgulloso como Owen jamás incumpliría su palabra. Sólo podía esperar que no leyera sus pensamientos. Castidad sería lo último que encontraría en ellos. —Britney, aunque prometí mantener las cosas estrictamente fuera del ámbito de lo pe
Capítulo veintiuno. Ella se irá. Owen recordó cómo había empezado la discusión con Sally. El doctor llevaba meses diciéndole que no necesitaba perder más peso, pero ella se había puesto a dieta. Entre que le habían tomado las medidas por última vez y que le habían entregado los vestidos, la talla de Sally habían cambiado de nuevo. Owen la había descubierto rellenando el vestido verde con algodones y se lo había recriminado. La pelea había sido espectacular. Entonces Sally se había marchado en plena noche a casa de sus excesivamente indulgentes padres. Había parecido el final de todo, pero un mes después había vuelto. Desde entonces las cosas habían ido cada vez peor. Owen llevaba cinco años solo. Había sido liberado de su frío y muerto noviazgo, pero por un desastre caído en el infierno del mismísimo Dante. Trató de concentrarse en la fiesta. Era imposible. Britney estaba provocando una corriente de recuerdos más recientes y felices. Era evidente que ella no tenía que recurrir al
Capítulo veintidós. Llaman a mí puerta. Britney fue una de las primeras en marcharse de la fiesta. También fue una de las últimas en volver a casa. La familia Bacchari la invitó a visitar su granja y fue incapaz de resistirse. La cerda estaba a punto de parir y no querían que estuviera sola en ese gran momento. Seis personas, incluyendo a Britney, se metieron en un inestable viejo Fiat y recorrieron entre ruido los tres kilómetros que les separaban de la granja. Mila, la cerda, ya estaba ocupada con media docena de pequeños cuando el público se congregó alrededor de los muros de su pocilga. Britney fue agasajada con un poco de salami casero y una bebida que sabía como si estuviera hecha con albaricoques y limaduras de hierro. Luego el joven Beto fue el encargado de llevarla de vuelta a la villa. Lo hizo en un tiempo récord, mientras Britney se agarraba y trataba de permanecer sonriente. El Fiat finalmente se detuvo bruscamente fuera de los antiguos muros originales de la Villa Chry
Capítulo veintitrés. La última oportunidad.A Britney le latía tan fuerte el corazón que no podía respirar. —¿Qué quiere? — susurró esperando que no tuviera respuesta, pero con la esperanza de que sí. —Olvidé ofrecerle café — dijo Owen entonces —. He preparado un poco para mí, ¿quiere acompañarme? Fue la ocasión de volver a verlo lo que convenció a Britney de abrir la puerta, no el café. Se había quitado la chaqueta y el chaleco, pero estaba tan magnífico como siempre. Llevaba en la mano una taza de espresso del tamaño de un dedal encima de un platillo de porcelana. El color dorado de su piel contrastaba con el fulgurante blanco de la camisa. —Gracias, señor Stratos — dijo aceptando el café. —De nada, Britney — Owen se inclinó ligeramente. Se miraron recelosos. Britney dio un paso atrás al interior de la habitación. Owen empezó a marcharse pero entonces se acordó de algo y se dio la vuelta —. Eso me recuerda que debería haber ido a la oficina lo primero de todo, Britney. Ésta pue
Capítulo veinticuatro. Sexo puro —Oh, Owen… — Britney gimió sin aliento. Todo lo que había pensado sobre sus otras mujeres desapareció al ser consciente de que le iba a dar una segunda oportunidad. Desde lo del Kilimaro, había pasado todo el tiempo arrepintiéndose de la forma en que lo había rehuido. Esa noche todo iba a ser distinto. Tímidamente, a lo lejos, el canto de los ruiseñores volvió a entrar por las ventanas. Owen apenas lo oía. Le pasó una mano por el pelo para apartárselo de la sedosa piel de los hombros. Después inclinó la cabeza para disfrutar de su sabor. Era más delicioso de lo que había imaginado. Dejó caer las manos hasta su cintura para sujetarla protector mientras la besaba una y otra vez. Era maravilloso, y la ligera timidez de Britney, tan refrescante. Había sido una constante en su vida desde la adolescencia que las mujeres se lanzaran por él. La única mujer que no había hecho nada de eso había sido Sally. Reflexionó sobre ello mientras permanecía de pie
Capítulo veinticinco. ¿Quieres que pare?La cama es el único sitio adecuado para esto... — murmuró Owen y Britney no lo negó.La tomó en brazos y la llevó a la habitación en sombras. La dejó suavemente en la cama, se tumbó a su lado completamente vestido. Apoyada la cabeza en una mano, utilizó la otra para apreciar la suavidad de su piel. Volvió a respirar el perfume de su pelo.Los dedos de ella respondieron, temerosos al principio, después más decididos cuando encontraron los botones. Con el estímulo de él, los desabrochó, uno a uno. Le quitó la camisa y se acercó más a él. La sensación del suave vello de su pecho contra la piel, le arrancó un gemido de anticipación.—¿Disfrutas de la sensación de piel contra piel? — podía escuchar la sonrisa en su voz mientras sus manos bajaban de los hombros y le cubrían los pechos.Cada dedo se movía de modo independiente consiguiendo excitar sus pezones sin llegar a tocarlos.Cuando finalmente el pulgar se detuvo en uno de ellos, esa sensación l
Capítulo veintiséis. Tu placer, mi delirio.La boca de Britney se encontró con la de Owen , ambas hambrientas. Sentados de nuevo en la cama, las manos de ella recorrieron su espalda desnuda mientras él se las arreglaba para quitarse la ropa que le quedaba y así ser los dos libres de explorar en el anonimato de la noche. Britney nunca había experimentado un abandono similar. Mientras la besaba ella buscó los pezones. Estaban tan duros como los de ella. Trató de imitar el movimiento con que él la había incendiado, pero en lugar de disfrutarlo como ella, él se retorció y le sujetó las manos.—Es demasiado del placer inadecuado — le susurró con una risa líquida en medio de la sombra mientras le llevaba las manos de nuevo a la espalda.Nunca había pensado que los hombres pudieran ser delicados. Se preguntó qué otra parte de su cuerpo estaría abierta a la exploración. Embrujada por sus besos, fue dejando caer sus manos hasta la cintura. No la detuvo esa vez. En lugar de eso, se retorció de