La Entrega 4

Se elevó con una rapidez que me cortó la respiración. Nos alejamos hacia el sur sobrevolando el curso medio del Manso, que traía poca agua tras el verano de sequía y calor tan intenso. Sólo un minuto después descendíamos en un islote diminuto y lleno de árboles en mitad del cauce, que en ese lugar corría entre altos acantilados coronados de alerces, sin orillas por varios kilómetros. Había elegido bien el lugar, para que yo no pudiera recibir ningún auxilio humano.

En el islote ardía una pequeña fogata y una mujer se adelantó para recibirnos: la brujita. Blas me depositó en el pasto y señaló la Cruz, todavía en mi mano. La tiré al agua sin vacilar. Si tenía tanta suerte de volver a necesitarla, mi familia me proveería otra exactamente igual. Me señaló a la chica.

—Ella te va a ayudar a prepa

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