Majo estaba bien, Blas sólo la había dejado inconsciente. Ariel y una de sus tías, que era médica, se cercioraron de que no estuviera lastimada y aseguraron que no corría ningún peligro. Pero teníamos que sacarla de ahí. Dos cazadoras se ofrecieron a llevarla en mi auto. Troqué el desmayo de mi hija por un sueño profundo, del que no despertaría hasta la mañana, y mandé a Ariel con ellas. La excusa era evitar que se perdieran buscando mi casa. Él se dio cuenta de que lo quería alejar de una posible batalla, pero aceptó la promesa de que podía regresar. Iban a tardar al menos tres horas en ir y volver. Y yo sabía que para entonces todo se habría resuelto.
Apenas estuvieron en camino, busqué a Julia. Ella y su hermana Guadalupe conferenciaban con su abuela Clara y un par más de mujeres mayores. Sus expresiones al enfrentarme no dejaba
Les salí al cruce y derribé a dos o tres antes de que los restantes siguieran su camino, dejándome atrás. Tuve que ir tras ellos, porque las cazadoras no podían hacer nada contra criaturas tan poderosas. Permití que mi apremio y mi angustia se transformaran en furia, dejándola fluir para aprovechar la fuerza que me daba. Allá abajo, entre las fogatas encendidas, vi que las cazadoras se preparaban para dar una batalla que ya tenían perdida.El viento en mis oídos moduló un sonido que me sorprendió comprender.—Estamos cerca, Raziel.Reconocí con un escalofrío la voz de Yael, mi antiguo hermano de armas. Me apresuré tras los demonios, sin detenerme a darle la importancia debida a que era la primera vez desde que cayera que uno de ellos se comunicaba conmigo. Había asuntos más urgentes. Si Yael y los demás estaban en camino, a
Blas salió de la tienda con una sonrisita satisfecha que iba a la perfección con los destellos de su aura sucia. Me vio y se volvió interrogante hacia Ragaesh, que lo instó a acercarse adonde yo permanecía erguido sólo porque la cadena me sostenía.—Mirá quién vino al baile —fue su saludo, inclinándose hacia mí—. Siempre tan oportuno, exorcista. Vas a ser el postre. Todo un honor, considerando tu estatus. No me lo voy a perder por nada del mundo: tu novia cortándote en pedacitos. Se entiende muy bien con mi señora, ¿sabías? —Enfrentó a Ragaesh, todavía sonriendo—. No lo mencionen delante de mi señora. Yo les voy a decir cuándo entregárselo.A través del dolor y la fatiga que me abrumaban, tuve el gusto de ver que Ragaesh se tragaba su odio e inclinaba la cabeza ante Blas. De haberse atrevido, lo
Abrí los ojos y vi que estaba caída en el centro de la habitación de fuego. Miré a todos lados desesperada: no había ninguna salida. Tenía que hallarla, inventarla si era preciso. Me moví con cuidado infinito, con sigilo y suavidad. Era yo, era Lucía Márquez, y tenía que seguir siéndolo un rato más. No quería llamar la atención. Pero necesitaba ver, saber qué estaba pasando ahí afuera. Fui hasta una pared y hundí la mano en el fuego. Las llamas se agitaron hacia mí y retrocedí asustada, viéndolas cobrar la forma de una cara que me sonreía. La voz sonó retumbante, poderosa, ensordecedora.—¿Te despertaste, pequeña? Zorael me aseguró que te portarías bien. Veamos si es cierto. Mientras lo hagas, seguirás existiendo.Las llamas formaron una ola gigantesca que cayó sobre m&i
Me sobresalté, como si me hubiera adormecido. ¿Dónde estaba? ¿Esos imbéciles todavía no terminaban de abrirme camino en la montaña? Los iba a hacer azotar por un par de siglos, a ver si aprendían el concepto de rapidez. Pero no, ésta no era la prisión donde me habían encerrado. Ésta ni siquiera era yo. ¿Qué era este núcleo de consciencia en el que me había convertido?Una corriente de dolor me recorrió, ardiente, desgarradora.Soy Lucía.Comprenderlo me asustó.Soy Lucía Márquez.Cazadora.Madre de Ariel.Compañera de…El fuego se alzó rugiendo y atravesó la piedra que me confinaba, volvió a caerme encima, me envolvió, me ahogó.Soy Lucía.Si hubiera tenido garganta, habría aullado de dolor
El archidemonio apareció como por arte de magia e hizo una reverencia ante ella. Arayda señaló el cadáver de la chica. La bestia se apresuró a agarrarlo por el tobillo y llevárselo a rastras.—¿Qué novedades hay? —le preguntó Blas antes de que saliera.El otro se detuvo con una pata ya afuera. Se tomó todo un segundo para tragarse la furia de que el Caído se dirigiera de esa forma a alguien de su jerarquía, y consiguió enfrentarlo sin que le supurara demasiado odio por todos los poros. Arayda encontró placer en su humillación. Yo también.—Estamos dando cuenta de una avanzada. Los vamos a derrotar, pero no nos queda mucho tiempo. El grueso de sus fuerzas nos va a caer encima pronto.—Obvio. Somos fáciles de encontrar, con esas auras roñosas como balizas —dije—. Hasta yo podría seguirles el
Lucía no llegó a tocar el piso cuando cayó.Un torbellino cegador se abatió sobre ella, envolviéndola, ocultándola a mis ojos.No me di cuenta que estaba gritando con todas mis fuerzas hasta que sentí el peso cálido, firme en mi cabeza. El brillo disminuyó y reconocí a mi señor Miguel inclinado hacia mí. Era su mano sobre mi cabeza. Estaba rodeado por miles de guerreros de luz, de pronto todos perfectamente visibles para mí. Sus manos fuertes y gentiles me sostuvieron cuando entre varios exorcistas me liberaron de la cadena maldita de Tespiah. Me desmoroné en sus brazos llorando, llamando balbuceante a Lucía.—Yael, Misael, cuiden de su hermano.El frío me invadió cuando Miguel se apartó de mí y sentí las manos amables de mis antiguos hermanos sujetándome. Quería ver qué había pasado
Desde chica tuve la certeza de que el cielo, el paraíso, no se parecía a ninguna de las descripciones que dan las distintas religiones, y que se parecía a todas a la vez. Mi idea del paraíso era que cada uno encuentra lo que esperaba encontrar antes de morir.Yo lo bauticé el Jardín de las Columnas.Y considerando que nunca me había detenido a pensar cómo creía o quería que fuera el paraíso, tuve que reconocer que me sorprendía mi propia imaginación.Era un prado de hierba y tréboles florecidos, rodeado por un bosque antiguo que lo cerraba como un muro vivo. En su centro había un espacio circular cubierto de losa blanca y rodeado de columnas altas, también blancas, sin techo. Una cornisa las unía entre sí, como un anillo trunco.Más allá estaba la Fuente del Principito. La llamaba así porque desde que la vi por
El murmullo dulce del agua en la orilla se mezcló con otro rumor dulce proveniente del bosque. Era música. Un cántico. Las voces eran tan delicadas y armoniosas que parecían instrumentos de viento y cuerdas. Me volví hacia las columnas, atraída por el sonido. Era la primera vez que escuchaba música en el Jardín.Subí los escalones sin apuro, pasé junto al estanque y crucé el prado hacia los árboles, siguiendo los cánticos. Encontré un sendero angosto que parecía conducir hacia la música. Lo seguí.Caminé por el bosque sin pájaros ni viento, de hojas perfectas, quietas, invariables. El cántico sonaba más cercano. Finalmente desemboqué en otro prado como el del Jardín. Era un poco más grande, y en su centro se levantaba un pequeño templo circular de piedra gris, con cúpula anillada.El