Leah Mientras Frederick terminaba el papeleo me llevaron a una habitación y le negaron la entrada a todos los que fueran mi esposo. Me sentí aliviada por eso porque a pesar de conocer sus buenas intenciones. Me estaban volviendo loca. Todos parecían tener una opinión. Mamá me sugería que caminase y Catriona que me sentase, así pronto comenzó una guerra entre los dos bandos que disputaban las riendas del trabajo de parto. Finalmente una de las enfermeras, desalojo la habitación y no pude sentirme más aliviada. Luego de colocarme la bata comencé a caminar por la habitación, colocándome en cuclillas cuando las contracciones me lo permitían para que la gravedad ayudase al descenso de las gemelas, que cada vez estaban más ansiosas por conocer a su familia. El dolor que se me había instalado desde hacía un par de horas, era cada vez más intenso, la espalda me estaba matando, sentía que iba a ser destrozada cuando sacaran a las niñas. Ya era muy tarde para una cesaría. Y la epidural, buen
Leah Me desperté a las cuatro de la mañana con los pechos rebosantes de leche. Estaba segura de que pronto aparecería por la puerta Frederick con una de las dos niñas, ya que no estaba a mi lado. La última vez que habían comido fue a la una de la mañana. Mi esposo estuvo con ellas en su cuarto, me llevó a Olivia primero para ayudarme a colocar el cojín para lactar. Puso a Oliv contra el pecho en la posición de pelota de rugby y la sostuve con mi brazo, luego repetimos el proceso con Sophi que buscó el pezón desesperadamente, como si hiciese semanas que no comía. Desde que llegamos a casa hacia tres días teníamos la misma rutina. Él se quedaba en vela casi toda la noche y dormía un poco cuando lo reemplazaba Emma, mamá o Catriona por la mañana. Pronto necesitaríamos conseguir un poco de ayuda externa, pero aún no lo pensábamos seriamente. Frederick se quedó sentado en un sofá junto a la cama mirando cómo les daba de mamar, extasiado, sin apartar la vista de nosotras, hasta que Oliv
FrederickSe llenó de zombis en la pantalla dividida mientras Eloise y Sheldon disparaban desde un cañón lanza guisantes, bueno ellos me habían dicho que así se llamaba.A nuestro alrededor la sala de juegos del centro comercial era un completo caos de niños jugando. Había decidido salir a dar una vuelta con los trillizos para que Leah descansara un poco, ya habían pasado más tres meses desde el nacimiento de las gemelas y sabía que necesitaba un respiro, tanto como yo un momento a solas con ella, aunque aún no me atrevía a pedírselo.No estaba seguro de cómo funcionaba aquello de volver a la normalidad después de tener un bebé, o en este caso dos. Luego le escribiría a mi amigo de pre parto para que me echase un cable, sabía que el puerperio ya había cesado. Aunque ella no dijo nada a pesar de que ya había pasado un mes de eso. Tampoco lo mencioné porque no quería parecer ansioso. Aunque lo estaba y mucho.—¡Soy muy buena en esto! —Gritó Eloise, saltando y bailando. —¡Te gané! ¿Qué e
Frederick Cinco meses despuésHércules me dio un lengüetazo en el rostro para que despertase, luego tomó el edredón entre sus dientes para tirar con fuerza hasta que quede completamente descubierto mientras movía la cola. No había sido fácil que Leah lo aceptara, de hecho se había vuelto completamente loca tal como imaginábamos, pero finalmente los niños se salieron con la suya. La convencieron de que lo alimentarían, lo sacarían a hacer sus necesidades y jugarían con él. Todo era mentira obviamente, sin embargo pronto se había convertido en parte de la familia. Lo miré con los ojos entrecerrados intentando adaptarme a la luz. —No voy a mentirte, amigo. —Le dije rascándole tras la oreja. —Hubiese preferido que fuese mi esposa. ¿Cuánto voy a tener que esperar para tenerla solo un par de horas para mí? —Hércules inclino la cabeza comprensivo y sonreí. Desde que las niñas habían nacido todo se volvió un completo caos, nunca teníamos tiempo para pasar juntos y cuando llegaba la noch
Seis años después. Frederick Pasé el cepillo por el largo y lacio cabello de Sophia, mientras la observaba en el reflejo del espejo. No podía creer lo grande que se veía, y me parecía que solo ayer la había tenido en los brazos mientras agitaba sus puñitos nerviosa. Tenía el cabello negro, las mejillas rosadas y sus ojos eran de un intenso color azul. Era tan parecida a su hermana mayor que de no ser porque Eloise era bastante más alta podría haber pasado por su trilliza. —¿Puedes hacerme dos coletas? —Me dijo jugando con el dobladillo del vestido de tul blanco que usarían para la boda de Parker y Catriona. Sí, habían pasado cinco años, cientos de idas y venidas, noches enteras apoyando a mi amigo como él lo había hecho conmigo cuando estaba en la misma situación con Leah, para que finalmente se decidieran a dar el paso. A pesar de que el primer intento de mi amigo había sido seis años antes, nunca llegaron a nada hasta hacia tres meses atrás. Luego de que lograsen reconocer que
Frederick Olivia y Sophia, unas horas después recorrían la alfombra lanzando pétalos blancos a su paso. Se veían radiantes y en cierta forma se sentía como si hubiesen nacido para ser el centro de las miradas de todos. Ellas definitivamente se sabían las estrellas, azotaban su cabello negro de un lado al otro, mientras les sonreían a todos. Iluminaban todo a su paso enfundadas en esos preciosos vestidos blancos que las hacían ver como pequeños ángeles. Finalmente terminaron de recorrer el pasillo, y se colocaron frente a su madre. Leah tiró un poco del vestido rosa de dama de honor que le cubría los muslos y no mucho más. Las niñas pusieron sus ojos en los míos, haciéndome señas, buscaban saber si lo habían hecho bien. Por lo que levanté el pulgar disimuladamente. Que podía decir aunque hubiesen rodado hasta allí, me habría sentido orgulloso. Centré mi atención en mi mejor amigo. El hombre que me soportó durante años y se volvió parte de la familia. Parker estaba muy nervioso, hec
EloiseCatorce años Alice, una de las chicas de la nueva escuela, me jalo el cabello con fuerza en la puerta del baño del colegio, cuando salía de allí para ir a buscar algo de comer. Me había tomado por sorpresa, por lo que lancé un chillido horrible. Algunos estudiantes se dieron la vuelta al escucharme gritar, no obstante nadie se atrevió a intervenir. Me mordí la lengua tan fuerte para no llorar que sentí que tragaba unas cuantas gotas de sangre. Ni siquiera tenía idea de porque me odiaban, de lo único que estaba segura, era de que me hacían sentir horrible. —¡Eres fea! —Todas ellas tenían catorce años y eran bastante más grandes que yo. —Además de que te vistes como un niño. —Me miré asombrada, como podía decir eso, si llevábamos exactamente el mismo maldito uniforme. —¡No me vuelvas a decir que parezco niño! —La empujé para sacármela de encima. En realidad, sabía que no era justamente una modelo de pasarela, sin embargo no me consideraba fea. Aun no tenía senos, mamá decía
SheldonCatorce añosAlice, podía ser hermosa, además de popular. Pero estaba muy equivocada si creía que lograría meterse con mi hermana y salirse con la suya. Nadie se pasaba de listo con uno de los tres mosqueteros y se iba de rositas. Ya Collins y Eloise me lo habían contado todo con lujo de detalles, por lo que me sentí enfermo de solo pensar que ella era mi cita. Mi primer beso no iba a ser con la perra de primera categoría, ni en sueños. Me arrepentía de no haber besado en el campamento de verano a Tina, tenía frenos, pero era divertida, buena y hacia que sintiera cosquillas en el estómago. Como fuese, eso podía esperar, ahora tenía el deber de defender a la tercera mosquetera. Aquello de emboscar a mi hermana a la salida de los sanitarios, golpearla y humillarla, no sería ni la mitad de doloroso de lo que le iba a pasar. Habíamos elaborado un plan, como en los viejos tiempos cuando apenas si nos sabíamos atar los cordones. Bueno puede que Collins supiese mucho más que eso, p