Sophia y Olivia

Leah

Mientras Frederick terminaba el papeleo me llevaron a una habitación y le negaron la entrada a todos los que fueran mi esposo. Me sentí aliviada por eso porque a pesar de conocer sus buenas intenciones. Me estaban volviendo loca. Todos parecían tener una opinión. Mamá me sugería que caminase y Catriona que me sentase, así pronto comenzó una guerra entre los dos bandos que disputaban las riendas del trabajo de parto.

Finalmente una de las enfermeras, desalojo la habitación y no pude sentirme más aliviada. Luego de colocarme la bata comencé a caminar por la habitación, colocándome en cuclillas cuando las contracciones me lo permitían para que la gravedad ayudase al descenso de las gemelas, que cada vez estaban más ansiosas por conocer a su familia.

El dolor que se me había instalado desde hacía un par de horas, era cada vez más intenso, la espalda me estaba matando, sentía que iba a ser destrozada cuando sacaran a las niñas. Ya era muy tarde para una cesaría. Y la epidural, buen
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