Leah La motocicleta se movió lentamente entre la enorme fila de coches que también habían pensado en hacerse una escapadita de fin de semana. Rebasamos algunos coches rozando los espejos retrovisores, hasta que Frederick se detuvo. —Creo que nos va a ser imposible seguir por este camino. —Entrelazó sus dedos con los míos sobre su pecho y sentí que como el corazón me daba un vuelco dentro del pecho. Ese simple gesto me emocionaba, ahora que finalmente había aceptado lo que sentía. —Me parece que lo mejor sería que nos desviásemos en la próxima salida, dejar la Harley en un garaje privado e ir andando a la casa de la playa. —Mis ojos se abrieron de par en par. «No estaba ni tibio si creía que me pasaría tan campante con vestido de novia». Pensé antes de exteriorizar lo que pensaba. —¿Crees que voy a caminar por la arena dos kilómetros con vestido de novia? —Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa. —Podrías quitártelo, apuesto que lo que llevas bajo ese vesti
Frederick Estaba nervioso de los cojones cuando llegamos a la puerta de la casa y sentía que mis dedos temblaban cuando coloqué el código para desbloquear la entrada. «No debí decir que estaba ridículamente enamorado, probablemente». Pensé mientras tecleaba, porque ella no respondió nada y realmente esperé que lo hiciera, por lo que luego cuando estábamos tumbados en la arena cuando ya el sonido de las olas rompiendo comenzaron a arrullarnos, dejé escapar un largo suspiro, antes de decir:—Te amo, Leah, lo sabes y quiero compartir el resto de mi vida contigo. Ya no quiero más juegos, ni mal entendidos. No quiero que volvamos a separarnos a partir de ahora. —Pero ella tampoco se molestó en responder, se quedó allí jugueteando con la arena y la mirada perdida. Entonces luego simplemente nos paramos y continuamos caminado en silencio, la abracé con cuidado cuando una brisa salada comenzó a calarle los huesos, aun así me parecía lejana. Intenté convencerme de que era porque ella siempr
LeahSe me dispararon las pulsaciones cuando sus ojos recorrieron mi rostro hasta descansar en mis labios. Me sostuvo de la barbilla, dándome un beso lento en los labios y me llené del sabor salado de sus labios. —¿Para siempre? —Le pregunté, cuando se separó solo para confirmar que estábamos pensando en lo mismo, que ambos deseamos llegar hasta las últimas consecuencias con aquello. Temblaba por la anticipación, por el amor que me desbordaba, por el deseo, porque aquel era el sueño hecho realidad de la adolecente que se había enamorado locamente del caballero británico, demasiado lejano para notar mi presencia. —Eternamente… —Respondió tomando mi rostro entre sus manos. Me gustaba como sonaba aquello. Ya estaba cansada de los silencios esquivos, de las frases a medias, los sentimientos enterrados para no lastimar a nadie a nuestro alrededor. Me sentía cansada de fingir ante todos que estaba entera, cuando la verdad era que siempre me había faltado algo para ser feliz. Casi me d
Frederick No recordaba cuando había sido la última vez que dormía tan bien. Ya el sol estaba alto cuando se me hizo imposible ignorar la luz que entraba por la ventana. Me dormí acunando a Leah, acariciándole el cabello y susurrándole lo feliz que me hacía. Aquello por momentos me parecía irreal, temía dormirme para luego despertar solo en la cama como había ocurrido esa noche que escapó del pent-house, pero cuando desperté allí estaba, enredada entre las sabanas, respirando acompasadamente, sonriendo entre sueños. La ajusté contra mi cuerpo antes de frotar mi nariz en su mejilla, dándole un beso suave. Ella frunció la nariz de una manera tan tierna que me sentí terriblemente ansioso por apretarla más contra mí. En cambio hice un nido entre mis brazos y deje que se acomodara mientras apoyaba su cabeza en el hueco de mi hombro. Le acaricie el cabello, ella ronroneo en respuesta antes de abrir los ojos con lentitud. —Mmm…¿Qué hora es? —Dijo enredando sus piernas con las mías. Su p
Frederick Cuando llegué a la terraza vi a Arthur apoyado contra la baranda observando la marea tranquila, la arena blanca brillando bajo el sol. A lo lejos se veía a Leah y los niños jugando en la orilla. Ella corría y ellos la perseguían riendo. No pude evitar sonreír al verlos. Él apretó los labios en una fina línea y frunció el ceño cuando me escuchó entrar, mirando sobre su hombro. —Arthur. —Lo saludé, nervioso. Las manos me sudaban y me sentía un niño bajo su mirada inquisidora. Ni siquiera se molestó en darse la vuelta para mirarme de frente antes de hablar. —¿Qué cojones está pasando aquí? —Preguntó con voz fría, yendo directo al grano. —¿Qué es esa mierd@ de que ahora están juntos nuevamente? ¿No es un poco tarde para eso? —Parpadee varias veces sin saber que decir. —Realmente cuando irrumpiste en la boda, por un momento pensé que quizás era lo mejor, incluso me sentí aliviado. No veía a Leah convencida a pesar de cuanto insistía en ello. En el fondo sabía que lo estaba
Lea Cuando Frederick se reunió con nosotros en la playa, llevaba un pantalón caqui y una camisa blanca con sandalias, se había afeitado por lo que todo en el gritaba perfección y sensualidad. Por suerte para mí, Emma había tenido la amabilidad de llevarme una camisa holgada y unos pantalones cortos de color rosa. Faltaban un par de meses para el verano, pero ese día en particular ejerció un clima precioso. El cielo estaba completamente despejado y la briza era cálida. Los niños corrieron hacia él radiantes, con todos los tesoros que habían encontrado en la playa como: algunas caracolas, trozos de coral, un par de conchas de erizos de mar y varias anémonas de mar pegadas a las rocas que solo observaron, aunque estaban ansiosos por mostrárselas a su papá. Antes de ir a hablar con papá les había prometido que iríamos a ver los charcos que dejaba la marea, allí se podrían ver mejores los camarones que dejaba la marea. Sabía que había altas posibilidades de que esa conversación, no
Leah Me quedé apoyada en el marco de la puerta sin poder creer cuantas personas habían allí sentadas en la mesa. Todos hablaban animadamente entre ellos y para decir la verdad no recordaba haber tenido un almuerzo familiar en años, puede que incluso fuese una niña la última vez que me había sentido con una sensación tan cálida en el pecho. Fui a ocupar mi lugar justo a Frederick y él me tomó de la mano por debajo del mantel. —¿Ustedes comieron bien anoche? —Preguntó mamá. —Estás un poco pálida y te vez cansada, cariño. —Insistió, mientras se servía las papas. —¡Creo que esa es la señal que comieron estupendamente! —Exclamó Williams entre risas y todos rompieron a reír. Aunque yo no pude evitar ponerme completamente roja. Frederick se inclinó para darme un beso en la mejilla, haciendo un gran esfuerzo para no reír con los demás. —¡No seas exagerada mamá! ¡Ya no soy una niña!—Me quejé haciéndole señas a Catriona de que me pasase la ensalada. —¿Exagerada? —Mi madre dijo casi en un
Federico Un mes después. Ambrouse me ofreció una copa de champaña mientras recorríamos las calles de la ciudad en su limusina, para ser completamente honesto prácticamente me tuvo que arrastrar fuera del ático para que lo acompañase. Desde que los niños y Leah se habían mudado conmigo me convertí en un hombre muy hogareño. Estábamos comprometidos hacia cuatro semanas, el tiempo suficiente para realizar todos los preparativos de la boba. Decidimos que no deseábamos esperar mucho más y que nos encontrábamos ansiosos por casarnos antes de que terminara la primavera. Esa era lo que le decíamos a todo el mundo aunque en realidad necesitábamos ser uno nuevamente. De ser por mí, la hubiera secuestrado para llevarla a Las Vegas conmigo o nos hubiésemos casado en secreto bajo el puente de Brooklyn, pero mis anhelos personales no pudieron competir con el hecho de que ambos deseábamos compartir aquel momento con todos nuestros seres queridos. Por lo que nos obligaron por una ceremonia íntima