Leah Me quedé apoyada en el marco de la puerta sin poder creer cuantas personas habían allí sentadas en la mesa. Todos hablaban animadamente entre ellos y para decir la verdad no recordaba haber tenido un almuerzo familiar en años, puede que incluso fuese una niña la última vez que me había sentido con una sensación tan cálida en el pecho. Fui a ocupar mi lugar justo a Frederick y él me tomó de la mano por debajo del mantel. —¿Ustedes comieron bien anoche? —Preguntó mamá. —Estás un poco pálida y te vez cansada, cariño. —Insistió, mientras se servía las papas. —¡Creo que esa es la señal que comieron estupendamente! —Exclamó Williams entre risas y todos rompieron a reír. Aunque yo no pude evitar ponerme completamente roja. Frederick se inclinó para darme un beso en la mejilla, haciendo un gran esfuerzo para no reír con los demás. —¡No seas exagerada mamá! ¡Ya no soy una niña!—Me quejé haciéndole señas a Catriona de que me pasase la ensalada. —¿Exagerada? —Mi madre dijo casi en un
Federico Un mes después. Ambrouse me ofreció una copa de champaña mientras recorríamos las calles de la ciudad en su limusina, para ser completamente honesto prácticamente me tuvo que arrastrar fuera del ático para que lo acompañase. Desde que los niños y Leah se habían mudado conmigo me convertí en un hombre muy hogareño. Estábamos comprometidos hacia cuatro semanas, el tiempo suficiente para realizar todos los preparativos de la boba. Decidimos que no deseábamos esperar mucho más y que nos encontrábamos ansiosos por casarnos antes de que terminara la primavera. Esa era lo que le decíamos a todo el mundo aunque en realidad necesitábamos ser uno nuevamente. De ser por mí, la hubiera secuestrado para llevarla a Las Vegas conmigo o nos hubiésemos casado en secreto bajo el puente de Brooklyn, pero mis anhelos personales no pudieron competir con el hecho de que ambos deseábamos compartir aquel momento con todos nuestros seres queridos. Por lo que nos obligaron por una ceremonia íntima
Leah Me junté pasada las ocho de la tarde con Emma y Catriona en un restaurante muy mono de la Stone Street, en el distrito financiero. Era una noche preciosa y estábamos en una mesa fuera del lugar para disfrutar del aire fresco de una de las primeras noches realmente sofocantes del año. Pronto comenzaría el verano y estaba ansiosa por estar fuera de la ciudad para cuando las temperaturas se hicieran insoportables. Habíamos alquilado una casa preciosa para pasar un par de meses en San Bartolomé. En cuanto el banquete acabase nos dirigiríamos a Terteboro en Nueva Jersey donde un avión privado de papá nos estaría esperando para llevarnos sin escalas a nuestra luna de miel. Pasaríamos una semana solos y luego se unirían a nosotros mis padres con los niños. Aprovecharíamos para descansar de un año intenso, tumbados en la playa. Esperaba que esa fuese la oportunidad perfecta para que mi esposo y mi padre, terminasen de conectar y llegar a un acuerdo. —Deja de hacer eso. —Le dijo Ca
Leah Me apoyé en Catriona cuando subimos al ascensor, una vez que las puertas se cerraron me quité los zapatos y lancé un suspiro de alivio cuando sentí la moqueta contra mis pies cansados. Ella comenzó a reír cuando sintió que le apoyaba la cabeza sobre el hombro, mientras cerraba los ojos. Las copas se me habían subido a la cabeza y se ofreció a acompañarme. Aún era temprano, no pasaban de las doce, sin embargo sentía que había sido un largo día y ella tenía sus planes, no deseaba ser una piedra entre ella y Parker. —¿Estás segura cariño que no quieres ir conmigo a casa? —Puso su mano sobre mi cabeza. —Te ves terrible, realmente no sé si sea buena idea dejarte aquí sola. Cada vez que decías que no estabas acostumbrada a tomar alcohol siempre creí que exagerabas un poco, pero puedo decir que no conozco a nadie que esté tan ebria como tú con tan poco. —Hipé y eso la hizo reír. Intenté incorporarme, aunque sentí que todo me daba vueltas y me desplomé contra el metal frio para in
Leah Cuando desperté tenía la cama solo para mí, lo que se notaba ya que estaba a mis anchas. No sabía exactamente qué hora era, de lo único que estaba segura era de que estaba sola. Subí el edredón hasta la altura de la nariz y me di la vuelta tentada para dormir solo un poco más. El calor de las mantas, el silencio del ático conspiraron para que volviese a cerrar los ojos nuevamente. Un poco más tarde me desperté con un golpe de la puerta y ni siquiera fue necesario abrir los ojos para saber de quien se trataba. La silueta de Catriona con los brazos en jarra se delineo a medida que hacia un gran esfuerzo para abrir los ojos. Dio un par de golpecitos con el pie en la moqueta y salió nuevamente echando chispas. Volvió a aparecer unos cuantos minutos después con un vestido dentro de una funda un ramo de peonías de color lila y rosas blancas y un maletín con todo lo necesario para arreglarme. Detrás de ella entró Emma con unos anteojos de sol y una bandeja porta café con tres vasos
Frederick Deshice para volver a hacer por enésima vez el nudo de la corbata. La quité, me observé en el espejo durante un largo minuto, sin embargo volví a colocarla. Mi hermano estaba a unos cuantos paso de mí, sonriendo entre dientes. Seguramente a él le parecía de lo más divertido verme hecho un manojo de nervios, incapaz de controlarme.—¿De qué carajo te ríes? —Escupí, antes de volver a realizar el nudo. —¿Tengo cara de payaso? Se levantó lentamente y se acercó a mí. Me quito la corbata, la volvió a colocar y de inmediato con dedos agiles, se dio a la tarea de realizar un nudo perfecto. Mientras la ajustaba me miró divertido. —Debes calmar tus nervios, amigo. Creo que nunca antes te había visto así de ansioso por nada en el mundo. Era cierto, por momentos estaba seguro de que el corazón se me saldría del pecho. Apenas si lograba respirar. —Estoy ansioso porque ya son las cuatro de la tarde y nadie ha venido a avisarme que ya llegó. ¿Por qué tarda tanto? —Miré el reloj una
FrederickHabían pasado diez años desde que conocí a esa jovencita de gafas de montura gruesa y sentido del humor sarcástico que me cautivo por completo sin saberlo. Diez años desde que la esperé al final del pasillo con una expresión dura, creyendo que mi vida acabaría. Diez años para entender que ese día el amor intentaba entrar a mi vida, pero que yo era tan imbécil que no se lo permití. Ahora me daba cuenta de lo torpe que había sido, de cuánto tiempo perdimos, de lo felices que hubiésemos sido de quererlo durante esos diez años. Sin embargo la vida nos estaba dando una nueva oportunidad y allí estaba, finalmente con lágrimas en los ojos, incapaz de poder dejar de sonreír. Porque aquel era el día donde me uniría para siempre a la mujer de mis sueños y no se trataba de una súper modelo o una joven deslumbrante, con el tiempo me di cuenta cuan efímera era la belleza cuando por dentro no existía nada que la sostuviese. La mujer de mis sueños era la que me dio tres hijos maravillos
Leah Me cubrí la boca para bostezar cuando el camarero del restaurante me dejó la carta sobre la mesa. No podía creer lo rápido que habían pasado las vacaciones, tenía la sensación de que solo llevábamos una semana en lugar de dos meses. Sin embargo, era hora de volver a la rutina. Mis padres tomaron un vuelo dos semanas antes para tener todo listo para nuestra llegada. Programar algunas citas con agentes inmobiliarios y organizar las cosas en la compañía. Luego de los cimbronazos que habíamos tenido el año anterior, debíamos estar con mucha energía para trabajar duro. Ese era el problema, iba a ser necesario poner mucha energía y era justamente lo que me faltaba. Puse los codos sobre la mesa y apoyé el mentón sobre la palma de mi mano. Estaba cansada, deseosa por ir a dormir, me dolían los muslos horrores. Nunca fui una deportista nata, pero Frederick se despertaba cada día a primera hora de la mañana, dispuesto a darme batalla. No era que eso no me gustase, pero el desgaste físi