Frederick Deshice para volver a hacer por enésima vez el nudo de la corbata. La quité, me observé en el espejo durante un largo minuto, sin embargo volví a colocarla. Mi hermano estaba a unos cuantos paso de mí, sonriendo entre dientes. Seguramente a él le parecía de lo más divertido verme hecho un manojo de nervios, incapaz de controlarme.—¿De qué carajo te ríes? —Escupí, antes de volver a realizar el nudo. —¿Tengo cara de payaso? Se levantó lentamente y se acercó a mí. Me quito la corbata, la volvió a colocar y de inmediato con dedos agiles, se dio a la tarea de realizar un nudo perfecto. Mientras la ajustaba me miró divertido. —Debes calmar tus nervios, amigo. Creo que nunca antes te había visto así de ansioso por nada en el mundo. Era cierto, por momentos estaba seguro de que el corazón se me saldría del pecho. Apenas si lograba respirar. —Estoy ansioso porque ya son las cuatro de la tarde y nadie ha venido a avisarme que ya llegó. ¿Por qué tarda tanto? —Miré el reloj una
FrederickHabían pasado diez años desde que conocí a esa jovencita de gafas de montura gruesa y sentido del humor sarcástico que me cautivo por completo sin saberlo. Diez años desde que la esperé al final del pasillo con una expresión dura, creyendo que mi vida acabaría. Diez años para entender que ese día el amor intentaba entrar a mi vida, pero que yo era tan imbécil que no se lo permití. Ahora me daba cuenta de lo torpe que había sido, de cuánto tiempo perdimos, de lo felices que hubiésemos sido de quererlo durante esos diez años. Sin embargo la vida nos estaba dando una nueva oportunidad y allí estaba, finalmente con lágrimas en los ojos, incapaz de poder dejar de sonreír. Porque aquel era el día donde me uniría para siempre a la mujer de mis sueños y no se trataba de una súper modelo o una joven deslumbrante, con el tiempo me di cuenta cuan efímera era la belleza cuando por dentro no existía nada que la sostuviese. La mujer de mis sueños era la que me dio tres hijos maravillos
Leah Me cubrí la boca para bostezar cuando el camarero del restaurante me dejó la carta sobre la mesa. No podía creer lo rápido que habían pasado las vacaciones, tenía la sensación de que solo llevábamos una semana en lugar de dos meses. Sin embargo, era hora de volver a la rutina. Mis padres tomaron un vuelo dos semanas antes para tener todo listo para nuestra llegada. Programar algunas citas con agentes inmobiliarios y organizar las cosas en la compañía. Luego de los cimbronazos que habíamos tenido el año anterior, debíamos estar con mucha energía para trabajar duro. Ese era el problema, iba a ser necesario poner mucha energía y era justamente lo que me faltaba. Puse los codos sobre la mesa y apoyé el mentón sobre la palma de mi mano. Estaba cansada, deseosa por ir a dormir, me dolían los muslos horrores. Nunca fui una deportista nata, pero Frederick se despertaba cada día a primera hora de la mañana, dispuesto a darme batalla. No era que eso no me gustase, pero el desgaste físi
Leah Eran solamente las diez de la mañana, pero ya tenía un día muy ajetreado. Frederick había llevado a los niños al colegio, mientras yo iba a la consulta de urgencia con mi ginecólogo y tenía noticias, enormes noticias, que nuevamente me tenían demasiado nerviosa al respecto sobre cómo lo tomaría. Salí antes de que él despertase, dejándole una nota diciendo que tenía un trámite urgente que realizar. Luego salir de allí como en una nube, pase a realizar unas compras para organizar el anuncio oficial de que estaba embarazada para mi esposo. Aunque ya estábamos casi seguros luego de una prueba de embarazo casera que me realice en San Bernardo, teníamos que estar al cien por ciento seguros. No queríamos soñar despiertos hasta que me realizase los estudios pertinentes. Ya tenía los resultados en la mano, esperaba que no pasase de la felicidad al pánico cuando tuviese la información completa. Compré un café grande descafeinado y me dirigí a un complejo residencial de Madison Avenue.
Frederick Mis suegros habían organizado el cumpleaños número cinco de los trillizos por todo lo alto. Era algo que les habían prometieron tiempo antes de que finalmente se mudaran a la ciudad y estaban cumpliendo su promesa. Globos adornaban cada rincón del jardín, rentaron tres brincolines inflables y trampolines para que todos los niños disfrutaran el día saltando en uno u otro. Hamacas, balancines, toboganes de colores estaban repletos de niños arremolinándose a su alrededor esperando su turno. La calesita que giraba sin parar al ritmo de la música era igual de popular que el resto de las atracciones. En el centro del parque se encontraba una mesa alta con un reluciente pastel de chocolate, mientras que a lo largo y ancho del parque podían verse mesas con dulces de todas las formas y colores. Más allá una mesa se encontraba cubierta de regalos envueltos en relucientes envoltorios. Les habíamos enviado la invitación a todos los niños del colegio y al parecer teníamos asistenci
Leah Abrí los ojos lentamente, buscando las sabanas para taparme hasta la cabeza y así evitar la molesta luz del sol. Porque sabía que en cuanto pusiese un pie en el suelo comenzarían las molestas nauseas. Me sorprendía ver lo rápido que pasaba el tiempo, ya habían pasado dos semanas desde el cumpleaños de los trillizos, todavía recordaba el día que habían nacido, recordaba que estaban mis padres que habían viajado con Catriona para apoyarme, a pesar de la sorpresa que se llevaron al enterarse de la noticia de que estaba embarazada de siete meses, cuando finalmente me animé a comunicarles. El embarazo de los trillizos se convirtió en una constante montaña rusa de emociones, a pesar de que Williams intentaba estar todo lo que podía, yo no me atrevía a dejarlo pasar por miedo a que hiciese cuentas demasiado rápido. Cada vez que me preguntaba quién era el padre me mostraba esquiva, hasta que por fin dejó de intentarlo. Finalmente esa coraza que construí a mí alrededor a partir del dí
Frederick Nos sentamos junto a Emma en las sillas rojas que se encontraban pegadas a las mesas de color amarillo, para ser completamente sincero, era la primera vez que estaba en un sitio como aquel. La música infantil estaba muy fuerte, pero amortiguada por los gritos de los niños que parecían salir de todas partes. Entonces por un momento, miré a Leah que hablaba animadamente con Emma sobre el programa de la universidad que había elegido y me pregunté si así sería nuestra vida cuando hubiese cinco niños, jugando y corriendo por toda la casa. Tragué saliva lentamente. Cuando los gemelos cumpliesen los tres, los trillizos tendrían nueve aproximadamente. No sabía nada sobre niños, aunque los libros que estaba leyendo ayudaban bastante, por desgracia no solo a informarme, si no a aumentar mi ansiedad. Banderas rojas como los terribles dos años, pre adolescencia me estaban atormentando últimamente y no solo eso, sino darme cuenta de lo efímero que era el tiempo. A Collins con solo ci
Leah Cuando pasé los seis meses de embarazo de los trillizos estaba enorme como una casa. Bueno, debía admitir que yo me había tomado el embarazo como una carta libre para tragar todo lo que quisiera sin restricciones. Además de tener tres cuerpecitos dentro moviéndose, clavándose en mis costillas y presionando cada órgano, lo que me dificultaba incluso sentarme con comodidad y ni hablar de pararse. Aunque bien recordaba que fue un proceso gradual en el cual aumenté de peso de forma gradual y paulatina. En este caso tenía la sensación de haber aumentado diez kilogramos de la noche a la mañana cuando solo llevaba dieciséis semanas. Lo que era injusto, injusto por demás porque en esta ocasión estaba cuidando bastante más de mi alimentación. Me había apuntado a yoga y una clase especial de cardio para embarazadas. No quería volver a cometer los errores del pasado, y necesitaba energía para trabajar, ocuparme de tres niños, un esposo y la decoración de la nueva casa. Frederick me ayuda