Frederick Cuando llegué a la terraza vi a Arthur apoyado contra la baranda observando la marea tranquila, la arena blanca brillando bajo el sol. A lo lejos se veía a Leah y los niños jugando en la orilla. Ella corría y ellos la perseguían riendo. No pude evitar sonreír al verlos. Él apretó los labios en una fina línea y frunció el ceño cuando me escuchó entrar, mirando sobre su hombro. —Arthur. —Lo saludé, nervioso. Las manos me sudaban y me sentía un niño bajo su mirada inquisidora. Ni siquiera se molestó en darse la vuelta para mirarme de frente antes de hablar. —¿Qué cojones está pasando aquí? —Preguntó con voz fría, yendo directo al grano. —¿Qué es esa mierd@ de que ahora están juntos nuevamente? ¿No es un poco tarde para eso? —Parpadee varias veces sin saber que decir. —Realmente cuando irrumpiste en la boda, por un momento pensé que quizás era lo mejor, incluso me sentí aliviado. No veía a Leah convencida a pesar de cuanto insistía en ello. En el fondo sabía que lo estaba
Lea Cuando Frederick se reunió con nosotros en la playa, llevaba un pantalón caqui y una camisa blanca con sandalias, se había afeitado por lo que todo en el gritaba perfección y sensualidad. Por suerte para mí, Emma había tenido la amabilidad de llevarme una camisa holgada y unos pantalones cortos de color rosa. Faltaban un par de meses para el verano, pero ese día en particular ejerció un clima precioso. El cielo estaba completamente despejado y la briza era cálida. Los niños corrieron hacia él radiantes, con todos los tesoros que habían encontrado en la playa como: algunas caracolas, trozos de coral, un par de conchas de erizos de mar y varias anémonas de mar pegadas a las rocas que solo observaron, aunque estaban ansiosos por mostrárselas a su papá. Antes de ir a hablar con papá les había prometido que iríamos a ver los charcos que dejaba la marea, allí se podrían ver mejores los camarones que dejaba la marea. Sabía que había altas posibilidades de que esa conversación, no
Leah Me quedé apoyada en el marco de la puerta sin poder creer cuantas personas habían allí sentadas en la mesa. Todos hablaban animadamente entre ellos y para decir la verdad no recordaba haber tenido un almuerzo familiar en años, puede que incluso fuese una niña la última vez que me había sentido con una sensación tan cálida en el pecho. Fui a ocupar mi lugar justo a Frederick y él me tomó de la mano por debajo del mantel. —¿Ustedes comieron bien anoche? —Preguntó mamá. —Estás un poco pálida y te vez cansada, cariño. —Insistió, mientras se servía las papas. —¡Creo que esa es la señal que comieron estupendamente! —Exclamó Williams entre risas y todos rompieron a reír. Aunque yo no pude evitar ponerme completamente roja. Frederick se inclinó para darme un beso en la mejilla, haciendo un gran esfuerzo para no reír con los demás. —¡No seas exagerada mamá! ¡Ya no soy una niña!—Me quejé haciéndole señas a Catriona de que me pasase la ensalada. —¿Exagerada? —Mi madre dijo casi en un
Federico Un mes después. Ambrouse me ofreció una copa de champaña mientras recorríamos las calles de la ciudad en su limusina, para ser completamente honesto prácticamente me tuvo que arrastrar fuera del ático para que lo acompañase. Desde que los niños y Leah se habían mudado conmigo me convertí en un hombre muy hogareño. Estábamos comprometidos hacia cuatro semanas, el tiempo suficiente para realizar todos los preparativos de la boba. Decidimos que no deseábamos esperar mucho más y que nos encontrábamos ansiosos por casarnos antes de que terminara la primavera. Esa era lo que le decíamos a todo el mundo aunque en realidad necesitábamos ser uno nuevamente. De ser por mí, la hubiera secuestrado para llevarla a Las Vegas conmigo o nos hubiésemos casado en secreto bajo el puente de Brooklyn, pero mis anhelos personales no pudieron competir con el hecho de que ambos deseábamos compartir aquel momento con todos nuestros seres queridos. Por lo que nos obligaron por una ceremonia íntima
Leah Me junté pasada las ocho de la tarde con Emma y Catriona en un restaurante muy mono de la Stone Street, en el distrito financiero. Era una noche preciosa y estábamos en una mesa fuera del lugar para disfrutar del aire fresco de una de las primeras noches realmente sofocantes del año. Pronto comenzaría el verano y estaba ansiosa por estar fuera de la ciudad para cuando las temperaturas se hicieran insoportables. Habíamos alquilado una casa preciosa para pasar un par de meses en San Bartolomé. En cuanto el banquete acabase nos dirigiríamos a Terteboro en Nueva Jersey donde un avión privado de papá nos estaría esperando para llevarnos sin escalas a nuestra luna de miel. Pasaríamos una semana solos y luego se unirían a nosotros mis padres con los niños. Aprovecharíamos para descansar de un año intenso, tumbados en la playa. Esperaba que esa fuese la oportunidad perfecta para que mi esposo y mi padre, terminasen de conectar y llegar a un acuerdo. —Deja de hacer eso. —Le dijo Ca
Leah Me apoyé en Catriona cuando subimos al ascensor, una vez que las puertas se cerraron me quité los zapatos y lancé un suspiro de alivio cuando sentí la moqueta contra mis pies cansados. Ella comenzó a reír cuando sintió que le apoyaba la cabeza sobre el hombro, mientras cerraba los ojos. Las copas se me habían subido a la cabeza y se ofreció a acompañarme. Aún era temprano, no pasaban de las doce, sin embargo sentía que había sido un largo día y ella tenía sus planes, no deseaba ser una piedra entre ella y Parker. —¿Estás segura cariño que no quieres ir conmigo a casa? —Puso su mano sobre mi cabeza. —Te ves terrible, realmente no sé si sea buena idea dejarte aquí sola. Cada vez que decías que no estabas acostumbrada a tomar alcohol siempre creí que exagerabas un poco, pero puedo decir que no conozco a nadie que esté tan ebria como tú con tan poco. —Hipé y eso la hizo reír. Intenté incorporarme, aunque sentí que todo me daba vueltas y me desplomé contra el metal frio para in
Leah Cuando desperté tenía la cama solo para mí, lo que se notaba ya que estaba a mis anchas. No sabía exactamente qué hora era, de lo único que estaba segura era de que estaba sola. Subí el edredón hasta la altura de la nariz y me di la vuelta tentada para dormir solo un poco más. El calor de las mantas, el silencio del ático conspiraron para que volviese a cerrar los ojos nuevamente. Un poco más tarde me desperté con un golpe de la puerta y ni siquiera fue necesario abrir los ojos para saber de quien se trataba. La silueta de Catriona con los brazos en jarra se delineo a medida que hacia un gran esfuerzo para abrir los ojos. Dio un par de golpecitos con el pie en la moqueta y salió nuevamente echando chispas. Volvió a aparecer unos cuantos minutos después con un vestido dentro de una funda un ramo de peonías de color lila y rosas blancas y un maletín con todo lo necesario para arreglarme. Detrás de ella entró Emma con unos anteojos de sol y una bandeja porta café con tres vasos
Frederick Deshice para volver a hacer por enésima vez el nudo de la corbata. La quité, me observé en el espejo durante un largo minuto, sin embargo volví a colocarla. Mi hermano estaba a unos cuantos paso de mí, sonriendo entre dientes. Seguramente a él le parecía de lo más divertido verme hecho un manojo de nervios, incapaz de controlarme.—¿De qué carajo te ríes? —Escupí, antes de volver a realizar el nudo. —¿Tengo cara de payaso? Se levantó lentamente y se acercó a mí. Me quito la corbata, la volvió a colocar y de inmediato con dedos agiles, se dio a la tarea de realizar un nudo perfecto. Mientras la ajustaba me miró divertido. —Debes calmar tus nervios, amigo. Creo que nunca antes te había visto así de ansioso por nada en el mundo. Era cierto, por momentos estaba seguro de que el corazón se me saldría del pecho. Apenas si lograba respirar. —Estoy ansioso porque ya son las cuatro de la tarde y nadie ha venido a avisarme que ya llegó. ¿Por qué tarda tanto? —Miré el reloj una