Frederick Williams, bajó la escalinata de la torre donde vivía Leah con los niños, cargaba sus tres mochilas, mientras ellos saltaban a su alrededor eufóricos. Ella y Catriona los siguieron de cerca, aunque no llegaron al automóvil, simplemente se quedaron sobre el último escalón observándolos irse. Se podía ver cuánto le costaba desprenderse de ellos, confiarlos a alguien más. Por otro lado a pesar de que se moría por acercarse, no lo hacía porque aún era un tanto incomodo vernos a pesar de que intentábamos ser cordiales, no habíamos estado ni un solo momento a solas desde que ella me rechazó. Todavía me dolía verla. Dudaba que a ella le ocurriese lo mismo, ya que me había dejado claro que no sentía nada por mí, sin embargo de alguna forma, le inquietaba mi presencia. Por lo que mi hermano recién llegado de Londres se ofreció a subir a buscarlos por mí como un gesto de apoyo. A pesar de que Williams, se encontraba terriblemente agotado, estaba de muy buen humor, era un hermano i
LeahPapá estaba leyendo en su despacho cuando entré. Él alzó la vista brindándome una sonrisa amable, se levantó de su sitio y me señalo uno de los sillones de cuero frente a su escritorio, yo tomé asiento, esperando que disparara. Estaba segura de que algo deseaba decirme de otra forma no me habría citado tan temprano.—¡Cariño, que gusto verte!—Rodeo el escritorio y apoyó sus caderas contra él con una sonrisa. —¿Los niños ya salieron a Long Island?—Hace un par de horas. —Dije acomodándome en el asiento. —Supongo que será bueno para ellos pasar tiempo con su padre a solas. —Me encogí de hombros ligeramente y el curvó los labios en una pequeña sonrisa. —Pero supongo que no es sobre el fin de semana de tus nietos de lo que necesitabas hablar conmigo… —Alcé una ceja.Papá lanzó una sonora carcajada, echándose hacia atrás.—Eres tan astuta como tu madre. —Se acercó y me dio un apretón dulce en el hombro antes de volver a sentarse. —Daniel vino a verme, me dijo que te compró un anillo.
LeahFrederick estaba mirando a los oficiales que interrogaban a Williams, a escasos metros de donde nos encontrábamos. Se había quedado muy quieto, como en estado de shock, paralizado, contemplando la escena como si no pudiese creer lo ocurrido. Me fue inevitable ver la culpa y el dolor en sus ojos, sin embargo el pánico me tomó por sorpresa y comencé a gemir de forma histérica, como un animal herido, dando gemidos de dolor.Me temblaba todo el cuerpo y sentí nuevamente deseos de vomitar, tal como había hecho cuando bajé del helicóptero unos minutos antes, aferrándome al brazo de algún hombre que me miraba con lastima. Sentía que el mundo de abría a mis pies succionándome a medida que me empujaban de un lado al otro hasta que finalmente me montaron en un automóvil.Mis padres fueron en un segundo coche, para asegurarse de que estaban haciendo todo lo posible para encontrar a los niños.Volví a mirarlo con desprecio, furiosa porque no logró evitarlo, por haber traído a esa maldita m
LeahFinalmente teníamos los tres puntos que necesitábamos, habíamos dado con el sujeto que golpeo a Frederick dejándolo inconsciente, tal como creímos el Mercedes negro en el que los trasportaron era robado. Lo extraño era que la concesionaría ni siquiera estaba enterada de que alguien tomó un vehículo, por lo que de inmediato supimos que ese robo había sido perpetrado por alguno de sus empleados.No fue muy difícil dar con el empleado que se llevó el auto a mitad de la noche, por suerte para nosotros las imágenes guardadas en el disco duro de las cámaras, se mantenían intactas durante seis meses, luego se eliminaban de forma automática. A pesar de que se cubría la cara con una gorra, descubrimos de quien se trataba por sus zapatos.El tercer punto lo descubrimos varias horas después, cuando buscábamos las propiedades alquiladas o compradas en los últimos tres meses en la zona. Dos semanas antes del secuestro alguien había utilizado una tarjeta de crédito para alquilar una casa en la
FrederickYa había pasado una semana desde que habíamos rescatado a los niños de la loca de Serena, esperábamos que pasase un buen tiempo en la cárcel al igual que mi madre por complotar con ella por un puñado de dinero que bien podría habérselo dado yo mismo de haberlo pedido.Los tres, nos habíamos reunido para hablar sobre el asunto y concluimos que no pagaríamos un abogado defensor, debería apañárselas con la defensa pública que se le brindaba por derecho. Incluso Emma estaba de acuerdo en que no debíamos pagar la fianza y que lo mejor era esperar la audiencia tras las rejas. Ahora éramos solo nosotros, mi hermana se sentía terrible por lo ocurrido y no podía parar de llorar cada vez que pensaba que algo malo podría haberles pasado a mis hijos. No nos entraba en la cabeza como mamá había llegado a algo así. Sin embargo, en lo que a nosotros cabía, estaba sola desde el momento en el que descubrieron pruebas de su participación en el secuestro.Poco a poco intentamos retomar la ruti
Frederick Catriona trotó hasta mi coche, llevaba unos anteojos de sol y una bufanda de seda en la cabeza como Audrey Hepburn. Negué con la cabeza al verla, si su objetivo era pasar desapercibida, no estaba seguro de que lo lograse con esos Dolce Maxi con montura de animal print y la gabardina que gritaban: «¡Estoy loca!» Iba tarde, lo que no era una sorpresa en absoluto, por suerte había llegado antes de que Daniel saliese de su casa. Fuera, lo esperaba un auto con chofer desde hacía diez minutos aproximadamente y estaba temiendo que mi cómplice no estuviese a tiempo para nuestra persecución. Se detuvo detrás de un árbol mirando hacia todos lados para asegurarse de que nadie la veía, antes de volver a correr. Para inmediatamente subirse al coche azotando la puerta sin ninguna delicadeza. —¿Es enserio? —Se quejó en cuanto se acomodó en el asiento. —¿Un Aston Martin para espiar? ¿Por qué no le colocaste una sirena en el techo o un cartel anunciando lo que hacemos? —Me sonrío con iro
FrederickEl avión atravesó una turbulencia y abrí los ojos de pronto, Catriona sonrío divertida antes de darme un codazo para que mirase a través del cristal. Lo que hice obediente por causa del aletargamiento de mi reciente despertar, entonces vi a las Vegas por primera vez desde el aire. Realmente entendía por que la llamaban la ciudad de las luces, podíamos verla brillar mientras descendíamos.Los carteles de neón tapizando la calle probablemente más famosa del mundo; la Strip. Desde el cielo se podía ver la Torre Eiffel, la gran pirámide y las calles de Venecia de un solo pantallazo, todo en su máximo esplendor.Todo en las Vegas parecía más. Más grande, más brillante, más espectacular, simplemente más…Mucho más.Nunca había estado en la ciudad del pecado, sin embargo era muy bueno jugando al póker, de hecho así había pagado nuestra migración después de la muerte de mi padre y pagamos las deudas más urgentes antes de comenzar de cero, con el resto fue Leah quien nos ayudó.Todav
Frederick El crupier se entregó de forma inexorable a tarea de contar las fichas y comprobar que las barajas estuviesen selladas. Jugaríamos póker abierto de siete cartas, sin comodines. «Póker duro y puro como se juega en Brooklyn, pero con atención de cinco estrellas». Dijo Dogo bastante orgulloso y todos los demás en la mesa rieron, menos yo, que estaba bastante tenso, no quería perder los cien mil dólares que llevaba para obtener la información que quería.Ellos jugaban con un límite de apuesta de ciento cincuenta mil dólares y las partidas continuaban hasta que uno de los jugadores fuera completamente barrido, de verdad esperaba no ser yo, en caso de que ninguno fuese desplumado, la partida duraría veinticuatro horas.Una vez que las reglas fueron impuestas nos dimos las manos como un grupo de distinguidos diplomáticos y ocupamos nuestros lugares.El crupier, nos entregó las fichas de las apuestas iniciales y el juego comenzó.Las primeras partidas fueron espectaculares, sentí q