LeahFrederick estaba mirando a los oficiales que interrogaban a Williams, a escasos metros de donde nos encontrábamos. Se había quedado muy quieto, como en estado de shock, paralizado, contemplando la escena como si no pudiese creer lo ocurrido. Me fue inevitable ver la culpa y el dolor en sus ojos, sin embargo el pánico me tomó por sorpresa y comencé a gemir de forma histérica, como un animal herido, dando gemidos de dolor.Me temblaba todo el cuerpo y sentí nuevamente deseos de vomitar, tal como había hecho cuando bajé del helicóptero unos minutos antes, aferrándome al brazo de algún hombre que me miraba con lastima. Sentía que el mundo de abría a mis pies succionándome a medida que me empujaban de un lado al otro hasta que finalmente me montaron en un automóvil.Mis padres fueron en un segundo coche, para asegurarse de que estaban haciendo todo lo posible para encontrar a los niños.Volví a mirarlo con desprecio, furiosa porque no logró evitarlo, por haber traído a esa maldita m
LeahFinalmente teníamos los tres puntos que necesitábamos, habíamos dado con el sujeto que golpeo a Frederick dejándolo inconsciente, tal como creímos el Mercedes negro en el que los trasportaron era robado. Lo extraño era que la concesionaría ni siquiera estaba enterada de que alguien tomó un vehículo, por lo que de inmediato supimos que ese robo había sido perpetrado por alguno de sus empleados.No fue muy difícil dar con el empleado que se llevó el auto a mitad de la noche, por suerte para nosotros las imágenes guardadas en el disco duro de las cámaras, se mantenían intactas durante seis meses, luego se eliminaban de forma automática. A pesar de que se cubría la cara con una gorra, descubrimos de quien se trataba por sus zapatos.El tercer punto lo descubrimos varias horas después, cuando buscábamos las propiedades alquiladas o compradas en los últimos tres meses en la zona. Dos semanas antes del secuestro alguien había utilizado una tarjeta de crédito para alquilar una casa en la
FrederickYa había pasado una semana desde que habíamos rescatado a los niños de la loca de Serena, esperábamos que pasase un buen tiempo en la cárcel al igual que mi madre por complotar con ella por un puñado de dinero que bien podría habérselo dado yo mismo de haberlo pedido.Los tres, nos habíamos reunido para hablar sobre el asunto y concluimos que no pagaríamos un abogado defensor, debería apañárselas con la defensa pública que se le brindaba por derecho. Incluso Emma estaba de acuerdo en que no debíamos pagar la fianza y que lo mejor era esperar la audiencia tras las rejas. Ahora éramos solo nosotros, mi hermana se sentía terrible por lo ocurrido y no podía parar de llorar cada vez que pensaba que algo malo podría haberles pasado a mis hijos. No nos entraba en la cabeza como mamá había llegado a algo así. Sin embargo, en lo que a nosotros cabía, estaba sola desde el momento en el que descubrieron pruebas de su participación en el secuestro.Poco a poco intentamos retomar la ruti
Frederick Catriona trotó hasta mi coche, llevaba unos anteojos de sol y una bufanda de seda en la cabeza como Audrey Hepburn. Negué con la cabeza al verla, si su objetivo era pasar desapercibida, no estaba seguro de que lo lograse con esos Dolce Maxi con montura de animal print y la gabardina que gritaban: «¡Estoy loca!» Iba tarde, lo que no era una sorpresa en absoluto, por suerte había llegado antes de que Daniel saliese de su casa. Fuera, lo esperaba un auto con chofer desde hacía diez minutos aproximadamente y estaba temiendo que mi cómplice no estuviese a tiempo para nuestra persecución. Se detuvo detrás de un árbol mirando hacia todos lados para asegurarse de que nadie la veía, antes de volver a correr. Para inmediatamente subirse al coche azotando la puerta sin ninguna delicadeza. —¿Es enserio? —Se quejó en cuanto se acomodó en el asiento. —¿Un Aston Martin para espiar? ¿Por qué no le colocaste una sirena en el techo o un cartel anunciando lo que hacemos? —Me sonrío con iro
FrederickEl avión atravesó una turbulencia y abrí los ojos de pronto, Catriona sonrío divertida antes de darme un codazo para que mirase a través del cristal. Lo que hice obediente por causa del aletargamiento de mi reciente despertar, entonces vi a las Vegas por primera vez desde el aire. Realmente entendía por que la llamaban la ciudad de las luces, podíamos verla brillar mientras descendíamos.Los carteles de neón tapizando la calle probablemente más famosa del mundo; la Strip. Desde el cielo se podía ver la Torre Eiffel, la gran pirámide y las calles de Venecia de un solo pantallazo, todo en su máximo esplendor.Todo en las Vegas parecía más. Más grande, más brillante, más espectacular, simplemente más…Mucho más.Nunca había estado en la ciudad del pecado, sin embargo era muy bueno jugando al póker, de hecho así había pagado nuestra migración después de la muerte de mi padre y pagamos las deudas más urgentes antes de comenzar de cero, con el resto fue Leah quien nos ayudó.Todav
Frederick El crupier se entregó de forma inexorable a tarea de contar las fichas y comprobar que las barajas estuviesen selladas. Jugaríamos póker abierto de siete cartas, sin comodines. «Póker duro y puro como se juega en Brooklyn, pero con atención de cinco estrellas». Dijo Dogo bastante orgulloso y todos los demás en la mesa rieron, menos yo, que estaba bastante tenso, no quería perder los cien mil dólares que llevaba para obtener la información que quería.Ellos jugaban con un límite de apuesta de ciento cincuenta mil dólares y las partidas continuaban hasta que uno de los jugadores fuera completamente barrido, de verdad esperaba no ser yo, en caso de que ninguno fuese desplumado, la partida duraría veinticuatro horas.Una vez que las reglas fueron impuestas nos dimos las manos como un grupo de distinguidos diplomáticos y ocupamos nuestros lugares.El crupier, nos entregó las fichas de las apuestas iniciales y el juego comenzó.Las primeras partidas fueron espectaculares, sentí q
FrederickCuando por fin salí de la sala de apuestas privadas fui directamente a la barra principal donde estaba Catriona con un Cosmopolitan frente a ella, mientras tamborileaba la reluciente madera con sus cuidadísimas uñas al ritmo de la música. Ya eran las ocho de la mañana, pero aun así todavía estaba abarrotado de personas. Me senté junto a ella en una de las banquetas vacías y le hice una seña al camarero sacudiendo el vaso en el aire.Frente a nosotros se encontraban un par de ejecutivos que no paraban de lanzarle sonrisitas, intentando llamar su atención. Sin embargo, ella se encontraba con la mirada perdida hasta que se dio cuenta de mi presencia.—Podría sentir tu perfume en una habitación cerrada con cien hombres dentro, no conozco a nadie que le siente el Fahrenheit como a ti. —Dijo sin voltear a mirarme.—Es un clásico. —Sonreí.—Debemos tomar el avión para regresar a casa a las doce, necesito dormir un poco antes de la despedida de soltera. —El camarero se acercó con un
FrederickParpadee un par de veces, posando mi mirada en el hombre que estaba intentando vulnerar la puerta de seguridad de mi habitación, para luego notar que eran dos, llevaban trajes negros, al menos me sacaban una cabeza de diferencia y doblaban mi tamaño. Me llevó solo una fracción de segundos entender con claridad lo que ocurría; los enviaba Dogo.Mi instinto me grito: ¡Huye!«¡Huye! Te están buscando a ti». Eso era bastante posible, aunque probablemente también estuviesen allí por su dinero.En todo caso, no le hice caso a la advertencia, me quedé paralizado un instante, algo que me estaba a punto de costar muy caro. Mi corazón comenzó a martillear como loco, no obstante mis músculos se sintieron agarrotados ante la sorpresa.Ellos ni siquiera habían notado mi presencia cuando la puerta de mi habitación se abrió en un clic suave—Ábrete Sésamo… —Susurró uno de ellos cuando la puerta se entreabrió lentamente. —Tomemos el dinero y luego vamos por el cabrón que cree que puede acor