Probablemente esta anécdota ha cumplido ya veintiséis años de antigüedad. The Boyz in the Band goza, por entonces, de una fama sin precedentes en la historia de la música pop. Han ganado cuatro American Music Awards y sus discos de platino han sido cosechados en prácticamente todos los países del mundo. Con tanta fama y fortuna, no sería extraño que los humos se les subieran a la cabeza. El episodio que se narrará a continuación, da cuenta de uno de aquellos momentos. Estamos en Manhattan, en una discoteca cuyo nombre omitiremos para evitar una demanda –o dos–. Digamos que se llamaba Bossa, en honor al ambiente chill out que se supone que debería haber reinado ahí. Los administradores fueron avisados con una hora de anticipación para tomar recaudos: –Jared Cavalier y Tobby Dammer estarán ahí –les había dicho una profunda voz al teléfono–. Necesitan que se desaloje la sala VIP para ellos. Nadie podía negarse a semejante petición. Eran dos de los hombres más deseados y famosos del m
No se podría decir que Jared Cavalier y Rossie Regiés estuviesen muy bien que digamos en los días que siguieron a la lectura de los capítulos de temporada que dejaban al Goodboy bastante mal parado.A pesar de vivir juntos en la misma casa, cada uno andaba muy a sus aires, ocupados como estaban en lo que les concernía en aquellos momentos: esto es, el estreno de la serie de The Boyz in the Band.La primera temporada se lanzaría, completísima, el jueves, 18 de abril del año en curso. El más eufórico de todos era Marcel, quien no podía esperar ya más que para el día en que su imagen se proyectara bajo el logo de Netflix.Como se trataba de The Boyz, una banda más que conocida, se hacía obvio que era mandatorio el llevar a cabo una premiere. Y esta se hizo, cómo no, en el Libery Hall.La noche del estreno, Rossie se atavió con un precioso modelo de cóctel blanco de Stella McCartney, pagado nada más y nada menos que por El Emperador, aunque este no le dirigía mucho la palabra, por entonce
Aquel sábado 20 de abril del año en curso, Rossana Regiés se levantó muy temprano en la mañana. Tenía una misión, y esa era comprar uno de los primeros ejemplares del New York Times. Si la crítica de su serie era favorable, tan solo adquiriría tres ejemplares: uno para sí misma, otro para Marcel y otro para enviárselo a su padre, vía DHL y con carácter de urgente. Pero si la opinión general era devastadora, compraría todas las existencias de la cuadra para que, al menos, sus vecinos no pudieran enterarse de que apestaba como guionista. Cuando salió de su habitación, ataviada con una sudadera con capucha que le cubriera la cara, se topó de manos a boca con el Goodboy, sentado ya en el desayunador de marfil veteado de su modernísima cocina, leyendo el periódico ¿adivinen cuál?, con cara de póker, un café negro en la mano y los cabellos de la nuca despeinados hacia arriba. –¿Y bien? –Rossana Regiés no atinó otra cosa que preguntar. –Léelo por ti misma –le dijo Jared y, enseguida, le
Aquel sábado 20 de abril del año en curso, Marcel Cavalier no tenía humor para salir de su casa; bueno, de la casa de sus padres. Bueno, del lujoso departamento en el piso 20 de la Octava Avenida en el que vivía con papá y mamá. Alejado en su torre de marfil, un preocupado pequeño Goodboy hacía scroll a las páginas de I*******m que le convenía revisar: de hamsters comiendo cosas, de gatitos y de videojuegos. Habló con Carmele por una hora y media, aproximadamente, y se quedó dormido con el teléfono en la cara por un par de horas. Comió lo que su madre le ofreció: que era pollo Mai Tai de un restaurante chino que a Jared le gustaba particularmente, y se dedicó, el resto de la tarde –y de la noche– a una curiosa maratón de Stranger Things, alternada con el visionado obsesivo de sus personales escenas de la primera temporada de The Boyz in the Band. La verdad es que le divertía verse a sí mismo como en un espejo asincrónico. Así de vanidoso era nuestro clon de Jared Cavalier. Al sigui
Las consecuencias del lanzamiento de la primera temporada de la serie biográfica de The Boyz in the Band no se hicieron esperar. En especial, para Marcel Cavalier. Ya vimos de lo que la nueva generación de GoodGirlz era capaz, con tal de mirar de cerca a la nueva sensación mediática del momento.Ahora, no podríamos decir, a ningún momento, que a Marcel le disgustara su nuevo estatus, porque mentiríamos. Aunque, por supuesto, no todo fue miel y hojuelas en aquella época.En especial, para Carmele Johnson, su noviecita.Lo primero que recibió Marcel fue una oferta para convertirse en la imagen de Paco Rabanne, a lo que nuestro pequeño Goodboy aceptó sin pensárselo mayor cosa, porque Jared Cavalier ya había sido, en su momento, embajador también de la marca en dos ocasiones (y había ganado muy buen dinero con ello).Las portadas
Luego del escándalo del yogurt congelado y la foto con las fans, Marcel Cavalier no resultó ileso. Al menos, no de cara a sus padres. –Mírate en mi espejo, hijo –le dijo Jared Cavalier a Marcel, aquel lunes, temprano en la mañana y en el Libery Hall. Había decidido tener las conversaciones serias con él en un ambiente corporativo y no en casa, ustedes saben, para no ofuscar a su retoño–. ¿Acaso quieres acabar como yo? Suponemos que Jared Cavalier se refería a demandado por su propia esposa por daños psicológicos y morales. –Por supuesto que no –Marcel sabía de sobra a lo que se refería su padre cuando le había hecho la advertencia–. Pero presiento que ya no puedo evitarlo. Las cosas se me escapan de control. –Esto no puede volver a ocurrir, Marcel –Rossie tenía en la mano su propio iPhone con Twitter abierto, en la parte en donde aparecían los hashtags que eran tendencia mundial. Y señalaba, por supuesto, al #PoorCarmele–. En este pr
Nos hubiese gustado escribir que Marcel Cavalier se dirigió, aquella tarde de mayo del año en curso hacia el estudio de Carmele Johnson, ubicado en el Soho, y donde invitaba, de vez en cuando, a sus amigos y amigas a escuchar jazz contemporáneo y cotillear sobre sus pasiones: la vida, el cine y la música.Nos hubiese gustado decir también que, ya en la casa de Carmie, y bajo un espacio seguro y amoroso, Marcel le hizo saber que le haría daño si seguían viéndose porque, al ser una celebridad emergente como él era, su compromiso con las fans se haría tan fuerte que difícilmente ella estaría en capacidad de gestionar esa nueva realidad.Nos gustaría decir que Carmele escuchó atenta el descargo del nuevo Goodboy, y aceptó, al instante, que lo mejor para ella –y para su salud mental– era hacerse a un lado y dejar que su Marcel siguiera su cami
El nacimiento de un nuevo Emperador Fecha del reportaje: sábado, 1 de junio del año en curso Por Mia Legarda, para la revista OG Es una mañana medianamente cálida en la octava avenida de Manhattan. Poco queda ya de los edificios del siglo veinte en aquella parte de la calle. El aire comprimido que se cuela en los espacios de los rascacielos produce modestos huracanes que podrían poner en apuros a las faldas de más de una transeúnte que camina en vestidos primaverales de diseñador por una de las ramblas más exclusivas de la Gran Manzana. Para evitarle más problemas a Marcel Cavalier, nos cuidaremos de transparentar el nombre y apellido del edificio en el que vive, junto a sus padres, Jared Cavalier y Rossana Regiés, desde hace, al menos, un par de meses. “Nunca nos hemos pensado como una familia ni planeamos serlo”, nos ha dicho Marcel, por teléfono, el día en el que aceptó concedernos la entrevista en el departamento que habita, “se trata de una cuestión meramente práctica, de car