Por la mañana el día no empieza bien. Una arcada me lleva al baño de inmediato y me deja tendida en el suelo de la ducha mientras el agua corre por mi cuerpo. La barra libre en la fiesta de bienvenida y los pocos tragos en el club tendría consecuencias graves y he aquí el resultado.
Me cubro el cuerpo con una camiseta grande que encuentro en el vestidor. Mi teléfono no tiene pila por lo que me lo llevo a la cocina para ponerlo a cargar. Mara acostumbra a enviarme documentos que debo revisar a primera horaa. Doy pasos cortos para que el dolor de cabeza no me estalle la cabeza.
–¿De qué manicomio saliste? –Nicolás sale detrás de la encimera de la cocina con una espátula en la mano.
Lo miro mal, queriendo desaparecerlo. Su torso marcado y el que deje ver el cinturón de adonis tampoco lo va a ayudar. Es tan guapo que ni estando resacoso se ve mal.
–No me hables ahora.
Me siento en uno de los taburetes y apoyo la frente en la encimera
–Bebe esto.
Me pone en la mano un frasco con algo marrón hasta la mitad. Me lo tomo todo de un trago. Sabe a alcohol y algo más amargo.
–¿Ya organizaste todo con el bloque cero? –Pregunta distraído en el teléfono.
–Ya te dije que no pueden, deben estar cansados. -Cada palabra es un golpe en las sienes. Teclea algo mas en su telefono antes de levantar la vista. Un mechos de cabello le cae en la frente y se lo aparta sensualmente.
–Eres la jefa, puedes hacerlo.
–Pero no lo voy a lo hacer.
Me muerdo la lengua para mencionar que yo no soy su familia que le gusta imponer su voluntad cada que le da la gana sin importarle nada más.
–Aprill, se trata del proyecto por el que tu marido lucho por construir, dias y noches sin descansos. –Me muerdo el labio–. Reaven querría que toda la gente lo conociera.
–Lo sé. Intente terminarlo en algunas ocasiones.
–No con tanto esmero, según parece –Pone los ojos en blanco y me da la espalda para menear lo que tiene en la estufa.
–No puedes decir eso cuando sabes todo lo que enfrente, aun duele simplemente ver esos papeles allí.
Señalo las carpetas llenas de papeles con el nombre de Reaven Ferria. Cuando nos conocimos en la universidad, Reaven estaba llevando a cabo una investigación que hablaba sobre la importancia de un habitad marino saludable y limpia tanto para animales y humanos, nunca llego a publicarla porque murió antes de incluso terminarla. Yo intente hacerlo por él, cumplir sus sueños, pero el dolor me segaba cada vez más. Nicolas ha retomado la investigación y va a publicarlo porque él no se deja llevar por sentimientos. Un jodido privilegio viendolo bien.
–¿Crees que no me duele también? Cada jodida frase me quema el pecho, pero yo si avanzo y dejo atrás lo que ya paso y no puedo cambiar. -Masculla rapido, como si el detener las palabras en su boca le quemase el pecho.
–No quiero escuchar nada que sea de Reaven. -Mi voz suena firme, aunque el mencionar su nombre me cree un nudo en la garganta.
El remedio que me dio Nicolas ha mermado un poco con el malestar.
Me pone al frente una taza con sopa de tomate y pan de ajo
–Esa es la razón por la que yo avanzo y tú te quedas estancada. Y no hablo de temas laborales.
Rodea la encimera de la cocina. Me da un beso en el hombro. Tomo la cuchara.
Aunque me de por lo ovarios aceptarlo, tiene razón. Yo vivo en las sombras de un recuerdo, me aferro a eso, aunque sé que nada va a atraerlo de vuelta por mucho que lo desee cada noche.
Me niego a hacerme un lio de ello, por lo que le envió un mensaje a mi secretaria para concretar una reunión con el bloque cero y quedo con el bloque M1 que se encargara de Margot para firmar algunos contratos de confidencialidad.
–¿Vas a seguir allí sentada dando pena o vamos a ir a las oficinas?
–Eres un puto dolor de ovarios, animal. -Me levanto con pereza.
Me da un cachete en el culo cuando paso frente a él.
Me tomo mi tiempo arreglándome. Nicolás entra al vestidor cuando me estoy colocado los pendientes.
–¿Algún comentario?
Esta estático apoyado en la entrada conlas manos en los bolsillos y los ojos puestos en mis piernas.
–Nada más que decirte que te ves hermosa. –Le lanzo un beso–, pero sigues jodida y así no me sirve.
–Si no te doy una bofetada es porque tenemos cosas que hacer.
–Llámalo así. –Se encoge de hombros.
–Quítate. –Intento salir, pero me retiene con el ceño fruncido.
–¿No te parece muy corto?
Me veo en el espejo. El top de encaje blanco y la falda del mismo color hasta la mitad de los muslos cubre justo lo que no quiero que se vea. Los días de este lado del mundo son bastante calurosos.
–Tapa justo lo que no se debe ver, así que está bien.
Bajamos a la recepción, Nicolás se esconde detrás de sus grandes gafas de sol y enfunda sus manos en los bolsillos del vaquero. Lo miro de soslayo.
–Buenos días, Marco. –Le digo al recepcionista que muy sabiamente evita mirarme los pechos.
–Buen día, señorita.
Salimos a la calle. Ya hay uno que otro camarógrafo en la polulando cerca que aprovechan para sacarnos algunas fotos.
–Tu ropa enseña mucho. –Murmura Nicolás acercándome a su cuerpo poniéndome la mano en la cintura. Haciendo que parezca un acercamiento normal.
–Cuando cumpla sesenta años las tetas y el culo me van a colgar, voy a disfrutar ahora que todo está en su sitio.
Antes de que podamos montar en el audi negro que nos espera, una periodista nos aborda cortándonos el paso.
–Señorita Abrill. –Sonrió fingiendo que no quiero mandarla a la mierda–, ¿Quién la acompaña hoy?
–El amor de su vida, futuro esposo y padre de sus próximos diez hijos. –Responde Nicolás sin darme tiempo ni de abrir la boca.
Miro a la periodista deseando que lo tome como una broma, pero su cara de sorpresa me demuestra que esta noticia va a estar en primera plana en tan solo un par de horas.
–Es solo un amigo. –Contradigo. El enfoque de la cámara ya no está en mí. Retrata a Nicolás de frente que sonríe abiertamente como todo un galán de telenovela.
–No hay necesidad de negarlo, dale a la presan lo que quieren escuchar, querida.
Voy a abrirle la yugular a este imbécil.
–Si nos disculpan
Chad, mi chofer y guardaespaldas me ayuda abriéndome la puerta. Me deslizo hasta el fondo del asiento, echando humo por las orejas. Nicolás dice algunas cosas más, pero no lo escucho. Espero que el auto se ponga en marcha para hablar.
–¿Por qué m****a haz hecho eso?
Se acomoda el cabello con paciencia, ignorándome por completo. Es un maldito hijo de puta.
–A veces hay que darles buenos artículos a los periodistas. Se llama ayudar a la industria.
Frunzo el ceño y me enderezo
–Cuando la información es real.
–Lo es, solo que no lo aceptas aún.
Dirijo mi mirada al frente. Nicolás me frustra y excita en partes iguales y eso no es bueno. No debo olvidar el papel que cumple en mi vida y en la de mi hija.
–Chad, haz que no publique eso, por favor.
El mencionado me mira a través del espejo retrovisor. Sus ojos negros me analizan por un momento antes de devolver la vista a la carretera.
–La última vez que intentamos eso, colocaron una demanda por acoso.
Nicolás ríe. Yo pongo los ojos en blanco. La prensa me acosa a mí, no yo a ella y el que haya pedido que no se publicarán unas fotos mías ebria en una discoteca y las cosas se salieran de control en la negociación no es mi culpa.
–No voy a meterme esta vez, Chad. Lo prometo. -Levanto la palma de la mano.
–Delo por hecho, señorita.
Sonrió. Si Chad lo dice, es porque lo hará. Evito mirar al espécimen a mi lado. Vino a fastidiarme la existencia, esa es su unica misión. Me pone la mano en el muslo la cual aparto de un manotazo. Hacemos contacto visual y vuelve a ponerme la mano en el muslo, justo donde la falda se alzó y muestra un poco más de piel. Ancla los dedos en mi carne. Resoplo. Sus provocaciones siempre son fortuitas conmigo.
Llegamos a las oficinas Reaven. Como siempre hay periodistas por lo que tomamos el ascensor del parqueadero subterráneo directo a mi despacho.
–¿Sabías que lo que haces con Mara es un delito? –Comenta Nicolás cuando subimos al ascensor.
Lo miro extrañada, pues mi secretaria no hace nada que no haga una secretaria común.
–No me mires como si no tuvieras ni puta idea de lo que hablo, Aprill. Que trabaje los fines de semanas y a altas horas de la noche no es justo.
Reviso mis mensajes, las confirmaciones de mis amigos para abordar en Margot y los correos de Mara y Yenefer con las actualizaciones que se le van a realizar al crucero Reaven.
–Ella lo hace por que quiere. Me pidió que incluyera esa cápsula en su contrato y puede finiquitarla cuando quiera. Tendrá problemas en su casa y quiere estar aquí en su lugar.
Dios era testigo de que yo prefería quedarme en mi oficina antes que ir a casa y envolverme en la soledad y el desespero. Me gusta tener la cabeza metida en mis cosas, en un despacho que me hiciera sentir poderosa. Contralaba gran parte del área turística de la ciudad. Me sentía especial, aunque al final siguiera estando sola.
–Es esclavitud moderna. -Sentencio.
–No cuando tienes la libertad en tus manos para usarla cuando quieras. Además, le pago por cada hora extra.
Se apoya en la barra del ascensor. Los bíceps se le marcan sobre la camia blanca de corte italiano que lleva remangada. Suspiro y me mueve hasta quedar frente a él. Levanto el mentón para alcanzarlo y lo beso. El desliza una mano hasta mi cadera y la otra hasta la coleta de caballo que llevo, sujetándome para invadir mi boca con su lengua. Acariciándonos los labios con esa rudeza animal que nos atrapa cada que las chispas surgen entre nosotros.
–No podemos seguir así. -Murmuro, alejandome y echando los brazos en su cuello.
–Si puedo y lo voy a hacer. -Asegura sin un apice de duda en su voz fuerte y marcada.
Recuesto la frente en su pecho, justo en el lado del corazón. Sus latidos son suaves a diferencia de los míos que se sienten como galopes de caballos. Mis sentimientos se turban y chocan entre ellos cuando de este hombre se trata y es por eso que me niego averlo constantemente.
Las puertas del ascensor se abren lo cual aprovecho para salir antes de que termine arrancarle la ropa allí mismo y olvidarme de los ojos que nos observan desde las cámaras. Confió en que el guardia valore lo suficiente su trabajo como para mantener la boca cerrada.
Nicolás me da un azote en el trasero que me hace dar dos pasos adelante para no caer.
–¡Animal! -Lo mire queriendo darle una bofetada por insolente.
–Es tu castigo por provocarme. –Se encoge de hombros. Da dos pasos para acercarme a su pecho por detrás.
Seguimos caminando con tranquilidad. Aquí no hay cámaras ni ojos curiosos.
–Señorita Hope. –La voz tímida de Mara nos separa de repente–. Le han dejado esto muy temprano en la mañana, me pidieron que se lo entregara a usted personalmente.
Sostiene una caja dorada con bordes de encaje negro en la mano. Nicolás me mira con una ceja levantada.
–Puedes quedártelo o dárselo a alguien más, Mara
Como todos los regalos que me dejan los admiradores que merodean cerca de las instalaciones.
Tomo siento en la silla de cuero negro detrás de mi escritorio pulcramente ordenado. Le echó un vistazo a la foto de Gaia y yo en el castillo Disney. Me es imposible no sonreír y pasar la yema del dedo por su rostro. Es una estampa de su padre, y por ende, del cretino de su tío. Enciendo la pantalla de mi portátil. Levanto la vista cuando presiono el botón que esclarece los ventanales de cristal con vista al mar. Mara sigue de pie en el centro con la caja en las manos.
–¿Qué pasa?
–El señor que lo trajo dijo que era importante y que usted querría tenerlo. No parecía un mensajero como los que suelen venir.
Pongo los ojos en blanco. Cualquier persona puede persuadirla para que le de importancia a algo que no lo tiene. Pero como necesito que salga ya y se ponga a trabajar, lo recibo.
–Dámelo.
Lo deja en mi escritorio, mira a Nicolás de pie frente a la ventana que nos observa a través del cristal.
Tomo la caja con impaciencia. En el interior hay una carta negra con mi nombre. La saco.
–¡Mierda! -Susurro. Paso saliva.
Estoy acostumbrada a los lujos, piedras preciosas y costosas que suelen regalarme, joyas y esas cosas con las cuales he crecido al venir de una de las familias más acomodadas de Londres, pero esto sale de los límites que habría imaginado. Teniendo en cuenta mis estándares exorbitantes. Una delicada cadena de oro con un diamante rojo en forma de manzana que resplandece con la luz del sol. Lo saco con dedos temblorosos y se lo enseño a Nicolás que parece no sorprenderse ante la maravilla que le enseñó.
–Diamante rojo. –Afirma observándolo más de cerca–¿Quién lo envía?
Lo dejo sobre el escritorio y vuelvo a tomar la nota.
En la oscuridad del amor, el deseo se vuelve insignia de entrega y rendicion. Mi querida dama, este diamante rojo simboliza tu fuerza, pasión y el pecado implacable que rodea tú mirada de hada herida. Nuestros corazones eran uno solo incluso antes de ser mía. Con amor:
N.
Levante los vista confundida y muy preocupada. Me hago una idea clara de quién puede ser. Aunque yo no sepa con quien putas me case, es obvio que mi supuesto esposo sí que lo sabe, y parece que mejor de lo que imagine. Conoce mucho más de lo que me puedo pensar, cosa que me demuestra que tal vez no fue un error de un par de borrachos. Guardo todo en la caja dejando como estaba. Voy a dárselo a Yenefer o a alguien de la empresa. No quiero levantar la cabeza y ver la mirada de reproche de Nicolás, ya piensa que soy una cobarde estúpida que no piensa las cosas y ahora se lo estoy confirmando con semejante cagada. –Di lo que tengas que decir ahora. Su opinión va a dolerme y rebajarme al suelo para pisotearme y escupirme. Es de las pocas personas con poder sobre mí para bajarme la autoestima y le odio un poco por haber rasgado mi coraza un poco en tantos años donde no se lo he permitido a nadie. –Debes usarlo. Es lo único que dice. Su voz no es ruda ni hipócrita, es relajada. Me lleno
Salí de mi despacho concentrada en mi burbuja cuando choqué con un pecho musculoso y unos brazos firmes me rodearon. Lo reconocí mucho antes de que su voz y su colonia me cautivaran. –¿A dónde vas? Levante la vista a sus ojos grises y suspire. –Mi hermana me espera en el aeropuerto con Gaia. Asintió y me aparto el flequillo de la cara. –Te acompañare. No vi ningún problema. A mi hija le encantará ver a su tío también. Le pedí a Mara que cancelara todas mis reuniones y compromisos de ese dia y el siguiente, su cara me demostró que me saldría caro. Estaba dispuesta a pagarlo, con creces de ser necesario. Nicolás condujo. Yo me sentía inquieta y además, Nicolás manejaba mucho más rápido, casi al punto de hacerme temer. Llegamos al aeropuerto y entre toda la gente vi un cuerpito moreno de cabellera dorada recostada en su maleta de flores. La emoción me recorrió las venas como una descarga. No había pasado más de una semana desde la última vez que la tuve entre mis brazos, pero cr
Cuando el sol entraba por el ventanal de mi despacho, me levanté y me metí en la cama con Gaia. Tenía los brazos y las piernas estirados y un charco de saliva debajo de la mejilla. Le alborote el cabello y la deje estar. Pronto, cuando su tía viniera por ella yo volvería aquí, haría mis maleas junto con Nicolás para zarpar por separado. He de haber dormido una hora antes de que Gaia se me lanzara encima y me sacara de la cama. –Tengo hambre, ¿tú no? –Fue lo que dijo cuándo me levante del piso, conteniendo una sonrisa de diversión por lo que acababa de hacer. Pude enfadarme con ella, pero no lo hice. No valía la pena desperdiciar nuestro tiempo. Me levanté con ella y la metí al baño conmigo, pese a sus protestas. La cambie y peine su cabello en una co{eta que le llegaba a la mitad de la espalda. Aquella actividad tan simple la disfrute mucho. Después, frescas y limpias nos fuimos a la cocina, donde nos esperaban todos ya despiertos y concentrados en sus tabletas, seguramente, trabaj
Ya es más de media noche, con suerte puedo dormir hasta mañana temprano que Gabriel llegue con su esposa y los demás. Pondremos en marcha la búsqueda para encontrar a mi esposo fantasma y debe salir bien todo, solo tengo una semana, como mucho dos para solucionarlo. Suspiro cuando un mensaje me llega al móvil,es de Nicolás. Te quiero en el hotel plaza roja ahora mismo. Estupido. Su estupida orden puede metersela por donde quiera. Que te jodan. Apago el móvil, Nicolás además de ser un biólogo y un jodido dolor de ovarios, estuvo en la milicia toda su adolescencia, tiene habilidades de rastreo que le facilitaran la tarea de hallarme, aunque me vaya al culo del mundo. Confió en que sus obligaciones y el que hayan varios kilómetros de agua entre los dos sea suficiente. Una vez su investigación acabe y terminemos el futuro negocio que estamos concretando, el regresara a Mánchester a sus propios negocios. Chad me deja en el puerto. Sonrío al ver las plazas vacías donde deberían estar
por la tarde, Lacey detuvo el crucero para que pudiéramos disfrutar sin estar mareados. —Uno no se puede casar así sin más, por muy dulce que sea la relación. —Comenta Theo. Mientras los demás jugaban y reían a carcajadas en el agua, Theo y yo nos manteníamos en la parte trasera del crucero, tumbados, recibiendo el sol. Yo no necesitaba broncearme, pero mi cuerpo agradecía la vitamina D. Gabriel tomo a Eva y se la subió en los hombros, Christian hizo lo mismo con Maria y emprendieron una batalla de empujones. Gritan y ríen. Yo quería sumergirme, pero no podía, no era capaz de volver a sumergirme en el mar después de todo lo que había pasado en el. —¿Aun no lo superas? Le puse atención a Theo. Tenía un bañador celeste, como sus ojos. —Lo he intentado. Alargo una mano para tomar la mía y darle un apretón. —Estoy contigo, lo sabes. le devolví el apretón, agradecida. Sabía que siempre estarían para mí. Me lo están demostrando ahora que están aquí sin saber lo que realmente s
Miro el cielo por una eternidad, suspirando dramáticamente. Las olas se han calmado un poco, dejándonos una brisa fría. No tardara en caer la tormenta. Gabriel permanece a mi lado tomándose el café en pequeños sorbos, puedo sentir su respiración y el sonido de la taza al tocar la mesa. —Tenemos una nueva chica. —Menciona. Levanto la cabeza para mirarlo. Abre su portátil y tras encontrar lo que buscaba, me enseña una imagen de una chica rubia muy bonita. —Es hija del vicepresidente de una reconocida marca de autos. Se perdió hace tres días al salir de sus clases. No hay rastros de un secuestro. Analizo la imagen. —¿Cuantos años? —Catorce. —Hace una mueca de desagrado. Es apenas una niña. No hace falta que me diga nada más, se lo que sospechan y es muy probable que la hallan secuestrado para el tráfico de blancas. —La tiene aquí, he recibido el catalogo —Un maldito catálogo de mujeres a subastar—. Ya sabes que hacer, Hope. Asiento. Desde hace un par de años, Gabriel y yo decidi
Subí a la terraza de la mano de Nicolás. Se me dibujo una sonrisa cuando mis ojos capturaron la imagen del espectáculo tan complacientemente divertido que se llevaba a cabo frente a nosotros. Eric, Theo, Marta, Gabriel y Marcos bailaban en medio de la pista en un gusanito agarrados de las caderas, subían y bajaban. Eva y María los observaban muertas de la risa. Nicolás me condujo a la barra, junto a Eva y María y sirvió dos tragos sin soltarme de la mano. Eva y María sonrieron y me guiñaron los ojos, acercandose. Conocían perfectamente lo que había entre ambos, porque sencillamente habíamos disfrutado sexualmente junto a ellos. -Que buen gen el de los malditos Ferria. -Murmuro Theo llegando frente a nosotras. Se sacudió el cabello, empapado de agua, haciendo que las gotas nos cayeran a nosotras. -Nicolás Ferria. -Mire sonriente como Nicolás se presentaba con total confianza ante el pelirojo alto y fornido frente a él. -Sí, lo sé, hombre. Te veo todos los días en las noticias. La
Nicolás entro en la ducha minutos después de encargase de apagar la llama que habia encendido. Me abstuve de entrar con él porque no quería romper la intimidad que tanto apreciaba. Además, tampoco quería que cuando se fuera, la ducha de mi habitación en el crucero me recordara a él. Las piernas me temlaban ligeramente aun, tenia las mejillas arreboladas y los pechos enrojecidos por la fuerza de sus caricias. Por lo demas, todo se sentia bien. Las endorfinas en mi cuerpo se sentian increibles. —Te esperare abajo. —Le grite abriendo la puerta corrediza que dividía la ducha. No repare en su cuerpo desnudo porque si lo hacia, empezariamos de nuevo, pero las gotas de agua bajaban por su pecho hasta donde no iba a mirar. Me mordi los labios y esboce una sonrisilla al ver su gesto. —¿No te unes? —Ya me he duchado. Mentira. Me ducharia en otra habitacion. —Puedes hacerlo otra vez, Aprill. Ven aquí. —Tengo mucho trabajo, obseso. Mentira. Nicolás rodo los ojos. Sabía que odiaba