por la tarde, Lacey detuvo el crucero para que pudiéramos disfrutar sin estar mareados. —Uno no se puede casar así sin más, por muy dulce que sea la relación. —Comenta Theo. Mientras los demás jugaban y reían a carcajadas en el agua, Theo y yo nos manteníamos en la parte trasera del crucero, tumbados, recibiendo el sol. Yo no necesitaba broncearme, pero mi cuerpo agradecía la vitamina D. Gabriel tomo a Eva y se la subió en los hombros, Christian hizo lo mismo con Maria y emprendieron una batalla de empujones. Gritan y ríen. Yo quería sumergirme, pero no podía, no era capaz de volver a sumergirme en el mar después de todo lo que había pasado en el. —¿Aun no lo superas? Le puse atención a Theo. Tenía un bañador celeste, como sus ojos. —Lo he intentado. Alargo una mano para tomar la mía y darle un apretón. —Estoy contigo, lo sabes. le devolví el apretón, agradecida. Sabía que siempre estarían para mí. Me lo están demostrando ahora que están aquí sin saber lo que realmente s
Miro el cielo por una eternidad, suspirando dramáticamente. Las olas se han calmado un poco, dejándonos una brisa fría. No tardara en caer la tormenta. Gabriel permanece a mi lado tomándose el café en pequeños sorbos, puedo sentir su respiración y el sonido de la taza al tocar la mesa. —Tenemos una nueva chica. —Menciona. Levanto la cabeza para mirarlo. Abre su portátil y tras encontrar lo que buscaba, me enseña una imagen de una chica rubia muy bonita. —Es hija del vicepresidente de una reconocida marca de autos. Se perdió hace tres días al salir de sus clases. No hay rastros de un secuestro. Analizo la imagen. —¿Cuantos años? —Catorce. —Hace una mueca de desagrado. Es apenas una niña. No hace falta que me diga nada más, se lo que sospechan y es muy probable que la hallan secuestrado para el tráfico de blancas. —La tiene aquí, he recibido el catalogo —Un maldito catálogo de mujeres a subastar—. Ya sabes que hacer, Hope. Asiento. Desde hace un par de años, Gabriel y yo decidi
Subí a la terraza de la mano de Nicolás. Se me dibujo una sonrisa cuando mis ojos capturaron la imagen del espectáculo tan complacientemente divertido que se llevaba a cabo frente a nosotros. Eric, Theo, Marta, Gabriel y Marcos bailaban en medio de la pista en un gusanito agarrados de las caderas, subían y bajaban. Eva y María los observaban muertas de la risa. Nicolás me condujo a la barra, junto a Eva y María y sirvió dos tragos sin soltarme de la mano. Eva y María sonrieron y me guiñaron los ojos, acercandose. Conocían perfectamente lo que había entre ambos, porque sencillamente habíamos disfrutado sexualmente junto a ellos. -Que buen gen el de los malditos Ferria. -Murmuro Theo llegando frente a nosotras. Se sacudió el cabello, empapado de agua, haciendo que las gotas nos cayeran a nosotras. -Nicolás Ferria. -Mire sonriente como Nicolás se presentaba con total confianza ante el pelirojo alto y fornido frente a él. -Sí, lo sé, hombre. Te veo todos los días en las noticias. La
Nicolás entro en la ducha minutos después de encargase de apagar la llama que habia encendido. Me abstuve de entrar con él porque no quería romper la intimidad que tanto apreciaba. Además, tampoco quería que cuando se fuera, la ducha de mi habitación en el crucero me recordara a él. Las piernas me temlaban ligeramente aun, tenia las mejillas arreboladas y los pechos enrojecidos por la fuerza de sus caricias. Por lo demas, todo se sentia bien. Las endorfinas en mi cuerpo se sentian increibles. —Te esperare abajo. —Le grite abriendo la puerta corrediza que dividía la ducha. No repare en su cuerpo desnudo porque si lo hacia, empezariamos de nuevo, pero las gotas de agua bajaban por su pecho hasta donde no iba a mirar. Me mordi los labios y esboce una sonrisilla al ver su gesto. —¿No te unes? —Ya me he duchado. Mentira. Me ducharia en otra habitacion. —Puedes hacerlo otra vez, Aprill. Ven aquí. —Tengo mucho trabajo, obseso. Mentira. Nicolás rodo los ojos. Sabía que odiaba
Aquel grito solo consiguió enojarlo más. Se levantó de tirón, la silla cayó tras él, haciendo un pequeño estruendo. Me rodeo y cogiéndome por las axilas, me puso de pie. Le di manotazos en las manos para que me dejara. Me dio la vuelta, pegándome a su pecho y sujetándome con las manos en mi caja torácica, con fuerza. Incline la cabeza, buscando morderlo, pero alzo la cabeza, impidiéndomelo con su gran estatura. —Nicolás, de verdad, tengo que enviarle algunas cosas a Mara. –Si no podía por las malas, debía poder por las buenas—. Por favor. A él le gustaba mi sumisión, por lo que deje de forcejear. Le encantaba tener ese poder sobre mí, sentir que podía doblegarme a su voluntad y que el único que podía decidir de manera exclusiva e irrevocablemente era él. Gruño, debatiéndose entre ser un jodido dolor de ovarios o dejarme. —Te dije que teníamos una actividad que hacer. Inhale. Sus actividades no me importan ahora, menos si suponían que se iba a divertir solo él. —Es algo tarde par
Me agarre el con más fuerza, sintiendo como el pánico me helaba la sangre. Apreté mis manos sobre su cuello, hincándole las uñas. Mi cabeza permaneció en el hueco entre su mandíbula y el cuello. -¿Que ha sido eso? Mi cuerpo esperaba cualquier cosa, una sacudida o un grito atroz de uno de nosotros. No obstante, nada llego, solo la voz de Nicolás y sus manos acariciándome la espalda de arriba abajo -Mírame. -No puedo. -Hazlo. Me molestaban sus órdenes, siempre. Me hacen sentir como un perro, pero en ese momento, aquella rudeza me calmo de una manera que no podía explicar. Levante la cabeza con un suspiro, expulsando el aire por los labios entreabiertos. -Lo que ha tocado tu pierna antes, ha sido esto. Una fina cadenita brillo contra su mano, lanzando destellos sobre mi piel. El dije, un poco más grande y brillante. Era mundo con una ola en el centro con reflejos azules. -Quiero que fluyas, que te levantes con fuerza y no temas a caer porque siempre vas a levantarte, sola o con
El salón de fiestas del segundo piso no estaba abierto del todo aun, por lo que los chicos se astenian de subir allí. Gabriel y Eva ya me esperaban sentados en una de las mesas del casino con sus portátiles y teléfonos a la mano. El lugar no era privado del todo, pero en mi despacho Nicolás habría entrado sin tocar cuando quisiera y lo que pudiese escuchar podía ser perjudicial para mí. —Chicos. —Salude, sentándome frente a ellos. Levantaron la cabeza al mismo tiempo y dejaron los portátiles a un lado. Eva me extendió mi tablet. —Tenemos noticias. —Anuncio. Aquello ya lo sabía. Gabriel se inclinó sobre la mesa, reposando las manos unidas sobre ella. Con sus lentes y el pelo recogido en una coleta hacia atrás tenía el aspecto de una persona concentrada, inteligente, pero no por ello menos bestia. Solo le daba un aspecto más intimidante. Me deje caer sobre el espaldar de la silla, eludiéndolo. —Sabemos que estas casada con seis personas diferentes, pero, según lo que hemos po
Ese tenemos que hablar me dio más motivos para correr. Me quede en el piso de lavado. Como no había personal para cubrir esa tarea, el lugar estaba desierto Estuve a punto de irme pues la pulcredad del blanco que la rodeaba era tal cual escenario de películas de terror. Conseguí que uno de los empleados me bajara mi portátil y así, adelantar algo del trabajo. Por mucho que fuera la jefa, debía ponerme al día para escaparme la semana próxima para asistir a la escuela de Gaia. Mara hacia un buen trabajo supliéndome en algunas reuniones, dejándome solo documentos importantes que debía leer y firmar. Tenía el reporte diario en mi bandeja de entrada. Todos los cruceros iban de maravilla, excepto el que se llamaba como mi hija, Gaia. Al parecer un niño de nueve años se lanzó por la proa a media noche, pudiendo eludir a los guardias. Por suerte todo fue bien, el comandante puso arreglo a las medidas judiciales que querían poner los familiares. En el puerto, los comerciantes habían increme