Camila Sáez
Miraba el móvil a cada momento, esperando alertamente si llegaba un mensaje de Leonardo, ese hombre se había metido en mi cabeza de una manera asombrosa que nunca imaginé pudiera suceder, y es que de un momento pasamos a ser completos desconocidos a conocernos más que nuestras propias familias.
Tranquila, Camila, seguro no es nada, debe de haber llegado a la universidad, te hablará cuando pueda hacerlo. – me decía a mi misma una y otra vez para ver si me lo creía y para acabar con ese miedo a que deje de hablarme repentinamente.
Maldito miedo que no me deja pensar bien las cosas, creo que han sido cientos de veces en las que Leonardo me ha dicho lo hermosa que soy, pero sigo sin creérmelo, sin contar con que nunca me ha visto en persona y eso me hace dudar de la sinceridad con la que lo dice.
“Hola”. – había escrito. – “Estaba un poco ocupado con los proyectos de la universidad, pero ya salí de eso. Me tienes solo para ti lo que queda de vacaciones”. – agregó, sonreí por lo que había dicho, no quería tomar demasiado en cuenta esas últimas palabras, no quería ser la que se imaginaba cosas que no eran.
“Hola, ya te extrañaba”. – mencioné, pero enseguida estaba arrepentida de las últimas palabras que había dicho, no sabía cómo reaccionaría a lo que había dicho, pero esperaba que lo hiciera de buena forma.
“También te extrañaba”. – respondió adjuntando un emoji de corazón. Sonreí por no haber quedado como la estúpida del año. - “Pero ya te puedo hablar y me tienes solo para ti, a menos que mi padre me haga trabajar en sus empresas”. – agregó.
“Um. Pero no creo que lo haga siempre”. – escribí, la verdad pensaba en mis días sin hablar con Leonardo y se me volverían literalmente, muy largos.
“No te preocupes, buscaría la forma de poder hablar contigo”. – respondió. Me asustaba la idea de depender emocionalmente de aquel hombre, pero no podía negar que sus palabras y la manera en la que me hace sentir me ha hecho demasiado bien.
“Eres el mejor, Leonardo”. – respondí sonriendo a la pantalla, cómo pensar algo distinto, si siempre hacía eso, buscaba cualquier manera posible para verme sonreír, y una persona cómo yo, con todas mis inseguridades, agradece esos gestos, que muchas veces son pocos, porque nadie se da cuenta de lo que realmente sentimos.
“Y tú la más hermosa”. – mencionó, no estaba aquí, viéndome, pero fue como si me hubiera dicho eso mirándome a los ojos, mis mejillas se enrojecieron cómo si fuera un tomate.
“Si tu lo dices”. – respondí sonriendo, mis mejillas ardían por la vergüenza.
Dos meses después.
Iba a ver a Leonardo, resulta que la universidad que me había aceptado era la misma a la que asistía él, ¿Casualidades de la vida? ¿No? No podía evitar poner aquella sonrisa de estúpida cada vez que pensaba en él, era cómo si todo mi cuerpo diera a conocer la realidad, Leonardo me gustaba… me gustaba enserio.
Me bajé del autobús, miré a mi alrededor, nunca había estado en este sitio, todo esto era totalmente nuevo para mí, conocía a Leonardo, muchas veces lo había visto en videollamadas, pero no estaba aquí y mi mente comenzó a jugar conmigo, como lo hacía siempre. ¿Y si se arrepintió? ¿Si no llega? ¿Será que fue la forma en la que quiso decir que quería que nuestra relación se acabase? No lo sabía.
_ Hola. – escuché esa voz detrás de mí, miré en la dirección en la que me hablaba, su tono era completamente masculino, mi cuerpo se congeló, traté de responder, pero mi voz tampoco salía de mi boca, sonreí tímidamente pensando que hizo solucionaría mi situación.
_ Ho-hola. – traté de decir cómo mejor me saliera, cosa que me causó vergüenza, que a su vez provocó que mis mejillas enrojecieran. Él sonrió y se acercó más, no sabía que quería hacer, ¿Y si quiere besarme?
_ Vamos a mi casa, está haciendo mucho calor aquí, el sol está ardiendo. – mencionó después de besar mi mejilla, acto que provocó que casi me derritiera, no sabía que me pasaba, me preparé mentalmente para este encuentro muchas veces desde que lo planeamos, pero nada se comparaba a la realidad.
_ Está bien, pero, ¿Tus padres no se molestarán? – pregunté temerosa de la respuesta, es la única persona que conozco en esta ciudad, además no podía devolverme aún, le dije a mis padres que venía a una convocatoria de la universidad para conocerla y cosas de esa índole, aunque no era todo falso, pues si conocería el lugar en donde estudiaría.
_ Tranquila, yo me encargo de eso. – mencionó, no sabía lo que eso quería decir, pero bueno, confiaba en él, si no lo hiciera nunca hubiera venido hasta este lugar, quería pensar muchas cosas, pero no sé si quería hacerme ilusiones, o si estaba lista para otro fracaso.
Adrián ha estado distante desde que le comenté que vendría a este lugar, supongo que la parte que le molestó fue cuando le dije que un chico me enseñaría la universidad, pero habíamos dejado claro que nuestra relación era solo de amigos, casi como hermanos y eso no iba a cambiar.
_ ¿En qué piensas? – preguntó. - ¿No te gusta la compañía? – mencionó nuevamente, obvio que no era lo último.
_ Me agrada muchísimo. Solo pensaba en lo enorme que es esta ciudad, además de que ni sé ubicarme. – comenté, mintiendo, obviamente.
_ Me tienes a mí para orientarte, seré tu brújula, por lo menos durante este año. – mencionó sonriendo y tomando mi mano, ¡Por qué lo hace! Mi corazón comenzó a latir fuerte producto del nerviosismo que sentía y mis manos, como era costumbre, comenzaron a sudar arruinando el momento.
_ Gracias. – dije tratando de retirar la mano para que no se le humedeciera más de la cuenta, pero él no quiso hacerlo. ¡Serás terco! ¡Tu mano quedará peor que papel mojado! – Leonardo, ¿Falta mucho? – pregunté tratando de esquivar el tema, quería encontrar alguna forma de retirar mi mano, todo mi cuerpo estaba sudoroso, aparte de que seguía con las mejillas enrojecidas.
_ Solo unos minutos más. – mencionó. Unos autos frenaron y tuvo que quitar su mano para pasar el cambio del vehículo y poder frenar sin que algo le pasara, ¡Gracias Dios! Sequé mis manos, traté de que no se diera cuenta, pero vamos, obvio que si lo hizo. – Llegamos. – agregó cuando dio una vuelta quien sabe en que calle, ni siquiera había prestado atención.
_ Um, creo que estoy más nerviosa que antes. – revelé provocando que mi cuerpo nuevamente quedara inerte, ¡Por qué me pasaban estas cosas! Él sonrió y se bajó del auto, dio la vuelta hasta donde yo estaba y abrió, pensé que estas cosas solo pasaban en las películas, pero estoy equivocada.
_ Tranquila, no pasara nada, mi madre nos ha estado esperando, ella sabe de nosotros. – mencionó, por un momento la palabra “nosotros” sonó en mi cabeza cómo si se tratase de algo mucho más que amigos, pero luego la realidad golpeó mi mente, él y yo solo somos amigos.
_ Entiendo. – respondí tratando de controlar lo que yo misma había provocado.
Ingresamos a la casa, su madre nos acogió enseguida, no sabía si les iba a gustar mi presencia, después de todo nunca me habían visto antes, cosa que puede causar desconfianza a cualquiera.
_ Hola, querida. – mencionó la madre de Leonardo. – Me llamo Martha. – mencionó. Sonreía y asentí.
_ Buenas tardes, señora Martha. – contesté, ella sonrió y luego Leonardo volvió a tomar mi mano.
_ Que modales. – mencionó nuevamente. – Nadie me había dicho señora, supongo que por aquí todos se creen con el suficiente poder que ya han perdido lo más importante, el respeto. – agregó, no sabía que significaba aquello.
_ Sí, madre. Camila es una mujer especial. – mencionó Leonardo, supongo que entre ellos dos se entendían. La madre de pronto se rio a carcajadas.
_ Claro que lo es, para sacar a mi hijo de la vida miserable que llevaba se debe ser más que especial. Por cierto, gracias por eso, querida, te debo demasiado. – mencionó la mujer, no entendía a que se refería.
_ Gracias, señora, pero no sé a que se refiere con aquello. – dije mostrándome lo más sincera posible. Quería entender que estaba pasando aquí, pero no quería incomodar a nadie.
_ Antes de conocerte él salía todas las noches, había veces que no estaba en la casa por estar con sus amigos de fiesta en fiesta, y lo peor es que pasaba de cama en cama con diferentes mujeres, pero llegaste tú y eso cambió. – mencionó, quedé perpleja, no tenía idea de esa vida de Leonardo.
_ Nunca me había dicho nada de eso. – dije mirando a Leo, muchas veces había pensado en decirle de esa forma, pero nunca lo he hecho.
_ Era uno de mis secretos, pero mi madre te lo ha revelado. – mencionó el chico que no me despegaba los ojos de encima.
No creía en las palabras que había dicho Martha, ni siquiera en la confesión de Leonardo, nunca me pareció un hombre de aquella clase… nunca imaginé que solo le interesaba acostarse con cuanta mujer se le atravesara, es más, me negaba a creerlo, tenía una visión muy diferente de él, era un hombre atento, cariñoso, dispuesto a hacer lo que fuera para alegrarme el día cuando me encontraba triste, ese era el Leonardo que conocía, no ese promiscuo al que se refería su madre y él mismo. _ ¿En qué piensas? – preguntó Leonardo, él me guiaba a la habitación en la que me quedaría, su casa era enorme, cosa que me daba un poco de pena, yo no deb
Camila Sáez Tenía que salir del baño en pijama, para peor solo traía puesto un short corto y una polera corta, definitivamente esperaba que Leonardo no me viera así, ojalá y siguiera abajo con su padre, quien lo había mandado llamar hace unos minutos antes. Aún podía sentir la presión de sus labios contra los míos, la forma en la que apresaba cada espacio de mi boca con su lengua, me mordí el labio pensando en su forma de besar, en su manera de hacerme sentir esto aquí dentro de mi corazón. Leonardo Álvarez Cuando desperté me di cuenta de que estaba abrazando a Camila, es impresionante lo que esta mujer provoca en mí, con solo imaginarme besándola mi piel se estremecía provocando que mi entrepierna se endureciera, traté de alejar aquellos pensamientos de mi mente para que no se sintiera incómoda al sentir mi miembro rozando su trasero. Volví a dormirme embriagado por el aroma de su cabello, aunque suene loco, nunca había dormido al lado de una mujer, siempre cumplía mi cometido y me largaba dejándolas solas, pero ahora era diferente. Claro que había planeado quedarme junto a ella, Capítulo 8
Camila SáezUna semana después. Nuevamente nos encontrábamos en la plaza, era hermosa, Leonardo se había quedado corto la primera vez que me habló de este lugar, supongo que no era muy expresivo en ese sentido, o tal vez, no se había dado el tiempo de fijarse en cada detalle de este sitio. Anoche pasamos la noche fuera de la casa, solo llegamos esta mañana para darnos una ducha y cambiarnos de ropa, Martha, la madre de Leonardo, estaba muy preocupada por nosotros. ¿La razón? Leonardo se peleó con su pad
Leonardo Álvarez Camila estaba durmiendo en mi pecho, en varias ocasiones me ha dicho la paz que le brinda escuchar los latidos de mi corazón, pero si supiera que en realidad es ella quien me da la tranquilidad que siempre he querido. Traté de acomodarla despacio en la cama, no quería que despertara, tenía que bajar a buscar algo de comer para que ella comiera más tarde, además, aprovecharía de hablar cara a cara con mi padre, no soportaría un insulto más en contra de Camila, y esperaba que eso le quedara completamente claro. Camila Sáez. No tenía idea donde íbamos, pero estaba confiada que estando a su lado nada podía lastimarme. El camino se hizo más largo que ayer, hemos hecho compras del supermercado, comprado algunos artículos que podrían hacernos falta, bueno, todo lo ha hecho Leonardo, yo tenía mi propio dinero, pero no me había dejado gastarlo. _ Leonardo, ¿Dónde vamos? – mencioné sonriendo, ya íbamos a más de una hora, había muchos autos en la pista, supongo que por eso se me hacía tan eterno. Leonardo Álvarez Cuando desperté me di cuenta de que Camila ya no estaba a mi lado, me levanté en su búsqueda, pensé que estaba en el baño aseándose, pero tampoco estaba. Bajé rápidamente las escaleras y busqué por todas las habitaciones, finalizando en la cocina, estaba preparando el desayuno o almuerzo, supongo. Me senté en la isla y esperé a que se diera cuenta de mi presencia, se escuchaba una música suave de fondo, sonreí y me imaginé una vida así, a su lado, desayunando, almorzando, cenando, pasando mi vida con ella. Leonardo ÁlvarezPude ver sus ojos llenos de lágrimas pasar a mi lado, estaba seguro de que su alma estaba convertida en mil pedazos, entendía el por qué y también sabía quien lo había ocasionado, Luciano, mi padre. Aunque no podía atribuirle toda la culpa, yo era el hombre a quien ella buscaba, se trataba de Ana. _ ¿Qué estás haciendo aquí? – pregunté enojado, sin duda, la última vez que nos vimos todo lo relacionado a lo “nuestro” había quedado claro. Último capítuloCapítulo 11
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