Dinaí

Si la gente supiera el daño que ocasionan las palabras, seguramente tendrían más cuidado al pronunciarlas.

A las palabras se las lleva el viento, pero provocan sentimientos; escuchar desencadena una serie de reacciones que culminan en emociones y aunque una acción vale más que mil palabras; uno sigue confiando en letras bien acomodadas.

Pero eso se acabó. Confié en cada cosa que los cercanos a mí me decían, creí cada sonido que salía de su boca, pero al final mintieron. Todos y cada uno de ellos.

Ahora sé por qué Germán nunca cuestionó ninguna acción descabellada por mi parte. Ahora sé que tal vez todo fue montado. Él dijo ya en sus últimos momentos que nada fue fingido, pero tuvo que serlo, pues era policía y si era infiltrado siempre tuvo segundas intenciones.

Ahora entiendo por qué Gustavo me acusó de soplona la segunda vez que fui a El Arco, pues no fui yo quien dio el pitazo de que cayera la policía a El Arco, si no Germán. Y como él se veía tan sincero, tan inocente; nadie sospe
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