—Creo que nos ha ayudado un poco, entiendo que aún está despistada, tal vez cuando se mejore, podrá ayudarnos un poco más —Trébol se acerca a la puerta, el detective se levanta y me mira una vez más antes de largarse—. Tiene prohibido hablar con el agente Mateo, que pase buena tarde.Una vez que ellos salen, entran las enfermeras quienes sin decir palabra y sin sentir una pizca de culpa, me amarran tanto de manos como de pies. Apenas puedo resistirme, pues lo hacen tan rápido que ni siquiera reacciono. Les grito que no, que me suelten, pero nadie hace caso, una vez se cercioran que no puedo moverme, se van.Me quedo gritando durante tal vez una hora, me remuevo en un vano intento de escapar, pero estoy atrapada. Soy prisionera de la organización para la que alguna vez pensé en trabajar y ahora la policía está metida. Me quedo con un revoltijo de pensamientos en mi mente y solo puedo pensar que debí morir el día de la boda.************************** ***********************************
MateoLas celdas siempre son frías. Eso podría justificarse debido a que en esta construcción de mierda las celdas están en el nivel más profundo, apartadas de todo y todos, quienes vienen acá son los prisioneros y torturadores. Solo en ocasiones especiales, como esta, vienen los visitantes.Se siente el suspiro gélido del viento paseando entre las paredes, acariciando la piel desnuda de los presos, invitando a revelar todos sus secretos. Cuando has pasado dos días seguidos sin dormir, con una luz blanca e intensa iluminando sin piedad, con la única compañía de un molesto zumbido que incrementa hasta volverse insoportable y después desaparecer por completo, es normal entrar en un estado de estrés que poco a poco te vuelve vulnerable; el dolor y la agonía son tales que dirías lo que fuera con tal de abandonar el sufrimiento.Muchos abren la boca en dos o tres días, unos cuantos resisten hasta cinco, pero alguien que ha experimentado el arduo entrenamiento por el que cualquier miembro d
—¿Cuánto tiempo has estado aquí?—Desde que me enteré —la voz de Flavio suena extraña—. No duermo más que cuando ella lo hace. Trato de convencer a Brenda, pero es implacable. El mafioso convierte a las chicas en monstruos. Cuando se trata de alguien malo no tengo inconveniente, pero con alguien como Haziel...La voz se le quiebra y vuelve a golpear el vidrio. Un segundo después, Brenda acciona el látigo y otro grito atraviesa el viento. Esto está mal. De repente me asalta la idea de que le hagan algo así a Dinaí y la respiración se me corta. Maldito sea Trébol, maldito sea el detective y maldita sea en lo que se ha convertido la organización. Es diferente cuando sé que es alguien malo, algún criminal, pero ¿a alguien que quieres? Ahí es cuando todo cambia.—De verdad lo siento —dice Flavio una vez que el grito enmudece y Haziel cae al suelo—. Te moví para que Dinaí fuera herida de gravedad y no matara a Catarina, me dejé llevar, de verdad lo siento. Después de ver esto, creo las modi
Ese imbécil debió darse cuenta que Sandro tenía algo que ver con Di y el señor Macías y por eso envió a Valentina a vengarse. Así como ellos le hicieron daño, él le haría daño a su sobrina y a su cuñado. La venganza perfecta.—Por eso Valentina quiso matar al señor Macías. Para vengar a su hermano o medio hermano.Antes de que Sandro me pudiera responder, una voz que sigue provocando incomodidad, habló. ¿De dónde verga salió Rosanna?—No, Valentina quiso matar a mi marido y a mi hija para hacerme daño a mí —Sandro le hizo un gesto a Rosanna para que guardara silencio, pero ella lo ignoró—. Creo que es momento de que escuches la verdad, la única verdad.No lo creo. Ya no sé qué es verdad y qué no. Todo parece mentira, luego dicen que es verdad y al final resulta que no. Hey, lo que he aprendido es que no se puede confiar.—Rosanna...—Escucha, Aiden, tal vez suene como película de ciencia ficción, pero es verdad —Rosanna me miró y sentí que podñia leer mi mente—. Sandro hizo mil experi
DinaíNo tengo noción del tiempo.Mi habitación está sellada; sin ventanas y con la puerta casi siempre cerrada, el ver únicamente cuatro paredes y máquinas que por momentos sueltan pitidos se convierte en un suplicio. De vez en cuando entran enfermeras que parecen agradables, pero no hablan, apenas me miran. Al inicio trataba de entablar conversaciones con ellas; pero ahora solo las observo suplicantes. Me lavan el cabello con ligera rudeza, me desvisten para limpiarme y me vuelven a vestir. Siempre estoy amarrada a los barandales de la camilla, he aprendido a no moverme ni resistirme, pues resulta mucho peor cuando pierdo fuerzas y mis muñecas y tobillos terminan lastimados.Hace tiempo no escucho mi voz, mis gritos de dolor se reservan cuando el doctor entra y pone una sustancia en el suero que me provoca un sufrimiento que se prolonga por horas. Debo guardar toda mi energía para soportar los calambres, las punzadas y la sensación de sofoco. ¿Cuántas veces he sufrido por esto? Desd
DinaíNunca me ha gustado pensar que el destino es quien rige nuestras vidas; la predisposición es algo que existe, por supuesto (si no me creen, pregúntenle a la genética), pero siempre está el libre albedrío el cual nos permite tomar decisiones sin que alguna fuerza superior tenga cabida en ello. Por eso, si le doy un poco de razón al destino, el libre albedrío se desploma, pierde fuerza y al final te das cuenta que en realidad no eres dueño de tus decisiones, menos aún de tu vida.¿Fue el destino quién me trajo aquí? ¿Ya estaba escrito este final? Es que me parece una broma pesada que el maldito mafioso que todos buscan, el capo más cotizado de este maldito país sea un pendejo que se hace llamar mi tío a quien no conozco de vista, solo por nombre y eso debido a unas cartas que encontré sin querer. Por dios, durante un tiempo yo misma medité la idea de unirme a la organización que tanto desea la caída de este monstruoso ser que siembra terror por doquier.Excepto que no siembra terr
—¿Cuál es su plan? ¿En dónde se esconden?—¿Dónde está mi padre?Iniciamos un duelo de miradas, sé que las tengo de perder, pero hagan lo que hagan, no tengo las respuestas que buscan. Estoy a punto de gritar de pura frustración cuando una chica de cabello corto y una perforación en la nariz irrumpe con poca gracia.—El prisionero de la mafia se mató —dice con el rostro enrojecido—. Se abrió el cráneo con las rejas.Trébol suelta un suspiro.—Esa gente está loca —ajá...todos están locos aquí, mafia y círculo—. Dinaí, quise tratarla como una huésped, pero se me acaba la paciencia. ¿Doctor?El rarito con bata blanca escribe notas en una libreta y me revisa exhaustivamente, me siento como un insecto. Presiona el lugar donde debiera estar mi herida varias veces; a pesar de que siento dolor, es muy leve. Posteriormente me descubre (maldito cabrón, enfrente de estos hombres) y veo la herida. Ya no está abierta, de hecho se ve bastante bien, sin signos de infección, está cicatrizando bien.—
AidenEl jodido conductor maneja como si transportara ganado en lugar de personas. Ya van tres veces que me doy golpes en la cabeza al pasar un tope. Trato de no gruñir con enojo, pues a mi alrededor hay cerca de veinte personas que no se quejan ni un poco.Según el GPS estamos a cinco minutos del destino. "Los sacrificios son el pan de cada día, valen por el bien mayor." ¿Y cuál es el bien mayor? Claro, rescatar a Di.Cuando Sandro convocó a todos los subyugados (que diga, sus agentes), se aventó un discurso sobre la libertad, sobre los grandes imperios y sobre lo mucho que ha decrecido la violencia desde que su gran imperio vio la luz. Miren que ese cabrón tiene labia, pues cada día que paso cerca de él, más me convenzo de que tiene razón, sigo con mis dudas, pero estoy tan manchado que no me haría mal unirme permanentemente a sus filas. Tendría dinero, podría darle una vida buena a mi padre y estaría haciendo un bien...o algo así.Cuando pasó el discurso y Sandro pidió un voluntari