Mateo aún tiene fe en mí, aun piensa que soy buena persona o al menos que puedo serlo. Siempre vio en mí más rasgos buenos que ninguna otra persona. Si él pudo perdonarme y yo a él... a veces uno comete errores que te voltean la vida de cabeza, pero todos merecemos una segunda oportunidad. Un nuevo comienzo.Suelto un grito de frustración, a veces detesto esa parte de mí que se niega a escuchar el sentido común. Rápido, no puedo perder más tiempo.Llego al séptimo piso y corro hacia la habitación en donde se queda Elisa. Más vale que esté ahí. Aporreo la puerta con fuerza hasta que me abre, preocupada.—¿Qué pasa, Di? —abre los ojos en sorpresa—. No me digas que la cena salió mal.Entro a la habitación y tomo una maleta del armario, la abro y comienzo a meter lo que encuentro.—No hay tiempo, tienes que salir de aquí —ella se acerca y me mira confusa—. ¡Deja de verme así! Empaca lo indispensable y sal de aquí.—¿Qué te pasa, amiga? —la palabra amiga me hace detenerme en seco—. Tranquil
Recorría, tambaleante, el oscuro pasillo repleto de gente que se apartaba con asco en cuanto notaba mi presencia. Las luces de colores que parpadeaban al son de la música me provocaban una jaqueca terrible. Ahí caí en la cuenta de la caótica sabiduría que nace de la decadencia, pues con cada paso que daba, revivía las malas decisiones que había tomado a lo largo de mi vida. No son malas, Di, son terribles. Y es que fue fácil reprocharme las acciones que me trajeron hasta aquí, definitivamente debí pensar en las consecuencias.Tenía náuseas, pero reprimí el vómito, lo que menos necesitaba era hacer enojar a la gente que me rodeaba; pues podrían echarme a patadas del sótano maloliente y perdería lo último que me quedaba de dignidad. Estar ebria y drogada sin compañía es de lo más peligroso que pude hacer.Supe que me estaba dando el bajón porque mi visión se volvía opaca y borrosa, además, pude sentir mareo, una punzada en el interior del cráneo, la típica dificultad para respirar y las
Un año después.Actualidad.Conforme atravieso los pasillos de la pequeña y poco agraciada universidad, me doy cuenta de que muy poco me reconocen, algunos simplemente me miran de reojo. Este lugar no es nuevo para mí, desde fuera se ve más grande de lo que es en realidad; pero bueno, qué se va a esperar de un edificio de cuatro pisos con 38 aulas y cuatro laboratorios, además del estacionamiento y la minúscula cafetería. Si estudias medicina, tienes suerte, pues tendrás el turno de la tarde y la universidad será solo para ti.Calculo tres mil alumnos matriculados en total.Gracias al cielo, no hay casilleros aquí, me traería malos recuerdos. Agacho la mirada para echarle un vistazo a mi teléfono, llegué de improviso al pueblo, así que no estoy en mi mejor momento. El horario me indica que mi aula asignada se encuentra en el segundo piso "A203". Me pregunto si habrá otro edificio escondido, en dado caso tendría sentido la A antes del número.Subo las escaleras de dos en dos, en este p
Me aventuro con mi nuevo grupo hacia el montículo de gente que discute a gritos. Cuatro hombres con chaquetas de cuero se alzan imponentes sobre dos muchachos, uno de los chicos parece estar a punto de romper a llorar. El otro adopta una actitud fiera, pero vamos, por mucho que quiera, no podrá salir triunfante de un enfrentamiento contra los hombres furiosos. Un tipo grande, de barba y calva, empuja al muchacho con fuerza y lo manda hacia el piso.Algo básico en las ley de la vida y la supervivencia, es que la mayor parte de la gente piensa que es débil y viven pisoteados por los que creen que tienen más poder. Sin embargo, ¿qué pasaría si esos débiles se unen entre ellos y enfrentan a los grandes? Claro, nos hacemos más fuertes, nos defendemos y los derrocamos. Le echo un vistazo a los tipos esos, tienen fuerza bruta, pero no se ven muy inteligentes.Los abusones me recuerdan a Aiden y eso solo merece mi odio. Es momento de poner a alguien en su lugar.—Vaya, qué calor se siente acá
Por un momento no escucho sonido alguno, por un momento parece que el tiempo se detuvo. Lo único que oigo es el eco de los latidos de mi corazón y mi respiración.El primer tramo es recto, sin bordes ni curvas, incremento la velocidad, hago el cambio a tercera y llego a los ochenta kilómetros por hora. Y entonces el sonido regresa. El motor protesta ante el esfuerzo, el roce de las llantas con el pavimento se cuela por mis oídos. Relajo un poco las manos, pues los nudillos ya se me habían puesto blancos. Escucho un rechinido, pero no logro captar de donde proviene, aparte, estoy demasiado ocupada midiendo la curva a la que me acerco cada vez más. Y es que la curva cerrada es de casi ciento ochenta grados, se trata del regreso. Oh, mierda, esto no será fácil.Hay postes y trozos de metal que bordean la curva, no es suficiente para detenerme si en dado caso no logro virar y colisiono, así que si cometo un error, el coche volcará. El automóvil no es mío y dada mi velocidad, puedo ponerm
Levantarme al otro día es un martirio que solo comparo con la vez que me tocó exponer un tema en el primer semestre de universidad. Salió tan mal la exposición que la profesora me corrió de clase y me gritó que mejor buscara otra cosa que hacer porque al parecer la escuela no era lo mío.Y bueno, es que aquella vez no pude estudiar debido a falta de tiempo, de ganas y de salud. No me hallaba en mi mejor forma, ya que fue la vez que cometí, con una amiga, el error de meterme por equivocación a donde no debía y por poco morimos.Cierro los ojos de nuevo, necesito descansar cinco minutos más. Recostar mi cabeza sobre la almohada y sentir que estoy de vuelta en la ciudad. Oler el aroma a bizcochos recién horneados que se cuela por la ventana de la recámara, sentir la corriente fresca de aire sobre mi piel. —¡Una rata!El grito casi me mata del susto. Me levanto de un salto y tomo del suelo un cuchillo, aquel que siempre cargo conmigo. Suspiro al reconocer la voz de Valentina, maldita sea
El resto de la semana es tan aburrida y cotidiana como solo puede serlo en este pueblo. Sin embargo, el viernes me sorprende; ¡me quedo dormida! Maldita sea, fracasando como siempre. Tenía clase a las siete de la mañana, pero a juzgar por la luz solar, ya deben ser como las nueve. Suelto un gruñido de exasperación, ¿en serio no pude hacerlo bien ni la primera semana? No puedo ni imaginar lo terrible que me irá a mitad de semestre.Tomo mi teléfono y miro la hora. Bueno, no está tan mal, son las ocho y treinta, por poco le atino. Me levanto con un bostezo y miro por la ventana de mi habitación, fuera todo es claro y soleado, casi podría imaginar que estoy en la ciudad, que caminaré seis cuadras y llegaré a la playa.Dado que ya es tardísimo, pospongo la ducha para después y solo me cambio de ropa. Tomo lo primero que encuentro sin pensar en qué tal me va la combinación. Nunca he sido muy fan del maquillaje, después de llevar Química en la universidad me di cuenta de lo mal que me hace
Al volver a casa me encuentro con que Valentina no está, pero sí mi padre. Es increíble que sin la presencia de la mujer hasta el aire se respira diferente, incluso se siente menos tensión en el ambiente. Me pregunto qué tendrá esa mujer que me hace querer repelerla y verla lo más lejos posible de mi padre y por supuesto de mí.—Visité a mamá —confieso sin saludar antes—. Se ve muy cuidada la tumba, gracias por mantenerla.—Oh, hola Di, me alegra que sigas procurando a tu madre —me dice cabizbajo—. Espero un día poder seguir tu ejemplo. ¿A qué te refieres con mantenerla?No estaría mal que fuera a verla, sé que fue difícil su muerte, pero al fin y al cabo fue su pareja por varios años, me tuvieron a mí y recuerdo que se amaban. Hubo altibajos, como todo, pero nada tan grave, según recuerdo. Un poco de respeto no estaría de más, de por sí ya la mantuvo y... ¿Qué? ¿Cómo que a qué me refiero?—Sí, la tumba está limpia, tiene flores y ...—¡¿En serio?! —mi padre me mira extrañado—. Supong