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El amo y señor Aiden Laredo me odia aun más

Levantarme al otro día es un martirio que solo comparo con la vez que me tocó exponer un tema en el primer semestre de universidad. Salió tan mal la exposición que la profesora me corrió de clase y me gritó que mejor buscara otra cosa que hacer porque al parecer la escuela no era lo mío.

Y bueno, es que aquella vez no pude estudiar debido a falta de tiempo, de ganas y de salud. No me hallaba en mi mejor forma, ya que fue la vez que cometí, con una amiga, el error de meterme por equivocación a donde no debía y por poco morimos.

Cierro los ojos de nuevo, necesito descansar cinco minutos más. Recostar mi cabeza sobre la almohada y sentir que estoy de vuelta en la ciudad. Oler el aroma a bizcochos recién horneados que se cuela por la ventana de la recámara, sentir la corriente fresca de aire sobre mi piel. 

—¡Una rata!

El grito casi me mata del susto. Me levanto de un salto y tomo del suelo un cuchillo, aquel que siempre cargo conmigo. Suspiro al reconocer la voz de Valentina, m*****a sea, pensé que alguien se había metido a la casa. Aviento el arma hacia la cama y me dirijo al baño. Si quiero llegar a la clase, tengo que prepararme ya.

Una vez que termino de bañarme, vestirme y arreglarme, bajo a la cocina para desayunar. Se imaginarán mi sorpresa al encontrar a Valentina sobre la barra y a mi padre arrodillado buscando algo bajo la estufa.

—No veo nada —dice mi padre mientras se levanta—. Tal vez ya escapó. Buen día, Di.

—Ahora prefiero Dinaí —pensaba dejar que mi padre siguiera con el diminutivo, pero después de anoche ya no. Anoche, claro, de golpe recuerdo a Valentina saliendo en la madrugada—. A propósito, ayer en la madrugada me despertaron unas voces. ¿No oyeron nada?

Mi padre niega con la cabeza mientras le resta importancia con la mano, parece más preocupado por hacer el desayuno y servirse una taza de café. Valentina, ni siquiera se inmuta, solo hace una cara de asco mientras se baja de la barra. Vamos, yo sé lo que vi, supongo que debo presionar un poco más.

—Juro que oí voces, tal vez alguien llegó y se tomó unas cervezas en el patio trasero.

—Di, seguro no fue nada. Yo ayer dormí de corrido.

Estoy por decirle de nuevo que ahora soy Dinaí, cuando Valentina abre la boca.

—Tal vez fue el vecino este, el hijo del mecánico —Valentina le habla a mi padre—. A veces se pone a leer bajo el árbol, el grande que está más allá. Lo he pillado un par de veces, pero nunca mira hacia acá.

¿El árbol de enfrente? Ese árbol es bajo el que Aiden y yo nos recostábamos a ver las estrellas. Supongo que el hijo del mecánico es él. No le veo sentido a que Aiden quiera bajar tiempo bajo el árbol, pero no soy quién para juzgar.

Sacudo la cabeza, eso no importa, lo primordial es que Valentina miente.

—¿Y a dónde fuiste anoche? —cambia de tema—. No te oí llegar.

No sé si verdaderamente desconoce mi destino, pues Gustavo dijo que alguien le ganó la apuesta, pero no dijo quién. Cuando llegué no hice ruido, comí algunas cosas, pero tampoco me puse a gritar para anunciar mi presencia. Recuerdo escuchar algo afuera, pero lo ignoré, aparte, en ningún momento me topé con Valentina. Fue hasta que estaba por dormir que ella salió a encontrarse con el calvo ese.

Vuelvo a ver a la prometida de mi padre. Actúa como si nada, mira con desconfianza el suelo, casi como esperara ver a la rata salir corriendo. Sí, es buena, si no estuviera segura de lo que vi, le creería.

Un chillido agudo precede a un ratón que sale corriendo de debajo del refrigerador, avanza como si su vida dependiera de ello y sale por la ventana. Valentina grita como si la estuvieran matando y sale corriendo de la cocina. ¿Una rata? Eso era un pobre ratón asustado. 

Llego a la universidad arrastrando los pies, los ojos se me cierran de cansancio, puedo jurar que si tomo asiento, dormiré y no despertaré hasta que caiga la noche. Trato de no arrepentirme por haber ido a El Arco; la pasé bien y ver la expresión de Elisa y la mirada furiosa de Aiden cuando gané no la cambio por nada. Pero muero de sueño.

Lo primero que noto al entrar es el ambiente tenso que se respira en los pasillos. Veo a la gente mirarme, susurrar, señalar. Algunos se apartan, otros me sonríen tímidamente. Y lo que tienen en común es que miran algo en sus teléfonos. ¿Y el interés de dónde salió? Ayer fui ignorada como si fuera un fantasma. 

Oh, m****a, solo espero que no tenga que ver con lo de anoche.

Siento el familiar bochorno que logra hacerme sudar, siento como el cuello me quema y como mis respiraciones se vuelven superficiales y rápidas. No puede ser posible, otra vez vamos con el ataque de pánico y eso que esta vez no pasó nada. Entro rápidamente al sanitario, dentro hay una chica que se maquilla mientras tararea una canción. Trato de disimular que no me estoy muriendo y me encierro en el primer cubículo.

Vale, vale. Todo está bien, nada malo ocurrirá. Estoy tranquila, encerrada en el baño, nadie puede hacerme daño. Me concentro en respirar a un ritmo pausado, en sentir como mi pulso decrece y en ignorar el terrible sofoco que me inunda. No creí que fuera posible, pero volver a Sores me afectó a tal punto de revivir los ataques de pánico que ya se habían controlado.

De acuerdo. Voy mejorando, no llego a un ataque de pánico.  Ahora ya no tiemblo y puedo ver un punto fijo sin comenzar a hiperventilar.

De pronto, una idea me ilumina la cabeza. Las redes sociales son lo de hoy, desde el día en que descubrí los secretos de Mateo, me encargué de cerrar mis redes sociales, más no eliminarlas. Nunca me alegré tanto por tener una cuenta en F******k.

Vislumbro mi foto de perfil, ya tiene más de un año, sé que esa soy yo, pero me veo diferente. Antes usaba un flequillo ridículo, casi parecido al de una niña de diez años. Mi piel era morena, pero ahora estoy mucho más bronceada por las horas en la playa disfrutando de un buen baño de sol. Mi flequillo ya no es tan infantil, tapa parte de mi frente, me hace ver mayor.

Suspiro, si voy a retomar mis cuentas, necesito cambiar un poco mi perfil. Antes era una perdedora que se dejaba llevar por los sentimientos. Ahora solo me dejo llevar por los sentimientos.

Lo primero que veo en mis notificaciones son las solicitudes de amistad de un montón de gente. Llegué a aceptar a algunos durante las primeras semanas, pero después ocurrió aquel incidente. Ignoro por el momento a mis posibles amigos virtuales, necesito buscar al idiota de Aiden. Obviamente lo borré de mis amigos cuando se decidió a odiarme sin razón alguna. O tal vez él me borró a mí, no lo recuerdo.

Su perfil está casi tan vacío como el mío. Él tiene un par de fotos con Elisa, ambos como dos tórtolos loquitos de amor, pero son de hace seis meses. Fuera de eso, es un fantasma. ¿Entonces qué chingados? Busco el perfil de su amigo Salomón, ese idiota debe tener algo, pero no veo más que memes, videos idiotas y una foto de él.

Y entonces, casi como por arte de magia, regreso a mi inicio y veo un video publicado por una chica con la que hablé un par de veces en la secundaria. El video no dura mucho, son treinta segundos cuando mucho, pero es suficiente para ver el automóvil gris de Aiden quedándose atrás en comparación con el Audi rojo de Germán. No es el que me mostraron ayer cuando bajé del auto y saboreé la victoria. Esta toma se ve más lejana, como de alguien que prefiere guardar su distancia.

Observo el momento exacto cuando llego antes y todavía unos segundos cuando seguimos hasta detenernos. Se ve que la persona se acercó en motocicleta hasta donde estamos, veo un auto ir veloz hasta nuestra ubicación. Y entonces Germán llega, me abre la puerta, me carga y me abraza. Vaya, casi parecemos una pareja enamorada. Y luego el tumulto de gente me rodea. La cámara se mueve un poco hacia mi izquierda, el movimiento es minúsculo, cualquiera que sea poco observador lo pasaría por alto, la puerta del automóvil gris se abre y sale Aiden, un segundo después, el video se termina.

El maldito video ya tiene más de setenta y cinco mil reproducciones y apenas seis horas desde que lo subieron. Aparte de ello, ha sido compartido más de diez mil veces. 

Así que se trata de eso. 

Mi rostro apenas se ve porque Germán llega a taparme. Para quien no me conociera de antes, seguramente pasaría desapercibida, pero el de Aiden se vislumbra perfectamente.

Así que eso es lo que ocurre, todos en este pequeño y terrible lugar han visto el video. Aiden no solo se humilló ayer ante todos los espectadores, sino que se humilló ahora ante toda la universidad y posiblemente otros lugares cercanos a Sores. Genial, fui la causante de la vergüenza del amo y señor de la Universidad de Sores. Me pregunto que tan fuerte será el golpe para vengarse.

Salgo del baño, dispuesta a portar mi rostro indiferente ante la situación que se presenta, debo hacerme la desentendida, vamos, soy la chica bulleada que escapó al no poder hacer frente a sus problemas que ahora ha vuelto para arruinar las cosas, ¿qué puede salir mal?

Bueno, la respuesta es sencilla: Se trata de Catarina, una chica nueva. Sé su nombre porque justo cuando entro al aula, escucho su voz chillona gritar su nombre cuando se presenta ante Salomón. Mira, Catarina no es fea, su cabello pelirrojo y sus pecas la hacen parecer una chica buena de esas que no rompen un solo plato. Sus ojos verdes irradian inocencia y sus labios rosas son capaces de atraer a cualquier hombre. Sin embargo, cualquiera puede notar que algo esconde, llegó un día después del primer día de clases y aunque eso no significa la gran cosa, algo me dice que debo mantenerme cauta.

Aiden no está en el interior, por suerte. Suelto el aire que contengo sin darme cuenta. Perfecto, para sobrevivir debo pasar desapercibida.

Camino al asiento que elegí ayer, estar junto a la ventana me da más paz de la que necesito. Bien, esta clase de literatura no será tan pesada. Volteo a ver a mis compañeros de grupo, el día de ayer no me di el tiempo de observarlos porque estaba triste, pero ahora, a pesar de mi cansancio, tengo ganas de conocer con quienes pasaré los siguientes cuatro meses y medio.

La mayoría son chicas, algunas rubias, otras castañas; cuchichean entre ellas, se muestran las pantallas de sus teléfonos como si el último chisme estuviese ahí. Sonrío espontáneamente, yo estuve así durante un tiempo. Charlando con mis compañeras, burlándonos de quienes nos caían mal y buscando fiestas a las cuales acudir los viernes. Recuerdo a Haziel, era una buena chica, graciosa y carismática. Fue la primera en hablarme en Cálculo Avanzado durante la segunda semana de clases; debido a que Mateo solo compartía Química conmigo, me vi en la necesidad de hacerme de mi propio grupo de amigos. Hasta aquel suceso que volteó mi mundo de cabeza.

―Hola

¿Me hablan a mí? Esto es nuevo. La voz proviene de una chica de cabello oscuro y tez blanca, su sonrisa es tímida, le sonrío de vuelta.

―Hola

―Parecerá tonto, pero me da orgullo que le ganaras a Aiden ―me dice en un susurro―. Todas lo idolatran, incluso yo me le quedo viendo a veces, pero es un tipo imbécil que necesita bajar de su nube.

―Oh, claro, gracias por estar orgullosa ―una punzada de triunfo nace en mi mente― ¿Cómo sabes que le gané yo?

―Mi amiga fue a la carrera, te reconoció.

Señala a una chica que está hasta el fondo quien levanta la mano a modo de saludo cuando la volteo a ver. Alzo la mano en respuesta, jamás creí que algo así fuera a ocurrir. La chica se despide y vuelve a su lugar, antes de irse me dice que si algún día quiero ir de compras; no dude en hablarles.

Ya, bueno, no creo que me interese ir de compras, pero lo tomaré en cuenta. La intención es lo que cuenta.

Regreso a F******k para buscar el perfil de Haziel. Ella fue una de las que agregué al inicio. Veo fotos de su grupo nuevo de amigas (ya que la dejé aparte una vez que decidí quedarme con Mateo), se acopló bien; es una chica amigable. Hay varias fotos del verano en casa de su familia y de su perro. La fotografía más reciente es del día viernes antes de volver a la escuela. Está en la residencia de estudiantes, alrededor, varias personas descargan cajas de sus automóviles. Ella está junto a dos amigas y justo por detrás de ellas, una chica pelirroja con un moño color rosa y un short tan corto que puedo jurar veo sus atributos, hace una seña de saludo.

Está de espaldas, su cabello está enmarañado supongo que por el viaje en un automóvil convertible que está junto a ella. Vale, hay muchas chicas pelirrojas en el mundo, Sores está lejos de la ciudad y es un pueblo olvidado por la humanidad... pero me parece demasiada coincidencia que en esta foto aparezca una pelirroja con un moño rosa y justo la pelirroja que está frente a mí tenga el mismo modelo de moño rosa.

Hago zoom a la foto para no perderme ni un detalle. La pelirroja es muy parecida a la que estoy viendo de frente y está saludando a alguien que no se alcanza a ver bien. Entrecierro los ojos para ver mejor de quien se trata, pero entonces la puerta del salón se abre de un portazo y cualquier voz que estuviera hablando es acallada.

Aiden está parado bajo el umbral de la puerta, su rostro está desencajado de furia, sus ojos grises centellean con desesperación. Observo su anatomía imponente y me pongo en guardia por si algo raro ocurre. Varias chicas observan a Aiden con la boca abierta, una tiene una mirada ensoñadora en el rostro. Vamos, el tipo es atractivo, pero como persona deja mucho qué desear. 

—Borra el puto video en este momento —sisea hacia la chica que supuestamente fue a El Arco ayer—. Hazlo rápido o perderé la paciencia.

La chica, a velocidad de la luz, saca su teléfono de la mochila y con los dedos temblorosos interactúa con él. En menos de cinco segundos, levanta la mirada aterrada y asiente hacia Aiden.

En medio de la escena, Catarina observa a Aiden con una mirada enigmática. Lo mira de arriba abajo como si lo estuviera... analizando. Todas las demás chicas lo miran embelesadas, seguramente imaginando qué se sentiría ser la chica con la que descargará su furia en el sexo. Pero Catarina lo mira como un insecto que debe ser estudiado, no como el típico fuckboy al que se quiere coger. Es diferente y eso me agrada de ella.

Las cosas se calman en cuanto Aiden da media vuelta y sale por la puerta, escucho como Salomón le dice a Catarina que el viernes habrá una fiesta y que cordialmente está invitada. Las chicas vuelven a sus chismes de fin de semana y la pobre chica que subió el video por fin puede respirar. Cuando actualizo mi inicio, el video ha desaparecido.

Estoy por buscar de nuevo la foto de Haziel, cuando recibo una llamada de un número que no tengo guardado. Me debato entre atender o no. Desde que discutí con Mateo, mi interior se debate entre oír su voz de nuevo o simplemente dejarlo ir. Ha pasado más de un mes desde que le dije que no quería verlo de nuevo, pero no es tan fácil simplemente fingir que no existió un nosotros.

 Cambié de número de teléfono y me mudé a un pueblo solitario, pero él tiene los medios para encontrarme. Y aunque le dije que no quería verlo nunca más, tengo la esperanza de que...

—¿Hola?

—Ven al sanitario del segundo piso ya.

La voz de Aiden suena irritada, pero más que nada desesperada. Intento no sentirme decepcionada al saber que es él quien me habló. ¿Cómo consiguió este número?

—Ignoraré, por esta vez, que tienes mi número. Acabo de cambiarlo, que lo tengas es acoso.

No sé si mi padre tenga algo que ver con esto, pero seguro él se lo dio.

—No te hagas la graciosa, ven ya.

―No gracias, estoy bien aquí.

―Entonces escucha, vete de aquí, regresa de donde viniste ―imagino su rostro ardiendo de furia―. Aquí no eres bienvenida.

—¿Y este es tu pueblo? —digo en tono fastidiado—. Solo mi padre me da órdenes, así que puedes ir olvidando que te haré caso. Las razones por las que estoy aquí no son de tu incumbencia. Hazte un favor y acéptalo o si no, tendrás que irte tú. Y borra mi número, que lo tengas sin que te lo diera es enfermo.

—No digas que no te advertí.

Cuelga y entonces llega la maestra. Volteo a ver una vez más a Catarina, aunque parece un dulce bizcocho, algo no cuadra. Suponiendo que estaba en Estrada hace cuatro días, ¿cómo llegó acá tan rápido? Por la forma en que miró a Aiden presiento que tiene que ver con él. Si fue por el video, llegó demasiado rápido, han pasado 8 horas desde la carrera, debió ser algo urgente.

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