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Llévame a la luna
Llévame a la luna
Por: Lilí G.L
Capítulo 1. Yo ya te lo advertí

Caminaba como de costumbre por los amplios pasillos de la escuela, baldosas blancas y bien pulidas, botes de basura a punto de reventar por tanta suciedad, casilleros de tonos que variaban entre rojo carmesí y rojo canela, algunos estaban cerrados y otros más tenían en frente a sus dueños rebuscando en el interior.

Observaba con desgano las mismas escenas de siempre, a los chicos bravucones molestando a "su pequeña mascota", a las chicas que pintaban sus rostros con densas capas de maquillaje, muchachos de nuevo ingreso que como buenos alumnos llevan en los brazos sus tareas y libros de texto, grupos de personas reuniéndose, ya sea para despedirse o quedar en ir a algún lugar. Nada ha cambiado, ni siquiera yo y mi vieja rutina.

Avanzaba rodeado de mis amigos, todos ellos musculosos, atléticos y de buen parecer. Somos del equipo de Básquetbol. No soy el capitán por supuesto y mucho menos el más popular, ese puesto le corresponde a Tom.

Tom, el sueño de toda chica en la escuela, alto, rubio, ojos verdes, actitud galante. Si su aspecto físico y su habilidad para jugar básquetbol no lo hacían notarse, estaba el hecho de que su padre era dueño de un consorcio muy importante del pueblo. Su hijo lo era todo para él, puesto que su madre lo abandonó por un hombre muy viejo pero con más dinero. Tom creció bajo la tutela de diferentes niñeras, cada una despedida después de dejar de ser interesante para su padre. De ahí el que Tom piense que las mujeres son objetos que puede poseer con un ligero chasquido. Siempre fanfarronea con ese tema, "cada chica guapa de la escuela, pasará por mí", era su lema, su regla. Y lo respetábamos, nadie quería meterse con Tom, pues podría llegar a ser una gran molestia. Como amigo era buen tipo, pero como enemigo...

Luego estaba Darién más alto y musculoso que todos lo demás, tés morena, ojos negros y cabello rizado pegado a la nuca. Para ser sinceros era con quien mejor me llevaba. Su madre y su padre tenían un restaurante en el centro del pueblo, puedo jurar que tienen las mejores empanadas que he probado, ni siquiera las de mi madre se les comparan. Darién les ayuda atendiendo el lugar los fines de semana y también los días que no hay entrenamiento de básquetbol. Es un chico muy amable y ha vivido enamorado de la misma chica por toda su vida, me refiero a su vecina, René. Es linda claro, pero cambia de novio como cambia de bolso, y eso lo hace cada dos semanas. A Darién nunca lo veras ignorando una anciana en la calle, siempre buscará el modo de ayudar a la gente. Le debo mucho, sobre todo porque siempre me salva en clases de Historia cuando me quedo dormido.

Ahora hablemos de Alex, es como el clon de Tom, pero más bajo, tez bronceada y de cabello no exactamente rubio, sino más bien color miel, pero de ojos no hablemos, son los mismos que los de Tom. Alex, aunque lo niegue, siempre ha sentido que está en una competencia con Tom, sabe que no ganará, en si todos los sabemos. Pero lo intenta arduamente, se viste como él y cada chica que tuvo Tom, también la tuvo Alex. A pesar de tener cosas negativas, como ser arrogante y presumido, tiene sus partes positivas, como ayudarte en momentos muy difíciles, como aquella vez que la abuela de Darién falleció, Alex no perdió ni un momento y cada día durante 3 meses se aseguró de hacerlo sonreír. También nos presta dinero para los días en que olvidamos el almuerzo, su casa siempre está abierta a cualquier hora, si tienes que poner alguna excusa él está ahí para hacerte de segunda. Cuida de sus Hermanas pequeñas, dos gemelas muy tiernas. Sus padres trabajan en horarios muy desordenados, son médicos. Así que Alex las cuida, les prepara de comer y supervisa que hagan sus deberes.

Esos son mis amigos Darién, Alex y Tom. Granujas que tenemos una misma necesidad y anhelo, el básquetbol.

Respecto a mi soy un chico de 1.84, cabello negro, ojos azules. No lo he de negar, soy de buen parecer. Atraigo al sexo opuesto y puede que también al no opuesto, pero nunca nadie ha sido de mi agrado.

Todas las que se me acercan son lo mismo. Chicas falsas, que solo reparan en lo físico, que solo piensan en la ropa que usaran mañana, el maquillaje, bolsos de marca... No es que yo sea como Tom y desprecie a las mujeres. Porque yo amo a mi madre, es cajera en un banco del pueblo, (el único banco del pueblo).

Mejor hablemos de mi familia, mi padre es arquitecto, él desea con todas su fuerzas que abandone los deportes y me vuelva alguien que usa más la cabeza que el cuerpo, eso que se lo deje a mi hermano pequeño, Isaac, tiene solo 4 años pero ya tiene madera de arquitecto, dibuja unas casas tan deformes y psicodélicas que seguramente se venderían a personas con gustos extraños.

― ¡Hey Derek! Ya vuelve. ― me soltó de pronto Tom ―Todos iremos al Starbucks. ¿Vienes?

La idea no me atrajo en lo más mínimo, solo quería volver a casa y continuar buscando universidades que valieran la pena, me refiero a universidades que den becas a deportistas, porque mis calificaciones me decían que aspiraba a ser por mucho un vendedor de hot dogs.

―No, paso esta vez. ― Le informé mientras me llevaba la mochila al hombro.

― ¡Vamos hombre! ¿Estás hablando en serio?

―Si Tom, tengo cosas que hacer.

―Como quieras. ― Hizo una mueca y se me dio la espalda.

Y así de simple vi como Tom dirigió a una manada de 8 chicos al Starbucks. Dos de ellos Darién y Alex, el resto desconocidos. Un séquito de muchachos y muchachas que seguían a Tom sin pensarlo dos veces.

Me di la vuelta y comencé a caminar por la calle en dirección a mi casa. El viento soplaba con delicadeza y las hojas de los árboles caían anunciando que otoño estaba en su apogeo. 

Pasaron varios minutos y fue entonces cuando sentí pasos a mi espalda, los ignore por un momento, pero no cesaron así que disimuladamente inicié a apresurar el paso, luego a trotar y al percatarme de que los pasos intentaban igualar mi ritmo comencé a correr.

Corrí unas cuantas manzanas, esperando que lo que me seguía se quedará muy por detrás y me perdiera de vista, no giré la mirada, solo corrí y justo unos metros atrás escuché una voz que me hizo detener.

― ¡Alto ahí, idiota! ¡Espera! ― Era la voz de una chica.

Un poco molesto por lo que me dijo, giré con lentitud y la observé. El viento sopló agitando su larga melena negra. Era una chica menuda, de estatura baja y algo pálida.

― ¿Cómo me llamaste? ― le dije intentando sonar serio, esperaba que se disculpara con un "lo siento" muy agudo y cantarino, pero su reacción fue todo lo contrario. Ella simplemente caminó con paso firme hacia mí, y cuando estuvo muy cerca me encaró.

―Te llamé idiota.

― Ah... eso creí haber escuchado. ― la miré fijamente para exigir una disculpa, su mirada era casi impenetrable, sus ojos eran de un color café muy obscuro, prácticamente parecían negros. Sus ojos me absorbieron por completa puesto que nunca había visto algo similar, los encontraba terriblemente atractivos pero muy extraños, le miré por un rato y para mi sorpresa ella apartó la mirada. No lo pude notar muy bien pero creí ver un leve sonrojo.

― ¡No me mires! ― gritó de pronto apartando todo el rostro.

― ¡Vaya! Y me lo dice la chica que me siguió, sabes que eso es acoso.

― ¡Cállate! Yo... Yo quería decirte algo, pero comenzaste a correr.

― ¿Querías? Lo que significa que ya no, así que me voy. ― Di media vuelta y comencé a andar, pero ella tiró de mi mochila.

―No, espera, aun quiero decírtelo.

No tenía tiempo, sabía muy bien que lo que ella quería era decirme algo como "me gustas" o "sal conmigo", era linda pero no me interesaba. Así que aunque pareciera que era cruel, tenía que cortar la conversación para volver a casa.

― Oye ¿sabes?, ahora no tengo mucho tiempo. Podemos hablar luego.

―Eres muy amable al decirme con buenas palabras que te deje en paz.

He de admitir que era muy deductiva, pues adivino mis intenciones

―Escucha...― traté de decirle algo pero me interrumpió abruptamente y clavó esos ojos extraños en mí.

― No, tú escúchame a mí...Yo... Yo te he observado por mucho tiempo, más del que puedo recordar. Al principio pensé que era una obsesión, un impulso que se borraría con el paso del tiempo. Pero no fue así, entre más te observaba más crecía en mi interior un sentimiento. Lo he guardado por más de 10 años, me molesta. Me molestas tú, detesto tener que vivir de este modo, pensar en cómo estas, con quien estas, si estás bien... Me molesta tener que ver todos los partidos de Básquetbol y apoyarte en silencio. Soy patética, tener que decirte esto ahora y de esta forma. Seguramente piensas que estoy loca.

Y de hecho si lo pensaba, me había observado por años. No la recordaba, no conocía su nombre, no sabía nada de ella. Y a decir verdad no sé qué esperaba con esto, que le dijera que lo pensaría, que ella me gustaba también. Eso sería mentirle, porque no lo pensaría ni tampoco le diría "me gustas, sal conmigo" a una completa extraña. Por supuesto que no quería lastimarla, pero era obvio que de algún modo lo haría.

―Ahora, al ver tu expresión seguramente ya descubriste todo, entonces te lo diré directamente. Me gustas Derek. Me has gustado desde hace mucho tiempo. ― Y lo dijo, justo lo que esperaba. Parecía muy nerviosa pero sin duda valiente, había que reconocerle eso.

―Veras... Amm chica cuyo nombre no conozco. Por ahora no me interesa salir con alguien y tener una relación o algo por el estilo. Así que no lo tomes a mal, pero no puedo aceptar tus sentimientos.

―Me llamo Kim, fui tu compañera de clase por varios años, de hecho te conozco desde el primer grado. ― Ella bajó el rostro, creí que rompería en llanto en ese momento pero para mi sorpresa levantó la cara y me señalo con el dedo índice.

― Tú, te arrepentirás de haberme rechazado. Ya lo veras. Ahora vete, dijiste que tenías prisa. ― por un instante pensé que estaba bromeando, pero por su mirada pareció muy decidida.

―De acuerdo. Entonces ¿todo bien?

―Por mi parte sí. Yo ya te lo advertí.

Era una chica graciosa, por su aspecto deduje que era hábil y perspicaz, vestía unos jeans no muy ajustados, chamarra azul y botas para el frío. Su mochila estaba gordeta, así que seguramente llevaba todo lo necesario para las clases. Tenía una bufanda alrededor de su cuello, no parecía comprada, más bien hecha a mano. Lucía un collar con una cruz de plata lo que significaba que tal vez era católica. No llevaba maquillaje y no olía a perfume, se dejaba ver al natural. Eso era de aplaudir.

―Bien, estaré esperando ver eso, Kim. ―Amablemente toqué su cabeza, y me sorprendí al notar que su cabellera era muy suave. Ella se sonrío por lo bajo y asintió con lentitud. Me di la vuelta y comencé a andar.

Varios minutos después estaba esperando para cruzar la calle, circulaban varios coches. El día estaba por terminar, así que muchos padres de familia dejaban ya sus trabajos para volver a casa, en efecto, las calles sí que estaban muy transitadas a esta hora. Por fin la luz cambio, fue mi turno de cruzar, una brisa helada cortó mis manos y por reflejo las metí en los bolsillos del pantalón, para mi sorpresa mi billetera no estaba y en su lugar tenía un gran agujero. Seguramente se caería, igual no importaba no tenía más de 20 grandes...Pero entonces algo ocurrió.

Todo fue demasiado rápido, las luces de un vehículo a gran velocidad me segaron, el claxon resonó en mis oídos con ferocidad y unas manos me empujaron. Golpeé contra el asfalto y un fuerte dolor se apoderó de mi pierna izquierda. El mundo daba vueltas, el conductor bajó de su auto y tenía la mirada perdida, estaba en shock. La gente comenzó a conglomerarse al rededor y poco a poco formaron un semicírculo, unos cuantos se acercaron a mí y me ayudaron a ponerme en pie.

― ¡Llamen al 911! 

― ¡Oh por dios, está muerta!

Eran de las pocas cosas que alcanzaba a comprender. Empecé a hacer memoria. Primero la billetera, segundo cruzar la calle, no, fue al revés, primero cruzar y luego la billetera, tercero el coche, cuarto...alguien me empuja. "Alguien me empuja", me repetí mentalmente.

― ¡carajo! ―Asustado, me abrí paso entre la multitud y agudicé la mirada. Lo primero que noté es que era una chica y tenía una larga cabellera obscura, y por ultimo ví que había una billetera que sostenía con fuerza en una de sus manos. Me acerco un poco más y siento como me lanzan un balde de agua helada. Es mi billetera y la persona que la sostiene es aquella chica con la que hace poco había hablado, Kim.

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