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Capítulo 4. ¿Te gusta el azul?

Desperté como de costumbre y pensé que todo había sido una terrible pesadilla. Miré a mí alrededor y todo parecía muy normal, el reloj marcaba las 7:27 AM, la ventana de mi habitación dejaba pasar la tenue luz. Bajé las piernas de la cama y les di unos ligueros golpes con los puños.

―Así que fue un sueño. Un mal sueño.― Dije mientras frotaba mis ojos y me estiraba.

Al ver qué todo estaba aparentemente normal me duché y puse ropa cómoda, bajé a desayunar cereales y subí de nuevo a mi habitación, estaba seguro de que lo que pasó la noche anterior había sido solo un "sueño". Pero al abrir la puerta me encontré con Kim, que estaba de pie junto a mi cama, traía puesto un vestido blanco, y en su cabeza había un moño del mismo color, su cabellera estaba suelta y al mirarme corrió hacia mí.

― ¡Hay mierda!― Exclamé mientras cerraba la puerta estrepitosamente. No fue un sueño.

La ilusión que tenía de que todo fuese una pesadilla se derrumbó en cuanto la vi. Me resigné y acepté que de ahora en adelante, estaría bajo las órdenes de una fantasma.

Kim sacó la cabeza a través de la puerta.

― ¿Derek que pasa? ¿No estás feliz de verme?― Yo me quedé perplejo sin poder darle respuesta. Me asustaba ver cómo su pequeña cabeza salía a través de mi puerta.

―Tu...t-Tu cabeza. ― Tragué saliva. ― ¿Podrías no hacer eso p-Por favor?― Dije mientras cerraba los ojos para no ver esa escena tan grotesca.

― ¡Oh, perdona! ― Y acto seguido su voz se escuchó dentro de mi habitación.― Puedes pasar ahora.

Hice acopio de valor y entré. Ella estaba ahí de pie, tan tranquila.

―Tu ropa.― Dije y la señale.

― ¿Te gusta? Anoche descubrí que puedo cambiar mi aspecto si chasqueo los dedos. Bueno, no necesariamente chasqueando los dedos. Eso lo hago solo para que se vea más divertido. ¡Ahora mira!― Su rostro se iluminó y chasqueó los dedos. Y por arte de magia su vestido y listón del pelo se volvieron azules.

― ¿Te gusta el azul? ¿O el rosa?― Otro chasquido y todo se volvió de un rosado pálido.

―Es... Sorpréndete, Kim.― Admití mientras ella sonreía de oreja a oreja. Volvió a chasquear y regresó al color que traía que traía antes. Verla toda de blanco me producía algo de miedo. Se parecía bastante a la niña del aro. No solo por su pequeño tamaño y palidez. Si no por sus enormes ojos negros.

Kim me contó todo lo que hizo la noche anterior. Cada detalle. Que su madre lloraba, que su padre la consolaba y también, como fue que su hermano Oliver se escabulló por la noche

Ahora estamos de camino a su hogar. Que no estaba a más de 10 minutos a pie de mi propia casa. Durante el trayecto guardamos silencio. Ella se veía preocupada y yo no tenía muchas ganas de hablar. Finalmente llegamos a nuestro objetivo, era una casa grande y tenía un jardín muy vegetativo, pero que por otoño estaba seco. Era temprano y por lo que Kim dijo, sus padres estaban trabajando, Jun estaba en una guardería y Oliver en la universidad.

― Agáchate, no deben vernos.― susurro Kim.

― ¿Estás loca? En primer lugar nadie a excepción de mi puede verte y en segundo lugar no hay personas en tu casa.

― Ahh... Es cierto, lo olvidaba. Bueno, Revisa ese adorno de llaves de colores que esta por ahí.― Y señaló uno de los muchos adornos que colgaban del cobertizo.

―¿Este?

― Si. Ahora toma la llave verde. Esa abre la casa.

Pensé que estaban locos en esa familia por dejar la llave en un lugar tan visible, pero si seguía en ese lugar era porque de algún modo les funcionaba bastante bien. Así que, o los ladrones que merodeaban el barrio eran muy estúpidos, o el plan de la familia de Kim para ocultar la llave era brillante.

Introduje la llave y la hice girar, la puerta de caoba se abrió y entré seguido de Kim.

―Vaya, que casa tan más amplia.― Exclamé sorprendido, ya que en efecto la casa lo era, pisos bien pulidos y brillantes, sala libre de polvo, sistema de entretenimiento de alta calidad, un estante lleno de películas, series y videojuegos, la cocina estaba a la derecha, era de tonalidades azules y no había ni una mancha. A mi izquierda estaba el comedor, una enorme mesa de cristal con sillas que lucían muy cómodas. Los retratos familiares estaban dispuestos en las paredes y parecían enmarcados en madera fina, las escaleras estaban en el centro y tenían una alfombra café que se amoldaba perfecta a cada escalón, los barandales eran también de madera. ¿Era yo o Kim era rica?

― Solo por curiosidad, ¿de qué trabajan tus padres, Kim?

― Mamá es odontóloga y tiene su propia clínica dental y mi padre es médico cirujano.

¡No me la podía creer! Kim era una niña rica. Con esos empleos hasta yo tendería una casa como esta, si no es que mejor. ¿¡Cómo es que pasó desapercibida todo el tiempo!? ¿Por qué no estaba yo metido en algún lugar oscuro y siniestro sin mis órganos y sin mis dientes?, al fin y al cabo debían culparme por la muerte de su hija.

― Y por casualidad tu padre...― No pude terminar, Kim comenzó a avanzar a la planta alta y no tuve más opción que seguirla.

Cruzamos pasillos igual de elegantes que la planta baja y llegamos a una recámara con la puerta cerrada.

― Es aquí.― Y dicho esto atravesó la puerta, ¡literalmente la atravesó!

―¿¡Kim, pero que...!?― asomó medio cuerpo por la puerta y dijo.

― Perdona, es algo natural. Ya sabes... Cosa de fantasmas. ¿No es genial? Pero, si te asusta mucho puedo dejar de hacerlo.

No iba a dejar que el miedo me hiciera ver cómo tonto. Tenía que sobreponerme a la impresión de verla hacer eso todo el tiempo.

― Descuida. Entiendo... Cosa de fantasmas.

― Bueno, no te quedes ahí, pasa.

Giré la perilla y encontré paredes en tonos violetas y rosados, una cama súper King Size con cojines en forma de estrellas y nubes. Cuadros de planetas en las paredes y un estante con libros sobre astronomía. Un escritorio con una computadora y una alfombra blanca y afelpada. Pero los que más me asombro era el olor del cuarto, era una extraña combinación de lavanda y caramelo.

― ¿Es tu cuarto?― pregunté.

― Si.

― ¿Por qué la decoración?

― Quiero ser astrónoma...― Su rostro se ensombreció y bajó la vista.― Quería ser astrónoma, quería...

Era muy tarde, su vida se había acabado y ahora todos sus anhelos no eran más que crueles recuerdos, sueños que jamás pudieron ser verdad.

― Lo siento, por haberte puesto triste. Todo esto es culpa mía― Levantó el rostro y sonrío, parecía que volvía a ser ella.

― No, para nada. Descuida, solo es cosa de que me acostumbre a esto.

Hubo un silencio incómodo. Si algo no podía soportar era que una mujer se pusiera triste. Y por alguna razón ver a Kim de ese modo me molestaba y más si era por mi culpa.

― Ammm... ¿Puedes buscar un libro en mi estante llamado "Estrellas y colores"?―Me alegró que rompiera el silencio.

― Sí, claro.―busqué y al poco tiempo encontré lo que quería. Era un libro infantil y al parecer era para aprender las constelaciones.

― Toma.― Se lo extendí y ella me miró molesta.― ¿Qué?

― ¿Eres o te haces?

― ¿De qué hablas?

― Idiota, soy un fantasma no puedo tocar las cosas. ― cuando lo dijo me lanzó un puñetazo en la cara y por reflejo lo esquivé pero ella volvió a lanzar otro. Para mi sorpresa no sentí el golpe. Su puño atravesó mi hombro y no sentí dolor alguno. Lo que si sentí fue un leve hormigueo.― ¿Ves?

―Discúlpame, no lo pensé. Entonces ¿qué hago con esto?

― Revísalo, dentro debe haber una nota.―viajé entre las páginas y encontré una nota que decía:

Para el mejor hermano del mundo.

¿Recuerdas cuando me enseñaste las constelaciones?

Era algo lenta para aprender, pero me tuviste paciencia.

Gracias a ti las aprendí todas, así que ahora te regalo

Este libro. Olí, te amo con todo mi corazón, nunca, nunca, nunca cambies.

¡Feliz cumpleaños!

Tú hermana Kim.

― Este es su regalo de cumpleaños ¿cierto?―pregunte y la miré a los ojos, pero ella los apartó y comenzó a dar vueltas en la habitación.

―Sí, pero no te atrevas a burlarte. Es algo muy... Sentimental.

― No lo haré, Tranquila.― Sonreí debido a lo tímida que ella se mostró.

― Ahora vamos a ponerlo en su habitación.

― ¿Y cuándo es su cumpleaños?

― Fue ayer.― Debía de estar tomándome el pelo.

―Ayer fue el funeral. ¿Bromeas?―Pero su mirada seria me decía que no era así. Decía la verdad.

― No bromeo, fue ayer.

No podía sentirme peor, soy culpable de la muerte de su hermana y su funeral fue el mismo día que su cumpleaños. Eso explicaba el trato tan malo que recibí por su parte.

―Bien... llévame al cuarto.

― No hace falta, es el que está a lado. Solo abre y pasa.―Y volvió a cruzar por la maldita pared, tenía que acostumbrarme pronto. Daba escalofríos.

Entré y me pareció que era un cuarto completamente normal, incluso podía decir que era parecido al mío. Sencillo pero expresaba que pertenecía a un hombre, tenía su masculinidad y el desagradable olor a ropa sucia acumulada.

―Ponlo ahí.― Dijo y señaló la cama, hice lo que me pidió y luego salimos de la casa. Caminamos unos metros y apareció una camioneta blanca. De ella se bajó la madre de Kim y su hermano Jun.

― Puedes irte, es todo por hoy. Me quedaré a esperar a mi hermano y veré lo que hace mamá.―"Si, patrona". Pensé, aunque solo di un leve asentamiento

― De acuerdo.― Dijo y se dio la vuelta. La vi atravesar otra vez las paredes para entrar a su casa. Yo esperé un momento y luego seguí caminado.

Pasaron las horas y Kim no apareció. No es que me preocupara, pero si quería saber dónde estaba, bueno... Me estoy contradiciendo. Quería saber si estaba bien, si no le paso nada. ¿Pero qué digo? Está muerta, como le va a pasar algo. Olvídalo, ya no se de lo que hablo.

Pase el resto del día como siempre. Comí, vi la T.V y volví a comer, busqué universidades y luego cené. Me acosté a dormir y cuando ya estaba por quedarme dormido Kim apareció sonriente.

― ¡Derek, fue un éxito! Salvamos a mi hermano.― Me molestó que me hubiera espantado el sueño, pero me alegró saber que su hermano se salvó y que ella...bueno, ella ya había vuelto conmigo.

― ¡Genial! Y ¿Cómo fue?

― Pues mi hermano llegó a casa, lucia terrible. Anoche cuando se escapó lo seguí, fue a buscar un vendedor de drogas. Llegó a casa con una bolsita que guardo en su mochila. Hoy cuando llegó entro directo a su habitación y ni siquiera se dignó a responder el saludo de mamá. El jamás hace eso. De su mochila sacó la bolsa pequeña que tenía un polvo blanco. Y lo esparció sobre la mesa de su cuarto.

― ¿Heroína? ― pregunte.

―Si. Me asusté bastante de solo pensar en que mi hermano se metería esa porquería en el cuerpo. Le grité que mirara a la cama, una y otra vez. Pero no me escuchaba. Hasta que finalmente volteó. Se acercó y tomó el libro en sus manos. Encontró la nota y la leyó. Luego comenzó a llorar y dijo "Nunca, nunca cambies...Incluso aunque ya no estés aquí, me seguirás cuidando, ¿no es así Kimi?" Ansiaba que escuchara mi respuesta. Pero eso no paso. Luego tomó la droga y la tiró por el inodoro. Me sentí feliz. Mi Oliver hizo lo correcto. Luego mamá llamó a la puerta, él salió y la abrazo. Le enseñó el libro y la nota. Y le dijo que gracias por mostrárselo. Mamá solo puso cara de no saber cómo había llegado eso ahí. Pero sonrío y abrazó a mi hermano con todas sus fuerzas, luego ambos bajaron y cenaron. Papá los observó desde las escaleras y sonrío también... Derek, no sabes lo agradecida que estoy, de verdad gracias. ― La voz se le quebró y comenzó a llorar. Quise consolarla, pero un abrazo era imposible. No podía tocarla.

―Oye, mírame―y alzó su rostro bañado en llanto.― Nuestra primera misión fue un éxito, faltan más y saldrán bien. Yo te voy a ayudar, cuenta con eso.

Su cara se iluminó, sonrío, limpio las lágrimas y se tapó las mejillas.

―Derek, dijiste "nuestra misión."― ¡Oh! Es cierto lo dije. Pensé pero era muy tarde para retractarme.

― ¡No! Lo que yo quise decir fue...

―Haces que me enamore― soltó mientras se arrojaba a mí. En ese momento pasaron dos cosas, un terrible escalofrío me recorrió el cuerpo y además sentí que el color se me venía a la cara. ¿Qué clase de chica decía eso así como así? Yo me quedé quieto y ella comenzó a reír.

― ¡Ups!― Dijo mientras se carcajeaba más fuerte. ― Atravesé tu cuerpo Derek.

Yo seguía ensimismado. ¿Por qué sentía ese calor en la cara?

― ¿Derek?― Me llamó. Y sentí su mirada en mi.― ¿Derek, estás ruborizado?

―No.― Negué de inmediato. Ella se acercó más a mí y abrió los ojos.

― ¡Estás rojo como tomate! ― exclamó y comenzó a reírse.

― Deja de reírte.― le advertí.

― Es que no puedo... ¡Tu cara!

― ¡Ya basta!― Fue imposible detenerla, así que de algún modo su risa me contagió y yo también estallé en risas. Tenía una risa muy graciosa. Escucharla me recordaba a un hámster.

Reímos por un rato y luego comenzamos a charlar, charlar por horas, charlamos de la escuela, de nuestros amigos. De música, de la universidad. De todo. Inevitablemente el sueño comenzó a invadirme. Todavía me quedaban dos días de descanso en la escuela. Así que podía desvelarme.

Acordamos que nuestra segunda misión era la madre de Kim, asunto: depresión. Solo esperaba que fuera fácil, así como la de su hermano. Ya no podía negarme a ayudarla. Ahora quería ayudarla. Esa sensación de verla feliz me hacía sentir satisfecho con mi vida. Me llenaba de gozo verla sonreír. Ahora me cuestionaba por qué no pude haber hablado con ella antes. Pudimos haber tenido una amistad sin igual. Teníamos bastantes cosas en común y su sentido del humor encajaba con el mío. Cuando pensé en eso sentí un punzada en mi pecho, me atrevo a decir que en el corazón. Era culpabilidad.

¿Por qué tenía que haber muerto por mí?

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