PARIS: TALLER. —Isabella allí está Piero. —¡Caramba! Yo no puedo atenderlo, estoy trabajando. —Sí, ya se lo dije, pero insistió qué quería hablar contigo. —Bueno, está bien, ofrécele algo para tomar, dile que espere un momento, ya voy. La verdad es que ahora no quiero hablar con nadie, necesito trabajar, pero recuerdo lo que me dijo la señora Beatriz él necesita ayuda, así que Isabella tienes que prestarle tu mano, vamos a ver para que me quiere ver. —Hola Piero. —Hola Isabella, perdona que te interrumpa en tu trabajo, pero sentí la necesidad de verte. —¿Qué pasa, tienes algún problema? —No, yo estoy bien, solo quería verte, acaso no puedo hacerlo, dime tengo que tener algún motivo para verte, antes no era así yo me presentaba aquí las veces que quisiera y era bien recibido, ahora noto que siempre tienes una excusa para no verme, hasta Katy pone mala cara cuando me ve, tú sabes muy bien que eres muy importante para mí, que dejaría tod
PARÍS: Esa noche, después del día tan agitado que tuve por causa de piero, no lograba conciliar el sueño. Daba vueltas y vueltas en la cama, con los ojos abiertos me sobresaltó el timbre de mi teléfono. —Vaya, la llamada es de Máximo. —Hola. —Hola bonita, ¿te desperté? —No, estoy en la cama, pero no tengo sueño, al parecer es noche de insomnio. —Acá ya amaneció, pero estoy igual que tú no pude pegar un ojo en toda la noche, no te vayas a reír, pero estuve pensando en ti, te estoy llamando por eso, ¿estás bien? —Sí, estoy bien. —No me convences, no sé, pero tengo la impresión que algo te está quitando el sueño, siento que estás preocupada, cuéntame, te acuerdas cuando éramos amigos, nos sentábamos a orilla de la playa y tú me contabas tus cosas, pasábamos horas hablando. —Sí, claro que lo recuerdo, allí a orillas de la playa fue cuando me declaraste tu amor. —Ya tú lo sabías, era evidente que estaba enamorado de ti, sólo faltaba q
PARÍS: —Mami, mañana me voy para Nueva York y aún no me has dicho si te vas conmigo. —Lo pensé bien y prefiero quedarme, te iba a pedir que dejaras al niño conmigo, sé que estás dudando si llevártelo o dejarlo aquí, me imagino que es por la escuela, no quieres que Max se pierda tanto de sus amiguitos, de sus juegos, él es un niño muy inteligente, aprende rapidísimo y no quieres que se atrase, por eso estás dudando en llevártelo. Además tú necesitás esos días para que estés a solas con tu amiga, ella va a dar un gran paso y esos son los momentos cuando necesitamos a alguien de confianza para que esté con nosotras y nos acompañe en todo momento, con Max no vas a poder brindarle a ella un tiempo de calidad. Así que lo pensé bien, usted se va solita y yo me quedo aquí con mi nieto, ese tiempo a solas con él lo he añorado y no te imaginas cuanto. —¿Estás segura que quieres quedarte sola con Max? —Sí, tú no te preocupes, lo vamos a pasar muy bien, además
NUEVA YORK. AEROPUERTO. Allí está, esperándome con su sonrisa tan provocadora y su porte siempre tan distinguido, es bello, no le puedo pedir a mi cerebro que lo olvide cuando mi corazón ordena otra cosa, al verme me extiende los brazos y me espera dentro de ellos, de esa forma me recibía cada vez en cada uno de nuestros encuentros, yo corría y me introducía en ese cuerpo y en esos brazos que me esperaban para cubrirme y me apretaba fuerte muy fuerte, a veces sentía que me faltaba el aire, pero no me importaba, sólo quería estar allí escuchando esos latidos. En esta ocasión no corrí, pero si me refugié en sus brazos, me abraza y así nos quedamos por un buen rato, envolviéndome en su aroma, sintiendo el calor de su pecho, escuchando su respiración sofocada. Me levanta el rostro con su mano, me mira fijamente, me detuve en su mirada, luego sus labios bajan a mis mejillas, dándome ligeros besos en cada una de ellas, sentí la humedad de sus labios, mientras su corazón
NUEVA YORK: Los días han transcurrido muy rápido, me parece como un sueño, Máximo dejó a un lado su habitación y se quedó en la mía, cada día sumaba un motivo para amarnos más, parecíamos insaciables siempre sedientos de caricias, de amor. Había días que pasaba horas con Valentina, ayudándola con los últimos detalles de la boda, sobre todo sus cosas personales, luego al final del día cuando nos encontrábamos nos volvíamos locos como queriendo resarcir todos las horas perdidas sin amarnos. Todo parece un sueño, un sueño del que tengo que despertar cuando le revele mi secreto, eso lo sé, por eso cuando estoy con él quiero alargar los segundos, los minutos, las horas, recuerdo nuestra despedida en la cabaña y no quiero volver a pasar por lo mismo, no quiero volver a romperle el corazón. Aquí estoy frente a él, mirando sus ojos cerrados, no me canso de mirarlo cuando duerme, Dios cuánto lo amo, siento que mis lágrimas corren por mis mejillas, el solo mirarlo a m
NUEVA YORK. —Amor, ¿dónde estás? —Acá, estoy en el balcón. Se acerca donde estoy y me abraza cubriendo mis hombros con una manta. —Amor, no debiste salir al balcón tan temprano, está haciendo mucho frío. ¿Por qué te levantaste tan temprano? —No tenía sueño, quería sentir el frío de Nueva York. —¿Dormiste bien? ¿Qué fue eso que te quitó el sueño? No puedo decirle, que no pude dormir porque estoy preocupada, no sé cómo decirle lo de su hijo, he estado toda la noche dándole vueltas a la cabeza para ver como empiezo la conversación, tengo que buscar las palabras más adecuadas, las que no vayan a lastimarlo y la verdad no las encuentro. —Amor, ven regresemos a la cama, ¿tienes hambre?, ¿quieres que pida el servicio del desayuno aquí en la habitación o prefieres salir? Yo prefirió quedarme aquí, pero si tú quieres salir lo hacemos. —Mejor nos quedamos, pero todavía no tengo hambre, después pedimos el desayuno. —Entonces regres
BUENOS AIRES. —Papá tienes que sacarme de aquí. —Estoy haciendo todo lo posible, por tu culpa, por tu ineptitud la empresa va a perder una gran cantidad de dinero. Te lo dije Mateo, te dije que fueras precavido, te volviste loco con tanto dinero, no pensaste en las consecuencias. —Papá no vengas ahora a echarme en cara todas las pérdidas de la empresa, si yo fui quien la colocó en la cúspide, por mí se ganó el lugar de una de las empresas más sólidas del país. —Y de que te vale eso, mira dónde estás, te aseguro que este golpe nos va a salir bien caro y después de esto muchos nos van a dar la espalda. —No entiendo qué pasó, ¿dónde estuvo el error? —Todavía lo preguntas, te confiaste, te vendieron, los que trabajaron contigo te vendieron. —Seguro y había infiltrados. —Por supuesto que los había, por ahora no podemos hacer nada, vas a tener que permanecer aquí, hasta que todo se resuelva. —¿Cuánto tiempo? —No sé, de ahora en ad
BUENOS AIRES. —Buenas tardes señora Antonella. —Buenas tardes Licenciado Alcántara, ella es mi hija Isabella. —Señorita Isabella, encantado de conocerla. El licenciado me toma la mano y se la lleva a sus labios, esto lo hace sin dejar de mirarme. Nunca me imaginé que fuese un hombre tan joven, a lo sumo debe tener unos treinta años, para la cantidad de títulos que posee se diría que ha pasado toda su vida estudiando, además de inteligente es hermoso, es un moreno con una mirada seductora y una sonrisa perfecta. —Por favor tomen asiento, desean té o un mate. —Yo prefiero un mate. —Igual para mí, un mate. Llamó a su secretaria y de inmediato llegó con la bebida. —Licenciado, perdón ya sé que tiene un doctorado, pero me acostumbré a decirle licenciado. —No se preocupe por eso, dígame cómo usted lo desee. —Bueno Licenciado, ya le dije por teléfono las razones por las cuales traje a mi hija a su oficina, quiero que sea usted