Durante la mañana siguiente, me dediqué a pensar en las palabras que emplearía para hablar con la bruja. Sabía lo que tenía que hacer, y aunque era parte del plan, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar al caminar por la empresa en busca de Teresa.Me ajusté la chaqueta y, luego de tomar una gran bocanada de aire, me acerqué a ella con una pequeña sonrisa. Mi mente seguía repasando el tono exacto que debía usar, las palabras precisas que harían que Teresa bajara la guardia sin sospechar de mis intenciones.—Señora Beauregard, ¿tiene un momento? —pregunté intentando mantener mi tono tan neutral como podía.Sus labios formaron una sonrisa tan pequeña que apenas era perceptible. Parecía que intentaba actuar con amabilidad, aunque esa fachada no le quedara ni un poquito en realidad.—Por supuesto, Kenna. ¿Qué puedo hacer por ti? —Sus ojos estaban fijos en los míos, y era como si me estuviera examinando con cautela, como si cada movimiento que yo hiciera fuera calculado por ella y
Los días continuaron con una aparente normalidad. Era esa tranquilidad que acostumbraba a inquietarme, pues era una clase de presagio que indicaba que algo grande estaba a punto de venir a la escena; sin embargo, con lentitud estaba acostumbrándome a vivir de esa manera, pues, lo que tenía que pasar, terminaría sucediendo eventualmente, sin que pudiéramos manejarlo todo.Aquella mañana, mientras organizaba algunos documentos en la oficina, mi teléfono vibró sobre el escritorio. Al principio no le di importancia; las notificaciones eran constantes debido a los preparativos de la boda y al trabajo con papá. Pero cuando lo desbloqueé, un mensaje apareció en la pantalla.«¿Disfrutando de los planes, Aideen? Parece que todo marcha según lo previsto»Un escalofrío me recorrió por un momento. Así que esa sensación se refería a esto. El hombre misterioso, apareciendo desde las sombras, decía algo que confirmaba que estábamos siendo vigilados e intentaría decir que hiciéramos algo más. Esa sit
Apenas llegamos a casa nos fuimos directo a la cama. Arzhel insistía en que lo mejor para mí era acostarme, tomar un descanso y dejar que mi mente se alejara de todos los pensamientos de ese día, de las llamadas, de la boda, de absolutamente todo.Estaba dando vueltas en la cama, y por más que intentara, no podía conciliar el sueño. Esto fue hasta que finalmente me alcanzó; sin embargo, ese descanso se alejó de mí. Ese sueño no sería tan reconfortante como imaginé.Me encontraba atrapada en medio de una ola de recuerdos y fragmentos confusos. Era como si mi cabeza estuviera intentando advertirme de algo.«Aideen, ven aquí. ¿Quieres ver algo increíble?»Un chico de cabello oscuro me sonreía desde el otro lado del jardín. Mi corazón latía con fuerza mientras corría hacia él, mis pies descalzos aplastaban la hierba húmeda. Era joven, no tendría más de catorce años, y su rostro irradiaba una calidez que me hacía sentir segura.«¿Qué estás haciendo aquí? Si mi padre te ve…»Respondía mi yo
Mi corazón latía con fuerza mientras observaba el mensaje en mi teléfono, mis manos estaban un poco sudorosas frente a las posibles revelaciones y el peso que todo esto traería consigo. ¿Qué sucedería si lo era?, o peor aún, ¿y si no lo era?«¿Eres Cristopher?», cuestioné luego de tomar un poco de aire y presionar el botón de enviar.«Sí».Su respuesta era corta, pero hizo que una parte de mi peso fuera quitado de mis hombros; sin embargo, al mismo tiempo, el aire se volvió denso a mi alrededor. Esas palabras, tan simples, tan directas, cargaban una verdad que no podía ignorar. Mis manos temblaban mientras escribía de nuevo, sintiendo una mezcla de emociones que apenas podía comprender.Era como si mi yo del pasado, esa de menos de catorce años, estuviera escribiendo en realidad, y no yo, la Aideen del pensante, la que estaba asustada con todo lo que estaba sucediendo, la que se esforzaba por mantener una apariencia de control y seguridad. La que temía que todo esto se tornara en una
La oficina estaba en silencio, apenas interrumpida por el sonido de los papeles que mi padre revisaba con atención. Yo estaba sentada frente a él, con la mirada perdida en el ventanal, observando cómo la ciudad parecía seguir su ritmo frenético, ajena a mis pensamientos.Sabía que pronto llegarían algunos socios para una reunión, pero el tiempo que teníamos a solas me daba una oportunidad que no podía desaprovechar.—Papá… —susurré para que alguna persona que cruzara no lograra escucharnos hablar.Yo estaba jugando con el borde de unas hojas, mientras él se acercaba a mí, al notar la expresión de mi rostro. Yo me encontraba aún demasiado pensativa, y quizá, un poco temerosa de descubrir que papá estuviera más involucrado en todo esto de lo que me gustaría.—¿Qué sucede, Aideen? —indagó en un susurro.Algo me decía que esa era su manera de disipar la gran oleada de pensamientos y suposiciones que me inundaban. Mi rostro, quizá era un libro abierto para él, uno que le decía claramente l
Aideen abrió los ojos, siendo enceguecida por la luz. Estaba atada en una silla, completamente inmóvil. Su corazón latía con fuerza sin conocer cuál sería su futuro en los siguientes segundos. Rune, el hombre con el que contrajo matrimonio una semana atrás, el cual le juró el mundo entero, cruzaba por el umbral de la puerta, mientras traía una bandeja con velas e incienso.—Las encenderé cuando sea el momento adecuado —dijo con un tono macabro.Cargar incienso era una costumbre de su familia justo antes de los funerales; era la manera de preparar el cuerpo.—¿Qué? ¿Qué estás haciendo, Rune? —expuso con dificultad.Su voz salía entrecortada, el aire faltaba en sus pulmones. Una parte de ella le decía que estaba corriendo peligro; sin embargo, una parte contraria de ella le decía que todo estaría bien, que él no sería capaz de dañarla, no a ella.Una voz conocida al otro lado de la puerta, le hizo comprender que no eran los únicos en el lugar. Su hermanastra, esa que ella había querid
Me miré al espejo, vi lo poco que quedaba de mí luego de años intentando reconstruirme a mí misma. En mis manos tenía una nota de periódico que informaba acerca del compromiso de Nessa y Rune, quienes, al parecer, esperaron años para poder formalizar su relación. Para que ninguno hablara mal de ellos por haberse comprometido luego de mi supuesta muerte.Cuando menos lo pensé, mis manos se cerraron en puños tan apretados que ese trozo de papel terminó siendo una bola en ellas. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, mucho menos celos; eran lágrimas de ira.—¿Creen que lograrán construir su imperio luego de todo lo que me hicieron? —me pregunté con amargura.Durante años, tuve que reunir cada una de mis piezas, someterme a miles de dolorosas cirugías para poder tener un rostro decente, otra vez. La rehabilitación se llevó muchas de mis fuerzas, ¿y ahora? Mi hermanastra y mi exesposo se casaban.Mis ojos descansaron una vez más en mi reflejo. Me costaba reconocer a la mu
La mirada de Rune me recorría de pies a cabeza, era como si estuviera tomando notas mentales acerca de cómo lucía. Mi corazón latía con fuerza, el riesgo de ser reconocida era mucho mayor del que pensé cuando decidí regresar, o, por lo menos, a entrar a una boda sin tener invitación o un haz bajo la manga.—Es la primera vez que la veo. ¿Nos conocemos? —cuestionó él con un tono educado, uno que intentaba ganarse a las personas que lo rodeaban.No funcionaba conmigo, no con la persona que tuvo que vivir un infierno a su lado. Era un mentiroso, era un experto en manipular a las personas para que creyeran que era un hombre honorable. ¡Tonterías! No volvería a creer en esos ojos hipnotizantes, mucho menos en esa sonrisa encantadora.—No, vine como acompañante. Kenna Lancaster, para servirle —extendí mi mano dándole un fuerte apretón.Luego de intercambiar un par de palabras, él regresó a saludar al resto de los invitados. Fue ahí cuando, por unos instantes, pude respirar con tranquilidad.