La mañana siguiente comenzó con un aire de extraña calma. Había algo casi inquietante en la tranquilidad que reinaba en la empresa. El ruido de los teclados resonaba en un ritmo sincronizado, los teléfonos sonaban con la misma proporción habitual, y las conversaciones de los empleados se mezclaban con el murmullo de la máquina de café. Pero para mí, todo parecía estar un tono más bajo, como si el mundo estuviera reteniendo el aliento en anticipación a algo grande.Cuando salí de la oficina para llevarle algunos documentos a mi padre, no pasó mucho tiempo antes de notar a Teresa en el vestíbulo, conversando con una sonrisa falsa en su rostro. No tardó en darse cuenta de que yo estaba ahí, y cuando nuestros ojos se encontraron, su sonrisa se amplió.—Kenna, querida. —Su voz era cálida, pero había un filo en ella que nunca pasaba desapercibido—. Qué bueno encontrarte aquí.Me detuve, obligándome a sonreír en respuesta mientras mis manos apretaban los documentos que llevaba.—Teresa. —Res
El resto del día transcurría con aparente normalidad en la oficina. Mi rutina me mantenía ocupada mientras trabajaba en los informes más recientes y organizaba detalles pendientes. Sin embargo, cuando regresé de una reunión breve con mi padre, algo llamó mi atención de inmediato.En mi escritorio, perfectamente arreglado en un jarrón de cristal, había un ramo de flores. Eran peonias de un amarillo intenso, tan vibrantes que parecían casi irreales bajo la luz blanca de la oficina. El aroma dulce y cautivador llenaba el espacio, destacando entre los olores neutros del lugar. Fruncí el ceño, extrañada.No recordaba haber mencionado nada sobre flores, y mucho menos recibir algo así en medio del trabajo. Caminé hacia el escritorio, notando una pequeña tarjeta colocada con cuidado entre los tallos.Mi nombre estaba escrito en la parte frontal con una caligrafía elegante y precisa: «Kenna». Una mezcla de curiosidad y precaución recorrió mi columna. Tomé la tarjeta con cuidado, abriéndola con
Había pasado un día desde el incidente con las flores, y aunque Arzhel había estado más atento que nunca, la intriga seguía pesando sobre ambos. Me encontraba en la sala, revisando algunos papeles relacionados con los preparativos de la boda, mientras Arzhel trabajaba en su computadora, sentado frente a mí.El sonido de mi teléfono rompió el silencio. Mi corazón dio un vuelco al ver en la pantalla un número desconocido y tomé una gran bocanada de aire antes de contestar.—¿Hola?—¿Te gustaron las flores? —La voz distorsionada llegó a mis oídos, y la sangre se me heló.Mis ojos volaron hacia Arzhel, quien alzó la vista de inmediato al notar mi cambio de expresión. Su cuerpo estaba cada vez más tenso, y, algo que parecía, un destello de celos apareció en su mirada.—¿Quién eres? —cuestioné mientras mantenía toda la calma del mundo.—Eso no es lo importante. Lo crucial es si acerté con las flores. —La voz tenía un matiz casi burlón, como si disfrutara de mi incomodidad.—¿Cómo sabías que
Durante la mañana siguiente, me dediqué a pensar en las palabras que emplearía para hablar con la bruja. Sabía lo que tenía que hacer, y aunque era parte del plan, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar al caminar por la empresa en busca de Teresa.Me ajusté la chaqueta y, luego de tomar una gran bocanada de aire, me acerqué a ella con una pequeña sonrisa. Mi mente seguía repasando el tono exacto que debía usar, las palabras precisas que harían que Teresa bajara la guardia sin sospechar de mis intenciones.—Señora Beauregard, ¿tiene un momento? —pregunté intentando mantener mi tono tan neutral como podía.Sus labios formaron una sonrisa tan pequeña que apenas era perceptible. Parecía que intentaba actuar con amabilidad, aunque esa fachada no le quedara ni un poquito en realidad.—Por supuesto, Kenna. ¿Qué puedo hacer por ti? —Sus ojos estaban fijos en los míos, y era como si me estuviera examinando con cautela, como si cada movimiento que yo hiciera fuera calculado por ella y
Los días continuaron con una aparente normalidad. Era esa tranquilidad que acostumbraba a inquietarme, pues era una clase de presagio que indicaba que algo grande estaba a punto de venir a la escena; sin embargo, con lentitud estaba acostumbrándome a vivir de esa manera, pues, lo que tenía que pasar, terminaría sucediendo eventualmente, sin que pudiéramos manejarlo todo.Aquella mañana, mientras organizaba algunos documentos en la oficina, mi teléfono vibró sobre el escritorio. Al principio no le di importancia; las notificaciones eran constantes debido a los preparativos de la boda y al trabajo con papá. Pero cuando lo desbloqueé, un mensaje apareció en la pantalla.«¿Disfrutando de los planes, Aideen? Parece que todo marcha según lo previsto»Un escalofrío me recorrió por un momento. Así que esa sensación se refería a esto. El hombre misterioso, apareciendo desde las sombras, decía algo que confirmaba que estábamos siendo vigilados e intentaría decir que hiciéramos algo más. Esa sit
Apenas llegamos a casa nos fuimos directo a la cama. Arzhel insistía en que lo mejor para mí era acostarme, tomar un descanso y dejar que mi mente se alejara de todos los pensamientos de ese día, de las llamadas, de la boda, de absolutamente todo.Estaba dando vueltas en la cama, y por más que intentara, no podía conciliar el sueño. Esto fue hasta que finalmente me alcanzó; sin embargo, ese descanso se alejó de mí. Ese sueño no sería tan reconfortante como imaginé.Me encontraba atrapada en medio de una ola de recuerdos y fragmentos confusos. Era como si mi cabeza estuviera intentando advertirme de algo.«Aideen, ven aquí. ¿Quieres ver algo increíble?»Un chico de cabello oscuro me sonreía desde el otro lado del jardín. Mi corazón latía con fuerza mientras corría hacia él, mis pies descalzos aplastaban la hierba húmeda. Era joven, no tendría más de catorce años, y su rostro irradiaba una calidez que me hacía sentir segura.«¿Qué estás haciendo aquí? Si mi padre te ve…»Respondía mi yo
Mi corazón latía con fuerza mientras observaba el mensaje en mi teléfono, mis manos estaban un poco sudorosas frente a las posibles revelaciones y el peso que todo esto traería consigo. ¿Qué sucedería si lo era?, o peor aún, ¿y si no lo era?«¿Eres Cristopher?», cuestioné luego de tomar un poco de aire y presionar el botón de enviar.«Sí».Su respuesta era corta, pero hizo que una parte de mi peso fuera quitado de mis hombros; sin embargo, al mismo tiempo, el aire se volvió denso a mi alrededor. Esas palabras, tan simples, tan directas, cargaban una verdad que no podía ignorar. Mis manos temblaban mientras escribía de nuevo, sintiendo una mezcla de emociones que apenas podía comprender.Era como si mi yo del pasado, esa de menos de catorce años, estuviera escribiendo en realidad, y no yo, la Aideen del pensante, la que estaba asustada con todo lo que estaba sucediendo, la que se esforzaba por mantener una apariencia de control y seguridad. La que temía que todo esto se tornara en una
La oficina estaba en silencio, apenas interrumpida por el sonido de los papeles que mi padre revisaba con atención. Yo estaba sentada frente a él, con la mirada perdida en el ventanal, observando cómo la ciudad parecía seguir su ritmo frenético, ajena a mis pensamientos.Sabía que pronto llegarían algunos socios para una reunión, pero el tiempo que teníamos a solas me daba una oportunidad que no podía desaprovechar.—Papá… —susurré para que alguna persona que cruzara no lograra escucharnos hablar.Yo estaba jugando con el borde de unas hojas, mientras él se acercaba a mí, al notar la expresión de mi rostro. Yo me encontraba aún demasiado pensativa, y quizá, un poco temerosa de descubrir que papá estuviera más involucrado en todo esto de lo que me gustaría.—¿Qué sucede, Aideen? —indagó en un susurro.Algo me decía que esa era su manera de disipar la gran oleada de pensamientos y suposiciones que me inundaban. Mi rostro, quizá era un libro abierto para él, uno que le decía claramente l